Para el día de hoy (12/01/12):
Evangelio según San Marcos 1, 40-45
(Es un leproso: su enfermedad -que en nuestros días la conocemos como transmitida por el bacilo de Hansen- en su tiempo para el enfermo, era una carga insoportable.
Es claro que en nuestro presente hay un gran avance en la terapéutica médica; en aquellos tiempos, la lepra avanzaba sin control, provocando terribles mutilaciones en el enfermo, así como una consecuencia social, comunitaria y religiosa que lo condenaba al ostracismo. Se trataba de la posibilidad del contagio y también de considerar a los estigmas de la lepra como situaciones de impureza religiosa. El leproso estaba penalizado a vivir en soledad, a mendigar, a no acercarse a nadie, a declarar a los gritos su condición de impuro y a estar excluido de toda relación con su Dios por vedársele el ingreso al templo y a la sinagoga.
Por ello la escena no puede menos que estremecernos: la fé y el coraje de este hombre, que transgrede toda norma instaurada y se acerca humilde al Maestro, suplicando su compasión. Y como respuesta, la misma transgresión de Jesús, que se conmueve de todo lo que le pasa a ese hombre doliente, que no le importa el qué dirán, que menos aún le importa el quedar etiquetado como impuro: es la maravilla increíble y rebelde de la Gracia, y ese inclinarse del Maestro para tocar la mano del intocable es el signo definitivo del amor de Dios, que quiere tocarnos y sanarnos a todos por igual.
Es fundamento también para esta comunidad que llamamos Iglesia, y que tan a menudo decide caratular a nuevos leprosos por diversos motivos: que nadie quede fuera, a nadie debe soslayarse, todos deben ponerse en pié a partir de esa compasión que es liberación, para toda la humanidad hay tendida una mesa grande a la que nadie debe faltar.
Quizás nos hemos olvidado, pero todo comienza poniéndonos en el lugar del otro: allí sucede la compasión, acontece la misericordia y surgen milagros de liberación y ternura.
Quizás también debamos regresar a ese Dios que nos ama entrañablemente a suplicar que nos cure y nos purifique de tantas llagas que portamos y de otras tantas que hemos impuesto.
Esa es la gran noticia, la Buena Noticia, la mejor de las noticias)
Paz y Bien
Es claro que en nuestro presente hay un gran avance en la terapéutica médica; en aquellos tiempos, la lepra avanzaba sin control, provocando terribles mutilaciones en el enfermo, así como una consecuencia social, comunitaria y religiosa que lo condenaba al ostracismo. Se trataba de la posibilidad del contagio y también de considerar a los estigmas de la lepra como situaciones de impureza religiosa. El leproso estaba penalizado a vivir en soledad, a mendigar, a no acercarse a nadie, a declarar a los gritos su condición de impuro y a estar excluido de toda relación con su Dios por vedársele el ingreso al templo y a la sinagoga.
Por ello la escena no puede menos que estremecernos: la fé y el coraje de este hombre, que transgrede toda norma instaurada y se acerca humilde al Maestro, suplicando su compasión. Y como respuesta, la misma transgresión de Jesús, que se conmueve de todo lo que le pasa a ese hombre doliente, que no le importa el qué dirán, que menos aún le importa el quedar etiquetado como impuro: es la maravilla increíble y rebelde de la Gracia, y ese inclinarse del Maestro para tocar la mano del intocable es el signo definitivo del amor de Dios, que quiere tocarnos y sanarnos a todos por igual.
Es fundamento también para esta comunidad que llamamos Iglesia, y que tan a menudo decide caratular a nuevos leprosos por diversos motivos: que nadie quede fuera, a nadie debe soslayarse, todos deben ponerse en pié a partir de esa compasión que es liberación, para toda la humanidad hay tendida una mesa grande a la que nadie debe faltar.
Quizás nos hemos olvidado, pero todo comienza poniéndonos en el lugar del otro: allí sucede la compasión, acontece la misericordia y surgen milagros de liberación y ternura.
Quizás también debamos regresar a ese Dios que nos ama entrañablemente a suplicar que nos cure y nos purifique de tantas llagas que portamos y de otras tantas que hemos impuesto.
Esa es la gran noticia, la Buena Noticia, la mejor de las noticias)
Paz y Bien
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