Hijas e hijos de pié


Para el día de hoy (31/01/12):
Evangelio según San Marcos 5, 21-43

(Jesús y sus amigos vuelven a tierras y ambientes conocidos. Han dejado atrás tierras paganas, territorio de los gerasenos para regresar a Israel, suelo bendito y pueblo elegido.
Es claro que es ámbito conocido, más no sólo por cotidianeidad y hábito, sino porque allí el Maestro -y por consiguiente sus amigos- es considerado un réprobo, un blasfemo, un judío de lo más marginal, un campesino galileo peligroso porque altera todo un tejido de tradiciones férreamente instauradas en las sinagogas.

Hay un signo cierto detrás de la mención que el Evangelista hace del número doce.

Doce tribus del pueblo elegido, representando a ese Israel al que Jesús de Nazareth anuncia la salvación.

Doce años de sufrimiento, doce años de impureza y exclusión de esa mujer a la que la vida se les escapaba hemorragia tras hemorragia, doce años de ser considerada impura y, a su vez, de impurificar a todo a quien tocara, doce años dilapidando lo que tiene en busca de la solución mágica a sus padecimientos.

Doce años de la hija de Jairo, jefe sinagogal, doce años de una niña a punto de convertirse en una mujer que nunca será plena, que no conocerá amores, que no gestará más vida en su seno, doce años que se apagan en un instante.

En ese ambiente de sospecha permanente, allí en donde Jesús de Nazareth se ha vuelto objetivo a eliminar, campea el miedo. El miedo a la impureza, el miedo a la muerte, el miedo a la soledad permanente, el miedo que paraliza y obstruye el fluir de la vida, el miedo que es lo opuesto a la fé, esa fé que es fuerza, que es coraje, que moviliza, que levanta al caído y pone de pié.

En el nuevo tiempo de la Gracia esa fé implica confiar y creer en Alguien, antes que adherirse a un canon de doctrinas; sin embargo, ese encuentro personal con Jesús de Nazareth supone atreverse, animarse, tener el valor de acercarnos a pesar de las multitudes de sombras conque pretenden rodearlo y dejarlo inaccesible, jugarse la vida en gestos de fidelidad y confianza, sabedores que de Él brota un manantial inagotable de vida, de salud, de liberación, eso que llamamos Salvación, y que nos volvamos a descubrir hijas e hijos -la mejor de las noticias-, para que finalmente con su voz clara nos diga: -Muchachos, pónganse de pié-)

Paz y Bien



Los nombres, las muertes y la presencia

Para el día de hoy (30/01/12):
Evangelio según San Marcos 5, 1-20

(Jesús y sus amigos no han recorrido un trecho extenso; sólo han cruzado a la otra orilla del mar de Galilea. Sin embargo, la distancia es enorme: han pasado de la seguridad de la localía judía en la que han crecido y que conocen bien a la región de Gerasa, poblada de extranjeros y paganos, terreno incierto de extraños.

Apenas desembarcados, les sale al encuentro un hombre que no parece tal; vive agobiado por males mayores, signos de muerte que lo enajenan de sí mismo y lo alejan de los demás. Esas muertes lo condenan a la soledad, al ostracismo social y a vivir en una casa de muertos. Por ello el cementerio es su hogar.

Pero Jesús se hace presente, y su presencia es la misma presencia de Dios que hace que todo mal pierda consistencia y poder. Surge la queja airada: no sólo los vecinos del lugar tomaban como normal su situación de inhumanidad, sino que el hombre mismo había asumido la cotidianeidad de su dolor como algo asumido y perpetuo.
Entonces el Maestro pide a esos demonios que lo aquejan que se identifiquen: tanto para el bien como para el mal, es imprescindible llamar a las cosas por su nombre, renegando abiertamente de eufemismos y sofismas que suelen ser mecanismos de ocultamiento y disfraces de mentira.

En aquel entonces, la región de Gerasa estaba férreamente controlada por las tropas imperiales: por ello mismo, los demonios se descubrirán como Legión, símbolo de todo aquello que oprime y sojuzga al hombre por la fuerza y la imposición, y porque ninguna opresión es causal, sino que responde a una fatal organización y planeamiento.

En esa mentalidad que es rápida y eficiente en la clasificación y separación del portador de estigmas, es razonable que el espíritu impuro que sojuzga al hombre salte de su alma a una piara de cerdos, animales también considerados impuros.
Ellos se precipitarán al mar porque el mal se precipita y deshace cuando Jesús está allí, en donde se sufre y sobreabunda la falta de solidaridad y compasión.

Los vecinos del lugar le piden al Maestro que se vaya, plenos de temor a volver a perder cerdos en aras de alguna curación de ese galileo extraño. No nos es desconocida esta postura, esa misma en la que prevalecen los beneficios económicos por sobre la vida y la salud. Ni una sola vida debería sacrificarse en el altar de las riquezas, y esa es la verdadera injuria, y esa es la auténtica impureza que nos tiene sometidos.

El hombre está liberado de esos espíritus, erguido de vida. Entonces sí, sucede el milagro: no se queda ni se detiene, corre presuroso a contarle a los suyos todo lo bueno que Dios ha hecho por él.
Quizás lo que conocemos por evangelización y misión sea, en principio, esas ganas fantásticas de compartir con los demás todo lo bueno que nos ha sucedido en nuestras existencias porque Dios se ha hecho presente en nuestros días)

Paz y Bien

La Palabra y los silencios necesarios

Para el día de hoy (29/01/12):
Evangelio según San Marcos 4, 35-41

(No es un lugareño, es un artesano, casi un campesino nazareno. Cumple como todo varón judío la asistencia sabatina a la sinagoga ahí en la Cafarnaúm del mar de Galilea, de pescadores y publicanos, de escribas y fariseos.
Si se hubiera limitado como todos los demás a participar sumisamente del Shabbat, no estaríamos aquí discurriendo. Pero Él, en abierto desafío y para escándalo de acartonadas almas, se pone a enseñar.

Seguramente habla de Dios como Abbá!, habla desde lo que conoce en las honduras de su ser, a partir de su identidad plena, enseña desde lo que vive y respira, y entonces se desatan los asombros: se expresa con autoridad, no como los fariseos y los escribas. Ellos citaban -haciendo gala de una profusa erudición- las diversas interpretaciones que otros habían hecho de la Ley de Moisés, llevando su análisis a zonas demasiado intrincadas, que poco tenían de humanidad y mucho menos de Dios. Pura doctrina, habían resignado todo afecto y corazón en pos de la pureza fundamentalista.

Pero Jesús de Nazareth es Palabra Viva, y su autoridad -augere, esa fuerza que hace crecer- nace de sus entrañas mismas, de su corazón sagrado.
No tiene que referirse a puntillosos intérpretes de la ley, porque Él expresa a Aquel que es la vida misma, y así su relato es la mejor y más nueva de las noticias.

Allí entre la gente había un hombre poseído por un espíritu impuro, un espíritu despreciable; alienado de sí mismo, está reducido al silencio impuesto y se vuelve un objeto sin comunidad y sin Dios. Esa misma habla coartada es la que permite que grite su queja fiera ese estigma que lo hace diferente, anormal, enfermo.
Su queja es extraña: desde la singularidad de un hombre enajenado, arrecia su grito en tono plural.

Los alaridos en realidad son la rabia quejumbrosa de un sistema opresor e inhumano que retrocede frente a la presencia liberadora del Maestro. Pero siempre, indefectiblemente han de prevalecer la vida y la salud, en horizonte de plenitud. Así el Maestro acalla la brutalidad de la exclusión, la pretendida normalidad de unos pocos para que haya vida abundante para todos.

