Mesías incómodo y peligroso










Para el día de hoy (30/03/14):  

Evangelio según San Juan 7, 1-2. 10. 14. 25-30




A dos semanas del Viernes Santo y con la cruz en ciernes, la lectura de este día parece palpitar peligro y nos predispone a la Pasión que acontecerá en breve.

Jesús de Nazareth quería quedarse en la relativa seguridad de Galilea, pues en Judea lo estaban buscando con la abierta intención de matarlo, la supresión del profeta, la violencia como solución religiosa y política. Una orden de arresto se había emitido en su contra.
El Maestro trata de eludir el arresto, pues no es su hora: la Pasión será entera consecuencia de su entrega plena y libre antes que de la eficacia de sus enemigos.

Por aquel entonces se celebraba Sukkot, la Fiesta de los Tabernáculos, una de las festividades más importantes de la nación judía junto a Seder Pesaj -Pascua- y Yom Kippur -Día del Perdón-. Sukkot, también conocida como fiesta de las chozas o tiendas, poseía una doble vertiente, el memorial de los años de liberación en el desierto, y también como fiesta de vendimia y cosechas. Ningún varón judío que se preciara de tal evitaría la celebración, y Jesús de Nazareth, fiel hijo de su pueblo y de las tradiciones de sus mayores, ingresa a la Ciudad Santa de manera anónima, casi clandestina.

Extraños vaivenes y contrapuntos. El Santo de Dios llega a Jerusalem como un proscrito que es necesario evitar, un Mesías incómodo y peligroso. Y está allí, en fiesta de cosechas, Aquél que ratifica con su sangre que es menester que el grano de trigo caiga en tierra y fructifique, en la inmensa vendimia de su sangre.

Aún así, con esa confidencialidad, no pasa inadvertido, y los jerosolimitanos creen reconocerle. Por supuesto, aplican preconceptos y prejuicios y sólo esbozan una caricatura banal.
Cuando a Cristo no se lo contempla con los ojos de la fé no se le reconoce, y sólo podrá observarse un reflejo que se acomode a ciertos narcisismos y necesidades individuales.

En el rostro del Señor descubrimos al Padre que lo ha enviado. En Él Dios se revela en plenitud.

Paz y Bien

Dios fiel









Para el día de hoy (30/03/17):  

Evangelio según San Juan 5, 31-47




Jesús de Nazareth se encontraba en plena discusión con esos hombres que lo despreciaban y condenaban por blasfemo, por diabólico y por lo que se les ocurriera. Estaban tan enceguecidos que hiciera lo que hiciera o sea lo que pronunciase, su veredicto sería siempre el mismo.


El problema es que se trata de fanáticos, y los fanáticos no toleran a nada ni a nadie que no pase por el tamiz de sus estrechos esquemas. En este caso, uno de los peores fanatismos, el fundamentalismo religioso que se vuelve capaz de la violencia más brutal en nombre de Dios.


Esos hombres que cuestionaban con odio encendido al Maestro son muy devotos y piadosos. Sin embargo, esa piedad es errónea y falaz, y es consecuencia en gran parte de una lectura literal de las Escrituras, a las que añaden sus propios preconceptos, los que adquieren un status dogmático de cumplimiento estricto.

Ello deviene en una religión que oprime, que subordina las existencias a las normas y nó a la inversa, que traza una línea divisoria entre unos pocos puntillosos y el resto que bien  puede execrarse con fervoroso desprecio. Brutos que hieren y matan concienzudamente en nombre de Dios, como si Dios necesitara que lo defendieran, que se esgrimiera poder en su nombre. Nada más lejos del Cristo humilde y servidor.


Todo ello fué, es y será ajeno a la Buena Noticia de Cristo, pues todo sábado ha de ser para bien del hombre y nó a la inversa, y se trata de que siempre se acreciente el nosotros en fidelidad a ese Dios que es familia.


A pesar de que todo asoma como esfuerzo vano, Jesús insiste con la misma tozudez asombrosa que Dios tiene para con cada uno de nosotros y nuestra carga de miserias y pecados. Nadie -ni uno solo- ha de perderse, y por ello sus ganas de hacerles asomarse a la verdad que es liberación.


No hace apología personal: más bien se refiere a aquellos testimonios que refrendan su vida y su ministerio.


La clave está en sus obras, señales y signos de Dios mismo. Él vive y actúa de tal modo que todo lo que hace lo puede realizar porque lo suyo viene de Dios. No hay demasiada teología, ni biblismo, ni razones religiosas.

Es la evidencia que surge de la existencia misma. Un Dios fiel que acompaña a la humanidad a través de toda la historia, a pesar de los quebrantos, a pesar de las miserias, a pesar de las traiciones, un Dios que sale al encuentro de los caídos, que busca a los extraviados, que celebra los regresos, un Dios que nos hermana en el Cristo que nace de una Virgen nazarena.


Esas señales persisten, y nos llegan a través de la Madre y de los hermanos de Cristo, de todos aquellos que escuchan la Palabra y la ponen en práctica.

Por eso Cuaresma también es recuperar la capacidad de volver a abrir los ojos asombrados frente a tantos testimonios incuestionables de que Dios está con nosotros, y que jamás nos deja solos y a oscuras. Dios fiel.


Paz y Bien

Padre incansable





Para el día de hoy (29/03/17):  

Evangelio según San Juan 5, 17-30



Ciertas lecturas lineales, sin profundidad, pierden lo verdaderamente importante y pasan por alto el sentido primordial. Esas linealidades suelen convertirse en agobiantes ortodoxias, pues en la literalidad se incuban los fundamentalismos. Tal es lo que les sucedía a esos hombres, que en su acotadísimo horizonte no tenían espacio para ninguna idea nueva, ni menos aún, lugar para el prójimo; hombres así reaccionan con violencia, y la muerte es una opción viable, pues se suponen defensores a ultranza de Dios, como si Dios necesitara defensa alguna.

Ellos seguían aferrados a la idea de que su Dios labora seis días y el séptimo -Shabbat- descansa, renegando de cualquier trascendencia simbólica. Jesús de Nazareth nunca se calla a la hora de decir verdades, verdades que conoce desde sus entrañas, tal es la identidad plena con su Dios.

Así, declara que su Dios, al que reconoce como su Padre, jamás descansa, es un Dios incansable procurando siempre el bien de todas sus hijas e hijos, acción creadora que es también acción redentora, salvación que se envía a los extraviados de manera gratuita, generosa, incondicional, abundante. No hay sábado alguno ni día de precepto excluyente a la hora de hacer el bien.
Pero lo principal, es que el Maestro se identifique tan absolutamente con Dios, al punto de reconocerle Padre.

Esa identidad es tal que Dios es Jesús y Jesús es Dios.

En ese Cristo obediente hasta la muerte, firme hasta la cruz, están depositadas nuestras esperanzas porque de Él es la creación y la justicia. Porque salvación y juicio acontecen aquí y ahora.

Como lo enseña el Apóstol de los gentiles, tengamos sus sentimientos. Nada se guarda para sí, ni siquiera su condición divina. Todo lo brinda, todo lo ofrece generoso como el pan compartido por millares.

Cristo es el Dios anonadado para que todos nos elevemos de este barro hacia los campos en donde la vida prevalece en amorosa eternidad.

