La invitación universal al ágape de la Salvación













Para el día de hoy (31/10/18) 

Evangelio según San Lucas 13, 22-30







La pregunta que le realizan a Jesús de Nazareth es producto de inquietudes nada nuevas y muy persistentes, a tal punto que siguen, en nuestro tiempo, teniendo una singular relevancia.
Esa pregunta refiere al número de los que han de salvarse: en general, y aún cuando sea formulada desde diversas ópticas religiosas, responde a criterios restrictivos y de pertenencia, y ha sido y es, en numerosas ocasiones, la vía u oportunidad para ejercer terror en los corazones, procurar la adhesión religiosa forzada a través del miedo.

La restricción vía pertenencia responde a cuestiones elitistas, es decir que por pertenecer a un pueblo, a una nación o a una confesión determinadas, automáticamente se adquiere el favor divino mayor, la vida postrera. Ello supone también, tácitamente, que el creyente es un mero espectador pasivo de su destino, y suele aparejar exactos fervores rituales desprovistos de corazón y de compromiso extra templo.

Para el Maestro, la pregunta que le realizan es falaz porque parte de supuestos erróneos. En la sintonía del Reino, no se trata del número de individuos a salvarse, ni de los privilegios adquiridos por pertenecer, sino antes bien de la invitación a la vida plena como celebración perpetua, mesa grande de fraternidad porque el Dios de Jesús de Nazareth es Padre y es Madre, y todos somos hijas e hijos y, por ello, hermanos.

Esa invitación no admite pasividades. El Reino de Dios aquí y ahora es el tiempo santo en que la humanidad edifica su destino y escribe su historia junto a Dios, el misterio asombroso de la Encarnación.
Para ir a ese banquete es menester -como decían los abuelos- adecentarse. La puerta de acceso está abierta pero deviene estrecha a los egoísmos y las injusticias: las existencias egoístas e injustas, impermeables al amor, tienden a engrosarse irremisiblemente capa tras capa, en corazas cerradas en donde no hay sitio ni para Dios ni para el hermano. Y así, enormes y torpes, no podemos pasar por nuestra exclusiva responsabilidad.

Lo importante, lo que realmente cuenta es que todos, sin excepción, hemos sido invitados al ágape de la Salvación, que es don y es misterio. Nos queda preguntarnos qué debemos cambiar, hacia donde debemos converger/convertirnos para ser reconocidos como invitados, y a la vez descubrir que otros tantos que ni siquiera imaginábamos han de sentarse junto a nosotros.

Porque el verdadero privilegio es la Gracia.

Paz y Bien

La justicia, la paz, la compasión, el gesto cordial, el perdón, frutos de la Gracia de Dios

















Para el día de hoy (30/10/18):  

Evangelio según San Lucas 13, 18-21









Jesús de Nazareth ahondaba en cosas de la vida cotidiana que sus oyentes conocían bien para revelar y enseñar las cosas de su Padre, el Reino presente que se ofrecía, incondicional, a todos comenzando por los pobres, los pequeños, los que no cuentan.

A veces no es tan importante recorrer enormes distancias en insignes bibliotecas. Las respuestas se encuentran en el patio de la vieja casa familiar, o mejor aún, en las honduras de los corazones.

En aquellos tiempos y por esas tierras era habitual encontrarse con la planta de mostaza, que en numerosas ocasiones crecía silvestre; quizás su distingo principal era la pequeñez de sus granos, sus semillas, tan ínfimos que parecían perderse entre los dedos sin darse cuenta.
Pero a pesar de ser tan pequeña, tan ínfima, esa semilla lleva escondida una fuerza asombrosa: cuando cae en el abrazo firme de la tierra, entre sus pliegues oscuros germina con una pujanza tal que es capaz de romper cualquier terrón, por más apretado que éste se encuentre, y salir al sol como un arbusto frondoso capaz de cobijar a todos los pájaros extraviados.

Igual con la levadura. Debido a los rígidos criterios religiosos imperantes, la levadura es un factor de corrupción, de suerte que se tendía a evitarla en los ámbitos sagrados; así, el pan de Séder Pésaj será pan ázimo -pan sin levadura- en parte a ello. Pero para las comadres que a diario se esforzaban con el bollo familiar, al ser el pan la principal alimentación, sabían bien que una pequeña porción de levadura en tres medidas de harina, luego del tiempo leudante, fermentaba a toda la masa, oculta entre nubes de trigo.

