Bautismo de fuego o aguas estancadas


Bautismo del Señor

Para el día de hoy (10/01/10)

Evangelio según San Lucas 3, 15-16. 21-22

(Estremece y conmueve el representarnos a Jesús allí, a orillas de ese río que discurre, esperando su turno, haciendo fila, esperando su turno anónimamente inmerso entre el pueblo.

Es el Dios escondido y viviente en la comunidad orante y esperanzada, y que se revelará allí mismo, como uno más de ellos.

Nosotros estamos también allí, junto a muchos, resobantes de expectativas.
Queremos e imploramos a ese Salvador que se haga presente, estamos expectantes y rogamos que se haga presente su Reino. Y Él está allí, esperando su momento y su lugar en la misma fila que nosotros.

A veces, la angustia vivida a diario y la ansiedad por que vengan ya mismo la justicia, la igualdad y la fraternidad -hermanas de la paz y la libertad-, nos puede hacer torcer el rumbo, o buscar en lugares equivocados, y hasta confundirnos con un Mesías falso.

Al Bautista lo seguían multitudes, y acudían a él para ser bautizados.
Estaban impresionados por su entereza y su santidad -el Espíritu moraba en él-, y en esa misma expectativa, incurrían en el mismo error preguntándose si el Esperado no sería el mismo Bautista.
Pero Juan, el maravilloso y enorme Juan, dá por tierra de modo contundente con todas esas expeculaciones.
Juan bautiza con agua, pero viene uno que es infinitamente más fuerte que él, el Go'el, de quien se considera indigno siquiera de compararse. El que viene ya está entre la gente y no lo ven, y Él bautizará con fuego.

Juan bautiza en el Jordán: sus aguas discurren como el río de la vida.
No se ha detenido en cultos o formalidades, pues su acento está en la conversión.

Y el bautismo es, ante todo, morir primero para nacer a una nueva vida. Porque el bautismo, el sumergirse en el agua clara y emerger limpio es símbolo y signo de muerte y vida: morir a todo lo que es pecado, a todo lo que -paradójicamente- es muerte para vivir la vida de la Gracia.

Por eso el Bautismo de fuego de Jesús es el bautismo definitivo: en el río de la vida, morimos a todo lo que nos ata y perece para nacer a la vida nueva de hijas e hijos de Dios, hijas e hijos muy queridos por su Padre.

-curiosamente, se asocia la expresión "bautismo de fuego" a sucesos bélicos...quizás en nuestro caso también, pues la primer batalla del amor es en nuestro interior contra nuestro egoísmo y soberbia-

Al pueblo expectante, hambriento y ansioso de vida y libertad, se manifiesta ese Dios Trinidad en el cual creemos: el Maestro que emerge de la aguas bautismales, el Espíritu Santo descendiendo sobre Él, la voz del Padre hablando de la predilección por su Hijo y por sus hijas e hijos, hermanos e hijos por ese Niño Dios nacido en Belén.

El Maestro hace fila anónimo y silencioso, esperando su turno junto a los anónimos y silenciosos de la historia.
Y desciende sobre todos el Espíritu.
Y se oye la voz amorosa del Padre: es el fin del silencio, y no harán falta más portavoces -los profetas-.
Ahora sus discípulos -nosotros mismos- hablaremos su Palabra.

Sólo cabe esperar si somos capaces de morir en el caudal del río de la vida para nacer purificados por el fuego del Espíritu a la vida nueva de la Gracia... o si el bautismo es para nosotros nada más que salpicarnos en aguas estancadas.

El Maestro está en silencio en nuestra hilera, entre nosotros, para hacernos hermanos, para hacernos hijas e hijos de Dios, en la paz, la justicia, el amor y la libertad.

Para que sea quí y ahora el Reino de Dios)

Paz y Bien


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