En tus orillas

San Andrés, Apóstol


Para el día de hoy (30/11/11):
Evangelio según San Mateo 4, 18-22

(Galilea era sinónimo de humillación y sospecha para Israel; su estratégica ubicación geográfica la ubicaba en la línea de fuego de todas las guerras que debía enfrentar en pueblo elegido. Más de siete siglos antes fué conquistada por tropas asirias, y colonizada: de allí que los judíos de Jerusalem y zonas aledañas con mucha frecuencia despreciaran a los galileos por sospechosos de falta de ortodoxia religiosa -la contaminación de la impureza extranjera-, y quizás también por un motivo más simple. Ser galileo era sinónimo de campesino, de clase social baja, de periferia y arrabal.

Precisamente allí en donde abunda el desprecio comienza el Maestro la predicación del Reino.

Este nazareno -el acento y las ropas lo venden- anuncia la liberación y habla de un Dios extraño. Los bravos zelotas estaban enfurecidos, pues hablaba de liberación desde la mansedumbre y la paz, sin entrar en combate franco con el opresor invasor. Ese Dios del que Él hablaba no podía ser de ningún modo el Dios de Moisés, de Abraham, de Jacob, un Dios que ama a los pecadores, a las prostitutas, a los enfermos, a los marginados, a los impuros...

Un Dios extraño que no grita ni impone. Un Dios que hasta le pide permiso a una mínima muchacha judía para que reciba en su seno al Salvador del mundo.
Ese Dios se expresa en Jesús de Nazareth llamando a Andrés y a Pedro, a los hijos de Zebedeo, a vos y yo, a tí y a ella, a todos y a cada uno de nosotros.

Su llamada es una llamada de hermanos; invita sin violencia y sin imposición. Desde tus orillas propone ponerse en marcha y seguirlo; Él vá por delante, abriendo huella y asumiendo todos los riesgos.
No anda buscando especialistas ni religiosos profesionales: llama a mujeres y hombres en su cotidianeidad, en la circunstancias de la pesca o en los sucesos que nos son más habituales. Por ello mismo todo cobra nuevo sentido y significado, los pescadores galileos se volverán pescadores de hombres, nosotros transformaremos en infinitud y eternidad hasta lo que no se tiene en cuenta en nuestra rutina de cada día.

Desde nuestras orillas Dios viene pidiendo permiso para ingresar en nuestras existencias, haciéndose servidor de todos, haciéndose un Niño que será hijo de todos)

Paz y Bien



Pequeñas alegrías infinitas

Para el día de hoy (29/11/11):
Evangelio según San Lucas 10, 21-24


(Es una imagen muy difícil de reproducir en palabras, en un texto fiel a su profundidad: al Maestro la alegría lo desborda y se estremece al ver la ternura de su Padre.
Sólo puede comprenderse si se abren las puertas al obrar en cada corazón del Espíritu de Vida, la fuerza que renueva y recrea y colma la existencia. Es el Espíritu de Salvación haciéndose presente en la vida cotidiana.

Jesús lo sabe y no se calla: no es cuestión de sabios, doctrinas y bibliotecas absorbidas, no es ámbito de poderosos ni de soberbios. El Reino es de los pequeños, de los pobres, de los humildes, de los que no cuentan para nada ni para nadie. Hacia ellos se inclina con fervor el Altísimo, en ellos se expresa y en ellos resplandece.

Y a su vez ellos serán señal y medida de que el Reino está entre nosotros; más aún, cuando los pequeños y excluidos encuentran sitios preferenciales en la mesa grande de la vida, es precisamente allí cuando nos descubrimos fieles a la Buena Noticia.
Esta alegría no tendrá límite ni fin pues Dios mismo ha querido hacerse pequeño, un Niño pobre en brazos de Madre sencilla y padre humilde y trabajador.

Adviento es tiempo de buenas noticias -las mejores- y tiempo de esperanza que renueva la existencia y el mundo reivindicando la sacralidad de la vida, y que todos cuentan en la mirada amorosa de un Dios que es un Padre que nos ama y una Madre que nos cuida)

Paz y Bien



Ese extraño tiempo de milagros

Para el día de hoy (28/11/11):
Evangelio según San Mateo 8, 5-11


(Jesús está de regreso a Cafarnaúm, lugar en donde durante cierto tiempo encontraba hogar y refugio.
Esa Cafarnaúm galilea se encontraba en los confines, frontera de los dominios de Herodes Antipas y, a la vez, provincia romana. Por ello mismo y por su ubicación estratégica, tenía una aduana importante y una guarnición militar permanente.

Uno de los oficiales de la guarnición -un centurión que mandaba, como su nombre lo indica, una unidad de cien hombres-, se encontraba en apuros: uno de sus criados se encontraba en su hogar postrado por la parálisis y sumido en terribles dolores. Y si bien el Evangelista Lucas nos acerca más datos acerca de la conducta de este oficial -respetaba la fé judía, había construido una sinagoga, trataba a todos con cordialidad- seguía teniendo varias cuestiones en contra suya.

Primero, ser oficial del ejército imperial: era fervorosamente despreciado por representar a aquella Roma que por la potencia de sus armas sometía a la Tierra Santa de Israel, a tal modo de que los zelotas más enconados escupían a su paso.
Segundo, el hecho de que muy probablemente, por su origen, este centurión profesara culto a varios dioses extraños, el altar romano en donde se confundían los dioses propios y los dioses de los pueblos conjugados. Impuro total por extranjero y por rendir culto a dioses ajenos al único Dios de Abraham , de Moisés, de Jacob.

De acuerdo a estas premisas, el Maestro no debería dirigirle la palabra y sería lógico que siguiera de largo rumbo a su casa.
Pero es un tiempo extraño con una ilógica sorprendente el que inaugura Jesús de Nazareth.

Nadie está excluido, nadie tiene un sayo de excedencia ni rótulos de no pertenencia que impidan el acceso a la Salvación y a la plenitud, don y misterio inexpresables, expresión de la bondad y la ternura de un Dios para con toda la humanidad.
Y los milagros existen y suceden, pero con un giro sorprendente: en el caso del centurión el centro de la sanación pasa por la compasión ejercida en común por el oficial y por ese Cristo caminante.
Es un hecho de fé tan fundante que las palabras de aquel centurión las hemos hecho nuestras y las repetimos habitualmente cuando compartimos el pan de fiesta: -Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya bastará para sanarme-.

Y el milagro mayor no es tanto la curación del servidor sino la aceptación como un igual del centurión por parte de Jesús.
Por ello mismo, podemos vislumbrar desde aquí que la auténtica fé no es tanto la adhesión y puesta en práctica de normas religiosas y doctrina específica, sino más bien poner confianza y corazón en una persona, Jesús de Nazareth nuestro hermano y Señor.