Contrariamente a los parámetros mundanos, lo que no se vé es lo que transforma el presente con una fuerza humilde, tenaz, inusitada.

Lo que no se vé es la Gracia de Dios, y sus frutos son la justicia, la paz, la compasión, el gesto cordial, el perdón.

Paz y Bien

La compasión y el socorro son el culto primero del amor de Dios entre nosotros












Para el día de hoy (29/10/18):  

Evangelio según San Lucas 13, 10-17








Cada sábado, en la celebración que se realizaba en las sinagogas, un laico -tal como lo entendemos en nuestro tiempo- podía leer y comentar la Palabra y también presidirla. Jesús de Nazareth lo realizó en varias ocasiones, tal como nos brinda su testimonio los Evangelios; sin embargo, no tenemos la certeza que en la ocasión que nos brinda el Evangelio para este día haya sucedido así, como un simple participante o como principal entre los suyos.
Ambos escenarios controvierten las costumbres: como simple participante expresa una autoridad sorprendente e inusitada. Como rector del culto, transgrede las costumbres haciendo pasar a una mujer al ámbito de oración reservado a los hombres y poniéndola en el centro de la atención.

Todas las miradas se centran en el Maestro, pero a su vez todas las miradas parecen ignorar el prolongado sufrimiento de la mujer. Dieciocho años encorvada, sin levantar la mirada, agobiada por la carga de una culpa, aplastada por ser mujer y por estar enferma.
Tal vez ella anduviera buscando refugio y consuelo en las inmediaciones de un sistema que normalmente la dejaba a un lado, dolor razonado, miseria que se perpetúa. Pero sólo en Cristo encuentra verdadera liberación y vida plena.

Él mira a su alrededor, y su corazón sagrado es capaz de verla en su identidad única e irremplazable. Hija de Abraham denota una dignidad que la reconoce como heredera de las promesas de Dios como todos los demás.
La Palabra del Señor la restaura, la levanta, la endereza de su enfermedad. Es ahora una mujer plena y libre que puede mirar a los demás a los ojos, y que renovada por el paso salvador de Dios por su existencia alaba y agradece.
Como si no fuera suficiente con mirarla y llamarla, le impone las manos, gesto prohibido por cierta torpe moralina, acción proscrita en la rígida religiosidad que considera impuro a un enfermo.

Pero esas manos por las que desciende la bendición expresan también a un Dios que no se desentiende de su creación, un Dios que se involucra sin excepciones en todos nuestros barros.

Surgen entonces las voces estrictas de los detectores de heterodoxias de siempre. Los hay en todos lados -solemos ser así-, y en esos menesteres solemos apagar nuestra capacidad de reconocer la misericordia de Dios, el bien que se prodiga, las urgencias de los hermanos.

Los hermaos encorvados y doblegados por mil dolores no pueden ser apartados de nuestro centro, ni vistos como un accidente habitual de nuestros días. El dolor del otro no admite demoras, o mejor aún, la compasión jamás, por ningún motivo o reglamento debe postergarse.

La compasión y el socorro son el culto primero del amor de Dios entre nosotros.

Paz y Bien


Conversión, converger hacia Dios y hacia el hermano


















Domingo 30º durante el año

Para el día de hoy (28/10/18):  

Evangelio según San Marcos 10, 46-52











Ante todo, la especificación geográfica: Jericó se encuentra a unos 30 km de la Ciudad Santa. En la ruta hacia Jerusalem, Jericó deviene en un suburbio suyo, y no es un dato menor: la enseñanza de hoy transcurre a las puertas de la Pasión, y por lo tanto cobra relevancia y se ilumina en perspectiva de cruz y amor mayor.

En tiempos del ministerio de Jesús de Nazareth, las patologías visuales eran demasiado usuales, toda vez que la arena lesionaba las córneas tanto como el reflejo del fuerte sol sobre las piedras blancas. De ese modo, muchas personas terminaban ciegos o con una gran disminución de su capacidad visual, y esa condición les impedía llevar una vida normal, especialmente trabajar para ganar el sustento de su familia.
Pero el problema no se acotaba a ello: por las rígidas normas de pureza ritual, se percibía a toda enfermedad como un justo castigo de Dios por los pecados cometidos -o por los pecados cometidos por los padres-, de tal modo que dentro de la mentalidad imperante, la enfermedad era oprobiosa y el enfermo debía resignarse a su triste condición. Desoladora imagen de un Dios dispensador de castigos, miserias y resignaciones en donde se abdica toda esperanza.