Quizás se nos haya adormecido el hambre de cierto silencio, el silencio de la tierra fértil que permite que germina y crezca fiel la semilla de eternidad, la sed insaciable de que finalice todo silencio impuesto y que por fin, en un mundo renovado, se llamen al silencio y al olvido tantos demonios de dolor y soledad)

Paz y Bien

A la otra orilla, a través de las tormentas

Para el día de hoy (28/01/12):
Evangelio según San Marcos 4, 35-41

(Jesús invita a sus amigos a cruzar a la otra orilla, y este deseo y proyecto está mucho más allá de una indicación geográfica: cruzar a la otra orilla del mar de Galilea implicaba irse a tierras gentiles, a la Decápolis abundante en paganos, es decir, nutrida de impuros y extranjeros. Hacia allí quiere ir Jesús de Nazareth, fuera del espacio políticamente correcto y ortodoxamente religioso, allí donde nadie en su sano juicio iría, desdibujando torpes fronteras religiosas e ideológicas que separan y matan.

No está sólo en esta travesía: varias barcas quieren acompañar a aquella en donde navega el Señor. Barcas de no sabemos quienes, pero barcas compañeras que no son del todo extrañas. Aún así, los discípulos no entienden ni aceptan el Reino de Dios que les ofrece su Maestro en la gratuidad increíble de su bondad.
Por ello, es claro que Jesús se duerma en la popa; la Buena Noticia es imparable, pero se apaga y diluye cuando pretenden apropiársela unos pocos. Y cuando esto sucede, se desata necesariamente una tempestad.

Todo pensamiento y acción de exclusividad y de exclusión deja a las almas a la deriva. Como bien lo sabía el rabbí galileo, tarde o temprano se cosecha lo que se siembra, y los discípulos han cosechado la tormenta que ellos mismos han producido, tormentas habituales en esta barca que llamamos Iglesia cuando nos cerramos en nosotros mismos, cuando abdicamos del coraje de la misión y del valor evangélico de ir hacia el otro, al distinto, al supuestamente extraño y extranjero que también es mi hermano.

Benditos temporales que nos despiertan de religiosas modorras; puede asomarse el clamor exigente de un Dios que parece haberse dormido, un Dios que aparenta no importarle lo que nos pasa.
Y Jesús levanta la voz, y su grito no vá hacia el oleaje bravo ni a la tormenta enardecida. Ese grito nos expulsa a nosotros los demonios del miedo, esos deseos de preeminencia y jerarquías que resignan toda fraternidad.

Quién será éste Jesús que hasta las tormentas de nuestras mentes y las marejadas de nuestros corazones le obedecen...)

Paz y Bien

De semilla y cruz

Para el día de hoy (27/01/12):
Evangelio según San Marcos 4, 26-34

(A menudo nos gana el hastío, nos sobrepasa la resignación y nos somete la desesperanza. Todo aquello que es contrario u opuesto al Reino es tan evidente y y flagrante, que pareciera que todo aquello en lo que creemos sólo son bellas palabras vividas templo adentro o en el reducto de nuestras creencias...y a veces ni eso.

Probablemente nos sucede porque aún nos aferramos a una imagen o fotografía de un Cristo glorioso, un Salvador instantáneo del poder que todo lo realiza ya, de inmediato, que derrota a sus enemigos, un Dios manipulable por actos de piedad preestablecidos, el Dios de los premios y castigos, el Dios castigador en la vida postrera, el de la Salvación sólo post mortem. Queremos que todo cambie ahora mismo, y más aún, que Él lo cambie mientras nosotros nos instalamos como ávidos espectadores de victorias cristianas.

Frente a todo ello, Jesús de Nazareth vuelve a hablarnos del Reino de su Padre de otra manera, con otra esencia muy distinta y hasta opuesta.
Nos habla de un Reino humilde y tenaz que se nos crece con nosotros y a pesar de nosotros, con la sencillez de una pequeña semilla persistente de fuerza, imparable, y que algún día será un arbusto grande que dé cobijo a tantas almas perdidas, pájaros a la deriva de los vientos mundanos.

Esa semilla persistente que crece aún cuando debamos detenernos agobiados de cansancio es la clave de nuestra esperanza, es vida que prevalece con su tiempo, con su proceso, en rebeldía contra la solución torpe e instantánea, contra esos remedios automáticos que nos venden y que a veces compramos.

Esa humildad de la semilla está íntimamente ligada a la Pasión del Señor: una espiritualidad que se aferra a lo glorioso, a lo que se ostenta, en verdad rechaza la cruel derrota de la cruz.
Porque la cruz es la victoria de los violentos, pero es una victoria fugaz, tan fugaz como las esperanzas vanas. La cruz como amor mayor preanuncia el milagro increíble de la Resurrección y la vida plena.

Tenemos que permitirnos la esperanza)

Paz y Bien

Sembradores de luces

Para el día de hoy (26/01/12):
Evangelio según San Marcos 4, 21-25

(Él lo sabía bien, viniendo de donde venía: había visto a su madre en la pequeña casa nazarena al caer la tarde, buscando el mejor lugar de la casa para colocar la lámpara de aceite, con el fin de que se ilumine hasta el último rincón y que ninguno de los tres quedara a oscuras. Además, no había posibilidad de derroches, el aceite era costoso y era menester saber aprovecharlo; por ello era impensable que ella pusiera la lámpara bajo la cama o dentro de una caja.

Así la Palabra: no se la esconde, no debería ser un arcano o un secreto compartido por unos pocos elegidos, sino más bien esa lámpara que no se esconde sino que se coloca de tal modo que ilumina la vida diaria, la comunidad. aún en la noche más cerrada la luz prevalece, y nada ha de quedar oculto. El mismo Dios no se ha guardado nada de sí mismo, se ha revelado por completo en Jesús de Nazareth.

Contrariamente a toda razón, y sabedores que el sentido común es el menos común de los sentidos, a menudo renegamos de nuestro destino de sembradores de luz. Obcecadamente persistimos en esconder bajo la cama esa luz que tiene por fin iluminar a todo aquel que deambule en tinieblas y en sombra de muerte, supuestos cristianos de lámparas escondidas replegados en el miedo y el egoísmo.

Ésa precisamente es la clave de la felicidad: al que tiene se le dará aún más.
Con criterios mercantilistas, nos volvemos incapaces de comprenderlo; pero en la ilógica santa de la Buena Noticia, la compasión, la solidaridad, el servicio y el amor siempre se multiplican más allá de todo cálculo.
Y allí sí, la alegría prevalece y no se vá, al igual que la luz de esa pequeña lámpara en medio de la noche)

Paz y Bien


La otra fé

Conversión de San Pablo, Apóstol

Para el día de hoy (25/01/12):
Evangelio según San Marcos 16, 15-18

(Sabemos que la fé fundamentalmente es don y misterio; en tanto que regalo del Espíritu no nos exime de cuidar que vaya creciendo frondosa esa semilla vital que todos -sin excepción- tenemos sembrada en nuestros corazones. Es mucho más que la adhesión a un sistema de creencias religiosas, trasciende inclusive los límites de dogmas y doctrinas pues creemos en Alguien y lo seguimos.
Cuando hablamos de fé, hablamos especialmente de nuestra fidelidad y confianza en Jesús de Nazareth, nuestro hermano y Señor, el Hijo de Dios Vivo, Cristo de nuestra Redención.

Sin embargo, podemos animarnos y atrevernos a afirmar que hay otra fé.
Es la increíble e inconmensurable fé que Dios tiene en nosotros, a pesar de todo lo que somos y con esa mirada lejana que sueña con todo lo que podemos llegar a ser.