Quizás el Adviento tenga mucho de ello, esa extraña actitud de creer que en la fragilidad de ese Niño que viene en la noche, en la pobreza y en la humildad está la vida nueva, la Salvación, la plenitud)

Paz y Bien



Tiempo niño

Domingo Primero de Adviento


Para el día de hoy (27/11/11):
Evangelio según San Marcos 13, 33-37

(Según las diversas circunstancias por las que atraviesa la humanidad, en cada etapa social, cultural y política, la historia puede percibirse con diversos matices, y tristemente resultan a menudo tonos oscuros, sombríos, en donde abunda la noche cerrada.

Y esas noches se suelen extender a las honduras de cada corazón, y así pareciera que reina la tristeza y la soledad, ese dolor permanente que no puede desalojarse, esa desolación que persiste, esa melancolía que es rutina y costumbre.

Sin embargo, hay señales disponibles en la cerrazón para recuperar el rumbo. Y esas señales están disponibles para todos, superando los límites que solemos imponer de la religión misma.
Claro está en que no vamos a ingresar en la vereda rota del análisis psicológico torpe y superficial; no obstante, es dable suponer que en nuestra limitada humanidad nos aferremos al primer desecho que en apariencia no se sumerja, con tal de mantenernos a flote.
Aún así hay más, siempre hay más.

La eternidad se entreteje en la historia, y lo que se presentaba como final absoluto es en realidad comienzo expectante. Pero para ello, se nos vuelve ajeno el sentarnos a los umbrales para ver que sucede, espectadores cómodos sometidos al devenir pasivo de todo, perpetuos quejumbrosos de brazos cruzados adormecidos en la resignación.

Pero Dios no baja los brazos; a pesar de nuestros empeños en extraviarnos, siempre será ese Padre que no se conforma con esperar que regresemos, sino que sale en nuestra búsqueda, dispuesto a perecer para rescatar a cada hijo perdido.
Y es un desafío mayor pues no es imposición y es incondicional en su ternura.
Es la vida que está creciéndose en los más pequeños, en los pobres, en los que esperan contra toda esperanza en humildad y silencio, en las urgencias de un parto escondido al que no se le suele permitir espacio.

Es tiempo niño que transforma la noche en alba. Es tiempo de niños por un Niño que será todo en todos, y es menester despertarse de tanto lastre, relegar al olvido a tanto posadero egoísta y descuidado, a tanto Herodes envidioso y violento, y permitirnos la alegría de la vida que nos viene naciendo)

Paz y Bien

Tiempo de sueños, hora de no dormirse

Para el día de hoy (26/11/11):
Evangelio según San Lucas 21, 34-36


(Quizás debido a una visión a menudo errónea -un dios juez, fiscal y verdugo- la idea del juicio por parte de ese Cristo a su regreso nos puede preocupar, espantar y teñirnos de un rictus demasiado serio y adusto.
Sin embargo, lo fundamental es que Dios se hace historia: no participa como un severo espectador desde un cielo inaccesible, observándonos como quien mira una colonia de hormigas.
Dios se hace historia, se hace hombre, se hace tiempo, se hace uno de nosotros en un Niño que llora su hambre en brazos de su Madre. Es el sueño mayor, tal vez el sueño escondido, ése que nos dá la certeza que transpondremos las puertas de la muerte, y que la eternidad comienza aquí mismo.

Aún así, es un sueño extraño, como extrañas son las cosas del Reino: es un sueño que para disfrutarlo en plenitud y vivirlo en su totalidad, implica el no quedarse dormidos. En la cotidianeidad, demasiadas preocupaciones inútiles, el acoso cruel del dinero y la absolutización de lo que no tiene sentido ni importancia nos colman de modorra, nos duermen la esperanza, nos sobrecargan el alma en vano.

Pero es tiempo de andar ligeros, con la mirada clara, ser capaces de encontrar en plena noche a ese Niño que ha buscado abrigo con sus padres en un refugio de animales, pues lo han rechazado en todas las posadas. Y festejar, y alegrarse porque es la vida que persiste tenaz.

Para andar ligeros, es menester la oración y el servicio: la oración no como repetición a ultranza de fórmulas, sino más bien vidas orantes, y el servicio como distingo del salir de nuestras caparazones de egoísmo al encuentro del otro.
Oración y diaconía nos aligeran los pies y el corazón)

Paz y Bien

Fruto y Palabra

Para el día de hoy (25/11/11):
Evangelio según San Lucas 21, 29-33


(Todos estos días hemos venido rumiando el Evangelio según San Lucas, en ese gran bloque que es el discurso apocalíptico de Jesús. Lamentablemente y, por lo general, el término Apocalipsis tiene connotaciones negativas en nuestro mundo y en nuestra cultura.
Ella refiere pura y exclusivamente a lo postrero y a lo escatológico, es decir, a cuestiones que implican el paso previo por la muerte y la segunda venida de Jesús, previa aniquilación de la humanidad.

Sin embargo, Apocalipsis en su significado primero significa revelación, y desde una fé que nos transforma primero la mirada, todo se nos revela distinto y la esperanza en su humildad se nos descubre con raíces fuertes.

Las señales están allí, presentes y vivas, latiendo ante nuestros ojos y en nuestros corazones aún cuando nos agobie el dolor o nos acose la rutina y la vorágine diaria.
La Palabra es Palabra de Vida y Palabra Viva, Palabra que permanece a pesar de que el mundo se nos haga una centrífuga que arrastra todo a su paso y nada deja en pié.

El Reino está cerca, crece sin prisas ni pausas ni imposiciones en los corazones de cada mujer y cada hombre con ganas de estar vivos junto a los demás.

El Reino acontece frutal y se revela en la sencillez del abrazo, en la fecundidad de la compasión, en la contundencia de la misericordia, en la solidaridad que se hace revolucionaria, en la verdad que se vive y es liberación, en la bendición de la escucha y el buen humor, en los gestos mínimos de cortesía, en el hambre brutal que se mantiene a raya, en los pueblos que se yerguen firmes en la búsqueda de su dignidad innegociable, en los niños que crecen en paz y familia, en el pan que se comparte sin condiciones.

La eternidad se entreteje en nuestro presente porque Dios ha querido hacerse hombre en Jesús de Nazareth, y allí se arraiga nuestra esperanza)

Paz y Bien

Señales de esperanza, tiempo de liberación

Para el día de hoy (24/11/11):
Evangelio según San Lucas 21, 20-28


(No hay que cansarse de insistir en lo mismo: la literalidad es causa de todo fundamentalismo, y nada tiene que ver con la Buena Noticia.

Por eso mismo, aferrarse a ella implica sucumbir al espanto, resignarse a la muerte e inventarse un falso dios de las venganzas justicieras y de las batallas victoriosas que suponen la aniquilación de todos y cada uno de sus enemigos, un dios lejano y revestido de gloria omnipotente al que sólo se accede -y se manipula- mediante la ejecución precisa de una piedad puntillosamente codificada.