Desde la perspectiva del párrafo anterior, se comprende la ubicación del hombre ciego de la lectura de este día. Está a la vera del camino mendigando como muchos lo que se pueda para apenas sobrevivir, la miseria tolerada que se acepta como usual, corriente, tolerable, y que no se permite cualquier alteración del desorden establecido.
Pero cuenta también la resignación que se espera del doliente, el silencio, la parálisis que no moleste a los que discurren por la vida sin complicaciones porque se han vuelto incapaces de mirar a los costados.
El Evangelista rescata el nombre de ese hombre que está a la vera del camino: tiene un rostro concreto, un nombre con raíces, y es humilde señal de un Dios que nos conoce y nos ama tal como somos, en nuestra identidad única. Y más aún, los que sufren no son abstracciones a resolver en pretéritos escritorios sino hombres y mujeres concretos, de carne y hueso que suplican auxilio.

Sin embargo, Bartimeo no se resigna. La falta de luz que reconoce es el segundo paso para restablecer su salud, una palabra hermana de otra, Salvación; el primer paso es el Cristo que camina, que lo busca, lo llama, no lo rechaza.
Quizás más que la incapacidad visual se destaque que ese hombre está sumido en un mundo uniforme, oscuro, sin matices ni posibilidades. Así, todos somos en cierto modo Bartimeos, mendigos de misericordia que suplicamos una pequeña brizna de luz, para ver y vivir.

A ese hombre ha llegado el amor de Dios, la misericordia que sana, restaura y libera. El manto que simbolizaba su existencia demolida vuela alegremente por los aires, y es la vida vieja -una no-vida- que se hace pasado, porque cuando Cristo se hace presente todo es posible. Lo verdaderamente definitivo es el amor de Dios, todo lo demás es pasajero, hasta lo más gravoso. Hay que saber pedir, y pedir con confianza, aún cuando todo diga que nó, aún cuando las voces circunspectas de los razonadores de dolor y miserias quieran esconder a los que sufren, acallando el sufrimiento como quien esconde residuos bajo las alfombras de lo cotidiano.

Allí hay un hombre que tenía una discapacidad visual y que es sanado por el amor de Dios que se expresa en Cristo, pero son muchos los ciegos que, aún con sus ojos capaces, se han vuelto incapaces de descubrir a Dios en el rostro del hermano que sufre.

Paz y Bien

Todo tiempo es tiempo de conversión, tiempo de bendición, tiempo de misericordia
















Para el día de hoy (27/10/18):  

Evangelio según San Lucas 13, 1-9










En los tiempos del ministerio de Jesús de Nazareth, las gentes oscilaban entre una constante resignación que solía teñirse de superstición, y una religiosidad cuyo sentido lo otorgaba un Dios cruel y vengativo, un Dios que pagaba sin demoras con des-gracias los pecados propios o de los padres.
Así, el por algo será está apenas a un paso, y de allí se desprende también que la pobreza y la miseria de tantos tiene el mismo origen, un Dios severo, un Dios que dispensa males en abundancia.

El Maestro no pensaba así, de ningún modo. En las honduras de su corazón sagrado no había ni un milímetro de esa imagen falaz, sólo el ámbito de Dios Abbá y la necesidad de conversión, de converger hacia Dios y hacia el hermano, permanecer en lo que prevalece para no perecer. Emigrar felices hacia la Gracia, renegados de toda desgracia que nosotros mismos provocamos por la falta de amor y de justicia.

Pero detrás de la dureza de las expresiones del Maestro hay fines pedagógicos, es decir, que comprendamos en profundidad la urgencia del regreso, el imperativo de convertirse sin demoras ni excusas.
La conversión, al igual que la Salvación, acontecen en este tiempo santo de Dios y el hombre, el hoy de una existencia que se fecunda por el paso salvador de Dios por nuestra historia, por cada historia.

Porque tenemos el tiempo a favor, pues no estamos librados a nuestra oscura suerte, sino que estamos bajo el amparo bondadoso del Viñador, que con su sacrificio inmenso nos ha adquirido este tiempo de regreso y reencuentro. Tiempo de conversión, tiempo de bendición, tiempo de misericordia.

Paz y Bien

La solidaridad, signo cierto de Dios con nosotros


















Para el día de hoy (26/10/18):  

Evangelio según San Lucas 12, 54-59







La lectura que nos ofrece la liturgia del día es a la vez breve pero intensa, y quizás no se acote específicamente a la vida cristiana: la correcta interpretación de los signos de los tiempos -más allá de los indicios climáticos- es un imperativo para toda persona que quiera situarse con exactitud, con prudencia y con verdad en su ámbito histórico. La alternativa es boyar de un lado al otro entre relativismos vanos, a merced de los poderes de turno, esclavos tontos del predominio de las imágenes y la publicidad.

