En tiempo presente

Para el día de hoy (24/01/10)
Evangelio según San Lucas 1, 1-4; 4, 14-21

(Jesús estaba en su Nazareth; siguiendo la costumbre, el sábado se dirigió a la sinagoga del pueblo y estando allí, se puso de pié para hacer la lectura.
Le entregan el libro de Isaías, lo desenrolla, encuentra el pasaje, lo lee, lo enrolla, lo entrega y toma asiento.

Los ojos de todos los presentes estaban clavados en Él.
En ese Hombre había algo que a esos hombre piadosos atraía tanto como la Palabra que escuchaban los sábados.

Parecía que en esa mañana el reloj se hubiera detenido: esos hombres bebían por sus ojos y por sus oídos la Palabra que ese Hombre pronunciaba: algo muy adentro -quizás no lo comprendían, pero estaba allí- les decía que ese Hombre estaba íntimamente ligado a esa Palabra.

Ese Hombre era la Palabra.

Asume para sí mismo la profecía esperanzadora de Isaías, y en esa profecía está su misión, que es la nuestra.

No subvierte o reforma la Ley, no dá parámetros de doctrina, lineamientos catequéticos, normas de culto o preceptos religiosos.

El Espíritu Santo que mora en Él lo envía a llevar la Buena Noticia a los pobres, a aquellos para los que a diario toda noticia es mala, toda noticia es muerte y dolor; no porque sean mejores ni peores, ni más santos, ni más agradables... La Buena Noticia de Dios se lleva a los pobres pues son sus preferidos, sus hijas e hijos más queridos, sus hijas e hijos que sufren la injusticia.

Lo envía a proclamar la libertad a los cautivos, para regresen a casa.

Lo envía a dar la vista a los ciegos, a los que no toleran más nada en sus miradas, a los que no son capaces de ver más allá del dolor.

Lo envía a liberar a los oprimidos, a los humillados por los poderosos, a los que no aguantan más.

Lo envía un año de jubileo, año de júbilo para el pueblo: es el año de Gracia y Misericordia del Señor, un año divino que es extenso, infinito, interminable.

Como el sol con los planetas orbitando a su alrededor, nutriéndose de su luz, seguían los presentes increíblemente atentos; sin duda sabían que había algo más.

Siempre hay algo más.

Jesús toma asiento, y con la atención de todos centrada en Él, anuncia: -Esta Escritura que acaban de oír se ha cumplido hoy-

El tiempo de la espera ha terminado: todo -el pueblo fiel de Israel, la humanidad, la creación entera- se concentra en el Ungido por el Espíritu que inaugura un nuevo tiempo que no termina, un tiempo presente, el hoy de la Gracia y la Misericordia.

Es Kairós: el tiempo de Dios, tiempo distinto del tiempo de los hombres que oprimen, esclavizan, empobrecen a sus hermanos, el tiempo que es efímero y acotado al reloj y al discurrir de los días.

Ese tiempo es hoy, ahora mismo, el tiempo en que estoy escribiendo y el tiempo en el que alguien lee estas líneas.

Tiempo de Gracia y Misericordia, tiempo de Dios y tiempo nuestro.

Tiempo de Jesús que junto a Él, hacemos presente ahora en hechos concretos y eficaces que deben ser nuestro compromiso diario, y nó abstracciones, doctrinas o apologéticas bizantinas.

Tiempo de Buena Noticia para nuestros hermanas y hermanos más pobres, tiempo de liberación para los oprimidos, tiempo de redención para los que sufren, tiempo de ver para los cegados, tiempo de Gracia que es gozo y alegría, tiempo de justicia que comienza aquí y ahora en camino a la Casa grande que nos espera.)

Paz y Bien

2 comentarios:

P. Enrique dijo...

Vine a este blog en este día porque sabía que encontraría unas palabras iluminantes y ha sido así. No me he ido decepcionado. Gracias por sus d posts.Saludos hermano Ricardo.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Le confieso que no he quedado conforme con lo escrito, podría haber sido mejor -pero sin duda más extenso-... Sin embargo, así sea un texto limitado es reflejo de lo que vivo a diario y de lo que la Palabra me dice, y si eso hace eco en los hermanos,¡Alabado sea Dios!, que no es mérito mío.
Le agradezco querido amigo sus generosas palabras.
Que Dios lo acompañe e ilumine con su Espíritu en alegría, justicia y verdad, padre Enrique.
Un saludo fraterno en Cristo y María
Paz y Bien
Ricardo

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