La información diaria nos abruma: la crueldad expresada en todas sus formas, la violencia que no cesa y que trata de justificarse de mil maneras -especialmente desde el lado de los poderosos-, la afrenta del hambre y la falta de trabajo, la corrupción que nos ofende, el poder cuasi omnímodo de los imperios opresores.

Pero con ese horror instalado, con el espanto cotidiano, con todo y a pesar de todo la esperanza no se nos apagará jamás, siempre palpitará en nuestras honduras un pequeño rescoldo.
Es claro que no es nada fácil erguirse en la confianza en plena tormenta de sufrimiento; sin embargo, es la historia en trabajo de parto. Los dolores son muy intensos, pero preanuncian la vida nueva que llega.

Creemos en un Dios que se ha hecho hombre, que se ha querido tejer en la historia por una cuestión de amor irrevocable hacia la humanidad. Desde allí, hasta la noticia más terrible se transforma en buena y se convierte en señal de esperanza, porque la liberación crece humilde y en silencio entre nosotros, y se propaga fértil a través de mujeres y hombres que siguen confiados los pasos del Maestro.

Dios ha querido hacerse uno más entre nosotros -Niño frágil en brazos de Madre- y toda la tierra se hace santa porque cada día la vida amanece entre pañales y promesa de crecer)

Paz y Bien

Lo que prevalece

Para el día de hoy (23/11/11):
Evangelio según San Lucas 21, 10-19


(No es una lectura demasiado amigable; más aún, puede demoler de manera contundente ciertas conductas piadosas y determinados acomodamientos religiosos.
Pensamos en pequeños y exclusivos reductos confortables, y Él nos habla de persecuciones, de violencias, de desprecios y traiciones.
Ansiamos aguas de tranquilidad, pero sólo se nos ofrecen las aguas turbias de las amenazas y el dolor.

No es dable ni sano tener estas vicisitudes como aspiraciones primeras, pero hay algo fundamental: vivir fielmente la Buena Noticia es estar dispuestos a nada contra corriente, a no resignarse ante la injusticia y la opresión, a no dormirse frente al dolor del prójimo, a atreverse a la sagrada rebelión de la solidaridad y la compasión incondicionales.

El camino de Jesús pasa, indefectiblemente, por la cruz, y mientras no estemos dispuestos a ponernos ese cadalso al hombro -el amor mayor- nos estaremos quedando en la higuera estéril de la tibieza y el compromiso declamado pero nunca vivido y proclamado.

Pero no hay que aflojar, no hay que resignarse, no hay que bajar los brazos pues solos no vamos.
Nos acompaña y sostiene Aquel atrevido que horrorizaba a tantos diciendo que no hay nada mejor que perderse para ganar la vida de otro.

No nos merecemos desesperar.
Lo que prevalece es la fidelidad y la confianza)

Paz y Bien

Derrumbes

Para el día de hoy (22/11/11):
Evangelio según San Lucas 21, 5-9


(El Templo de Jerusalem era mucho más que el punto neurálgico de la fé de Israel: era más bien el centro religioso, político y nacional. Más aún, no es aventurado afirmar que, para muchos, significaba el centro del universo, fueran fieles de Judea o de la Diáspora.

Desde los tiempos del rey Salomón, su magnificencia asombraba a todos los que podían verlo y transitar entre sus muros: enorme, resplandeciente de pompa y boato, con hermosas piedras y ofrendas votivas, desbordante de fulgor y riquezas concitaba todas las miradas y las almas.

A pesar de todo ello, Jesús anuncia que de todo ello no quedará piedra sobre piedra; en parte, profetiza la destrucción del Templo a manos de las legiones romanas de Vespasiano y Tito alrededor del año 70.
Pero sólo en parte.

Es también anuncio y profecía de otros derrumbes, tan decisivos como el del Templo. Son las catástrofes que se advierten cuando se caen las estructuras de todo aquello que consideramos indestructible, cuando se trastoca esa arquitectura del alma que nos hace considerar sagrado aquello que no lo es, cuando se prestan oídos y atención a poderosos anunciadores de premios y castigos divinos.

Somos pequeños y frágiles, fácilmente abatibles -aún los más bravos-, y estamos a la deriva de vientos borrascosos, los vientos mundanos y las tormentas de los estados de ánimo.
Sólo permanece lo que encuentra fundamento en lo que no perece, en lo que permanece con todo y a pesar de todo.

En ese Cristo Resucitado que se levanta está nuestra esperanza)

Paz y Bien

Esos invisibles

Presentación de la Virgen María


Para el día de hoy (21/11/11):
Evangelio según San Lucas 21, 1-4

(Los ojos mundanos se han vuelto ciegos a todos y cada uno de ellos; no es errado suponer que no quieran verlos.

En las multitudes difusas, allí en el pobrerío que casi todos evitan, desdibujados en todo lo que les han quitado, minimizados por el culto al materialismo y la devoción al dinero. Allí están, invisibles para la gran mayoría pero bien presentes a los ojos de Aquél que es la vida, para quien todos cuentan, y el valor anida en los corazones más que en bolsas abultadas.

Esa viuda también era invisible: invisible entre la masa de peregrinos, invisible entre los esplendores del Templo, invisible frente a los ricos y poderosos, invisible por ser mujer y no tener varón que la proteja.
Pero Jesús tiene una mirada profunda, que atraviesa los velos de lo superficial y pone en el centro de todo a un corazón capaz de compartir sus medios de supervivencia para que otro no pase necesidad: en esas dos pequeñas monedas sin valor aparente hay un tesoro inmenso.

No hay recetas mágicas para ninguna crisis, ni tampoco tremendas elucubraciones que sólo perpetúan la miseria; quizás debamos recomenzar a mirar y ver con esos ojos más transparentes, y que en la ofrenda de las almas pobres, ese darse uno mismo por el otro está el rostro de Dios y acontece el Reino, el Reino de Aquél que siendo Dios se hizo también un Niño pequeño, casi invisible, para la Salvación de todos)

Paz y Bien





Para que Cristo reine

Solemnidad de Cristo Rey


Para el día de hoy (20/11/11):
Evangelio según San Mateo 25, 31-46

(En nuestras existencias suelen ser factores determinantes esas necesidades psicológicas, religiosas y sociales; en parte por ello nos agrada sobremanera esa imagen tradicional de Christus Rex, Christus Imperator, coronado y cernido de infinita majestad visible que se impone.
También, porque una imagen así es mucho más manejable y tolerable, un dios a la medida de nuestras necesidades en el que proyectamos nuestras miserias y necesidades mezquinas.

Pero parece que Jesús de Nazareth, el Crucificado que ha Resucitado no cabe en ningún molde; nos asombra, nos despierta de cierto sopor religioso, nos despeina de acartonamientos, nos trae de regreso de muchas cegueras.