En la vida cristiana ello se acentúa aún más, pues implica interpretar al mundo, al universo y especialmente a la propia existencia a la luz de la fé en Cristo.
Quizás esas señales sean las primordiales, las señales del cielo, del amor de Dios en la persona de Jesucristo, las señales del paso salvador de Dios por nuestras vidas. Demasiado ocupados en lo que no importa, solemos extraviarnos en banalidades que no conducen a ninguna parte y a su vez convirtiéndolas en epítomes de todo, en la mensura a la cual se equipara todo lo demás y, de esa manera, pasamos por alto lo importante, lo que cuenta, lo que permanece y no perece.
Sencillo y sin demasiadas vueltas: cuando arrecia el sol, aguacero en puerta. Cuando no hay justicia ni misericordia, Evangelio extraño y lejano, un libro más que no se encarna.

Pero el regreso del Señor está cerca. No se puede vivir ajenos, como si todo nos perteneciera, como si todo no nos hubiera sido confiado en una suerte de cordial comodato. Llegará el tiempo de la devolución, de la rendición de cuentas que a su vez confiere sentido y trascendencia, la re-unión de los hijos con el Padre que nos ama sin medidas.

En ese horizonte de Cristo no podemos olvidar al prójimo. La Buena Noticia no es cosa individual, de islotes aislados sino de hermanos que, con todo y a pesar de todo, en el nombre de Cristo se reconcilian y edifican desde la caridad y el perdón, señales ciertas también del amor de Dios entre nosotros.

Paz y Bien

Desoír los cantos de sirena de las tibiezas y relativismos. Desertar de las medias tintas. Permanecer atentos a la Palabra.















Para el día de hoy (25/10/18):  

Evangelio según San Lucas 12, 49-53








Hay determinadas cuestiones que a la distancia las pasamos por alto y que son importantes, y entre ellas el significado psicológico en los discípulos de seguir a Cristo por los caminos.
Es claro que el discipulado involucra a la totalidad de la persona y nó sólo a un aspecto; aquí solamente trataremos de llamar la atención sobre lo difícil que era seguir al Maestro. Romper antiguos esquemas supuestamente inamovibles. Abrir la mente y el corazón a la acción asombrosa de la Gracia de Dios. Renegar de todos los no se puede.
Pero muy pero muy especialmente, el discipulado tenía por distingo ir siempre contra corriente, aún a riesgo de ser considerados locos, subversivos, blasfemos o cualquier otra adjetivación descalificatoria.

En nosotros también es un desafío y una invitación el ir siempre contra corriente, sin acomodarse, sin ceder a los sopores y las tentaciones de fuga que el mundo ofrece.
Entre esas tentaciones tal vez destaque la imagen de un Cristo rebosante de dulzura, tanto que se vuelve casi una caricatura que calma las angustias pero que no compromete. Un Mesías tan endulzado que parece que le hubieran puesto edulcorante para que nada produzca, para que se vuelva inocuo.

Pero el Cristo de nuestra Salvación siempre fué un Cristo incómodo, un Salvador inconveniente que no se adapta a ningún molde. Un hombre que es Dios pero a la vez esclavo y servidor de la humanidad, un hombre fiel a su misión, tan fiel que no vacilará y permanecerá firme hasta la muerte. Un hombre así es un hombre peligroso de tan libre y comprometido, corazón encendido de un fuego que no hace daño pero que es crisol de almas, un fuego que es menester que se propague para purificar corazones y mundos, el bautismo que excede el ritual, el bautismo que es un morir a lo viejo para nacer a una vida definitiva.

Desoír los cantos de sirena de las tibiezas y relativismos. Desertar de las medias tintas. Permanecer atentos a la Palabra, y hacerse palabra y señal del amor de Dios, con todo y a pesar de todo.

Paz y Bien

Somos apenas un pequeño tramo de tierra que anda, tierra que debe cultivarse, cuidarse, hacerse fructificar

















Para el día de hoy (24/10/18):  

Evangelio según San Lucas 12,  39-48







La vida cristiana es un tiempo de espera confiada en el regreso cierto del Señor, de un Cristo que se ha ido personalmente para quedarse de un modo más profundo, su cuerpo y su sangre en la Eucaristía, su eternidad que nos comunica su Espíritu. Pero no hay tabla ni calendario prefijado que indique la fecha exacta del retorno final; aún así, la certeza de su regreso nos reviste de esperanza.
La historia tiene un sentido, un destino, un horizonte de consumación y plenitud.