Paz y Bien

Manantial de Cristo





Para el día de hoy (28/03/17):  

Evangelio según San Juan 5, 1-3a. 5-18



La escena nos sitúa en Jerusalem, en las cercanías del Templo, en una fiesta que no se detalla pero que parece tener su importancia para la nación judía. El lugar es la piscina de Betsata o Bethesda, que formaba parte de un sistema de cisternas que proveía miles de litros de agua necesarios para realizar las abluciones rituales y las purificaciones de precepto que se realizaban de continuo en el Templo. 
Betsata, que como nos señala el Evangelista se encontraba junto a la Puerta de las Ovejas, se utilizaba puntualmente para lavar todo el ganado ovino, ovejas y corderos, que serían sacrificados luego en el altar. En gran parte por esa causa, por la cercanía a lo sagrado, se le adjudicaba a las aguas de Betsata propiedades milagrosas y curativas, y así solían llevar allí a los enfermos en busca de salud.

Betsata estaba muy cerca del Templo y de las escalinatas en donde los rabinos impartían conocimientos de la Torah a sus discípulos, y por ello la escena es sobrecogedora: las inmediaciones de la piscina parecen un hospital de guerra, una sala de emergencias con sus enfermos tirados en el suelo, mientras que a unos pasos de allí -como si nada pasara- se enseña la Palabra de Dios.

La escena es demasiado habitual, el acostumbrarse al dolor sin misericordia, el razonar sufrimientos, el mirar para otro lado religiosamente, erudición teológica que parece haber desalojado la misericordia.

El agua de las tinajas de Caná, el agua del pozo de Jacob, el agua de Bethesda ya no sirven, devienen estériles, no sanan ni purifican, y las gentes languidecen sin solución.
Ese hombre estuvo treinta y ocho años tirado allí, sin auxilio. Treinta y ocho años era, en ese tiempo, la expectativa promedio de vida, por lo que ese hombre paralizado es la humanidad que transcurre su existencia postrada por el pecado y agobiada por la muerte. La Ley sólo alcanza a señalarle la culpa que se porta como un gravamen ineludible, pero no trae respuestas, sólo más cargas a las cruces impuestas.

Pero pasa el Señor, que ha venido a levantar a esta humanidad caída y doblegada en sus miserias, estos dolientes que somos por las miserias que nos aíslan.
Ya no es cosa de objetos o sitios, sino de una persona, la persona de Cristo del cual brota un manantial de agua vida, Gracia y misericordia, el perdón que nos restablece, el amor de Dios que nos re-crea y nos pone de pié, un Dios tan cercano como un Padre que se llega allí donde solemos plegarnos a esos dolores que nos parecen interminables. 
Sólo Cristo es eterno, sólo el amor es definitivo.

Paz y Bien

Confianza y milagros











Para el día de hoy (27/03/17):  

Evangelio según San Juan 4, 43-54



La sumisión a la opinión pública suele llevar al olvido de los principios, de los destinos y a renegar de toda ética. Es la opinión pública, en ese aspecto, un monstruo voraz.
Poco tiempo atrás, Jesús de Nazareth se había ido de su querencia rechazado con rabia por los suyos; hasta intentaron despeñarlo en un cerro cercano. Por las líneas anteriores, se podría presuponer que Él no regresaría a Galilea, notoriamente hostil y reactiva a cualquier novedad y enseñanza.

Pero el Maestro tiene una tenacidad asombrosa, y en los umbrales del Reino es precisamente en donde ha de abandonarse el no se puede.

En los ámbitos humanos, nunca nada es tan lineal, no exacto, ni predeterminado. Y tal vez, todos nos volvemos terriblemente parecidos en el dolor, desde el sufrimiento; allí es donde uno se despoja de los rótulos que diferencian y separan.
En el Evangelio para el día de hoy destaca la angustia de ese funcionario real frente a su hijo que está en las últimas, en Cafarnaúm.
Es un funcionario real, es decir, un burócrata de la estructura de poder del violento usurpador Herodes, ese tetrarca de Galilea que gbierna mediante el terror y una absoluta falta de escrúpulos, respaldado por el poderío de las legiones romanas. Pero aquí, ello podría tener relevancia para nosotros; para Cristo hay un doliente y hay un amor de padre desesperado.

Los milagros son profusos, abundantes, tan desbordantes como lo es el mismo amor de Dios. Pero es menester tener ojos capaces de ver, una mirada que pueda descubrirlos en la cotidianeidad. Porque suceden, y suceden en la insondable urdimbre de la Gracia de Dios y la fé del hombre.

Todo se resuelve allí.
En la fé expresada en confianza: confiamos en Alguien antes que en algo, en una idea, en un dogma.
En la obediencia, que no es hacer torpes venias a caprichos quen nos resultan extraños y ajenos. La obediencia es escuchar atentamente -ob audire- y actuar en consecuencia.

Allí suceden los verdaderos milagros, que son mucho más que hechos prodigiosos o espectaculares. 

Un milagro acontece cuando, a pesar de que broten señales de que todo está perdido, la vida prevalece.

Paz y Bien

La piscina de Siloé








Domingo 4° de Cuaresma

Para el día de hoy (26/03/17):  

Evangelio según San Juan 9, 1-41



La ceguera y varias afecciones oftalmológicas no eran infrecuentes en la Palestina del tiempo del ministerio de Jesús de Nazareth: la arena movida por los vientos y el reflejo del sol fuerte contra las rocas lesionaba sin piedad las córneas. Quizás por eso es que hubiera muchos ciegos y disminuidos en su capacidad visual en toda Tierra Santa, y por ello los ciegos mendigando a la vera de los caminos, dependientes en todo de los demás, incapaces de ganarse el sustento, aislados de una realidad que no pueden percibir en plenitud.
Como si eso no fuera suficiente, un criterio religioso imperante suponía que toda dolencia era consecuencia directa del pecado, es decir, el castigo necesario por las faltas cometidas. Así, el enfermo debía añadir al peso de su dolencia el gravamen de una culpa presupuesta.

Los discípulos del Maestro no eran ajenos a esa mentalidad, y la escena es desoladora: están más preocupados en armar un collage teológico dentro de esa religiosidad retributiva que en socorrer y asistir al hombre ciego, dilapidándose en casuísticas sin destino y abandonando la compasión y la misericordia.
Esa actitud persiste, quizás de manera más evidente en el talante del por algo será, la justificación del dolor, los razonadores de miserias, los que exigen sacrificios a los pobres.
Pero ello también es indicativo de que los discípulos estaban aún muy distantes y ajenos a la asombrosa dinámica de la Gracia.

El gesto del Señor que combina saliva con tierra nos remite al instante de la creación, del hombre moldeado por la acción de Dios desde el barro primero, y por eso, sanación y Salvación implican también desde Cristo una nueva creación.
Eso es precisamente lo que el Maestro enseña; no se trata de horadar en culpabilidades, pues Abbá Padre no es un Dios severo y punitivo, sino un Padre que nos ama sin descanso. A pesar de todos los sufrimientos, en cada cruz se puede aguardar la resurrección, en toda dolencia hay una oportunidad de cambiar rumbos, de que se manifieste la Gloria de Dios, que es que el hombre viva y viva en plenitud. La noche se expande cuando cunde la resignación, cuando se bajan los brazos, cuando se abdican esperanzas

Aún así, Cristo envía al ciego a lavar sus ojos a la piscina de Siloé, cuyo significado literal es enviado. Ésta se había excavado en tiempos del rey Ezequías dentro de Jerusalem como una estratégica reserva de agua frente a las inclemencias climáticas pero mucho más frente a las posibilidades de asedio por las guerras frecuentes. La piscina, entonces, estaba relacionada con la vida y la supervivencia frente a la muerte, pero también poseía una crucial importancia tradicional y religiosa, de tal modo que sus aguas se utilizaban para libaciones, abluciones y purificaciones, especialmente en la Fiesta de los Tabernáculos. De ese modo, lavarse en la piscina de Siloé es afirmarse en la vida, quitarse las costras que nos impiden ver, atrevernos a sumergirnos en los ámbitos sagrados que son aquellos a los que nos conduce Cristo el Señor.