Él confía en nosotros infinitamente más de lo que nosotros en Él, a tal punto de confiarnos la totalidad de la vida y el universo en nuestras manos.
Esto no es una figura literaria o una mera expresión de deseos: es esa confianza cordial y eterna que nos envía como portadores tenaces de buenas noticias a los cuatro rumbos, es esa fidelidad perpetua de saber que no vamos solos, que tenemos un poder liberador, el poder indestructible de la misericordia y la compasión que expulsan los demonios de la exclusión, la soledad, la resignación, el abandono, que sin necesidad de formaciones académicas nos haremos entender en el lenguaje unificador y universal del amor, que podremos sin riesgo tomar en nuestras manos las serpientes del egoísmo para que no hagan más daño, que los venenos del desaliento y la tristeza no nos doblegarán, y que nuestras manos tienen destino de sanar toda herida, manos para el abrazo, manos que se estrechan con veracidad y reniegan de empuñar armas y desatar violencias.

Todo está en nuestras manos por su confianza irrevocable y ese corazón sagrado, desbordante de misericordia que sostiene al universo)

Paz y Bien





Tu familia

Para el día de hoy (24/01/12):
Evangelio según San Marcos 3, 31-35

(Hace pocos días querían llevarlo por la fuerza, de regreso a Nazareth; decían que estaba fuera de sí, estaban avergonzados de esas actitudes poco convencionales, ese juntarse a comer con gente extraña y reprobable, esa manera increíble de hablar del Dios de Israel. No respondía a las expectativas que como parientes habían depositado en él, rompía con las tradiciones de sus mayores.

Hoy estaban allí, a la entrada de la casa de Cafarnaúm y lo mandan llamar, invocando su pertenencia familiar, hasta quizás cierta idea de propiedad. De algún modo,entendían que Él les pertenecía sólo a ellos, no a esa multitud de enfermos, excluidos y pobres que no lo dejaban ni comer.
Él entiende lo que sucede -no hay mejor lector de corazones-, y declara que su madre y sus hermanos son aquellos que hacen la voluntad de Dios.

Tu madre y tus hermanos hoy también están allí fuera, inmersos en el mundo, y te buscan sin descanso -algunos sin conocerte-.

Hemos visto a tu madre renegando de cualquier comodidad, sudando a mares al lado de una olla que a menudo consume su salud, ángeles de tu Padre que con muy pocas cosas y un corazón inmenso mantienen a raya la sombra negra del hambre. La vimos callada y con los ojos encendidos, viendo crecer a los hijos, acompañándolos en buenas y malas, protectoras tenaces de la vida que se gesta y de la vida que amanece, para que nadie quede librado a su suerte.

Hemos visto a tus hermanos, humildes trabajadores honrados que nunca se enlodarán con la corrupción; antes bien, muchos de ellos serán víctimas de la misma. Los vimos hambrientos de justicia, arduos de compasión, buscadores incansables de paz y liberación para los demás, hermanas y hermanos tuyos que no se resignan, obcecados en la esperanza, que rinden culto a tu Padre en el servicio a los demás, practicantes eficaces de la liturgia de la sonrisa y la cordialidad que saben compartir su mesa -tu mesa-, mesa grande en la que siempre habrá un lugar, hermanas tuyas que multiplican con vos el pan, hermanos tuyos que salen a diario a pescar la vida con la confianza de que el hoy puede cambiarse, y el mañana puede ser mejor aún.

Abriste tu familia, la hiciste increíblemente grande, árbol frondoso que cobijará a tantos)

Paz y Bien


De la difamación

Para el día de hoy (23/01/12):
Evangelio según San Marcos 3, 22-30

(La lógica clásica establece varios tipos de falacias, es decir, argumentos que bajo la apariencia de ser correctos inducen a error. Dentro de estas falacias, hay una llamada argumentum ad hominem, que en vez de debatir acerca de las razones y evidencias presentadas, se pone el acento en descalificar a la persona que sostiene y presenta dichas evidencias.

Nada de ello nos es desconocido, es una practica usual y ampliamente difundida en nuestras sociedades, en el ámbito de la política o el poder, el la esfera religiosa o en espacios algo menos trascendentes como son los medios masivos de comunicación, y en general es el primer paso de cualquier escalada de violencia.

Jesús de Nazareth no estuvo exento del ataque de estas prácticas duras e ignominiosas. El Evangelista se preocupa en dejarlo claro con varios signos: los escribas -representantes del poder religioso y autoridades doctrinales del mismo- bajan de Jerusalem, es decir, bajan de el sitio del Templo y la pureza ideológica hacia el abajo de la Galilea de la sospecha, la Galilea del desprecio.
Ese rabbí galileo cada día que pasaba se volvía más y más peligroso, y los doctores se encienden airados: el rebaño sometido y dócil del pueblo comienza a no responderles, a escaparse de su rígido e implacable dominio.

En esa ratio, deciden emprender un viaje sin retorno: comienzan una campaña de difamación de Jesús de Nazareth, queriendo desacreditarlo ante el pueblo, pretendiendo que al descalificarlo queden minimizadas o rechazadas las bondades de sus acciones. Sin embargo, el objetivo máximo es mucho peor: pretenden instalar la idea de que el Maestro obra a partir del poder del Maligno, de que es un blasfemo, hechos que de por sí conllevan a la pena de muerte.

No se dan cuenta; en la atmósfera de difamación y desprecio que han creado, ellos son los verdaderamente afectados. Están intoxicados en sus propia mezquindad y soberbia, de tal modo que se han vuelto incapaces de ver la acción de Dios en todos los hechos de bien y verdad que Jesús de Nazareth brindaba gratuitamente, salud y salvación para todos.

Niegan lo evidente, y ésa precisamente es su perdición: no volveremos a una imagen cruel de un dios punitivo, castigador, sino al Dios Abbá de Jesús, un Padre que perdona y jamás rechaza. Pero ellos niegan cualquier posibilidad de perdón, de liberación, de Pascua.
Ellos se encierran en las muertes que propugnan, y ese es su destino.

En tiempos del todo vale, de la descalificación rápida, quizás debamos volvernos más férreos en la compasión, rígidos en la misericordia, veloces en el socorro, descubriendo el bien que suele florecer en los lugares más insospechados y hasta ajenos, a riesgo de portar esos rótulos inmisericordes que el mundo adjudica sin rubor)

Paz y Bien



La buena noticia de todo comienzo

Para el día de hoy (22/01/12):
Evangelio según San Marcos 1, 14-20

(Hay una secuencia inevitable: el arresto del Bautista y el comienzo del ministerio de Jesús de Nazareth. Una lectura lineal indicaría que la cárcel de Juan es el disparador de la actividad de Jesús, pero hay más, siempre hay más. No hay violencia que prevalezca, no hay cruz ni mazmorras que sean definitivas, la salvación no puede detenerse.
La prisión de Juan preanuncia la Pasión de Jesús, como consecuencia de su santa rebeldía y su desafío valiente a los poderes que se oponen a la vida plena, voluntad de Dios.

Hay un signo cabal de esperanza para toda desolación: allí en donde andan campeando el dolor, la oscuridad y la muerte, el no se puede, la prisión definitiva, allí mismo han de comenzar cosas nuevas y buenas.

