Devoción de multitudes

Para el día de hoy (21/01/10)
Evangelio según San Marcos 3, 7-12

(Jesús se retiraba a orillas del mar junto a los discípulos; quizás buscando un momento de tranquilidad, reposo, fraternidad y oración.
Sin embargo, le seguían los pasos un nutrido grupo de gentes de Galilea, a los que se sumaban otros tantos de diversas latitudes, Judea, Jerusalem, Idumea, Transjordania, Tiro, Sidón.

Es una multitud enterada de las cosas que hacía, y que se abigarraba junto a Él; es más, los que sufrían algún padecimiento se abalanzaban sobre Él para tocarlo, pues sanaba a muchos.

No es un dato menor el origen de estas personas: vienen de diversos pueblos, signo cierto de que las puertas del Reino se han abierto de par en par a todos los pueblos de la tierra.

Posiblemente, muchos de ellos -acaso la gran mayoría- no eran capaces de reconocerlo como Mesías, como Salvador, no tenían idea de las Escrituras, ni de la idea de conversión y sus conceptos y formación religiosas daban mucho que desear.
Posiblemente también los movía la fama de este galileo que sanaba enfermos y expulsaba demonios, y que no rechazaba a nadie.

Allí quizás está uno de los pilares de nuestra reflexión...
El Maestro seguramente conocía las falencias de la multitud; podría haberlos mandado a su casa, haberlos rechazado, podría haber iniciado un lento proceso de enseñanza personalizada para que se desprendieran de todo eso.

Pero el Señor inaugura la edad de la Misericordia y la Gracia, y nada será igual, todo es tan abundante que no es mensurable por la pura y acotada razón humana.

Por eso, le pide a sus discípulos que le preparen una barca, y desde allí se dirije a la multitud: corre el riesgo de ser atropellado, apretujado, pero también de que esa fuerza misteriosa que de Él emana y que atrae a la multitud llegue a unos pocos... y el Maestro quiere llegar a todos, buenos y malos, simples y complejos, nadie debe quedarse lejos.

Hoy también hay multitudes que se acercan de modo similar; por lo general, la gente más sencilla urgida en su corazón por "tocar" a Jesús en una imagen, rogarle por salud y trabajo en una peregrinación o romería, ciertas devociones populares a santos afines, estampas, medallitas, escapularios...

Y nosotros, a veces discípulos y a veces fariseos, le preparamos una barca, ¡cómo no!... Pero no para que llegue a todos, sino más bien para alejarlo, en la absurda soberbia de que podemos apropiarnos de su voluntad.
Peor aún: a veces nos volvemos bravos jueces de la fé ajena, devotos buscadores de la paja en ojos ajenos -ignorantes de vigas en los propios- porque afirmamos contundentemente acerca de la ignorancia, la simpleza, la pretensa superstición de muchos.
Y hay que detenerse.
Desde afuera todo es fácil, pero tenemos un mandato de sal y levadura.

Sería mejor construir una barca de buen navegar para que todos los hermanos puedan acceder al Maestro, a su modo, con su fé, su corazón y su devoción.

Y nosotros allí, en medio de ellos, uno más entre las ovejas del Buen Pastor)

Paz y Bien



2 comentarios:

Salvador Pérez Alayón dijo...

Muchas veces me pregunto, sobre todo en los momentos que estoy disparado a juzgar al otro por su apegos o egoísmos.

De pronto, reparo que ese que tengo en frente también es hijo de DIOS, y es amado y perdonado infinitamente por DIOS como lo soy yo.

Y que DIOS, su PADRE, sabe de sus apegos, debilidades... pues ÉL es su Creador.

Esto me ayuda a no atreverme a juzgar, a ser más humilde, a pensar que si DIOS lo acepta y le permite muchas cosas, ÉL, sabiduría infinita, sabrá el por qué.

Un fuerte abrazo en XTO.JESÚS.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Esa es la misma pregunta que muy a menudo me hago, Salvador; si Abbá Padre de Jesús y Padre Nuestro es "lento a la cólera y rico en misericordia"...¿porqué yo tengo que obrar distinto?
Dios nos auxilie en su Gracia y su vida nueva que nos propone a diario
Un abrazo en Cristo y María
Paz y Bien
Ricardo

Publicar un comentario

ir arriba