Porque para hacer el bien no hay que pedir permiso, y cada hecho de salud y salvación ha de ser para nosotros motivo de gozo y alabanza.

Paz y Bien





Dios se hace historia, tiempo, vecino


 







La Anunciación del Señor
 
Para el día de hoy (25/03/17):  

Evangelio según San Lucas 1, 26-38


La liturgia tiene un tempo propio, una cadencia espiritual para cada día del año. De ese modo, en el día de hoy esa armonía introspectiva y penitencial propia de la Cuaresma parece quebrarse con el grato memorial de la Anunciación del Señor, con su luminosidad, con su inmensa y trascendente sencillez exactamente nueve meses antes de la Navidad, quizás inaugurando en nuestros corazones la gestación de la Gracia.
Pero si lo contemplamos con mirada amplia, la Encaración de Dios es también una mansa irrupción de Dios en la historia humana desde la periferia, desde los bordes, allí desde donde nada se espera y estableciendo su alianza definitiva con la humanidad a través de una jovencísima mujer nazarena.

La escena es extraña.

Nazareth no está en la memoria de Israel, nunca se menciona en las Escrituras; es apenas un villorio polvoriento perdido en los mapas que, para colmo, se ubica en Galilea, la periferia siempre sospechosa de donde nada bueno puede esperarse.

Las escenas bíblicas de la presencia divina -o por medio de sus ángeles- siempre implican que el hombre que interviene se postre contra el suelo en señal de justa humildad, pues hay un abismo entre la inmensidad de Dios y la finitud humana.
Sin embargo, el Ángel del Señor que se llega a Nazareth y frente a esa mujer se comporta con un respeto inusual, como pidiendo permiso. La muchachita judía a la que visita se desconcierta pues ella es muy pequeña -no cuenta para casi nadie- y se inquieta frente a la eternidad de un Dios que se hace presente en su cotidianeidad.

Pero quien se estremece en verdad es el Mensajero, señal de un Dios enamorado de la humildad luminosa de esa muchacha, señal de un Dios enamorado de su creación.

Dios pone en la decisión de María el destino de la humanidad, lo más preciado que posee, su Hijo querido.
El cosmos depende de lo que Ella diga, y por ello su Si! es tan definitivo, tan grande en su conmovedora pequeñez que nada será igual, todo cambiará.

La vida cambia de rumbo hacia horizontes plenos cuando le decimos Sí a Dios, a pesar de lo que somos, aún cuando nos parezca que todo seguirá signado por nuestras miserias.

Por María de Nazareth, Dios se hace historia, tiempo, vecino, un Hijo queridísimo que se llega a estos arrabales nuestros, fecundando estos campos yertos desde el milagro del amor.

La Salvación es don y misterio, pero por María de Nazareth sabemos y conocemos confiados que Dios nos invita, nos convida, nos hace parte fundamental de sus sueños y sus proyectos, en la tenaz afirmación de la vida desde los pequeños y los pobres.

Paz y Bien


Puerta del Reino









Para el día de hoy (24/03/17):  

Evangelio según San Marcos 12, 28b-34




La postura del escriba que nos presenta el Evangelio para este día es infrecuente: inquiere al Maestro con respeto, con ansias de verdad y reconoce su autoridad.
Pero la pregunta que le hace es muy importante tanto en el  plano teológico-intelectual como en el de la piedad: la Ley mosaica preveía la estricta observancia de 613 preceptos, 248 de índole positiva y 365 de carácter negativo o prohibitivo. Sus implicaciones también son místicas, pues 248 refiere a la totalidad de los huesos del cuerpo humano y 365 a los días del año, es decir, la Ley engloba todos los aspectos de la vida.

Aún así, los rabinos y exégetas de su tiempo trataban de establecer, entre todos esos preceptos, la primacía fundamental de uno o dos de entre todos ellos que además explicaran a todos los demás. Pero las interpretaciones solían variar de acuerdo a la influencia de las distintas escuelas rabínicas.

El Maestro responde con exactitud, sin apartarse un ápice de las tradiciones y las Escrituras de su pueblo, teniendo presente el Shema Israel!: el único absoluto es Dios, y por eso el primer mandamiento es amar a Dios desde lo emocional, lo racional, lo corporal y lo espiritual, o sea, con toda la existencia. Ese amor es muy distinto a las percepciones actuales que se tiene del amor: en tiempos del ministerio de Jesús de Nazareth, amar significaba estar unido sin quebrantos, de manera indisoluble a Dios, mucho más allá de los sentimientos, un compromiso profundo que todo lo abarcaba.

Como anticipo de la cruz que representará el amor mayor, sin brechas un madero señala al cielo y el otro se extiende horizontalmente a los lados, como un abrazo a los hermanos. Por ello el amor a Dios es inseparable del amor al prójimo, y ese amor es mayor, más importante que todo el culto. Más aún, el culto primero es el amor que se expresa en compasión y misericordia.

El amor es la puerta del Reino. 
Cuaresma es volver a colocar en el centro de la existencia lo que verdaderamente cuenta, Dios y el hermano.

Paz y Bien

Pasó haciendo el bien








Para el día de hoy (23/03/17):  

Evangelio según San Lucas 11, 14-23



La palabra significa y expresa el corazón y la interioridad de la gente; es la posibilidad de ir al encuentro del otro, de no encerrarse, del diálogo, de crecer.
La carencia de esa palabra, la imposibilidad de hablar implica anonimato indeseado, soledad impuesta, encierro y opresión. Por ello mismo, devolver las palabras y la Palabra a los mudos de cualquier tiempo, a los acallados de toda la historia es cuestión urgentemente santa, signo certero de que el Reino acontece aquí y ahora.

Ello precisamente es lo que hacía Jesús de Nazareth: pasaba haciendo el bien sin esperas, sin vacilaciones y, especialmente, sin pedir permiso.
Sin dudas, esta actitud del Maestro -y de los que actúen por Él y con Él- es molesta, blasfema y subversiva para los poderosos y para las almas mezquinas y celosas. Así entonces todo argumento descalificatorio se justificará por sí mismo, y proliferarán difamaciones, condenas y rápidas excomuniones sin compasión.

Aún así y a pesar de que todo parezca señalar lo contrario, la fuerza de la Buena Noticia es irreductible porque encuentra su raíz en la gratuidad y en la misericordia ilimitadas de Abbá Padre de Jesús, hermano y Señor nuestro, y el bien ha de florecer en los lugares más impensados, en donde descolla la resignación y acampa la oscuridad.

Quizás la Cuaresma signifique curarnos de mutismos y cegueras.
 
