El hijo de José

Para el día de hoy (31/01/10)
Evangelio según San Lucas 4, 21-30

(Los ojos de sus paisanos, que hasta hace pocos instantes estaban fijos en Él, fijos de asombro y admiración, se tornan rápidamente en ojos rojos de ira.

Por una parte, deliberadamente había omitido y cortado en seco el texto del profeta Isaías que leía desde los rollos que le entregaron, y que asumía como profecía acerca de Él mismo: Jesús termina la cita con "proclamar un año de Gracia del Señor" y no menciona el versículo que sigue, "...y un día de venganza de nuestro Dios...".
Al hacer esto, se volvía a la mirada de los nazarenos un blasfemo en el sentido primordial del término, es decir, que injuria o habla mal de Dios.
Es claro: Él habla del Dios al que conoce personalmente, su propio Padre; no relata ni narra acerca de ideas de un Dios, ideas de otros.
Lo suyo es enteramente personal, y vá prefigurando la violencia que luego se intentará contra su persona: ¿acaso no es violencia considerar blasfemo -es decir, que habla mal de Dios- a este galileo que habla tan bien de Él, de un modo tan distinto y especial?

No era lo único: este hombre que conocían bien de cerca, que se había criado entre ellos, se ponía de pié y levantaba su voz como un profeta: habla en nombre de Dios, lleva el mensaje de salvación y esperanza, despierta a las almas dormidas.
-¿Quién se cree que es éste, si todos sabemos que es el hijo de José?-
Y para colmo de males, se arroga la potestad de que las profecías que lo precedieron... apuntaban a su propia persona.

Sus paisanos se aferraban indisimuladamente a la idea que ellos se habían hecho de Dios; por eso los signos -flechas o señales que orientan los pasos a buen destino- se les hacían fines en sí mismos.
Como la fama de sanador precedía a Jesús, exigían que en sus pagos realizara lo mismo que había hecho en Cafarnaúm -expulsar demonios, curar enfermos, una niña rediviva-.
No estaban interesados en descubrir el rostro del Dios vivo; sólo rendían culto a esa idea que tenían de Dios. Ideo-latría, idolatría, adoraban esa idea divina que se habían fabricado, sin dejar espacio para nada más.

Y el Maestro, que sabe bien que cosas se tejen en los corazones, reniega abiertamente de esas posturas -la imagen habla por sí sola: el Maestro en soledad enfrentado a un grupo de hombres incapaces de ver más alla de sí mismos, una situación que sería aún más grave en los hechos de su Pasión-. Y vá más allá todavía.

Sigue en la huella de los profetas que lo precedieron, anunciando la compasión de Dios, anunciando la vida plena y denunciando todo lo que se opone a ello.
Por eso en su patria no realizará ningún milagro, quedan vedados los signos a los nazarenos, por eso les recuerda dos hechos referidos a dos profetas claves para el pueblo de Israel, Elías y Eliseo.

Elías, que revela la compasión de Dios en la persona de la viuda de Sarepta, la sidonita -todo en contra: mujer, viuda y extranjera-

Eliseo, a través de quien Dios mostrará su rostro bondadoso sanando a Naamán -otro caso similar: Naamán, comandante en jefe del ejército sirio, enemigo enconado de Israel y también, extranjero e impuro por su lepra-.

Y entonces se desata la furia de sus paisanos: a los empujones, lo llevan a las afueras del poblado para ejecutarlo.
Pero el Señor, "pasando en medio de ellos", sigue su camino...

Quizás los muros más difíciles de derribar sean los de los calabozos que se enconan alma adentro: sucede entonces la violencia, y puede sobrevenir la muerte.
Porque el amor vivido como lo vive Jesús es una amenaza.

Es imperativo desde esta Palabra de Vida y Palabra Viva pensar-nos en lo personal, en lo comunitario, y desde esta familia grande que llamamos Iglesia.
Hay que rogar incansablemente para que la voz fuerte del Maestro nos desinstale, nos conmueva -¡nos derribe!- aún cuando ello implique que se caigan las sólidas paredes de ideas de Dios que no nos permiten -y no dejamos- vivir la plenitud del Dios de la Vida.

El Maestro ha mostrado el rostro de un Dios Misericordioso que se pone abiertamente del lado de los desvalidos, de los más pequeños, de los más pobres, de los despreciados.
Es una noticia nueva.

Quiera el Dios de la Vida curarnos la ceguera de creernos propietarios de la voluntad divina, receptores exclusivos de sus favores.
Es Él quien siempre se mueve primero, el Él quien dá el primer paso; no se detiene en los méritos, todo es gratuito, todo es Gracia.

Año de Gracia y Misericordia que no tiene fin, tiempo del Espíritu en el que esta Noticia Nueva de Dios se torna en Buena.

No vaya a ser que por abroquelarnos en las ideas que nos dan comodidad y seguridad, suceda que Jesús pase en medio nuestro y siga su camino)

Paz y Bien



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