Sin embargo, al igual que el mayordomo o administrador de la parábola tenemos un distingo ético fundamental, y es que no somos los dueños de casa. Somos trabajadores a los que se ha brindado, eso sí, una gran confianza y responsabilidad, pero es imprescindible recordar que no somos dueños ni señores, sólo servidores.
Por eso la fidelidad implica, ante todo, permanecer firmes en el lugar que nos corresponde -no en el que se nos impone por capricho-, honrando esa confianza, haciendo lo que se debe, tal vez cuidando más lo ajeno que lo propio.

En la espera, no puede ausentarse la justicia en relación con el prójimo, los bienes que se administran, el trigo que es del Dueño y que de ninguna manera puede faltarle a ninguno de los hijos. No hay excusas ni razones.

Habrá un tiempo final, el reencuentro definitivo, el regreso del Señor. Ése será también el tiempo de rendir cuentas, a mayor confianza mayor exigencia.
 
Tal vez sea menester comenzar a pensar esa responsabilidad desde los frutos: somos apenas un pequeño tramo de tierra que anda, tierra que debe cultivarse, cuidarse, hacerse fructificar. Y a pesar de ser tan poco, somos hijos dilectos del amor de Abbá.

Paz y Bien


Lámpara es tu Palabra, Señor















Para el día de hoy (23/10/18): 

Evangelio según San Lucas 12, 35-38












En la memoria de Israel, tener ceñidas las vestiduras inevitablemente traía la memoria colectiva del Éxodo, de aquellos esclavos que debieron partir de Egipto hacia la tierra prometida, pues las ropas ceñidas no estorban, y permiten andar más rápido, con facilidad y sin tropiezos. Por ello, su mención por parte del Maestro no es fortuita, y responde a una característica principal de la identidad cristiana: se trata de vivir siempre disponibles para emprender caminos, el desinstalarse de las comodidades que nos aprisionan, alegres renegados de los conformismos porque somos peregrinos del Reino.

La lámpara encendida es la que alumbra, aún con tenue llama, en medio de todas las sombras y las tinieblas, la que se alimenta del aceite de la fé, de la esperanza, del amor.

La vida cristiana es una vida de esperanza, una esperanza que ante todo es espera atenta de Buenas Noticias que, sabemos y confiamos, han de llegar, en el horizonte magnífico del Señor que regresará para hacer plenos los tiempos y la historia, en la comunión definitiva de Dios con la humanidad.

Espera atenta a la voz de Cristo y a los signos del Espíritu que siguen floreciendo entre nosotros, con la tenacidad propia de un Padre que nos ama, nos busca y no nos abandona.

Esa espera no significa abonar posturas de pura praxis, pero tampoco de abstracciones. Los términos medios y tibios tampoco tienen nada que ver con el Evangelio. Mucho más allá de una religión convencional que se acota a los ritualismos cerrados en los templos, o a las adhesiones doctrinales, la esperanza es la certeza de un destino de felicidad inscrito en los sueños de Dios para todas sus hijas e hijos, existencias transformadas y fructíferas por el paso Salvador de Cristo por sus vidas, al que esperan confiados porque saben que volverá a reunir la familia dispersa, a convidar a la mesa grande de la vida compartida.

Paz y Bien

La codicia es un horizonte estrecho en donde no hay Dios ni prójimo













Para el día de hoy (22/10/18):  

Evangelio según San Lucas 12, 13-21









Por entre la nutrida multitud un hombre requiere que el Maestro intervenga en una disputa familiar por una herencia: los rabbíes no sólo interpretaban la Torah, sino que eran socialmente la autoridad moral y hasta jurídica que mediaban y arbitraban en las disputas. Quizás por su fama de rabbí galileo es que se lo busca, pero en el talante de ese hombre -lo podemos inferir de su tono- no hay una búsqueda de enseñanza, sino la exigencia de un pronunciamiento por parte de Jesús de Nazareth que lo favorezca en su interés personal.
No le interesa la Palabra, sino apenas una palabra acorde a su conveniencia.