Es un rey que no ha tenido palacios, que se ha largado a los caminos rodeado de pescadores y pecadores convertidos, que no tuvo otro trono que los brazos de su Madre, que no le ha importado el prestigio, que desoye la fama, que reniega de pompas e imposiciones, que decididamente abraza la pobreza.
Lo imaginamos como un bravo guerrero que derrota a sus enemigos, pero se sacrifica en el cadalso de la cruz como el más marginal de los criminales.

Más aún: muchos lo creemos de nuestra exclusiva propiedad por pertenencia religiosa. Y hasta esa marquesina ha caído.
No quiere otro título que el de Hijo del Hombre: lo sabemos totalmente Dios y totalmente humano, y aún así se hace hijo y servidor de toda la humanidad, sin límites, condiciones ni fronteras.

La gran pregunta que prosigue es cómo hacer para que este Rey tan extraño tenga potestad en este mundo, tan del César y tan poco de Dios. Porque este Rey se identifica en plenitud con los olvidados, con los caídos a la vera de la vida, con los ninguneados de toda la historia.
Para colmo de males, no condensa sus tropas en un duro puño de hierro para abatir al enemigo: por el contrario, envía a los suyos armados de confianza y compasión, de fé y misericordia, con la coraza impenetrable del amor que se hace ofrenda para que los otros vivan.

Para que Cristo reine habrá que desvivirse para que haya pan en el plato del hambriento.
Para que Cristo reine habrá que colmar las copas vacías de los que mueren de sed de agua y de soledad.
Para que Cristo reine habrá que ir al encuentro el inmigrante despreciado y penalizado con los brazos y las puertas abiertas para que nadie se quede sin hogar.
Para que Cristo reine habrá que vestir al que está tiritando de desnudez y desprotección.
Para que Cristo reine habrá que ir allí, a los hospitales y hogares donde tantos abuelos agonizan en silencio y abandono, allí en donde los enfermos languidecen en sufrimiento y olvido.
Para que Cristo reine habrá que visitar al que no tiene libertad, por el motivo que fuere.

En todos y cada uno de ellos resplandece el rostro de Aquél que nos busca sin cesar, y que sólo quiere que vivamos en plenitud, que nos volvamos cada día más humanos.
El Reino no es una difusa promesa postrera, sino que es una realidad que se edifica en el aquí y el ahora, en corazones que se animan a que el Crucificado -que es el Resucitado- reine en sus vidas, que florezca la misericordia, que palpite la solidaridad, que la luz de la fraternidad de hijas e hijos disipe tantas tinieblas de egoísmo e injusticia)

Paz y Bien


Argumentos, argumentos y más argumentos

Para el día de hoy (19/11/11):
Evangelio según San Lucas 20, 27-40


(Parecería que el Evangelio para el día de hoy nos trae una otra polémica más entre los poderosos y el Maestro.
Sin embargo, es importante detenerse un momento en quienes protagonizan está discusión casuística y dialéctica: los saduceos -tseduqqim-, en tiempos de Jesús, eran un grupo que se agrupaba en torno a la casta de sumos sacerdotes del Templo -Caifás era uno de ellos- y ocupaban las posiciones sociales más altas, fundamentándose en sus riquezas y en el poder conseguido por sus excelentes relaciones con el ocupante imperial romano.
De aquí surgen necesariamente dos cuestiones: por un lado, no les interesa una retribución en una vida postrera pues ya disfrutan con fruición en la vida actual, nadando en las aguas del poder y del dinero. Por otro lado, era imposible que se entendieran y toleraran a Jesús de Nazareth: ese poder y ese dinero planteaban un abismo casi insalvable, y es dable suponer que pasarían manadas de camellos por otros tantos ojos de agujas antes de que un saduceo traspusiera las puertas del Reino.

La discusión gira en torno de la llamada Ley de Levirato -Dt 25, 5-10-, institución religiosa que garantizaba la pureza de la raza y la pervivencia del clan.
Más allá de todas razones, no les interesaba arribar al puerto seguro de la verdad: ya habían tomado partido de antemano, por lo cual el argumento de la ley de levirato se nos hace tan absurdo. Claramente, la intención es el desprecio y el desmedro de las enseñanzas del Maestro.

Podríamos aquí intentar hilar varias cuestiones fundamentales en torno a la Resurrección...pero es probable que, en las limitaciones de la razón, sólo añadamos más argumentos de manera indefinida, con un carácter decididamente estéril.

Lo valioso, lo que perdura y decide es la existencia es lo que Jesús nos revela: que Dios es Dios de Vivos, que la muerte no tiene lugar, que la Resurrección es don, gracia y misterio, mucho más que premio adquirido, y que a pesar de biologías y razones humanas, nosotros nunca moriremos.)

Paz y Bien

Traficantes de promesas, mercaderes de la esperanza

Para el día de hoy (18/11/11):
Evangelio según San Lucas 19, 45-48


(Es un rabbí galileo, profeta de la periferia: su acento y sus modos lo descubren como tal, y es objeto de desprecio y burlas. Ese campesino tosco se atreve a enseñar y a hablar de Dios en las mismas caras de los doctores, de los sabihondos, de los profesionales de la fé.

Es un hombre solo, erguido en toda su talla frente al Templo enorme, sin miedos al gran número de enemigos que lo desprecian y buscan afanosamente su muerte. Para colmo de males, denuncia con voz clara y sin ambages que han trastocado todo, que hay un abismo entre lo que hacen y dicen, que le han puesto precio a todo, que se han vuelto traficantes de fé y que comercializan la esperanza.

Aún así, el pueblo bebía agradecido sus palabras.

¿Y a nosotros?

Cada día se nos vuelve más imprescindible que el Maestro se haga presente en los patios de nuestras vidas, que nos haga despertar esas ganas insustituibles de conversar con quien queremos -de lo que sea-, para enviar al destierro perpetuo una oración que es trueque de piedad repetitiva a cambio de favores divinos.

Para que no vendamos jamás nuestra esperanza.

Para que no se nos sacie nunca el hambre por la justicia.

Para que se nos vuelvan a encender los fuegos de la solidaridad y la compasión, esas llamas que alumbran fuerte y nos hacen ver desde dentro que lo sagrado se encuentra en cada mujer y en cada hombre, que cada vida es única e irrepetible)

Paz y Bien


Shalom perdida

Para el día de hoy (17/11/11):
Evangelio según San Lucas 19, 41-44


(Es una escena conmovedora: Jesús llora por Jerusalem, profetiza que en unos años la Ciudad Santa será rodeada por las legiones de Vespasiano y Tito, que no quedará piedra sobre piedra, que muchos de sus habitantes caerán a manos de espadas romanas y otros tantos serán vendidos como esclavos. El Templo -centro religioso, neurálgico y político de Israel- será derrumbado.
Y quizás, por la fuerza de la profecía, se nos escape un distingo primordial de su humanidad: Jesús llora por su patria, por sus paisanos.