El Maestro se encamina a Galilea apenas se entera del arresto del Bautista. No es sólo su querencia, su provincia, su patria chica: se trata de la Galilea sospechosa, la de los impuros, la de los despreciados por los rigores de Judea y Jerusalem, la Galilea de los campesinos que carecen de poder y tierras, la Galilea de los márgenes perpetuos, la misma Galilea que será punto de reencuentro luego de la Resurrección. Quizás porque de allí nada puede esperarse, tal vez porque allí sólo se sabe de malas noticias comienza el anuncio del Reino de Dios cerca, muy cerca, tan cerca que está en el corazón de los más pobres y olvidados creciéndose en silencio y humildad. Allí germinará mejor la semilla porque la tierra de las almas está libre de las cizañas de rigores religiosos y las piedras estrictas de las normas y preceptos de exclusión.

Él hace un llamado urgente a la conversión, porque las cosas nuevas sólo pueden surgir y saborearse en corazones renovados.
Conversión -cum vertere- que significa vertirse o volcarse por entero a esta nueva dimensión de la existencia; es mucho más que el mero nuevo adepto a una religión, o un convencimiento doctrinario puntilloso y eficiente. Es volcarse por entero a una persona antes que a una idea, se trata de algo concreto que late y vive entre nosotros, Jesús de Nazareth. Somos lo que declamamos ser -cristianos- no tanto por dogmas sino porque seguimos los pasos de Alguien.

Desde esa Galilea de los márgenes, y desde todas nuestras Galileas de toda periferia ha de comenzar todo. Al igual que en relato del Génesis, en que la Palabra crea el universo, la humanidad se re-crea a partir de una noticia que sera permanentemente nueva y será buena, la mejor de las noticias, hay un Dios que es un Padre que nos ama y una Madre que nos cuida, un sueño concreto de hermanos, un viento fresco de justicia, un sol de misericordia, un tiempo de socorro y compasión.
Quizás nuestra vida sólo encuentre sentido pleno a partir de ello, que sólo desde una noticia fantástica, maravillosa, magnífica la existencia decide un horizonte real.

No es tarea sencilla, ni mucho menos individual. Es personal pero comunitaria, no estamos solos. Por eso el Maestro convoca a gentes sencillas en donde lo decisivo será la fidelidad y esas ganas de navegar mar adentro de las oscuridades del mundo, al rescate de tantos pequeños peces perdidos en el nado del sinsentido.
Él busca mujeres y hombres de corazones dispuestos al servicio y a la alegría; mujeres y hombres que no renuncian a lo que son -seguirán siendo pescadores como Andrés y Simón, como Santiago y Juan- pero que ahora resignificarán todo lo que son para arribar al puerto nuevo de todo lo que pueden ser.

Así nosotros estamos en nuestros afanes diarios, encallecidos por la rutina y la vorágine diarias, acomodados en nuestras costumbres, y Dios se nos acerca desde nuestras orillas, pura sonrisa e invitación a seguir sus pasos, pasos de vida plena, un Dios que mira con ojos de hombre, con Palabras humanas y eternas en la invitación increíble a que todos seamos felices.)

Paz y Bien

Fuera de sí

Para el día de hoy (21/01/12):
Evangelio según San Marcos 3, 20-21

(Es claro: hubieran preferido lo que conocían desde siempre, una existencia apacible, en el devenir de los días sin sobresaltos, una Ley rígida que les marcara el compás, evitándoles cualquier inestabilidad proveniente de las honduras de la conciencia o del hambre de sus corazones. Lo hubieran preferido para siempre allí, artesano diario y varón judío de sinagoga sabatina.

Pero las cosas que hacía y decía los desubicaba, se sentían perdidos y avergonzados de aquel Jesús que habían visto crecer como uno más del clan, y que ahora hacía cosas más que extrañas.

Curaba a todo enfermo que le presentaran, y sin vacilar se impurificaba tocando a leprosos, a endemoniados, a mujeres. Se sentaba a comer con personajes por lo menos de dudosa moral, a menudo despreciados por toda la comunidad. No le importaba vulnerar la estricta rigidez del sábado si ello suponía hacer un bien o socorrer en una necesidad. Hablaba del Dios de Israel y del Universo llamándole Papá. Cuestionaba abiertamente a los escribas, doctores de la ley y severos fariseos.

Estaba enajenado, estaba loco, estaba fuera de sí, argumentaban con ánimos de llevárselo de regreso a Nazareth y ponerlo de nuevo en línea.
Era verdad, estaba fuera de sí pues no vivía para sí mismo sino que estaba volcado enteramente a los demás, a tal punto de no poder comer tranquilo.

Bendita locura de servicio y redención que nos invita a enajenarnos santamente en socorro de nuestros hermanos)

Paz y Bien

Para estar con Él, para la liberación

Para el día de hoy (20/01/12):
Evangelio según San Marcos 3, 13-19

(No fué una cuestión azarosa, ni una elección caprichosa o eventual.
Es una elección profunda, de amistad y compañía, a partir de la realidad personal y la identidad de cada elegido. Jesús toma la iniciativa, pues es Dios quien siempre se mueve primero, y elige a gente concreta, desde su cotidianeidad, con sus luces y sombras.
Hay pescadores galileos, unos quebradizos, otros de caracteres bravos, hay publicanos, estudiosos de la Torah, fanáticos zelotas, traidores en ciernes. habrá amas de casa, maestros, trabajadores, padres y madres de familia, abuelas y abuelos, niñas y niños, no habrá límite ni exclusión a la invitación y elección, todos somos llamados.

Es una invitación personal: significa ante todo estar con Él, vivir por Él y para Él incondicionalmente, muy distinto y por delante de adherirse a doctrina, dogma y, si se quiere, a un movimiento institucional religioso. La llamada es personal para un encuentro desde el tú en Pascua hacia el nosotros.

No hay quietismo, es movimiento pleno e identidad total. Somos invitados a anunciar con Él la mejor de las noticias, que Dios es Padre, Abbá!, y nos ama hasta extremos infinitos.
Y es misión de liberación, en desalojo manso de todo mal que agobie a los hermanos doblegados.

Es la mejor invitación, la más grata, la que nos reconstituye y reconstruye cuando a diario la redescubrimos)

Paz y Bien

Millones de peces a la deriva

Para el día de hoy (19/01/12):
Evangelio según San Marcos 3, 7-12

(El dolor y los padecimientos no conocen fronteras, como tampoco el destrato y la indiferencia.
Sabedores de que el Maestro a nadie rechazaba, que curaba a muchos sin pedir identificación, que aceptaba incondicionalmente a excluidos, venían a él de muchas partes.

Gentes de las ortodoxas Judea y Jerusalem.
Gentes de la sospechosa Galilea, su patria chica.
Gentes paganas y extranjeras/extrañas de Tiro, Transjordania y Sidón.

Todos ellos estaban a la deriva, abandonados en su dolor y acudían en masa a Jesús.
Probablemente su fama de milagrero y sanador los atraía irresistiblemente; pero aún así, sabían bien que Él no iba a rechazarlos, que los espíritus que los doblegaban iban a irse en cuanto Él se hiciera presente.
Espíritus malos de indiferencia, espíritus crueles de exclusión, espíritus malignos de resignación y condena.

Sus amigos lo recordarían y entenderían tiempo después, cada uno tiene su tiempo de siembra y maduración.
Jesús de Nazareth les enseñaba y nos enseña desde la vera de esa barca que hay un mar muy grande con miles de pequeños peces a la deriva, encerrados en esas aguas oscuras sin orillas del desánimo, del todo es igual, de las malas noticias perpetuas...tarea primera y preferencial para pescadores de hombres, dedicados a la compasión, incansables en la misericordia que nos llueve gratuita y fértil del corazón sagrado de Aquel que nos amó primero)

Paz y Bien



Vidas en juego

Para el día de hoy (18/01/12):
Evangelio según San Marcos 3, 1-6

(Mano paralizada: mano incapacitada para el trabajo, para ganarse el sustento, reseca para el abrazo y el afecto, endurecida para el compromiso cabal al que le basta estrechar otra mano franca para nunca quebrantar la palabra dada, mano paralizada a la espera del fin, imposibilitada del movimiento, carente de vida, y el hombre que la porta sumido en la resignación del por algo será, preso perpetuo de un sistema que lo excluye de una vida plena, condenado permanente a quedar a un lado.

