Para el día de hoy (02/04/13):
Evangelio según San Juan 20, 11-18
(Durante demasiado tiempo, María Magdalena ha sido objeto de diversos tipos de encasillamientos de carácter moral que, necesariamente, encuentran un destino tergiversado en la piedad y en la espiritualidad. En los últimos años se la ha identificado como una suerte de amante/esposa de Jesús, con banales sustentos históricos y bíblicos; en este caso, se entiende que esta articulación obedece a un lucrativo negocio editorial y mediático que poco tiene que ver con la fé.
En todos los casos, nos hemos acostumbrado a estos rótulos con dócil conformismo y así, tristemente, hemos perdido de vista lo que verdaderamente es e importa: María de Magdala como mujer creyente, apóstol y discípula.
Ella ha permanecido firme en su amor, y no se ha dejado ganar por la resignación ni por el miedo. Aún cuando la embarga la tristeza, aún cuando la muerte parece haber dicho la última palabra, ella no se queda quieta.
Los Once estaban escondidos, ateridos de miedo, de desconcierto, hijos selectos de la derrota, esclavos de una ideología que no abandonan, de un Mesías glorioso que se alza en victoria por sobre sus enemigos. No entra en sus razones ese Cristo humillado y ejecutado como un criminal.
La diferencia primordial estriba en que ellos continúan aferrados a ideas, y ella permanece unida a Alguien. De allí sus lágrimas y su tristeza y su búsqueda: todo en ella refiere a esa persona a la que ama, a su Maestro.
Es claro que ella misma todavía no ha hecho su propia Pascua; supone que esa tumba es hogar del cuerpo muerto de Jesús y nó un espacio inútil para una muerte derrotada.
Es una mujer que ama, y es una mujer creyente, una mujer de fé. Es tiempo de la Buena Noticia, tiempo santo de Dios y la humanidad y por ello, por su corazón capaz de creer y por la Gracia, tiene unos ojos capaces de ver con claridad al Resucitado, a pesar de que el llanto le nubla la vista.
La tumba vacía preanuncia el encuentro, y como en toda la historia humana, Dios sale al encuentro, Dios se hace presencia.
El Resucitado la busca, el Resucitado se deja encontrar por aquellos que lo buscan con denuedo, contra toda lógica, y es signo cierto para todos nosotros.
Aunque nos agobian mares de lágrimas y tormentas de dolor, Él está allí, vivo, y nos llama, y podemos reconocerlo. Y con María de Magdala, los pasos se nos vuelven más que ligeros porque el Maestro está para siempre junto a nosotros, y es menester ir a dar aviso a tantos que se han escondido por el miedo, a tantos otros a los que la muerte se ha tragado, a los que la tristeza y la miseria someten sin piedad.
Hacia allí hay que ir sin demoras, llevando la asombrosa noticia de que la muerte no es el final, que no hay más imposibles, que Jesús de Nazareth está vivo de manera definitiva.
María Magdalena, mensajera de la mejor de las noticias, discípula atenta del llamado del Maestro, que tu ejemplo nos recuerde que siempre hay buenas noticias para dar)
Paz y Bien
2 comentarios:
Me gustó mucho tu post. Algunas veces deberíamos de imitar el valor que tuvo esta mujer para seguir a Jesús en un tiempo en que eran totalmente marginadas. Y su perseverancia con los apóstoles para lograr que le hicieran caso en cuanto a las novedades en el sepulcro.
Gracias.
Muchas gracias por tus palabras, Tere.
Que el Resucitado se haga presencia y compañía constante en tu vida, con su luz y su alegría.
Paz y Bien
Ricardo
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