Lo verdaderamente grave es que esas piedras, muros y pavimentos considerados sagrados no lo son: en realidad son objetos, cosas, vacíos de contenido pues en ellos no está Aquel que les otorga la sacralidad con su Presencia.

La ciudad ha perdido y rechazado la paz santa, Shalom de la Gracia que se alcanza permitiendo que la Buena Nueva habite en sus calles. Es la paz que es hermana de la justicia y de la solidaridad, es la paz que respeta la vida como sagrada porque en cada mujer y en cada hombre reconoce a un templo vivo y palpitante del Espíritu de Dios.

En nuestras ciudades también la paz no tiene espacio: cuando se sacraliza lo financiero, cuando se reconocen santos determinados lugares antes que a las personas, la Shalom no es posible y se abren las puertas a todo tipo de violencias)

Paz y Bien

Depositarios

Para el día de hoy (16/11/11):
Evangelio según San Lucas 19, 11-28


(Se nos ha confiado mucho, muchísimo a nuestras escasas manos.
Se nos ha confiado la vida, se derrama sobre la existencia la Gracia.

Probablemente, la confianza de la que nos ha hecho depositarios el Dios de la Vida es inmerecida. Pero es el tiempo de la Gracia y la Misericordia, la ilógica del Reino.

En esa confianza, no hay espacio para creer en un dios de miedo, en un ídolo del temor; el miedo paraliza, congela, impide cualquier paso y, de esa manera, lo imprescindible es dejar tal cual está ese talento que se nos ha cedido, conservándolo inmóvil y escondido.

Lo verdaderamente decisivo que nos revela Jesús de Nazareth es que Dios es Padre, y Madre también: como hijas e hijos dejamos de ser esclavos del miedo.
Y cuando ese temor campea, la fé es ritual vacío, la caridad es una obligación a cumplir, la Buena Noticia se desvirtúa a un canon de preceptos para esclavos.

Lo que se nos ha confiado, maravillosamente se multiplica en tanto se comparte, en tanto la existencia se gasta y derrocha en favor de la vida del otro. Sólo así, quizás, podamos honrar a Aquel que nos amó primero y nos sigue queriendo y buscando.)

Paz y Bien

Señor de los perdidos y condenados

Para el día de hoy (15/11/11):
Evangelio según San Lucas 19, 1-10

(Era el jefe de los publicanos en Jericó; eso implicaba ser odiado con fervor y repudiado por casi todos sus paisanos.
Es que los publicanos era los recaudadores de impuestos para el Imperio: se ocupaban profesionalmente de que el pueblo cumpliera con esas cargas intolerables, pero además, añadían un porcentaje a estos gravámenes en su propio favor. En esta actividad, el Zaqueo de la lectura de hoy -quien es sindicado como muy rico- era objeto de un desprecio múltiple por recaudar impuestos, por enriquecerse a costa de los pobres y vivir permanentemente en contacto con los impuros romanos.

Zaqueo sabe que ese rabbí galileo a nadie condena ni excluye, por eso su afán de conocerle, y el esfuerzo de encaramarse por sobre los demás para verlo; aún así, con todos esos esfuerzos, es Jesús quien levanta su mirada, quien hace de la casa de Zaqueo su hogar sin otra exigencia que el pedido de compartir su mesa.

De algún modo, somos como Zaqueo; en perspectiva con el universo y con Dios, somos muy pero muy pequeños, y nuestras miserias cotidianas -eso que llamamos pecado- nos van reduciendo nuestra estatura moral y nuestra amplitud ética.
Sin embargo, hay un Cristo que, con todo y a pesar de todo, nos busca y quiere sentarse con nosotros a la mesa, e instalarse en el hogar de nuestro corazón.

Y de algún modo también, es la misión de esta familia zaquea que llamamos Iglesia: hay muchos -demasiados- encaramados a ignotos árboles, objeto de múltiples desprecios y de rechazos legítimos. Pero la mirada de Jesús vá más allá de un presente tenebroso y agobiante en su rutina, y mira y vé lo que todos y cada uno puede llegar a ser, y en sus ojos destella la mirada del Padre que no quiere que ninguna de sus hijas e hijos se pierda, sean lo que sean, hayan hecho lo que hayan hecho.
Eso es la Gracia y es la Salvación que se ofrece como pan abundante que se regala)

Paz y Bien

Cegueras e incomodidades


Para el día de hoy (14/11/11):
Evangelio según San Lucas 18, 35-43

(Está allí, a un costado del camino, a la vera de la vida que pasa. No tiene otro horizonte que la oscuridad de su ceguera, y suplica una limosna que alivie su miseria y su pesar.
Escucha el rumor de la multitud que camina, y desde sus oídos agudos pregunta el porqué de tanta gente: es Jesús de Nazareth que pasa.

En su aflicción, no se resigna y comienza a gritar -¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!- con voz cada vez más creciente. Sus gritos molestan, y es conminado a callarse.

Solemos hacer lo mismo con los inmigrantes ilegales, con los pobres, con los estigmatizados por el HIV o cuestiones de género, con los desempleados, los que gritan sus penas porque esos gritos molestan, porque no son políticamente correctos, porque quebrantan nuestras mezquinas previsiones.
Pero el Maestro está atento: es Cristo que pasa, es el Salvador que oye y escucha el clamor de los que sufren aún cuando los que le siguen pretendan acallar esos lamentos que duelen.

Ese hombre ciego utilizaba una expresión que a Jesús no le gustaba -Hijo de David-, pero aún así Él se acerca. No se detiene en la postura cuidadosamente ortodoxa del hombre, le importa la fé que se desprende de ese grito confiado.
Así nuestra gente más sencilla: a menudo puede causar horrores cierta religiosidad practicada a ojos muy meticulosos, a mentes puntillosamente canónicas. Pero allí hay fé, hay confianza, hay amor.

En Jesús de Nazareth, Dios Emmanuel, se conjuga la redención como urdimbre santa de Dios y el hombre; por ello, cuando acontece la fé, suceden los milagros, vuelve la luz y se disipa la ceguera.

Nosotros solemos padecer otro tipo de cegueras también: es aquella de la pura praxis, esa soberbia encubierta que supone todo lo que debemos hacer por Dios, defendiéndolo a Él y a la Iglesia.
Pero resuenan apacibles las palabras de bondad del Maestro, en cada instancia de nuestras vidas, preguntándonos qué puede hacer Él por nosotros, hombre que sólo sabe de servir a los demás, Dios que se desvive por los otros.

Nos está esperando siempre, y sale a nuestro encuentro)

Paz y Bien

De audacias y talentos

Para el día de hoy (13/11/11):
Evangelio según San Mateo 25, 14-30


(Invariablemente, la lectura lineal de la Palabra conduce a una interpretación errónea de las enseñanzas del Maestro acerca del Reino y de su Padre.
La literalidad es madre de todos los fundamentalismos, esos que justifican desigualdades, que hablan de un dios severo y calculador propagador de miedos, que entierran en pozos perfectamente calculados la incalculable y maravillosa Gracia de Dios.