En la escena que nos relata el Evangelista Marcos, están el hombre de la mano paralizada, Jesús de Nazareth, los fariseos y, posteriormente, los herodianos.
Si miramos y vemos con detenimiento, vemos al hombre de la mano inutilizada, sumido en un sufrimiento sin retorno, vemos a esos profesionales religiosos -exactos en su puntillosidad- que anteponen su interpretación de las Escrituras y su pretendida defensa de la Ley y la tradición, y descubrimos a un Jesús enteramente preocupado por la salud y el bienestar del enfermo. Su centro siempre está en el otro, no en teorías ni dogmas.

En realidad, aquí hay varias vidas literalmente en juego.
Por un lado, ese hombre atrapado en su enfermedad sin esperanza.
Por otro lado, esos fariseos de almas resecas, ávidos buscadores de infractores a sus normas, rápidos para el castigo, desconocedores absolutos de toda compasión. Ellos rechazan todo bien para sí mismos y para los demás, su soberbia los enceguece y no pueden ver nada más allá de sí mismos.
Y está allí el Maestro.
Él sabe que esas aves rapaces de la ortodoxia falaz están expectantes, esperando que Él cometa una infracción a sus normas, para señalarlo sin vacilar, para la condena preescrita de antemano, una condena que supone subversión, blasfemia, condena a muerte.

Él lo sabe, y por eso la contundencia de su pregunta que parece exceder los límites de la situación planteada: ¿está bien hacer el bien en los días prohibidos, salvar una vida o arruinarla definitivamente?...
Jesús de Nazareth declara para los presentes en esa sinagoga y para sus amigos de todos los tiempos que no hay otra religión que buscar sin desmayo el bien del otro, que el culto comienza con la compasión y el socorro hacia el que sufre, y que para hacer el bien y aliviar el dolor no hay que pedir permiso

Fariseos y herodianos se reúnen conspirando para acabar con su vida, y no es un dato menor: unos, como representantes puros del poder religioso, otros como veedores exactos del poder político.
El amor y la misericordia siempre serán peligrosos y subversivos para los poderes instituidos, pero más allá de toda amenaza, siempre hay en el horizonte vidas que se recuperan, manos que se movilizan y plenitud en la increíble generosidad y maravilla de la Gracia que se prodiga a todos por igual)

Paz y Bien


Santamente secular

Para el día de hoy (17/01/12):
Evangelio según San Marcos 2, 23-28

(Durante siglos, la celebración del Shabbat distinguió a Israel de las otras naciones: día de reposo, institución sacralizada hasta límites insospechados, a tal punto que su observancia era escrupulosamente controlada aún por sobre el resto de los mandamientos.

Es claro que guardar este precepto significaba ser un cumplidor fiel de la ley, y, por el contrario, su transgresión conllevaba a ser encasillado como blasfemo, idólatra y renegado.
Entre las severas prohibiciones relativas al no quebrantamiento del sábado podríamos encontrar, por ejemplo, el cuidado del ganado: si un animal corría el riesgo de morir por algún accidente, nada debía hacerse en pleno sábado. Esta medida no era tomada al pié de la letra por los campesinos galileos, que si bien era respetuosos de la ley y observantes religiosos, también tenían una cuestión de fondo: sobrevivir y vivir.

Otra de las prohibiciones -símbolo de la inmovilidad absoluta permitida- era recoger espigas en el campo, quizás pensando en el tiempo de cosechas. Aquel día Jesús y sus amigos atravesaban un sembrado, y movidos por un deseo primordial -el hambre- toman algunas espigas frotándolas en las palmas de las manos para lograr quizás un bocado que les traiga algo de alivio.

Sin embargo, siempre están presentes las miradas mezquinas de los profesionales de la religión, los veloces críticos de los pecados ajenos, los defensores a ultranza de la ortodoxia que suele olvidar desde el vamos al hombre que cree e intenta creer aún cuando pueda equivocarse, señores del martillo y la sanción rápida pero nunca del perdón y el abrazo.

Así entonces la crítica no se hace esperar: no importan motivos ni gestos, cortar espigas está prohibido, vá en contra de lo sagrado y tus amigos, rabbí, están transgrediendo algo tan fundamental para Israel, para el pueblo Elegido.

La respuesta del Maestro no puede ser más asombrosa: no sólo defiende a los suyos, sino que avala y justifica su actitud, y más aún: algo tan profano y secular como el hambre, como una necesidad humana primordial es enaltecida como sagrada, y a la vez se desdibuja la pretendida sacralidad del Shabbat, subordinándolo al bien del hombre.

Es un nuevo paradigma santo que nos cuesta aceptar, y es aquel que descubre como santas esas cuestiones que laten en la existencia cotidiana de mujeres y hombres, cuestiones que podrían llegar a considerarse menores o circunstanciales. Normas, dogmas y religión deben estar al servicio de la vida y no a la inversa, ninguna creencia debe conducir a la esclavitud de las almas.

Quizás entonces en la realidad de las miserias y quebrantos diarios debamos reencontrarnos con el sentido más profundo de lo que nos revela y rebela Jesús de Nazareth, volvernos cada día más humanos, santificando la vida y honrando al Dios que la prodiga sin condiciones desde la proclamación de la solidaridad y la misericordia. No hay otra religión, el resto es accesorio)

Paz y Bien

Esas costumbres instituidas

Para el día de hoy (16/01/12):
Evangelio según San Marcos 2, 18-22

(El ayuno era una norma ascética y piadosa que se cumplían a rajatabla: suponía la actitud de aplacar las furias de un Dios enojado por las infidelidades y quebrantos, es decir, ofrenda que se realizaba con mecánica precisión para obtener el favor divino.

Es claro que a menudo cambiar ciertas costumbres arraigadas no es tarea fácil, ni en aquellos tiempos ni en estos: por ello mismo, a la par de fariseos, los discípulos del bautista eran pertinaces ayunadores a pesar del bautismo de perdón y conversión de Juan, a pesar de reconocer a Jesús como Maestro.
Tristemente, no estamos demasiado lejanos a esa postura: aún hoy la maravillosa e inexplicable acción de la Gracia en nuestras existencias no ha atravesado la caparazón de las costumbres que instituimos sin dudar.
Es mucho más cómodo un dios manejable por actos nomenclados, nos gusta más que nos impongan códigos rituales predeterminados y crueles, que el aceptar en toda su inmensidad la magnífica libertad de las hijas e hijos de Dios, hijas e hijos que respiran compasión y misericordia.

Está Jesús con nosotros, y es el signo inefable de que son tiempos de alegría con todo y a pesar de todo, de ese destino de fiesta y alegría para toda la humanidad, sueño bondadoso e infinito de Abbá Padre de Jesús y Padre nuestro.

