Para el día de hoy (10/04/09):
Evangelio según San Juan, 18, 1-19,42
(El romano se apega rígidamente a sus normas imperiales.
Se debe flagelar al condenado como paso previo a su crucificción, pena que se impone a los convictos por delitos ignominiosos.
Caen las afiladas lonjas de cuero de los látigos, muerden su cuerpo las puntas de metal.
Los verdugos, concienzudos, no descansarán hasta que la tarea esté finalizada de acuerdo a los códigos.
Le incrustan a modo de burla púas afiladas en su cuero cabelludo.
Casi exánime, lo obligan a cargar su propio patíbulo hasta el lugar que se ha designado para su ejecución.
Lo vence el peso de los maderos, lo agobia el dolor de la flagelación, hace estragos la sangre que ya ha perdido.
Pero lo demuele la soledad. Sus amigos más preciados lo han dejado sólo.
Uno lo entregó por unas pocas monedas.
Otro lo negó concienzudamente tres veces.
El resto se esconde temeroso.
-Y hay muchos hermanos que sufren en soledad en los hospitales, en los asilos de ancianos, en los albergues de niños, en el maremágnum de las grandes ciudades en donde es posible morir de soledad aún rodeado por millones-
Pero no se trata de exhaltar el sufrimiento, de regodearse en los dolores, humillaciones y escarnio.
Una locura.
Celebramos la cruz.
Pero la celebramos porque precede a la victoria sobre la muerte.
Pero la celebramos porque es el rescato inconmensurable, total y definitivo que ha pagado Jesús por nuestra liberación.
Porque estamos todos presos de nuestras miserias.
Y nadie debe morir por eso, se ha entregado Él por todos y cada uno de nosotros.
Ha ofrecido sus manos y pies al espanto de los clavos en nuestro lugar.
Se sumergió en la muerte para sacarnos a flote de vida.
A veces lo olvidamos.
A veces preferimos mirar lo más agradable, y darle la espalda a sus dolores, tormentos y humillaciones.
Otras veces, ponemos el acento y resaltamos sólo la cruz, y dejamos de lado las vidas que se recuperan, la humanidad rescatada, la puerta abierta a la Vida que no tendrá final.
Quiera el Altísimo que nos reconozcamos entre los rescatados por su Vida entregada por todos.
Y que también no dejemos solo en su hora de dolor al Señor, vivo y presente en cada uno de los hermanos transidos de dolor y de soledad.
Amén.)
Paz y Bien
3 comentarios:
Demorado en contestar y hacer entradas, no quise dejar de saludarte para estas Pascuas.
La esperanza de la Resurrección se vuelve para nosotros un motivo de gran alegría.
No dejemos de expresarlo de esa manera.
Saludos afectuosos,
SB
Y esa es mi pregunta: ¿celebraría yo la Cruz ante de saber que JESUCRISTO resucitó? Creo, honradamente, de estar yo allí lo más que llegaría a hacer es tener piedad y lástima. Y de se seguidor me hubiese escondido, como los apóstoles.
Por eso, he dicho en más de una ocasión que hoy nosotros tenemos más ventajas y menos disculpas, porque tenemos el milagro delante de nosotros. Los Apóstoles respondieron en cuanto se cersioraron que JESÚS Resucitó. Si, ya sé que podemos decir: ¿pero ellos lo vieron? Más yo me pregunto: ¿y yo?, ¿es que no le creo a los apóstoles? ¿Y cómo los de Corinto, Efesos... les creyerón?
Un abrazo y feliz Resurrección.
SB, Salvador, que el Espíritu del Resucitado los colme de alegría y plenitud. Un gran abrazo fraterno en Cristo y María. Paz y Bien. Ricardo
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