De esa imposibilidad adquirida del decir, y del decir palabras que hagan el bien a aquel que la escuche, palabra que sea diálogo y encuentro.
 
De esa ceguera de no reconocer signos del Reino, es decir, de la vida y de Dios en cada acto de liberación, en cada gesto de bondad aún cuando ello signifique doblegar el orgullo y redescubrir que lo bueno puede germinar y crecer en jardines que creemos ajenos.

Porque esa ceguera pertinaz y ese mutismo consecuente que nos resultan tan tristementes habituales son dispersiones, desparramos de vida, desuniones y dispendios inútiles del milagro de estas vidas que se nos han confiado.

Paz y Bien

La plenitud de la Ley y los Profetas







Para el día de hoy (22/03/17):  

Evangelio según San Mateo 5, 17-19



Resulta comprensible que por la actitud del Maestro frente a los criterios legalistas establecidos, se infiriera que Jesús de Nazareth era un revolucionario que todo venía a derribar y a suplantar con su enseñanza lo que regía desde muchos siglos atrás.
Ello se acentuaba en los dirigentes religiosos de Israel, que solían adjudicarle el carácter de blasfemo pero que en realidad temían que el rabbí nazareno desestabilizara el status quo y quebrantara poder y prebendas que ellos detentaban. Sus discípulos no eran del todo ajenos a estos criterios.

Pero Él les aclara el panorama, les despeja mentes y corazones de esos errores. Él no ha venido a abolir, sino a darle pleno cumplimiento a la Ley y los Profetas.

Para Israel, la Ley era el distingo único, su marco referencial que le confería identidad nacional y cohesión como pueblo. Don de Dios, la Ley les ordenaba el modo de vivir con Dios y los demás, vínculos de justicia, de fraternidad, de equidad. Ellos venían de la esclavitud de Egipto, cargados de miedo y rencor y aferrados a una promesa de tierra propia, de futuro; en el camino, en el duro crisol del desierto, la Ley les fué templando los pasos. Por eso el camino de la Ley es camino de libertad.
Los Profetas es la voz de Dios, a veces dura pero siempre fiel, que les recordaba el horizonte cuando éste se les desvanecía, cuando los egoísmos los confundían, cuando las infidelidades los hacían retroceder.

Sin embargo Ley y Profetas, aún siendo don y misterio, eran medios para la plenitud, para confluir en la santa voluntad de Dios.
Los problemas comenzaron cuando se transformaron en absolutos que sólo son carga y oprimen, convirtiendo en esclavos a los que tienen inscrito en sus almas un destino de hombres libres.
Pero también la Ley puede cumplirse por puro deber, o por un temor a los castigos.

Con Cristo acontece la plenitud de la Ley y los Profetas que es el amor, el único y pleno camino de liberación, una devoción humilde que se expresa cotidianamente en los detalles pequeños, en los gestos más sencillos.

La Ley y los Profetas y su plenitud, el amor, son las señales inclaudicables de un Dios profundamente implicado en el acontecer humano, que asume propios los sueños de sus hijas e hijos.

Paz y Bien

Perdón y ruptura








Para el día de hoy (21/03/17):  

Evangelio según San Mateo 18, 21-35




 El diálogo entre Pedro y el Maestro es fecundo y revelador del modo en que sólo en su amistad y cercanía se nos abren las ventanas a la eternidad.

Pero Pedro es roca y también portavoz de sus hermanos, y por ello la pregunta refleja los cuestionamientos e inquietudes propias de la comunidad cristiana, quizás con mayor énfasis en cómo seguir perdonando a quienes de continuo buscan ofendernos o hacernos daño.

Para las tradiciones de Israel, el perdón se limita en tres ocasiones y referido siempre al prójimo en tanto par, nunca al extranjero, al impar, al gentil y, mucho menos, al enemigo. Pedro con mucha generosidad eleva ese caudal a siete veces, quizás por la grave influencia simbólica del siete en tanto expresión de lo divino, de la perfección. Por ello, en principio, Pedro parece abrirse camino hacia una nueva ética más amplia.

El Maestro afirma que, en realidad, debe perdonar setenta veces siete. No se trata de un factor multiplicador, sino más bien debe entenderse como setenta veces siempre, en la santa ilógica de la Gracia y la misericordia de Dios.

Pedro, aún cuando expresa un corazón más amplio que lo usual, persiste en los viejos esquemas: en el tiempo nuevo del Dios que se encarna, del Reino aquí y ahora no debe tabularse ni cuantificarse el perdón.

El perdón es razón y co-razón de los que han descubierto la asombrosa misericordia de Dios, las deudas impagables que han sido condonadas por pura bondad. Descubrir la misericordia en la propia existencia es un tesoro inmenso.

A través del perdón se desarman todas las terribles vorágines de venganza y retribución violenta, las dinámicas de negación del prójimo y nos acerca, salvando todos los abismos que nos separan. Setenta veces siempre.

Paz y Bien





José de Nazareth, padre de Jesús








San José, esposo de la Virgen María

Para el día de hoy (20/03/17): 

Evangelio según San Mateo 1, 16. 18-21. 24a


Las dudas del carpintero de Nazareth suelen interpretarse en clave legalista, de tal modo que el embarazo de María es solamente sospechoso, lo cual lo vuelve punible para los rígidos criterios religiosos imperantes. La severidad implicaría su ejecución por lapidación, y por ello José decide repudiarla en silencio, evitándole la infamia pública y, tal vez, la misma muerte.

Pero hay más, siempre hay más.
José es un hombre justo en el sentido bíblico del término, es decir, que ajusta su voluntad y su corazón a la voluntad de Dios.
Sabe que ese asombroso embarazo de la mujer que ama es cosa de Dios, un misterio enorme que lo desborda y que lo descoloca. Él decide irse en silencio pues en su insondable humildad se descubre indigno, fuera de lugar por la presencia del Altísimo en María. 

Pero José sueña. aún en los momentos más oscuros y cerrados, esos en donde se pierde el horizonte, hay que seguir soñando, nunca resignarse, jamás ceder un sólo paso a la desesperanza.
Así en sueños, un Mensajero amable le aclara todas sus dudas, le trae Buenas Noticias que cambiarán la historia, transformando el devenir del tiempo en senderos de Salvación.

José asume su lugar hasta los huesos en el proyecto de amor de su Dios. 
Por José, el Bebé Santo que nacerá de la Virgen tendrá un linaje davídico, herencia de todas las promesas de su pueblo.
Por José, el Redentor nacerá y crecerá dentro de una familia, un pueblo, una identidad, una familia que lo acuna y protege, un Dios que se hace historia con raíces, mucho más que un apellido, mucho más que un paria sin destino.

El nombre de cada persona revela identidad, misión, carácter.
José tendrá por misión conferir al Hijo el nombre de Jesús, Yahveh Salva, y bajo su amparo humilde, por su manso servicio y su cálida entrega, Jesús conocerá desde pequeño el profundo significado de la palabra Abbá, el Papá que lo cría, lo educa y protege y desde el cual identificará el asombroso misterio de Dios.

Por eso José es padre de Jesús con todas las letras y sin matices, la cordial imagen de un Dios que siempre está allí para nosotros.

San José de Nazareth, esposo de la Virgen María y padre de Jesús, ruega por nosotros.

