Para el día de hoy (23/01/12):
Evangelio según San Marcos 3, 22-30
(La lógica clásica establece varios tipos de falacias, es decir, argumentos que bajo la apariencia de ser correctos inducen a error. Dentro de estas falacias, hay una llamada argumentum ad hominem, que en vez de debatir acerca de las razones y evidencias presentadas, se pone el acento en descalificar a la persona que sostiene y presenta dichas evidencias.
Nada de ello nos es desconocido, es una practica usual y ampliamente difundida en nuestras sociedades, en el ámbito de la política o el poder, el la esfera religiosa o en espacios algo menos trascendentes como son los medios masivos de comunicación, y en general es el primer paso de cualquier escalada de violencia.
Jesús de Nazareth no estuvo exento del ataque de estas prácticas duras e ignominiosas. El Evangelista se preocupa en dejarlo claro con varios signos: los escribas -representantes del poder religioso y autoridades doctrinales del mismo- bajan de Jerusalem, es decir, bajan de el sitio del Templo y la pureza ideológica hacia el abajo de la Galilea de la sospecha, la Galilea del desprecio.
Ese rabbí galileo cada día que pasaba se volvía más y más peligroso, y los doctores se encienden airados: el rebaño sometido y dócil del pueblo comienza a no responderles, a escaparse de su rígido e implacable dominio.
En esa ratio, deciden emprender un viaje sin retorno: comienzan una campaña de difamación de Jesús de Nazareth, queriendo desacreditarlo ante el pueblo, pretendiendo que al descalificarlo queden minimizadas o rechazadas las bondades de sus acciones. Sin embargo, el objetivo máximo es mucho peor: pretenden instalar la idea de que el Maestro obra a partir del poder del Maligno, de que es un blasfemo, hechos que de por sí conllevan a la pena de muerte.
No se dan cuenta; en la atmósfera de difamación y desprecio que han creado, ellos son los verdaderamente afectados. Están intoxicados en sus propia mezquindad y soberbia, de tal modo que se han vuelto incapaces de ver la acción de Dios en todos los hechos de bien y verdad que Jesús de Nazareth brindaba gratuitamente, salud y salvación para todos.
Niegan lo evidente, y ésa precisamente es su perdición: no volveremos a una imagen cruel de un dios punitivo, castigador, sino al Dios Abbá de Jesús, un Padre que perdona y jamás rechaza. Pero ellos niegan cualquier posibilidad de perdón, de liberación, de Pascua.
Ellos se encierran en las muertes que propugnan, y ese es su destino.
En tiempos del todo vale, de la descalificación rápida, quizás debamos volvernos más férreos en la compasión, rígidos en la misericordia, veloces en el socorro, descubriendo el bien que suele florecer en los lugares más insospechados y hasta ajenos, a riesgo de portar esos rótulos inmisericordes que el mundo adjudica sin rubor)
Paz y Bien
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