Desde esa postura -que nada tiene que ver con la Buena Noticia- es crucial discernir hacia donde quiere orientarnos la mirada la Palabra: suponer a un dios que reparte sus dones de acuerdo a las mayores o menores capacidades de las personas es un error grave, y es una postura muy cruel, que reniega abiertamente de la Gracia y la Misericordia que se nos revelan por Jesús de Nazareth.
De allí a pensar que hemos sido creados de modo desigual se justifican teológicamente que unos estén por sobre otros, que se realicen religiosos argumentos de prebendas y opresiones, que la fraternidad y el amor incondicional de Dios a todos los hombres y mujeres sea sólo una bella idea y no una realidad que nos impulse a transformar la tierra.

En ese sendero, la clave no está en la riqueza repartida, en los diversos carismas y capacidades ni en su uso y las exigencias previas canónicamente impartidas.

Hay que animarse a anunciar que, sin merecerlo, somos destinatarios y herederos de la increíble e inconmensurable Gracia de Dios. Anunciarlo a diario, en el silencio servicial y humilde de quien no vive para sí. Anunciarlo en el gesto bondadoso, en la palabra compasiva, en la escucha solidaria. Anunciarlo en el abrazo y en la transparencia cotidiana.
Animarse -con todo y a pesar de todo- a anunciarlo desde los tejados, y no esconderla en pozos de miedo, de exclusión, de elitismos.

La Gracia de Dios es un extraño tesoro, que se multiplica y crece en la medida en que se derrocha a favor de los demás.)

Paz y Bien



Oración y justicia

Para el día de hoy (12/11/11):
Evangelio según San Lucas 18, 1-8


(El juez de la parábola no nos es un desconocido; a su señoría El Mundo no hay muchas cosas que le importen fuera de sí mismo, mucho menos el clamor de los desvalidos representados hoy en esta viuda tenaz.

Íntimamente unida a este ruego insistente por la justicia, está la oración.
Y el Maestro es claro: no se trata de la repetición ad nauseam de fórmulas preestablecidas, sino más bien de estar dispuestos a la escucha, a la confianza, a la esperanza, a la fidelidad.

Por ello mismo la oración ha de ser diálogo confiado y fiel, en la búsqueda de la justicia, de la vida plena para todos.
¿Cómo hacer oración en un tiempo en donde aturde tanto grito suplicante de tantas viudas y huérfanos por migajas de justicia?

Quizás se trate de una esperanza activa, de que la plegaria no caerá en saco roto, de seguir golpeando las puertas sin desmayo sabiendo que no estamos solos, que un Padre se desvive por nosotros.

La oración es auténtica cuando escucha la voz de Dios en el clamor de los pobres, y responde desde el corazón con fidelidad y entrega que ha aprendido de su hermano y Señor, Jesús de Nazareth el Crucificado y Resucitado)

Paz y Bien


Tiempo maduro

Para el día de hoy (11/11/11):
Evangelio según San Lucas 17, 26-37


(El tiempo de Dios -kairós- fluye caudaloso por entre las aguas estancadas de nuestro acotado y escaso margen espacio temporal -chronos-.

Por la fé, sabemos y creemos en el regreso final y definitivo de Cristo: pero también sabemos que la historia está grávida de Dios, y que la eternidad se manifiesta también en la cotidianeidad, allí en donde mujeres y hombres comen, beben, se casan, compran, venden, plantan y construyen.
Quizás una de las claves que se nos proponga hoy es no aferrarse a lo que perece, a lo que implique muerte, renegando de cualquier asomo de corrupción.

El tiempo está maduro, y no hay que detenerse mi aferrarse al pasado, mirando hacia atrás, atándonos a todo aquello que nos aprisiona y nos puede derrumbar.

La vida es don, es gracia y misterio otorgado incondicionalmente. Se nos ha confiado a cada uno de nosotros tierra fértil para que rinda sus frutos, y en ese mandato la vida -en la ilógica del Reino- se gana cuando se pierde entregándola para que otro viva, en la fantástica pobreza de quien nada quiere para sí, de quien se lleva en las honduras de su alma a sus hermanos, del que se enriquece cuando se hace ofrenda, sin mirar atrás)

Paz y Bien

Oculto a la vista de todos

Para el día de hoy (10/11/11):
Evangelio según San Lucas 17, 20-25


(Ya está aquí, entre nosotros.
Con la tenacidad y la fuerza de una pequeña semilla, viene empujando a la vida en ciernes para que se nos broten buenos y nuevos frutos.

Una cosa es clara: no se lo encuentra en la imposición, en la espectacularidad, en lo multitudinario, en las demostraciones de fuerza, en los reglamentos.
Por el contrario, tiene el perfume del aquí y el ahora y el color de la humildad.

En la sencillez de la vida cotidiana se lo puede encontrar, aunque otros nombres y rótulos se le adjudiquen: el Reino está aquí entre nosotros y se llama solidaridad, se llama buen humor, se llama ternura de madre, se llama esfuerzo de padre, se llama cordialidad, se llama compasión, se llama mirada transparente, se llama esperanza, se llama entrega desinteresada, se llama sonrisa, se llama trabajo, se llama compartir, se llama alegría, se llama serenidad.

En las honduras de los corazones humildes de mujeres y hombres viene creciéndose el Reino de Dios, con una fuerza que no puede detenerse.
La eternidad se entreteje en la vida cotidiana)

Paz y Bien





Comerciantes de almas, cambistas de lo ajeno

Para el día de hoy (09/11/11):
Evangelio según San Juan 2, 13-22


(La situación descrita en la Palabra para el día de hoy siempre nos conmociona: imaginarnos a Jesús látigo en mano, echando animales y volcando mesas de cambistas nos lleva necesariamente a pensar en una escena de ruptura violenta.
Seguramente, todo ello desató más de un odio en los miembros del Sanedrín que poco tiempo después habrían de sentenciar a muerte al Maestro: algunos de ellos -especialmente Anás y su familia- tenían importantes intereses pecuniarios en esas mesas y obtenían inmensos réditos dada la afluencia de peregrinos de Israel y de la Diáspora al Templo de Jerusalem.

Pero quedarnos solamente con la superficie de los hechos -por significativa que fuere- implica renegar del signo y el símbolo que supone.
En realidad, hay mucho más que manadas de bueyes y ovejas espantadas y es otro el significado de esas mesas cambiarias volcadas.
Lo que se derriba es esa mentalidad de los apropiadores de almas, aquellos que pretenden comercializar la Gracia incondicional de Dios, el amor y la misericordia que se derraman sobre todos gratuitamente. Allí está el auténtico escándalo que Jesús de Nazareth no soporta ni tolera.