Pero el Maestro no quiere embarcarse en esas cuestiones. No es árbitro de intereses menores, y el planteo no conduce a nada. Prefiere ir a la raíz misma de la disputa, la codicia que separa hermanos, destruye vínculos, arrasa corazones a puro egoísmo, y así brinda -a su audiencia de aquel entonces y a todos nosotros- la llamada parábola del rico insensato.

Hay un distingo que sobrevuela todo el carácter de ese terrateniente, y es que monologa, habla para sí mismo. Es un hombre rico que incrementa su fortuna por una cosecha abundante: frente a ello imagina un futuro próximo a puro disfrute y pereza, una vida de placer sin asomo de trabajo.
Planea derribar los viejos graneros y edificar unos más grandes para acumular el centro de su fortuna, esa cosecha inverosímil que es fruto del esfuerzo de muchos campesinos, más no del propio.

Debemos despojarnos de cualquier filtro ideológico. El monólogo de ese hombre dice primero yo, luego yo, siempre yo. No hay otro ni hay Dios, sólo él mismo, y en esa acumulación olvida que el granero primordial ha de ser el plato vacío de los necesitados, de los hambrientos Esos son los graneros que es menester colmar siempre.

Es un insensato porque los bienes -el dinero- no compran la vida, porque nada nos llevaremos y porque en el altar de la codicia acontecen sacrificios humanos, por fiero que suene, pues en ese ara cruel se sacrifica la existencia del hermano.

Dios nos libre de todos los argumentos que justifican la pobreza impuesta. Dios nos ampare de los opulentos razonadores de miseria del pueblo.

La codicia es un horizonte estrecho en donde no hay Dios ni prójimo y que conduce a la violencia y a las peores catástrofes, pues no es posible la fraternidad, se reniega del Reino y se cercena todo asomo de justicia.

Paz y Bien

El bendito privilegio del servicio














Domingo 29º durante el año

Para el día de hoy (21/10/18): 

Evangelio según San Marcos 10, 35-45








Jesús de Nazareth les ha anunciado a sus discípulos, con toda claridad, que iba a ser atrapado, preso, que iba a padecer como un criminal y como un criminal sería ajusticiado en el cadalso romano, y que al tercer día resucitaría. Sin embargo, sus amigos siguen sin comprender nada, ciegos y sordos a la verdad infinita que el Maestro les ha revelado en su confianza.

Así Jesús se encamina, resuelto, hacia la Jerusalem que lo espera inmersa en una sombra ominosa que sólo expresa dolor, humillación y muerte. Aún así, su decisión es libérrima, de fidelidad absoluta. Su muerte no será un éxito de sus enemigos sino fruto de la decisión de entregar su vida como rescate de muchos, es decir, de todos.
Mientras tanto, en ese santo peregrinar, los discípulos persisten en su confusión, y están preocupados por otras cuestiones. El contraste es desolador: el Maestro en camino hacia la ofrenda de amor mayor de su vida, y los discípulos enfrascados en una dialéctica de pura ambición.

Santiago -Jacobo- y Juan, los hijos de Zebedeo, se adelantan a los otros diez, y expresan en su pedido la misma mentalidad que impera en todos: quieren que el Maestro les garantice posiciones de privilegio en su gloria, a la que suponen el reinado definitivo, la corona de Israel. Ya se imaginan gobernadores, generales, cortesanos poderosos de un Mesías mundano, que se impone mediante la fuerza a sus enemigos.

La respuesta de Jesús de Nazareth, más que reproche, expresa tristeza y soledad aún estando rodeado de los Doce. Es verdad, ellos no saben, no tienen idea de lo que le están pidiendo. Ellos deben beber el cáliz de Cristo y recibir su mismo bautismo.

El cáliz de Cristo es aceptar sin reservas la voluntad de Dios, llenarse de Dios, aunque sea un trago amargo para la sed mundana, una bebida que se evita.
El bautismo, simbólicamente, implica sumergirse y morir bajo el agua, para renacer, emergiendo a una nueva vida. El bautismo de Cristo, por ello, es sumergirse en los marasmos de la muerte ofreciendo la totalidad de la existencia en favor del prójimo. Porque la gloria de Dios es que el hombre viva, y más aún, que el pobre viva pleno, en definitiva restauración de su humanidad plena del amor que es Dios dándose sin reservas.

La indignación que esbozan los otros diez contra los hijos de Zebedeo no radica en el pedido fatalmente erróneo que le hacen al Maestro, sino responde a un criterio muy menor: Santiago y Juan se han adelantado, ansiosos, a las mismas expectativas de los otros respecto del poder y la gloria que anhelan.