Paz y Bien

Junto al pozo de Jacob










Domingo 3° de Cuaresma

Para el día de hoy (19/03/17):  

Evangelio según San Juan 4, 5-42



Extraña y asombrosa escena nos presenta el Evangelio para este día.

Históricamente, los samaritanos eran un pueblo mestizo producto de los judíos sobrevivientes de la destrucción del Reino del Norte y la colonización por parte de los pueblos ubicados por los asirios conquistadores en la región; ello provocó una mixtura cultural, social y también religiosa. Los samaritanos tomaban por libro sagrado la Torah -el Pentateuco-, y edificaron en el monte Garizim un templo en donde rendían culto a su Dios. 
En cierto modo, el templo del monte Garizim competía con el Templo de Salomón. Pero judíos y samaritanos se odiaban y despreciaban mutuamente con fervor, y de ese modo, ningún judío sería bien recibido en aldea samaritana, y a su vez los judíos evitaban circular por Samaría. Inclusive, de camino a Galilea, solían tomar una ruta mucho más larga a través de Transjordania evitando tierras impuras, más impuras que cualquier territorio gentil.

Aún así, a Jesús de Nazareth no le importa demasiado esas fronteras impuestas, esos límites que cercenan, los odios establecidos. No teme impurificarse por estar en Samaria, pero tampoco por hablar con una mujer, que para colmo parece tener una dudosa reputación. Ningún rabbí tradicional se adentraría por territorio samaritano ni conversaría con una mujer de cuestiones teológicas.

La hora es inconveniente e irrazonable: al mediodía en Palestina nadie sale a pleno sol ni hace esfuerzos físicos mayores. Pero para Cristo no hay horas buenas y malas para la Salvación.
En el pozo de Jacob beben personas y animales, por lo que el agua está sucia, contaminada, en contraposición con el agua viva de Cristo, pura, cristalina, vital.

No se puede aplacar la sed vital, la sed verdadera en las profundidades de todos los pozos mundanos, ni las seguridades en los falsos maridajes con el egoísmo, el poder, el dinero.
Sólo en las honduras de la persona de Cristo encontramos ríos de agua vida.

Esa mujer, en el diálogo sincero con el Señor encuentra al Mesías, un diálogo que es símbolo de la oración, hablarle a Cristo y escuchar su Palabra. Por eso ella se transforma, renovada y recreada, en misionera y evangelizadora de los suyos, portadora de la sed que importa y del camino al manantial de la eternidad que brota para todos los pueblos, todas las naciones, todas las gentes de buena voluntad.

Cuaresma es animarse también, a horas destempladas e inconvenientes, en los territorios prohibidos de nuestras miserias,a encontrarnos con ese hombre sencillo y humilde que es el Señor, nuestro Dios cercano que nos busca allí donde transcurre nuestra existencia cotidiana.

Paz y Bien

Padre misericordioso








Para el día de hoy (18/03/17):  

Evangelio según San Lucas 15, 1-3. 11b-32




La Palabra de Dios es Palabra de Vida y Palabra Viva: Dios nos habla hoy

La parábola que el Maestro nos cuenta habla de dos hijos, muy distintos entre sí, pero que al final, por caminos divergentes, coinciden en miserias y en la bondad paterna.

El hijo menor reclama su parte de la herencia paterna en forma inmediata. Así, en sus afanes anticipa en su corazón la muerte de su padre, pues es cuestión de sentido común repartir los bienes familiares entre los hermanos a posteriori del fallecimiento paterno, bienes que son fruto de toda una vida de trabajo, bienes que son para el sustento y para brindar trabajo a muchos jornaleros. Pero el joven se embarca en fútiles aventuras licenciosas y pronto se queda sin nada. La miseria que lo agobia es el dispendio inútil de su joven existencia, el desamparo de abandonar la calidez de la casa y el pan paternos.

El hijo mayor es un exacto cumplidor de las órdenes de su padre, y allí está su error. No se trata de cumplir órdenes, se trata de amar. El hijo mayor, en cierto modo, actúa como esos fariseos enojados, pues ese Padre celebra la vida recobrada del hijo extraviado con una fiesta enorme sin decir nada de los rigores observados por el mayor, que no vé a su Padre como tal sino más bien como un patrón, como un capataz.

Pero a ambos ese Padre los sale a buscar. Por ellos se desvive, se entristece, se viste de fiesta.
Es un Padre misericordioso antes que justo.

Prodigalidad significa, primeramente, derroche, gastar sin cuidado ni medida.
 
El Padre en realidad es pródigo, pues vuelca sin límites ni condiciones su bondad, maravilloso derrochón de la Gracia a quien Él quiere, con preferencia especial por los perdidos y los enfermos, y es ese escándalo la raíz misma de la Buena Noticia.

Paz y Bien

Ausencia de Dios








Para el día de hoy (17/03/17):  

Evangelio según San Mateo 21, 33-46



El tenor de la parábola es conminatorio, y hará soltar las furias de los dirigentes religiosos de su tiempo. Esos hombres se sienten insultados, aunque sólo les ha dicho la verdad; quizás lo peor de todo es que ha quedado en evidencia su infidelidad, y que usurpan sitios y prebendas en provecho propio argumentando que lo hacen en nombre de Dios.

Para los oyentes del Maestro, la escena era perfectamente comprensible. En aquellos tiempos, la propiedad de la tierra rural de labranza y cultivo se concentraba en unos pocos hacendados o terratenientes que solían vivir en el extranjero, lejos de allí, y que arrendaban la tierra tomando por pago parte de los frutos de la tierra a la hora de las cosechas.
Por ello es que la parábola sigue la línea literaria alegórica: no podemos ser tan literales de imaginar a un Dios opulento que se vale de los esfuerzos de muchos en provecho propio.

Pero Dios es el Dueño de la viña. Aún así, asombrosamente, es un Dios pobre, pues ha enviado a numerosos mensajeros -los profetas-, que fueron rechazados con violencia y muerte. Finalmente envía a su propio Hijo, lo más valioso de sí mismo, pues ha agotado todo lo cercano.

Un Dios tenaz que a pesar de todas las miserias, los quebrantos, nos sigue buscando.

Tanto los dirigentes religiosos de su tiempo como muchos de nosotros actuamos como si Dios estuviera ausente, o peor aún, como si su viña nos perteneciera. Pero somos labradores de los que se espera buenas cosechas, frutos santos.

La ausencia de Dios, antes que lejanía o distancia es confianza. La viña -la vida- en nuestras manos no es abandono sino una confianza infinita, una cuestión de amor.

Es menester edificar con el Hijo para que nada se derrumbe.

Paz y Bien

Abismo inmenso








San José Gabriel del Rosario Brochero, presbítero

Para el día de hoy (16/03/17):  

Evangelio según San Lucas 16, 19-31



A menudo ciertas interpretaciones y espiritualidades oscilan desde una abstracción desencarnada hacia una ideologización que habla mucho de inmanencia, de razones demasiado mundanas.
Ése quizás sea el riesgo al que se arribe en la lectura que nos ofrece la liturgia del día.

Pero el rico de la parábola no se adecua a los estereotipos habituales de los opresores clásicos, de los corruptos sin destino que explotan a los demás. Vive en una tranquila indolencia, quizás felicitándose por ser bendito con esta prosperidad que goza a diario. Pero llamativamente el rico no tiene nombre, como si su actitud le fuera disolviendo su identidad y su existencia; una tradición -no bíblica- identifica a este hombre rico como Epulón, pero este nombre de raíces grecolatinas es en realidad un adjetivo que significa banqueteador.