Ello implica un cambio raigal: el vino de la vida, el vino nuevo de comunión, de brindis compartido requiere barriles nuevos, no maderas enmohecidas de lo antiguo y perecedero, sino las maderas nuevas de la Salvación, maderas que a veces son también los brazos de una cruz de horrores, el amor mayor)

Paz y Bien

El Cordero, identidad y misión

Para el día de hoy (15/01/12):
Evangelio según San Juan 1, 35-42

(Juan ha crecido con el corazón dispuesto, la esperanza encendida y la mirada atenta. Es el mayor entre los nacidos de mujer -así lo llamaría Jesús- porque no ha vivido para sí, toda su existencia gravita alrededor de su Dios y de la confianza en que jamás Él rompería su alianza definitiva con su pueblo.
Por su esperanza inquebrantable, puede descubrir entre la multitud a Aquél que sabría que vendría pero que aún no conoce, y no vacila en señalarlo, seguro en su afirmación: ese galileo es el Cordero de Dios.

No es un título menor o un rótulo romántico: para el pueblo de Israel significaba el memorial de la liberación de la muerte, y la celebración y fiesta perpetua de la liberación ese cordero puro y sin mancha. La idea del cordero estaba íntimamente unida a vida y libertad.

Los dos discípulos de Juan no dudan un instante, y luego de la afirmación certera del Bautista siguen a Jesús.
Es que Juan ha allanado la huella, pero Jesús de Nazareth mismo es camino, y en estos senderos de Dios no hay estancamientos. Vamos viviendo si andamos, un movimiento que vá mucho más allá de lo físico.

Esos dos discípulos no tienen un nombre específico, al contrario de las vocaciones de Andrés y Simón, de Juan y Santiago; esos dos discípulos que se ponen en marcha tampoco son anónimos, somos todos y cada uno de nosotros, hay un espacio claro para ubicar nuestros nombres.

Ellos no dudan, ellos lo siguen, y Jesús les inquiere -¿qué quieren?-. Ellos no tienen demasiadas pretensiones, ya han encontrado lo que buscaban, o mejor aún, a quien buscaban. Por ello responden con una pregunta, queriendo saber el domicilio de Jesús.
Es que lo han reconocido como Maestro -rabbí-, y quieren saber acerca de su lugar, el sitio en donde recibirán su instrucción y enseñanzas.
Pero este rabbí es algo extraño e inesperado: no tiene una cátedra establecida, ni transfiere magistralmente doctrina y dogma. Lo que hay que aprender se aprehende viviendo con Él, caminando con Él, con ojos vivos capaces de asombro.

En ese Cordero de Dios señalado con mano segura por Juan están nuestra misión y nuestra identidad primeras, junto al Cordero de la mansedumbre y la bondad, de lo que no se impone, el Cordero que rechaza cualquier violencia, el Cordero de la humildad, la pequeñez y la paciencia santas.

Estos colores son tan definitivos que nada será igual. Por ello Simón será conocido en adelante como Cefas o Pedro, pues el nombre refleja esencia y existencia, y él será ancla para sus hermanos navegantes de estos mares mundanos, pescadores que mantienen con vida a tantos pequeños peces, amigos inseparables de ese Cordero que no transigen con cualquier brutalidad, que se vuelven caminantes mansos y mensajeros perpetuos de liberación y paz)

Paz y Bien




El galileo de los escándalos, amigo de indeseables

Para el día de hoy (14/01/12):
Evangelio según San Marcos 2, 13-17

(Los publicanos no eran tenidos en gran estima por sus paisanos: formaban parte de la estructura de recaudación de impuestos y tributos para el invasor imperial romano. Algunos autores sostienen que recaudaban gravámenes para el vasallo Herodes, aunque esto nos parece algo improbable: publicanum / publicani era una institución impositiva romana muy anterior a la dinastía herodiana.

En el caso que nos ocupa, el desprecio dedicado y efusivo de Israel para con sus publicanos era aún mayor: por un lado, el contacto permanente con extranjeros y paganos -tribunos y oficiales romanos- los volvía decididamente impuros. Por otro lado, aseguraban su subsistencia -y en algunos casos una inmensa fortuna- adicionando su comisión por sobre los espantosos tributos que exigían y que, como siempre, coaccionaban especialmente a los más pobres.
Por ello estaban excluidos de toda vida comunitaria, social y religiosa y encasillados como pecadores, es decir, en la misma estatura moral de las prostitutas. En esas cuestiones, nadie lo invitaría a cenar, nadie le dirigiría una palabra amistosa, mucho menos los reconvendría a cambiar de oficio.
Nosotros tampoco: nos resulta más fácil la crítica demoledora que la compañía que reconstruye.

Pero pasa el Maestro, y su mirada vé más allá de cualquier circunstancia por espantosa que fuera; son esos ojos compasivos que nos descubren por entre la multitud informe, y que desde nuestro presente oscuro comienza a construir un futuro luminoso y eterno en el aquí y ahora.
La figura no puede ser más sugestiva: Leví, el hijo de Alfeo, alguien concreto y real -nó una abstracción amena- estando sentado a la mesa tributaria de tantos dolores e injusticias, se pone de pié y lo sigue. Es existencia sumida en lo que perece y daña que, al paso de Jesús de Nazareth, se yergue nueva y renovada. Es éxodo del pecado y el dolor, es la Pascua del perdón y la vida reconstruida, es Resurrección, es mesa compartida para todos, es preferencia de rescate y liberación por sobre toda condena.

Es claro que esto no soltará rocíos de empatías y simpatías: antes bien, desata tormentas de escándalo, espanto y críticas despiadadas.
Ese galileo habla mucho de Dios, pero se vuelve tan deplorable como esos indeseables a los que se acerca sin vacilar.

Detrás los horrores mezquinos de ayer y hoy también, está escondida y vital la mejor de las noticias. Dios es Padre y Madre que considera a todos hijas e hijos, y busca con denuedo y sin descanso a los que se han extraviado. Nadie debe perderse.

Quiera el Espíritu que nos volvamos así de escandalosos, santamente inclusivos, devotos miserables que se saben queridos y perdonados y no se callan y buscan a otros para compartir esa alegría mayor)

Paz y Bien



La identidad irrevocable

Para el día de hoy (13/01/12):
Evangelio según San Marcos 2, 1-12

(La multitud se agolpa frente a la casa de Cafarnaúm; entre ellos, férreamente sentados en la butacas de su doctrina, varios escribas observan todo con severa atención.
Por entre el gentío, traen en una camilla con un hombre aquejado de parálisis. No sabemos su nombre, quizás porque ha sido tantos los estragos que el mal han hecho en él, que sólo es un paralítico, un enfermo, un impuro.

Sin embargo, tiene compañeros solidarios que saben que en Jesús pueden encontrar alivio a esa dolencia; ellos tampoco están identificados con nombres y apellidos, tal vez instándonos a que allí coloquemos los nuestros. A pesar de todo ese bloqueo que les impide la llegada, a pesar de todos los obstáculos, su confianza puede más, porque no hay imposibles para las mujeres y hombres de fé.
Con alegre coraje, abren un boquete en el techo de la casa, y desde allí descuelgan frente al Maestro la camilla con el enfermo.

Es la fé de ellos la que desata los nudos del dolor, es la compasión que los moviliza la que hace florecer el milagro.
El Maestro se conmueve, y le habla al paralizado con la mejor de las palabras: hijo.
Esa palabra eterna restaura, reconstruye, levanta al caído. A pesar del mal causado y del dolor soportado, es el mensaje primero de Abbá!, todos somos sus hijas e hijos, todos tenemos un lugar en su casa a pesar de nuestras miserias y dolencias.
Esa es la ternura que restablece y sana, que devuelve la dignidad extraviada, que lo pone de pié. La presencia misericordiosa del Maestro disipa cualquier oscuridad de exclusión y de pecado.