Es el escándalo de pretender que la Gracia es para unos pocos elegidos; es la desfachatez de imponer normas y rituales a cumplir puntillosamente para procurar el amor incondicional y gratuito del Dios de la Vida.
Es la crueldad mayor de restringir con condiciones previas el acceso a la mesa amplia de Dios que es Padre y Madre, que no quiere que ninguna hija o ningún hijo vaya a faltar a su banquete.

Las palabras siguientes del Maestro transforman y reubican el polo de toda existencia: los templos-sitios de culto y oración son importantes, pero los templos sagrados son cada mujer y cada hombre, templos vivos en donde habita el Espíritu de Dios, templos andantes en donde palpita la eternidad.

Quiera Dios que el celo por una casa amplia y accesible a todos, sin pagos previos ni comercio falaz nos encienda y consuma a todos y cada uno de nosotros)

Paz y Bien


El salario de la Gracia

Para el día de hoy (08/11/11):
Evangelio según San Lucas 17, 7-10


(Los criterios para mesurar lo justo y lo injusto suelen pasar por un apotegma clásico, aquél que refiere en dar a cada uno lo suyo. De allí sólo hay un paso para intentar inferir que es lo que por justicia le corresponde a cada uno.
No está nada mal, es claro, máxime cuando desde ese principio se articula toda lucha y esfuerzo por el empleo, por la paz, por la equidad, por la dignidad, por sueldos dignos.

Sin embargo, los sentires del Altísimo no están acotados a esa idea.
El Dios de la Vida que se revela en Jesús de Nazareth escapa a cualquier preconcepto y desborda gratamente mesuras y previsiones.
Es el tiempo del Reino, el tiempo de la Gracia, de lo gratuito, de lo dado sin condiciones y por amor puro. Para Jesús su Dios vé ante todo hijas e hijos a los que cuidar como un Padre y amar como una Madre, hijas e hijos a los que no le impone condiciones ni le exige acumulación de méritos a cambio de premios temporales y eternos preestablecidos.

En esa música del Reino, quizás debamos afinarnos.
Descubrirnos hijos de un Padre increíble que supera toda expectativa limitada en sus mares de generosidad es un despertar que nos conduce a los senderos del Maestro, senderos de servicio humilde y desinteresado, ese servicio de los que se saben muy pequeños e ínfimos pero que, a pesar de todo, siguen y trabajan sin desmayo, y se saben generosamente pagados de antemano aún sin merecerlo

La vida se edifica en urdimbre santa entre Dios y la humanidad en el esfuerzo generoso y solidario del día a día)

Paz y Bien

Mujer de cada día

MUJER DE CADA DÍA

Mientras crece la noche, cada día
prende el Amor su llama
en tu candil de aceite desvelado,
siempre igual y creciente.
El pan de tus moliendas se cuece, cada día,
bajo el fuego tranquilo de tus ojos,
mientras crece también la madrugada.
La fuente de la plaza te entrega, cada día, su limosna
mientras le crece el corazón al mundo.

Como el ave del Tiempo vas y vienes,
de la casa a la calle, del Misterio al misterio,
muchas veces al día,
y llevas con tus pasos el compás de las horas...
Tú sabes qué es vivir a pulso lento,
sin novedad para la prensa humana.
Apenas sin distancia: la de un grito.
En esta pobre aldea que vigilan
las higueras comadres
y el centinela de un ciprés oscuro.
-¿De Nazaret va a salir algo bueno?
José viene cansado, cada noche.
Y el Niño trae el hambre entre los dedos
por undécima vez.
-¿Qué quieres, hijo?
(Las almendras se miran, asustadas de gozo,
y el plato ríe miel por todas partes).

Tú ya has dejado el huso sobre el banco dormido
y la lana suspira blancamente.
Esta mañana has ido por retama,
y te sangran las manos, en silencio,
y te huelen las manos a lejía de yerbas.
Has ordeñado luego las dos cabras sumisas,
y sabes toda a leche.
Ayer vino el siroco, y te abrasó las flores.
Hoy irrumpe el simún
como una tropa de soldados romanos,
y hay que cerrarlo todo y, con la prisa, a oscuras,
se te pierde una dracma, rescatada
del tributo de Herodes.

Si las vecinas rompen tu retiro, como gallinas locas,
tú sonríes.
Un día nace un niño, y tú lo acunas.
Y un día muere un hombre, y tú lo velas.
En la olla inservible crece un lirio morado,
y tú riegas su lenta profecía.
Nazaret se despuebla, cuando llega la Pascua,
y tú marchas con todos,
peregrina del Templo,
con Yahvé de la mano,
con un salmo en la boca.
La ruta de Israel converge en tus sandalias.
Y los caminos múltiples del mundo
arrancan de tus pies caravaneros.

Tu corazón no para, día y noche.
Día y noche recogen sus limpios cangilones
el agua de la Vida.
Y el Verbo se hace Hombre, día y noche,
delante de tus ojos,
al filo de tus manos,
detrás de tu silencio...

Dom Pedro Casaldáliga, cmf
Obispo Emérito de Sao Félix de Araguaia, Brasil

La otra maternidad

Santa María, Madre y Medianera de la Gracia


Para el día de hoy (07/11/11):
Evangelio según San Juan 2, 1-11

(Sin dudas, es una lectura extraña.
Se trata del relato del primer signo de Jesús, y sucede en Caná, una aldea de la siempre sospechosa y marginal Galilea de los gentiles, esa misma Galilea que es patria chica del Maestro, esa Galilea que los sabios y entendidos desprecian juiciosamente pues nada bueno puede venir de allí.

Aún sin una mirada de fé, desde un punto de vista estrictamente literario sucede lo ilógico: se trata de un hecho tan fundante como el milagro primero del Salvador, pero la escena gravita alrededor de una mujer. Es María la que adquiere un protagonismo fundamental con una presencia mayor a la de invitada, es María la que se preocupa porque el vino se acaba, es María la que moviliza al Hijo, es María la que dibuja el horizonte: -hagan lo que Él les diga-.

Es un tiempo nuevo, y la maternidad no está acotada al hecho biológico: se trata de prohijar corazón adentro las necesidades del prójimo, se trata de que la Palabra se haga embrión fecundo en el alma.
En la existencia de mujeres y hombres, imposiciones, ritos vacíos de misericordia y solemnidades estériles se han vuelto hasta el cansancio tinajas de piedra llenas de agua vieja, en donde la fiesta de la vida se viene apagando.

Esa mujer judía de aldea sospechosa -casi una nada, sólo una mujer- intuye en las honduras de su ser que ese Hijo tiene la respuesta a esa pregunta que pocos se animan a hacer; la lógica indica que debía dirigirse a los responsables de la celebración al darse cuenta de que se acaba el vino que escanciar.
Pero se atreve, confiada, a interrumpir una animada velada del Hijo y sus amigos. La solicitud por esa fiesta que se duerme es señal que anticipa el milagro, porque la solidaridad es flor primera de la compasión y la misericordia.

