La lucha contra la luz



Santa Catalina de Siena, virgen y Doctora de la Iglesia

Para el día de hoy (29/04/15):  

Evangelio según San Juan 12, 44-50




La exclamación de Jesús no es sólo un refuerzo enfático a sus palabras: es el celo entrañable, fuego que lo consume desde sus entrañas, por las cosas de su Padre.
Y las cosas de su Padre son la salvación de todos los pueblos, Dios que se desvive por sus hijas e hijos.

Su esfuerzo cordial no se encamina tanto a controversias con las autoridades religiosas de su tiempo, sino que en señal de auxilio perpetua, atraviesa todos los velos de la historia y nos interpela ya mismo, aquí y ahora, para que no claudiquemos, para dejar de deambular entre los absurdos de nuestras miserias electas, para desertar de la desconfianza y exiliarnos alegremente de las tierras del miedo.
Creer es don y misterio, pero creer también implica coraje y humilde valentía.

Aún así, en una dialéctica que nos hunde y que quizás se relacione con los aspectos misteriosos del pecado, seguimos luchando contra la luz. En vidas pretendidamente creyentes, solemos descubrirnos en ámbitos nocturnos que parecen no tener fin, oscuros y totales. 
Más no se trata de la noche. Hasta la noche más cerrada puede ser una Noche Buena. 
Sucede que no se trata tanto de noche como del imperio de las sombras.

Pero no hay que desanimarse. Las sombras se disipan con asombrosa fluidez frente a la luz. Siempre, sin excepciones, al otro lado de las sombras se encuentra la luz.

Creer y ver. Oír y recibir.
El mismo amor y un compromiso inquebrantable desde Belén al Gólgota, y la ratificación absoluta en la Resurrección.

Pasan teorías y dogmas, pasan libros, técnicas, rituales y observancias. Sólo queda una persona que nos confronta con su sola presencia, presencia salvadora, presencia de rescate, presencia que es una mano amiga que nos pone de pié, que guarda nuestros pasos, ese Cristo que es nuestro hermano y Señor, Dios con nosotros, por nosotros, en nosotros.

Paz y Bien


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