Es todo un desafío y una misión decisiva. Es menester comenzar a abrir brechas para que tantos vuelvan a encontrar su lugar en esa casa grande que llamamos Iglesia, en donde todos resplandecen en su identidad única de hijas e hijos de Dios, en donde nadie es rechazado ni juzgado por su pasado, sino que se lo abraza y se lo endereza desde el perdón y la compasión.)

Paz y Bien


En el lugar del otro



Para el día de hoy (12/01/12):

Evangelio según San Marcos 1, 40-45

(Es un leproso: su enfermedad -que en nuestros días la conocemos como transmitida por el bacilo de Hansen- en su tiempo para el enfermo, era una carga insoportable.

Es claro que en nuestro presente hay un gran avance en la terapéutica médica; en aquellos tiempos, la lepra avanzaba sin control, provocando terribles mutilaciones en el enfermo, así como una consecuencia social, comunitaria y religiosa que lo condenaba al ostracismo. Se trataba de la posibilidad del contagio y también de considerar a los estigmas de la lepra como situaciones de impureza religiosa. El leproso estaba penalizado a vivir en soledad, a mendigar, a no acercarse a nadie, a declarar a los gritos su condición de impuro y a estar excluido de toda relación con su Dios por vedársele el ingreso al templo y a la sinagoga.

Por ello la escena no puede menos que estremecernos: la fé y el coraje de este hombre, que transgrede toda norma instaurada y se acerca humilde al Maestro, suplicando su compasión. Y como respuesta, la misma transgresión de Jesús, que se conmueve de todo lo que le pasa a ese hombre doliente, que no le importa el qué dirán, que menos aún le importa el quedar etiquetado como impuro: es la maravilla increíble y rebelde de la Gracia, y ese inclinarse del Maestro para tocar la mano del intocable es el signo definitivo del amor de Dios, que quiere tocarnos y sanarnos a todos por igual.

Es fundamento también para esta comunidad que llamamos Iglesia, y que tan a menudo decide caratular a nuevos leprosos por diversos motivos: que nadie quede fuera, a nadie debe soslayarse, todos deben ponerse en pié a partir de esa compasión que es liberación, para toda la humanidad hay tendida una mesa grande a la que nadie debe faltar.

Quizás nos hemos olvidado, pero todo comienza poniéndonos en el lugar del otro: allí sucede la compasión, acontece la misericordia y surgen milagros de liberación y ternura.
Quizás también debamos regresar a ese Dios que nos ama entrañablemente a suplicar que nos cure y nos purifique de tantas llagas que portamos y de otras tantas que hemos impuesto.
Esa es la gran noticia, la Buena Noticia, la mejor de las noticias)

Paz y Bien

Recintos santos

Para el día de hoy (11/01/12):
Evangelio según San Marcos 1, 29-39

(La liturgia de estos días, a través del Evangelista Marcos nos viene presentando una secuencia que no debe ser pasada por alto; en este primer capítulo podemos contemplar al cabal e íntegro Juan el Bautista allanando y preparando el camino de Aquél que había de venir, el bautismo de Jesús, la prisión de Juan y el comienzo del ministerio del Maestro. Lo vemos enseñando en la sinagoga, en medio de un ambiente hostil y peligroso, liberando a un alienado, desafiando mansamente a los predicadores de la exclusión y la impureza inmisericorde.

En esa progresión contemplamos a continuación el paso inmediato de Jesús y sus primeros compañeros desde la sinagoga a la casa de Simón y Andrés, casa familiar de pescadores en donde no habían de faltar esposas y el bullicio de niños, casa de familia numerosa.
Esta pascua escondida no es sólo un hecho de color, o una anécdota más: es una declaración fundante por la cual el Maestro constituye la sacralidad de los espacios a partir de el corazón de las gentes, y no tanto de la construcción consagrada.

No son más santos como recintos santos la sinagoga y el templo que la comunidad familiar en donde se crece a partir del afecto y el cuidado mutuo. Allí también habita el Espíritu de Aquél que todo lo anima, allí también se crece lo sagrado en las honduras de los corazones, de tal modo que la separación taxativa entre lo sagrado y lo profano se desdibuja dejando paso a la vida nueva de la Buena Noticia.

Estaba allí la suegra de Pedro, y se encontraba postrada por la enfermedad: no es un dato menor, pues obviamente al hablar de suegra hablamos de esposa, hablamos de niños, hablamos de una familia de Simón, un pescador galileo que será Roca a partir de la cual se edificará la Iglesia y pescador de hombres.
Es claro: la señora se encontraba postrada por la fiebre, pero también por todo un sistema que la condena por mujer, por anciana y por el cruel concepto de impureza que deviene de su enfermedad. Esta derrumbada como una nadie pues no debe tocársele bajo el riesgo de impurificarse, está sumida en la resignación quizás esperando la muerte pues ese desorden instaurado y arraigado tiende a ignorarla, a ningunearla, a desviar la mirada hacia otro lado.

Sin embargo, es un tiempo nuevo, el Año de la Gracia y la Misericordia. En esa comunidad en donde se crece al cuidado del otro, hay preocupación sincera por su enfermedad, y sus amigos le transmiten sus angustias a Jesús. Él no se queda quieto, no lo detiene ningún tipo de costumbre o imposición que oprima o excluya por justificada que fuera, por ortodoxa y normal que se aparezca.

Él se acerca, se inclina, la toma de la mano y las fiebres al instante desaparecen, y es una mezquindad torpe acotarnos al mero hecho milagrero. El milagro primordial que renueva y reconstituye es la infinita ternura del Maestro que no vacila frente a nuestras miserias, que reconoce sin ambages el rostro de los dolientes, que se inclina decidido hacia el que sufre aún a riesgo de ser considerado un impuro recalcitrante y pertinaz.
Es un milagro de liberación que deviene en sanación porque el Dios de Jesús de Nazareth es Amor y Presencia.

La suegra de Pedro al momento se pone de pié y comienza a servirles; no es un hecho acotado a la presupuesta actividad femenina de ollas y cocinas, sino más bien es el servicio liberado y liberador de la diaconía, ese servicio que acontece en recintos santos, en espacios comunitarios.

Los actos de bondad, aunque sucedan en silencio y humildad, no pasan desapercibidos. Nunca son fútiles, siempre son frutales. Por ello mismo al caer la tarde -luego de las imposiciones de las leyes del Shabbat que paralizaba-, las gentes del pueblo se agolpaban frente a la puerta de la casa de los pescadores, portando a sus enfermos, sabedores de que ese rabbí galileo tenía algo más que los fabuladores ambulantes de siempre, que los traficantes de vanas esperanzas, que los mercaderes de soluciones instantáneas. Donde crece la comunidad está Jesús, y donde está Jesús hay salud y liberación.

Nosotros también descubrimos aquí mandato y misión de comunidad y servicio, y de puertas que no han de cerrarse nunca. La Buena Noticia no se encierra en favor de unos pocos, sino que debe llegar a todas partes, especialmente allí en donde sólo se sabe de malas novedades, inclinándonos con coraje y decisión hacia el que sufre exiliando sin vacilar las condenas previas del qué dirán, abriendo espacios de bondad y recintos santos de liberación y salud)

Paz y Bien

De la salud como desafío

Para el día de hoy (10/01/12):
Evangelio según San Marcos 1, 21-28

(En los tiempos de la predicación del Maestro, ciertos fanatismos y lecturas literales de la Palabra -la literalidad es raíz de todo fundamentalismo- desembocaban necesariamente en dos consideraciones: por un lado, la enfermedad en general como consecuencia del pecado propio o familiar, es decir, la enfermedad como castigo preciso, un Dios vengativo y cobrador puntual de tributos. Por otro lado, ciertas enfermedades puntuales -especialmente las mentales- como consecuencia puntual de la posesión por parte de espíritus malignos. En el caso de hoy, podemos suponer por los detalles que nos brinda el Evangelista un caso de epilepsia por los síntomas descritos, y es menester saber ponerse en el lugar del otro en la nueva perspectiva de la Gracia.

