Para el día de hoy (09/04/13):
Evangelio según San Juan 3, 7b-15
(Nicodemo era un individuo importante dentro de la nobleza laica judía, de gran relevancia en el Sanedrín; es un experto exégeta de formación farisea, pero aún así se ha quedado admirado de las cosas que hace y dice Jesús de Nazareth, y en plena noche se dirige a su encuentro para tratar de entenderlo mejor, y es un síntoma magnífico. Una de las facetas claves de la conversión es dejarse asombrar por ese Maestro galileo.
Sin embargo, tiene Nicodemo varias cosas en contra, que lo detienen y retienen su alma. Por una parte, es un prisionero más del prestigio y las apariencias, y por ello se encuentra con Jesús en la noche, para evitar comentarios descalificatorios entre sus pares sanedritas, que en su gran mayoría repudian y execran al rabbí de Nazareth al punto de buscar con denuedo su muerte. Por la otra, Nicodemo es esclavo de la literalidad en la interpretación de las Escrituras y de las tradiciones de sus mayores -Ley antes que profecía, Sábado antes que el hombre-. Así el esfuerzo por comprender al Reino que inaugura Jesús de Nazareth deviene inútil, aún cuando ponga todo su empeño hermenéutico, su erudición y, porque nó, también su honestidad.
Todo ello no basta, es insuficiente. De allí que tampoco entienda la propuesta de Jesús de un nacer de nuevo.
En su literalidad -que es origen de cualquier fundamentalismo- supone que ello implica volver al vientre materno, y en su caso, casi anciano, se torna más improbable.
Ser del Reino, ser discípulo implica sumergirse totalmente en el misterio, renovar a cada instante el bautismo fundacional de nuestras existencias, hacernos mujeres y hombres del Espíritu. Es un desafío mayor que no admite medias tintas.
Renacer al Espíritu es animarse a la vida plena, eludir con alegría y determinación todo control aceptado o impuesto que cercene los encuentros y la comunión, atreverse a dejarse llevar a cimas interiores insospechadas o a sitios inimaginados, conducidos por la mano bondadosa de Aquel que nos ama y nos cuida, veraces y libres como el viento, el mismo que puede presentirse pero que jamás puede detenerse ni orientarse a distancias mezquinas.
No hay fronteras para los que han renacido a la verdad de la Resurrección)
Paz y Bien
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