El mejor vino, para estos tiempos

Para el día de hoy (17/01/10)
Evangelio según San Juan 2, 1-11

(El Evangelista nos lo relata: es el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea.

Signo, segno, señal: hay que hacer silencio y desde allí, mirar y ver hacia donde se apunta, hacia donde se quiere dirigir nuestra mirada.

Se trata de una boda: es la fiesta del amor y la vida, de dos personas que se aman y comparten en un banquete esa alegría.
A ese banquete estamos todos y cada uno de nosotros invitados, y más también.

-Habrá que pensar si nosotros mismos no debemos hacernos banquete, es decir, espacio en donde se comparte la alegría de la vida-

La Madre de Jesús estaba allí.
María, con ojos de mujer y madre, está siempre atenta a las necesidades de los otros.
Se trata de una boda importante, con mayordomo y sirvientes.
Aún así, quien se dá cuenta que la fiesta se apagará es María; se ha acabado el vino que entibia el cuerpo y alegra las almas.
Y Ella, madre y discípula, confía en el Hijo y le lleva la necesidad de los invitados:
-No tienen vino-

El Hijo y la Madre, el Maestro y la discípula cruzan sus miradas: -¿Qué tenemos nosotros que ver con esto, Mujer?-

María confía y aunque no sabe el cómo de la solución, sabe que Él lo resolverá.
Nada niega un Hijo a su Madre.
-Hagan todo lo que Él les diga- dice María allí y su voz atraviesa la historia.

Hay seis tinajas de piedra, de cien litros cada una, utilizadas en los ritos de purificación del pueblo de Israel.
Son las ánforas símbolos de los códigos para lograr la bendición de Dios, son los vinos avinagrados de la recompensa y de la soberbia de creer que obtenemos mediante determinadas acciones los favores divinos...

Jesús y los discípulos también habían sido invitados a la boda: Él y sus amigos irrumpen en el banquete y en la historia como irrumpe la Gracia, de manera gratuita y abundante, pura misericordia de un Dios Padre y Madre que quiere desposarse con la Humanidad.
Es tiempo del vino nuevo, del vino bueno que sólo puede venir desde Jesús... y por Él, desde sus discípulos -vos y yo, tú y ella, nosotros mismos-.

Pero crece la angustia: en muchas mesas el pan es negado, mucha gente comparte la tristeza y el dolor porque es lo único que posee, no hay boda posible en tanto cementerio.

La voz de la Madre resuena: -Hagan todo lo que Él les diga-
Habrá que confiar con Ella y como Ella.

Su Hijo transformará todo lo viejo en vino nuevo y bueno, abundante y gratuito.

Quedará en nosotros buscar los modos de escanciarlo, de manera que todas las hijas e hijos de Dios puedan brindar en la gran fiesta de la vida, en la boda a la que nadie debe faltar.
No tienen vino, no tenemos vino, nos falta la alegría, nos morimos de sed.

Hay que hacer todo lo que Él nos diga.)

Paz y Bien




6 comentarios:

Anónimo dijo...

Sólo la esperanza hace posible el que, de entre tanto cementerio, como dices, sea posible la boda.

P. Enrique dijo...

profundo post.El texto de San Juan es rico en contenido y significación. Sin duda la vida es una fiesta, en donde tenemos que transformar nuestra agua (vida) en vino (vida de gracia). Saludos hermano y amigo Ricardo. Dios le bendiga y le proteja a usted y a los suyos.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

¡Sí, María! Sólo desde la esperanza es posible la boda, es decir, construir la vida compartida, la vida abundante que se nos ha regalado sin medida, por puro amor y gratuidad.
Gracias de todo corazón por tus palabras.
Un saludo fraterno en Cristo y María
Paz y Bien
Ricardo

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Querido amigo y hermano padre Enrique, sigamos orando y en comunión, transformándonos, haciendo el agua de los ritos viejos en el vino de la vida en Jesús, y siendo nosotros mismos vino para los hermanos más necesitados.
Dios lo bendiga y acompañe en su ministerio.
Le agradezco de todo corazón su fraternal amistad, y le mando un gran abrazo en Cristo y María
Paz y Bien
Ricardo

rara calma dijo...

Creo que esas tinajas de piedra somos nosotros, el agua que se vierte son los dones y talentos que Dios ha puesto en cada uno, y que sólo se transforma en vino nuevo y de extraordinario sabor cuando Jesús, siendo invitado al compromiso diario de "hacer lo que Él diga", la transforma con su gracia y su poder dándole sentido y valor a nuestra vida.

Ojalá podamos ser como el agua, clara y mansa para dejarnos cambiar por vino bueno y abundante. Que en la mirada atenta de María podamos poner todo lo que sin la intervención de Jesús es insípido e incoloro como el agua. Que seamos capaces de darnos cuenta quién puede hacer de las áreas de nuestra vida un vino nuevo y bueno, sin importar el momento de la vida en que nos hallemos, sin importar lo vacías que parezcan las tinajas. Invitemos a Jesús a nuestra vida y renovemos el gusto de lo que Jesús con su amor puede transformar para vivir así con alegría y fe en su presencia.

Bendiciones!

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Rara Calma, es muy profundo y muy bello lo que escribiste; sólo me animo a agregar que queda en nosotros seguir siendo insípidos o vivificantes, vino bueno, nuevo y santo para los hermanos.
Eran seis tinajas de cien litros cada una, y se acercaba el final de la boda.¿Para qué tanto vino?

Sin dudas, hay vino abundante...para nosotros hoy, ahora mismo.
Muchas gracias de todo corazón por tus palabras.
Un saludo fraterno en Cristo y María
Paz y Bien
Ricardp

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