Jesús de Nazareth comienza su ministerio en un ambiente hostil y decididamente adverso; la sinagoga -que en su etimología significa congregar, congregación- se ha vuelto un sitio en donde con severa puntillosidad se dividen las aguas entre puros e impuros, entre aptos para permanecer dentro del pueblo del Dios de Abraham y los impuros de toda laya, los excluidos de antemano de toda bendición.
En esas turbulencias estrictas, el pequeño grupo de compañeros del Maestro que lo había seguido con un destino de pescadores de hombres por horizonte, deben navegar desde el vamos por aguas peligrosas.
El Dios de Jesús de Nazareth es, ante todo, Abbá!, un Padre que nos ama y una Madre que nos cuida, y en la fantástica libertad de su Reino no se lo somete a nuestras leyes mezquinas o a doctrinas escasas de compasión que apisonen la dignidad fundamental de sus hijas e hijos.

Una cosa es clara: lo sucedido en esa sinagoga, en pleno Shabbat, puede quedar circunscrito a un mero exorcismo cinematográfico, a una cura milagrera o a una azarosa casualidad.

Pero es Año de gracia y Misericordia, y prevalecen las causalidades arraigadas en la esencia amorosa de Dios.

Los gritos destemplados y quejumbrosos de ese hombre doliente en su alma expresan su dolor, pero también son la queja rabiosa de un sistema instituido para el dominio y la alienación de las gentes. En ese espacio estrecho, la restitución de la salud a ese hijo de Dios que sufre por parte de Jesús de Nazareth es un desafío abierto e increíble: no hay institución ni doctrina que esté por encima de la sacralidad de la vida humana.

La gente intuye que en ese rabbí galileo -judío marginal, irreverente y heterodoxo- hay algo distinto. Tiene una autoridad que no se funda en el conocimiento profuso de dogmas ni en el seguimiento exacto de reglamentos religiosos: su autoridad nace de su experiencia profunda, personal y única del Espíritu, en su identidad total con su Padre. Es autoridad que se arraiga en su raíz augere, es decir, en la capacidad frutal de hacer nacer cosas. No hay mal que se le resista cuando Él se hace presente en el templo, en la comunidad, en la Iglesia, en nuestras vidas.

Quiera el Espíritu hacernos nacer cosas nuevas, florecer en compasión, liberarnos de toda enajenación, viviendo en salud plena que es la libertad irrevocable de las hijas e hijos de Dios.)

Paz y Bien



Tiempo de pescadores

Para el día de hoy (09/01/12):
Evangelio según San Marcos 1, 14-20

(En la Palabra, los Evangelistas suelen utilizar dos términos de raíz griega para definir al tiempo: chronos y kairos.

Chronos implica el tiempo mensurable, definido por pautas consensuadas como, por ejemplo, un día, un año, una hora; es decir, es el tiempo mensurable que deviene en bloques iguales, uno detrás de otro.

Kairos, por el contrario, no se mide por pautas preestablecidas, sino que refiere a sucesos que lo determinan y definen; así entonces, kairos será el tiempo santo, el tiempo de Dios que se descubre viendo su paso a través de la historia. Contra toda suposición, es un tiempo exacto mucho más allá de parámetros de razón o científicos. Es tiempo exacto pues es tiempo maduro y pleno, que se verifica leyendo el cúmulo de señales que poseen y que apuntan a un sólo sitio, un sitio que no es lugar sino persona: Jesús de Nazareth.

Este tiempo es tan determinante y decisivo que implica una transformación de raíz. No hay regreso al pasado, a lo viejo, es un presente transformado en donde palpita humilde el futuro.
Es el Reino de Dios cerca, cerca por pura gratuidad y bondad y no tanto por acumulación de méritos, tan cerca que late en cada corazón capaz de descubrir que no estamos solos, que nos habita el Espíritu de Aquel que todo lo puede.

EL Reino cerca implica que el individualismo no tiene destino; se crece en comunidad o se languidece en soledad, desde la realidad habitual.
Los primeros llamados -Andrés y Simón Pedro, Santiago y Juan- tienen el oficio de pescadores en el mar de Galilea. Pasa el Maestro por la orilla, pasa el Maestro por los bordes de nuestra cotidianeidad invitándonos a seguirle -pues no debemos olvidar que Él vá primero-.

La respuesta no tarda en llegar, es muy difícil negarse a estar vivos de veras, a ser plenos en serio. Por eso hay para todos una vocación escondida de pescadores, es decir, de mujeres y hombres con el coraje de la fé y el valor de navegar mar adentro del mundo, rescatando con vida en redes amplias de compasión a tantos pequeños peces a la deriva, sin rumbo ni destino.
Quizás no haya tarea mayor)

Paz y Bien


Cielos abiertos

El Bautismo del Señor

Para el día de hoy (08/01/12):
Evangelio según San Mateo 1, 7-11

(Él viene de Nazareth. Su patria chica es casi nada, no se la menciona jamás en todo el Antiguo Testamento, tiene escasa importancia para los poderosos -excepto, claro está, por la recaudación puntual de los pocos tributos- y es mirada con dedicado desprecio por los religiosos profesionales de siempre. Es una aldea galilea, de esa Galilea de la periferia, de los gentiles, de la sospecha permanente de impureza y heterodoxia.
Está bien lejos de la Jerusalem de Judea, y no precisamente por una distancia en kilómetros.

Aún así, todo comienza allí, de un modo marginal, desde estrechos espacios en donde no encontraremos ni poder ni ortodoxia, como tampoco líderes históricos o caudillos destellantes.

Él mismo se encamina humilde y silencioso, junto a un nutrido grupo de pescadores y campesinos galileos a la orilla del Jordán para recibir el bautismo de parte de Juan, un bautismo que los haga renacer de sus pecados y sus miserias.
No tiene ningún prurito en mezclarse con esa multitud de pecadores que no esconden sus ansias de reconciliación; contra toda previsión, el Mesías se entremezcla e identifica con los considerados impuros y condenados, los permanentes portadores de estigmas y justificados castigos.

Son todos ellos signos que es preciso saber mirar y ver, y que desembocan como ríos caudalosos en el mar infinito de la Salvación.

Es un bautismo -literalmente en su raíz griega, significa sumergirse. Es sumergirse a un pasado de agobio y emerger a una vida nueva y definitiva, vestidos de esperanza y encendidos de alegría.

El Espíritu descendiendo sobre el Maestro y la voz del Padre reconociéndolo como Hijo amado es el mensaje definitivo.
Toda mujer y todo hombre son hijas e hijos amados, predilectos, humanidad destinataria preferencial de los dones increíbles del Espíritu. Es la pura y asombrosa maravilla de la Gracia, que se derrama generosa sobre todos sin importar méritos ni condición.

El que viene a bautizarnos definitivamente a todos hace la fila humilde, anónimo, silencioso.
Él trae un bautismo de fuego que encenderá esa vida que a menudo se apaga, desde la periferia, con los marginados y despreciados, para que nadie falte a su mesa.

Nosotros también tenemos por misión el abrir los cielos de tanto nubarrón de ideas vanas, prácticas estériles y exclusiones puntillosas, para que brille el sol de su justicia, para que nadie más habite en las sombras)

Paz y Bien

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