A pesar de los banquetes cotidianos, de los espléndidos vestidos y el lujo, ese hombre no mira ni vé al pobre que languidece en su umbral. Es el epítome de la miseria: contrariamente a la realidad del hombre rico, el pobre está revestido de llagas, y los perros -simbólicamente animales impuros- van a lamer sus heridas, más no en carácter de mascotas, sino dando un tenor ignominioso.
Como si no fuera suficiente, agoniza de hambre y suplica, aunque sea, alguna de las migas que caen de la mesa del hombre rico. En los tiempos del ministerio de Jesús de Nazareth la miga del pan se utilizaba para limpiar la grasa de los dedos, pues no había cubiertos, y por ello, el pobre ansía probar algún residuo de descarte, señal que su vida ha sido descartada.
Pero el pobre tiene un nombre que lo identifica -Lázaro, Dios ayuda- santo indicio de que los pobres tienen nombre y rostro imperecederos en el sagrado corazón de Dios.

Aún así, aún cuando prosiga su estructura con los hechos postreros frente al juicio divino, esta parábola no refiere al más allá sino más bien al más acá.

El aquí y el ahora es el tiempo de la caridad. La eternidad germina entre nuestros días merced a un Dios que se encarna, un Dios que se hace hombre pobre y humilde, hermano en nuestras miserias, Redentor.

Hay un abismo inmenso entre los ricos y los pobres. No se trata de una cuestión ideológica, sino ante todo cordial. Demasiados miran para otro lado. Demasiados razonan miserias y justifican sufrimientos al pueblo. Demasiados dejan morir a tantos Lázaros ahí nomás, a su puerta.

Ese abismo es el de renegar de la fraternidad, el negar la compasión, el de propalar resignaciones frente a la injusticia, cultores abyectos del no se puede.

El tiempo de la caridad es hoy, y la justicia no puede posponerse pues no hay vuelta atrás cuando una vida se pierde por la desidia articulada, por el olvido, por la negación del prójimo.

Paz y Bien

Servicio y salvación







Para el día de hoy (15/03/17):  

Evangelio según San Mateo 20, 17-28




La lectura del día nos ubica frente al tercer anuncio de la Pasión que el Maestro les realiza a sus discípulos, a los Doce. 
La enseñanza de Jesús de Nazareth es paciente, gradual, tal vez cultura en el sentido primordial pues remite a cultivo, a un cuidado germinar. En las dos ocasiones anteriores, el Maestro refiere a los suyos la Pasión que se avizora con un tenor puramente docente, quizás como un rabino tradicional que transfiere conocimiento a su discipulado.

Sin embargo, en la ocasión que hoy nos congrega, hay un crescendo abismal de intensidad. Quizás sea el paso de un tenor rabínico a un tenor profético: es el hombre que permanecerá fiel hasta el final el que habla, el que no se arredrará aún cuando parezcan prevalecer sus enemigos, el que no se permitirá ni un instante de violencia ni de venganza aún cuando las afrentas e ignominias parezcan hechas sólo para Él.
Pero el mensaje se acrecienta a límites insospechados y asombrosos pues Él anuncia su Pasión y su Resurrección, que tras su derrota aparente y por el amor del Padre se erguirá victorioso sobre la muerte, la afirmación rotunda del Dios de la vida.

El Servidor mesiánico manso y sufriente no entra en los esquemas de los apóstoles. Pedro se enoja con el Maestro, y los hermanos Juan y Santiago piden un lugar preferencial a su lado, como virreyes suyos en una futura toma gloriosa del poder en la nación judía. 
De ellos sabemos que eran apodados Boanerges -hijos del trueno- por un carácter irascible y explosivo que solía fundarse en un fundamentalismo religioso. Sin embargo, parecen tener cierto pruritro pues es su madre la que interpela a Jesús y no ellos directamente, y el Señor lo sabe.

Aún así, no hay reproche por parte del Maestro. Como en su enseñanza, todo tiene su tiempo de maduración, y la comprensión y encarnación de la Buena Noticia también. La fé es un éxodo, un camino laborioso hacia la tierra prometida de la Gracia.

Al enterarse, los otros diez discípulos se indignan, y es un conflicto de celos y de ansias de poder. Si los Doce representan simbólicamente a las doce tribus como un nuevo Israel, la postura de los hijos de Zebedeo provoca un cisma en la incipiente comunidad cristiana, del mismo modo que en tiempos del rey Salomón dos tribus se enfrentan a las otras diez y se separa el Reino del Norte y Judá.
Las ambiciones, los egoísmos y las ansias de poder siempre han provocado fracturas y cismas difíciles de remontar -el pueblo de Dios lo sabe bien-

Pero el Maestro no quiere que se quebranto prospere. El Reino es fraternidad, familia creciente, y ellos han de desandar la lógica mundana de dominio, de preeminencia, de interés y codicia.
En el horizonte de la Buena Noticia el poder es servicio, entrega generosa e incondicional, servicio que expresa los vínculos filiales con Abbá, Dios de vida, Dios de amor.

Salvación es también servicio, un Dios que se llega a nuestros arrabales, que se hace servidor de todos, que se anonada humildemente para que el hombre ascienda a las moradas de Dios, en plenitud y libertad.

Paz y Bien

Cátedras







Para el día de hoy (14/03/17):  

Evangelio según San Mateo 23, 1-12




El Evangelista describe una escena compuesta por la multitud y también por los discípulos, y es una referencia innegable a que el Maestro vá a hablar verdades contundentes que no deben, de ninguna manera, acotarse a una elite, a un círculo reducido. El Maestro hablará con voz clara y fuerte -profeta total-, pues la profecía es anuncio y denuncia.

La invectiva es durísima y supondrá una ruptura tal con las autoridades religiosas que no habrá vuelta atrás, y desembocará en los días terribles de la Pasión.

La referencia a la cátedra de Moisés no es una expresión figurada o alegórica: se trataba de un mueble o asiento especial desde donde escribas y fariseos explican la Escritura a la congregación -significado literal de la palabra sinagoga-. Así entonces cátedra refiere a la ortodoxia y a la recta autoridad formativa e informativa a través de la cual las tradiciones y las Escrituras de Israel llegan al pueblo.

Casi sin advertirlo, desde el vamos hay un cuestionamiento a esa autoridad: Jesús de Nazareth afirma sin ambages que fariseos y escribas ocupan la cátedra de Moisés. Ello nos induce a pensar en ilegitimidad, pues el mandato antiguo confería esa tarea docente y exegética a los sacerdotes. La irrupción de los escribas y fariseos supuso la usurpación de esa autoridad original y la sustitución de enseñanzas espirituales rabínicas ancestrales por un intelectualismo sin corazón, la devoción reemplazada por casuística y legalismos extremos.

Ello desembocó en la obligatoriedad y la observancia extrema de los mandatos como reglamentos anteponiendo esa juridicidad a lo verdaderamente importante, la conversión y un profundo encuentro personal con Dios. Además, esos hombres amaban fervorosamente los títulos, las ornas, las prebendas, el reconocimiento público -el afán de figurar-, imponiendo a las almas más sencillas terribles gravámenes en nombre de Dios....una obligación para los demás pero no para sí mismos, como si ellos estuvieran muy por encima de ello.
Pero el contenido primordial de su cátedra sigue siendo la Torah, la Palabra de Dios, y por ello el Maestro conmina a escuchar esa Palabra pero, de ninguna manera, a seguir su ejemplo.