Es menester señalar una obviedad: hay últimos, hay muchos a los que se descartan y se los oprimen porque algunos se creen primeros, por encima de los demás, con prerrogativas y derechos de dominio, de poder, de superioridad.
Pero en el tiempo de la Gracia y la Misericordia, la Buena Noticia para todos los pueblos es que el poder auténtico es el servicio generoso e incondicional, como oblación humilde de la propia existencia a cada momento, en cada instante, para mayor gloria de Dios y de los hermanos.

Cristo es nuestra vida y nuestra liberación. Prisioneros y cautivos de todas las miserias, con su inmenso sacrificio ha pagado el rescate para que vivamos plenos, para la felicidad de sus amigos y de todas las gentes, el vino bueno y nuevo de la Resurrección, de la vida que prevalece por sobre una muerte que ya no tiene la última palabra.

Paz y Bien

La sangre de los mártires es semilla de cristianos

















Para el día de hoy (20/10/18):  

Evangelio según San Lucas 12, 8-12







Nunca, por ningún motivo, debe razonarse ni justificarse la violencia, la brutalidad para con los mansos, los pequeños, los indefensos.

Se vive en una vorágine de morbosa velocidad, y ello conlleva a la pérdida de sentido, al extraviarnos en la locura cotidiana y así, perder de vista lo importante, lo que cuenta, lo que permanece y no perece.
En esos vertiginosos desvaríos, asumimos que el martirio cristiano se acota a la Iglesia temprana, quizás la imagen de los cristianos en el Coliseo romano. Pero hoy, en este preciso momento, hermanos nuestros ofrendan su vida por fidelidad a la fé que profesan, tal vez en mayor medida en Siria y en una cantidad mucho mayor a los tiempos de los césares. La muerte decidida en algunos escritorios y ejecutadas por las bestias del odio, en nombre de una pretensa fé que elimina al impar, al distinto.

Aún así, con sus templos aniquilados y mancillados, su fé como un blanco fosforescente para que tomen puntería en sus corazones, aún cuando muchos salen de sus refugios a misa y no saben si regresan, aún cuando no hay agua, comida, escuela ni doctor, ellos siguen firmes, frutales, tan íntegros que desarman cualquier análisis menor.
 
Ellos no esconden su fé, a pesar de todos los peligros evidentes y de los horrores circundantes.
 
Confiesan al Cristo que ha pasado con vida y liberación por sus existencias y que nunca los abandona.

A pesar de los espantos, el árbol de la Iglesia sigue brindando frutos de santidad por la sangre de los mártires que lo nutren y el Espíritu que la fecunda.

Paz y Bien

Todo pierde sentido si no somos capaces de vivir en el amor y encarnar la misericordia













Para el día de hoy (19/10/18):  

Evangelio según San Lucas 12, 1-7











De un modo similar al de muchos de ellos, prejuzgamos y encasillamos de antemano como lo malo, lo nocivo, lo abyecto. Pero los fariseos eran hombres profundamente piadosos y rigurosamente religiosos, al punto que el término fariseo proviene del hebreo -pherusim- y significa separado; ello refiere a una élite de puros, de estrictos observantes de la Ley de Moisés hasta sus mínimos detalles, ávidos juzgadores de los que no cumplen las normas del mismo modo que ellos.

En cierto modo, eran religiosamente correctos: ayunaban cuando estaba indicado, realizaban las abluciones rituales, no se contaminaban con extranjeros, cumplían puntillosamente los ciclos de plegarias.

Entonces, desde esa perspectiva, cuál es el problema?

El problema es que bajo esa profusa práctica religiosa no había corazón, no había un horizonte en donde se conjugara a Dios y al hermano. El problema -la levadura farisea- es la hipocresía, es decir, extremar el cuidado de las apariencias pero en la raíz nada cambia, no hay conversión, sólo búsqueda de un reconocimiento plano y afirmación de los privilegios.
Una religiosidad de unos pocos puros, una fé mercantil que troca actos piadosos por bondades divinas, nada tiene que ver con la asombrosa dinámica de la Gracia.

Uno no es más importante por pertenencia o por prácticas. Todos somos valiosos por el inmenso don de ser hijas e hijos de Dios, humildes servidores de la verdad, una verdad que se gritará llegado el caso sobre los tejados. La Buena Noticia no es un arcano reservado a la fé de unos escasos y selectos elegidos.