¿Hay palabras precisas o una obra de arte suficiente que refleje esas miradas entre Jesús y María?... Sólo habría que dejarse llevar por la intensidad de la escena para estremecerse.
Jesús de Nazareth sabe de su horizonte de cruz y entrega absoluta; aún así, en esa fiesta privilegia el nosotros entre Él y su Madre por sobre todo lo demás.
La respuesta de María es respuesta de fé, de confianza, de maternidad de quien escucha atentamente la Palabra y se deja transformar: por ello brinda una respuesta que desborda cualquier expectativa, y que ha de resonar en nuestro presente y en la vida de todo creyente. Hagan lo que Él les diga es el navegar seguro de la Salvación.

Son seis tinajas de piedra para las abluciones prescriptas por la ley mosaica, seis tinajas de entre ochenta a ciento veinte litros repletas de agua antigua que se transforman por solicitud y amor en seis tinajas llenas de alegría y esperanza que enciende la vida que se apaga.
Parece mucho, demasiado vino: setecientos litros de vino excelente colman la necesidad de cualquier boda...es que en el tiempo de la Gracia el bien es impensado, desmesurado y desbordante, es que hay vino que debe guardarse para los que vayan llegando a las bodas de Dios con la humanidad, es ese vino que se nos ofrece beber en el aquí y ahora.

A pesar de argumentos encontrados y valederos, teologías profusas, acusaciones múltiples, la escuchamos a María preocuparse por esta vida que se nos duerme, sabemos que el Hijo jamás dirá que nó a una cuestión de Madre, que esos servidores anónimos de siempre son los que en verdad descubren el origen del vino bueno, y que todo se trata de una cuestión de amores)

Paz y Bien

De la noche de la desidia a la luz de la esperanza

Para el día de hoy (06/11/11):
Evangelio según San Mateo 25, 1-13


(Durante demasiado tiempo hemos tenido el alma coaccionada bajo amenazas: amenazas de condenación respecto de un dios acechante, juez exacto y rapidísimo verdugo dispuesto a ejecutar las penas que nos correspondan por no haber cumplido con normas y mandamientos al pié de la letra. Este castigo está a las puertas de nuestras vidas terrenas, en un postrero final humano necesariamente desentendido del presente.

Pero todo esto se corresponde con construcciones religiosas muy crueles, que sospechamos poco y nada tienen que ver con Abbá Padre de Jesús y Padre Nuestro.
Esta construcción de la existencia supone la conformidad relacionada al cumplimiento de la liturgia dominical y de fiestas de guardar, una fé de puertas adentro que se desentiende de lo que sucede alrededor, que se escinde de lo que le pasa al otro, que se duerme en su comodidad. Es la desidia militante, es patear hacia adelante -a una posteridad post mortem- cualquier transformación, es la negación del otro, es renegar de esa cruz del aquí y ahora, es el individualismo de puertas adentro.

Jesús de Nazareth era aquel atrevido que sin siquiera pestañear. frente a los inmensos hachones del Templo, se animó a decir que Él es la luz del mundo.

El Resucitado está aquí, presente entre nosotros; por ello mismo la luz está y persiste y persevera aún en medio de nuestras noches más cerradas.
Todos y cada uno de nosotros -mujeres y hombres a menudo sometidos a la ventura de una vida poco humanizada- nos podemos encender e irradiar esa luz de esperanza que se expande y no se disipa, que se destella y resplandece por saber y creer que todo puede mejorar, que estamos creados y soñados para la fiesta y la celebración, todos, toda la humanidad, sin excepción.

Jesús de Nazareth es la Palabra de Dios que se ha encarnado, ese Dios Emmanuel, Dios con nosotros; es el tiempo santo de la Gracia, tiempo sagrado de Dios y el hombre y es menester no apagarse, no dormirse en falsas seguridades, en neutralidades vacuas y estériles.
La luz se acrecienta cuando tomamos partido y nos dejamos encender por esa luz que desaloja toda tiniebla opresiva y cerrada de estos arrabales de esa vida plena que solemos llamar cielo)

Paz y Bien

Posesiones verdaderas

Para el día de hoy (05/11/11):
Evangelio según San Lucas 16, 9-15


(Jesús es terminante: no puede haber en nuestras vidas dos señores, o se sirve al Dinero o se sirve a Dios.

Lo sabemos y lo vivimos, cuando el dinero pierde su carácter meramente instrumental, se vuelve un ídolo cruel que produce esclavos, genera pobres en serie y deshumaniza todo lo que toca.
Sólo basta una mirada que tome distancia de lo superficial, y todo está allí, a la vista: el Dinero es ese dios cruel y el mercado su religión predominante, a la que la gran mayoría asiste como espectadores pasivos y dolientes, tolerando lo que debería ser intolerable.

Con sólo una letra se trastoca el verdadero sentido: el dinero no es inocuo, el dinero es inicuo.

Desde allí, quizás emprender un camino ético que nos ponga en marcha, superando la razonable tendencia a ideologizar el espíritu: lo que verdaderamente se queda, lo que con certeza nos pertenece es lo quedamos, lo que se entrega sin condiciones.
Volverse servidores de Dios significa empeñar la totalidad de la vida en la compasión y la solidaridad)

Paz y Bien

Unas deudas impagables y un administrador escandaloso

Para el día de hoy (04/11/11):
Evangelio según San Lucas 16, 1-8


(Sería fácil encaminarse a través de esta parábola por criterios mercantiles y con esa medida que solemos tener acerca de lo justo y de lo injusto, es decir, en el mejor de los casos cuando entendemos por justicia dar a cada uno lo suyo.

Desde esos parámetros, claro está, podemos hablar con holgura acerca de un administrador infiel y a la vez astuto; es así desde nuestros criterios limitados, y seguramente ha de tener una gran influencia en nosotros esas lesiones que nos producen los hechos de corrupción y nos corroen el alma.

Pero hay que animarse a más ¿porqué no buscar una clave/llave de lectura desde lo increíble de la Gracia de Dios?

Desde allí todo cambia: esos deudores somos todos y cada uno de nosotros pues, al fin y al cabo, nuestras deudas como hijas e hijos del Padre son impagables, exorbitantes. No hay plan ni tiempo para su cancelación.

Pero allí está el escandaloso mayor, Jesús de Nazareth, derrochador consuetudinario de amor y perdón. Se nos perdona de un modo inconmensurable, absolutamente desproporcionado por aquellas acreencias adquiridas en nuestros olvidos y negaciones de Dios y del otro.

Nuestras deudas han sido saldadas a precio de sangre por Aquél que nada ha guardado para sí, por Aquél que quiere ser recibido con alegría en el hogar de nuestras pobres existencias morosas.

Quizás a nosotros nos quede actuar así, a su modo, derrochadores empecinados de compasión y misericordia, aliviadores perpetuos de tantas cargas que impiden la esperanza y el futuro)

Paz y Bien

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