La cátedra de Cristo, la cátedra de la Iglesia es otra, la del servicio, la de la humildad, la de expresar buenas noticias desde un silencio fecundo y generoso de la vida que se ofrece, las ganas de no figurar, el bien del prójimo por sobre lo demás para mayor gloria de Dios.

La verdad de Dios que se revela en la Escritura no es propiedad de nadie, sólo somos sus servidores.

Paz y Bien

Vínculos familiares








Para el día de hoy (13/03/17):  

Evangelio según San Lucas 6, 36-38




Evangelio y compromiso cristiano significan ir siempre contra corriente, una ilógica cordial, desandar los nunca y los no se puede, afirmar con todo y a pesar de todo y todos que la vida prevalece, que todo es bendición.

La Iglesia es ante todo familia.
Los vínculos familiares, la identidad se adivina, se intuye y se percibe por la mirada, el rostro pero más aún por los gestos, por el modo de ser. Quizás ello destaque más y adquiera mayor relevancia en un mundo que se globaliza en mares de opresión y banalidad que tienden a desdibujar todo y que desmerece con torpes fervores de teclado a los que en verdad se comprometen.

El Maestro no desconocía los límites impuestos ni las fronteras grabadas a fuego en los corazones. Sin embargo, en todo su ministerio se amplían los horizontes de tribu, de clan, de familia, de nación. No se trata de derribar esos conceptos, sino de ampliarlos hacia ámbitos infinitos. Nada más ni nada menos que edificar, conocer y re-conocer al prójimo.

Se trata de establecer prioridades. Se trata de vivir acorde al Padre por el que vivimos y persistimos con la identidad única e irrevocable de ser sus hijos. No nos resignamos al absoluto de una Ley que es santa pero es medio, ni al absoluto falaz del mercado, ni al absoluto cruel de la ideología. La magnífica locura del amor, de la vida que se ofrece incondicional, del quebranto de las coyundas del yo para ir hacia un nosotros creciente y pleno.

Vivir como hijos de un Dios que acampa entre nosotros.

Paz y Bien

Escuchar y confiar








Domingo 2° de Cuaresma

Para el día de hoy (12/03/17):  

Evangelio según San Mateo 17, 1-9




Hay detalles a los que es menester prestarle especial atención, y por ello, cuando en las Escrituras se nos advierte que una escena determinada acontece en las alturas de un monte o en una montaña, redoblemos los esfuerzos. En la montaña -en las alturas- siempre hay revelación, epifanías, abierta manifestación de Dios al hombre.

En la lectura de este Domingo pasa precisamente ello. 

El Maestro conduce a algunos de los suyos a lo alto de un monte; son los hermanos Juan y Santiago y Simón Pedro. La elección de ellos tres no es casual ni azarosa. Tal vez tenga que ver que ellos -junto a Andrés- forman parte del núcleo inicial de discípulos, pero también a que representan, dentro del colegio apostólico, a aquellos en los que persisten los viejos esquemas y les cuesta tanto convertirse a la Buena Noticia. Juan y Santiago son llamados los hijos del trueno, terribles a la hora de querer aplastar disidencias gentiles, y Pedro con su tozudez que intenta hacer cambiar el rumbo al mismo Cristo, obcecado en lo antiguo.
Desde esa perspectiva podemos contemplar la paciencia del Maestro para con sus yerros y su visión cordialmente miope, la misma paciencia que tiene para con nuestras mezquindades.

El se transfigura en las alturas del monte. Sus vestidos se vuelven de un blanco único, imposible de reproducir en este mundo, señal inequívoca de la presencia de Dios. Solemos darlo por sentado, pero es imprescindible orar y contemplar cada día que Jesús es Dios y Dios es Jesús.

Junto al Maestro, aparecen conversando con Él Moisés y Elías. La Ley y los Profetas se subordinan y encuentran significado pleno en Cristo.
Pero hay más, siempre hay más, el Evangelio es manantial inagotable de vida. Moisés es quien conduce a su pueblo a la libertad, lejos de la opresión por el amor inclaudicable de su Dios. Elías es arrebatado de las garras de la muerte, y las tradiciones indican que su regreso marcará el inicio de los tiempos mesiánicos.
Elías y Moisés, Moisés y Elías junto a Cristo son señales ciertas que Jesús de Nazareth es el Mesías que trae vida y liberación para su pueblo.

A veces hay que callar, escuchar, contemplar. No siempre la pura praxis es dable ni es buena. Algo de ello le sucede a Pedro en su afán de edificar tres chozas allí, que perpetúen el instante y el ambiente; seguramente, se aferra a las tradiciones de la fiesta de los Tabernáculos. No obstante ello, expresa el afán de apropiarse del momento, de prolongar cerradamente el instante olvidando que la misión exige volver al llano, allí donde campean las sombras, desertores de vanas comodidades confortables.
Como sea, Pedro se equivoca, y su monólogo sin destino es interrumpido por la voz de Dios, bendita y santa interrupción que concita la atención en lo que verdaderamente cuenta e importa: hay que escuchar siempre al Hijo, y por ese Hijo todos nos descubrimos y reconocemos hijos amados del Creador, Dios Abbá de nuestras esperanzas.

A pesar de los temores, es menester desandar todos los miedos y confiar. Cuando se vayan Moisés y Elías, cuando se disuelvan los momentos, cuando asomen algunas nubes todo pasará. Sólo Cristo permanece.

Escuchar y confiar con encarnada y activa esperanza, en clave de Resurrección.

Paz y Bien

La lógica santa del amor







Para el día de hoy (11/03/17):  

Evangelio según San Mateo 5, 43-48



Con presupuestos humanamente muy razonables, estamos atrapados en una lógica que, necesariamente, deja un tendal de muertos y heridos, y que no vá más allá de nosotros mismos, carece de trascendencia, se agota en su misma raíz.

Pero con Jesús de Nazareth no hay lugar para el no se puede. Él toma las tradiciones de su pueblo -tan comunes a todos los pueblos- y las resignifica.
En la ley de Moises y la cultura de Israel, estaba explícito el mandato de amar al prójimo, es decir, amar al par, al judío, al otro hijo de Israel. El forastero que es el extranjero que ha sido asimilado por Israel también debe ser amado y respetado; ahora bien, nada dice acerca del extranjero.
La extranjería -total ajenidad- no tiene ningún condicionamiento moral ni obligación ética, por lo que es perfectamente odiable, y obviamente eliminable sin cargo de conciencia a la hora de la guerra. El lejano -que puede estar a sólo unos metros- está separado por una brecha infranqueable.

Aún así, el Dios de Jesús de Nazareth es el Dios del prójimo, del forastero y del extranjero, que no realiza estas disquisiciones que son tan nuestras sino que sólo mira y vé hijas e hijos.

Esos proyectos tan actuales en donde es posible y justificable el odio en todas sus expresiones y formas refinadas, nada tiene que ver con el Reino. 
De tal palo tal astilla sentencia verazmente el saber popular, y si nos reconocemos hijas e hijos de ese Dios Abbá, no podemos ser distintos ni menos que Él.

No hay lugar para abstracciones ni para conformismos banales en los templos y predicaciones. Más que una utopía, tiene su encarnación concreta en este mundo tan violento y cruel, porque es el único modo de sanar corazones y acercar a las gentes.

Shalom no es sólo un deseo de paz: es la bendición efectiva y eficaz de ese Dios que es liberación para todos los corazones heridos, para que florezca la vida, para que retroceda la muerte.

Paz y Bien

Cuaresma y justicia








Para el día de hoy (10/03/17) 

Evangelio según San Mateo 5, 20-26



La Ley que llega a las tribus del desierto a través de Moisés significó un salto ético enorme: al establecer con claridad derechos y obligaciones y la reciprocidad de las acciones, esas tribus abandonan el andar a los tumbos, lo criterioso, los ápices de venganza y subjetividades caprichosas y emergen, lentamente, como pueblo. Es decir, la Ley tiene un rol determinante en el surgimiento de Israel como nación.

Por la memoria de la esclavitud egipcia, por el Dios que los liberó en una noche inolvidable, por la tierra prometida que buscaban a través del crisol riguroso del desierto, Ley sonaba a libertad.

Con el correr de los años y en gran parte por la influencia de ciertas corrientes rabínicas -especialmente fariseas- enfatizaron la obligatoriedad de la Ley en detrimento de la Ley como don de Dios para el crecimiento, para el bien, para la libertad. De allí que el Maestro afirmara que Él no venía a abolir la Ley, sino a darle pleno cumplimiento, es decir, recuperar sentido y trascendencia desde Aquél que concede la vida.

De cualquier modo, no hemos de defenestrar la observación estricta de la Ley, pues hace a la convivencia, a la reciprocidad, a la equidad.

El Maestro no viene a añadir nuevas obligaciones a las preexistentes. La justicia de la comunidad cristiana ha de ser mayor a la de escribas y fariseos pues debe superar lo meramente reglamentario y volver al sentido primordial desde la mirada de Dios, es decir, desde el amor. Así entonces no se trata de observar estrictamente lo que está prohibido sino de vivirlo en perspectiva fraterna, en vínculos cordiales sin esperar nada a cambio. Simplemente vivirlo así en carácter único de hijos de Dios.

Confluir desde el amor de Dios que es perdón y misericordia en una vida cotidiana que se fecunda desde el servicio y la generosidad.

Por ello Cuaresma es justicia desde los ojos de Cristo, justicia que es volver a Dios y al prójimo que edificamos y reconocemos como hermano, la superación del yo para arribar al nosotros.

Paz y Bien

Oración tenaz








Para el día de hoy (09/03/17) 

Evangelio según San Mateo 7, 7-12



Jesús de Nazareth nos enseña que orar es pedir, buscar, llamar sin descanso, sin aflojar, noche y día sin desfallecer. Orar porque Dios siempre escucha, no es un personaje que se incomoda y brinda lo pedido por hartazgo o conveniencia, sino que se brinda por entero, Él mismo, con la alegría y la ternura de un Padre que no descansa por el bien de todas sus hijas e hijos.

La oración, entonces, ha de ser tenaz desde la confianza antes que desde la practicidad, con un corazón enamorado antes que especulador. Orar poco tal vez implique sólo repetir formular y confiar poco, bajar los brazos con rapidez, resignarse con facilidad. Vidas orantes antes que vidas con oración, vidas que sintonicen el asombroso amor de Dios.

Más que por el hombre que reza de manera incesante, la oración es eficaz por la infinita bondad de un Dios Padre que siempre escucha, que atiende, que se deja encontrar. 

Pero no se trata solamente de oración, sino de oración cristiana, es decir, una oración que rinde frutos asombrosos merced a la mediación de Cristo.
Cuando oramos nos unimos a Él reconociendo a Dios como Padre y al prójimo como hermano.

Con Cristo finalizan todos los no se puede, los nunca, los jamás, todos los imposibles. Todo lo podemos en Aquél que vive, muere y resucita por todos.

Paz y Bien

Señales interiores








Para el día de hoy (08/03/17) 

Evangelio según San Lucas 11, 29-32



Los fariseos en tiempo de Jesús de Nazareth poseían una religiosidad en la que la exterioridad es un factor crucial, y de ese modo necesitan señales espectaculares y maravillosas para sustentar su fé y, por lo tanto, su conversión.  Esos hombres, además, eran prejuiciosos y se irrogaban el derecho de exigirle al Maestro un signo de esas características que fuera fedatario de la bendición divina, pero ello también supone la idea de un Dios distante y escindido de todo que se manifiesta de manera rimbombante.

Aún así, en estos tiempos no se corre tanto el peligro fariseo sino uno mucho mayor, y es el de resignar cualquier señal de trascendencia, la posibilidad de encontrar en el mundo huellas de lo sagrado. Es la terrible faz de una secularización que se maquilla con razonabilidad, con ciencia y con propaganda pragmática, lo que es pretendidamente útil. Un mundo en el que no se puedan encontrar indicios de lo sagrado es un mundo en verdad espantoso que además justifica demasiadas inhumanidades.

Frente a todo ello, la Buena Noticia de Cristo renueva corazones y esperanzas.

Se trata de señales interiores, señales cordiales.
La condición humana del Señor, Dios humilde y pobre en esa aldea ignota de la periferia, un Cristo servidor de todos los hombres que en entera libertad y fidelidad al Padre asume la muerte para que nadie más muera, la cruz para que no haya más crucificados, Aquél que se muere y al que el Padre resucita de entre los muertos como señal definitiva de amor, de perdón y salvación.

En esta Cuaresma es menester también preguntarnos qué tipo de señales irradiamos, cuales signos encarnamos en una realidad a menudo tan digerida de antemano.

Paz y Bien

Orar con Cristo








Para el día de hoy (07/03/17) 

Evangelio según San Mateo 6, 7-15




La Palabra de Dios desciende sobre la creación, sobre la tierra como lluvia bienhechora que todo lo fecunda, y nuestras existencias germinan al paso de la vida que se despierta tras la bendición. Esos renuevos que florecen son plegarias, nuestra oración que sube hacia la inmensidad del Creador como expresión segunda y respuesta, pues de Él son todas las primacías.

Dios es el Totalmente Otro, y su misterio es tan insondable que en nuestra pequeñez deberíamos permanecer mudos totales sin remisión. Aún así y a pesar de todo y de todos, Dios se hace Palabra para que recuperemos el habla, Verbo que se encarna, Cristo, Dios con nosotros.

Cristo nos revela la verdad que transforma la totalidad de la historia, que Dios es Padre y más aún, Abbá.
Padre que se brinda sin reservas, Padre por el que todos somos hermanos, Padre bondadoso, tenaz e incansable.

Él nos brinda su oración que es el compendio del Evangelio y la Salvación. 
Cristo es el puente con la eternidad, y el Padre Nuestro nos introduce en el misterio infinito de Dios, en alabanza a su Nombre, en súplica por su Reino y su voluntad aquí y ahora, causa de Dios que también es causa de los hermanos por el pan, el perdón, la justicia, la reconciliación.

Orar el Padre Nuestro es orar con Cristo, participar desde las raíces mismas de la existencia en el amor trinitario, decir con Él -Padre- transformarlo todo desde esa identidad única e inquebrantable, la vocación infinita de se sus hijos.

Paz y Bien

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