De ese modo, Jesús de Nazareth era religiosamente incorrecto de manera irremediable, más nó como un torpe provocador, sino por fidelidad al amor del Padre, en su afán incansable de rescate de los perdidos, de socorro a los desvalidos, de mesa grande de hermanos y amigos.

En la rigurosidad cultual y la observancia de las normas, siempre es dable y saludable su observación y práctica. Pero todo queda en segundo plano o bien carece de destino y trascendencia si nó somos capaces de vivir en el amor, de encarnar la misericordia, famélicos buscadores de paz y justicia, para mayor gloria y alabanza de Dios, aún con las críticas de los poderosos, propios y ajenos.

Paz y Bien

El primer servicio misionero es la oración
















San Lucas, Evangelista

Para el día de hoy (18/10/18):  

Evangelio según San Lucas 10, 1-9









Ante todo, la cantidad de enviados -setenta y dos- y el modo de envío, de dos en dos.

Según una antigua tradición mosaica, la cantidad coincide con el número bíblico de todas las naciones de la tierra, por lo que el Maestro impulsa la universalidad de la misión: a todos los pueblos, a los cuatro puntos cardinales. Ello será ratificado en Pentecostés en la primera comunidad cristiana reunida e impulsada por el Espíritu de Dios.
Pero también los discípulos van de dos en dos; hay en ello un componente profundamente humano, pues los riesgos de los caminos y el cansancio se hacen más llevaderos en compañía que en soledad, la reciprocidad del apoyo mutuo, una comunidad incipiente -donde hay dos o más reunidos en mi nombre...-. Pero hay más, siempre hay más.
En el derecho procesal judío, la veracidad de una declaración se valida ante un tribunal mediante el testimonio de dos testigos: la misión se transforma así en testimonio veraz de Cristo, señal inequívoca de liberación.

El Maestro ha elegido a setenta y dos discípulos que exceden por lejos el colegio apostólico, símbolo del compromiso misionero de todos los bautizados, y privilegio que no se acota a unos pocos elegidos.

Es menester tener muy presente lo evidente: los misioneros son obreros, servidores de una tarea inmensa en una mies que no les pertenece. La misión, entonces, corresponde a los sueños del Padre, a su obra salvadora y a su impulso constante, y por ello mismo implica un enorme voto de confianza puesto en los misioneros.
Cristo tiene muchísima más fé en nosotros, en todo lo que podemos ser y hacer con Él que la que solemos depositar en Su persona.

Es llamativo que el primer paso sea la súplica, la plegaria al Dueño de la mies para que siga enviando obreros, pues la tarea es enorme, y requiere más y más brazos incansables, esforzados labradores del Evangelio, empeñosos y humildemente obstinados abridores de los surcos para que crezca frutal la semilla de la Buena Noticia.

Quizás, perdidos en mil cosas lo hemos olvidado. Pero por eso mismo el primer servicio misionero, la primer tarea apostólica es, precisamente, la oración que nos vuelve a ubicar en el horizonte del Padre, para que el Reino sea, para que fecunde la tierra y la historia, para poder largarnos a todos los caminos en esfuerzos de paz y de bien, buenas noticias del amor de Dios en estos arrabales tan yertos.

Paz y Bien                                                                                                                                    

Al fin del día y de la existencia, contará la justicia y la misericordia que seamos capaces de encarnar














Para el día de hoy (17/10/18):  

Evangelio según San Lucas 11, 42-46










Hay detalles que a nosotros, mujeres y hombres del siglo XXI, con toda probabilidad se nos escapen.

En los tiempos del ministerio de Jesús de Nazareth, consecuentemente con una tradición de siglos, los varones judíos debían pagar una serie de tributos o impuestos: los obligados al ocupante imperial romano, los que se debían al monarca vasallo local -como por ejemplo, Herodes Antipas-y los impuestos religiosos.
Estos últimos se solían destinar al sostenimiento del culto, a la manutención de los sacerdotes del Templo y, a su vez, se engrosaba un fondo destinado al socorro de las viudas y los huérfanos, una suerte de seguridad social que se practicaba a rajatabla.
Sin embargo, los tributos religiosos no eran solamente una ceustión dineraria, sino con fundamentos espirituales, pues implicaba también el reconocimiento de la soberanía de Dios sobre la tierra de Israel y sus frutos, y ello se expresaba en el pago del diez por ciento -el diezmo- aplicado sobre las cosechas, las mieses, el grano.

Con el devenir de los años y el surgimiento de la corriente farisea, el pago del diezmo se extendió también a las hierbas aromáticas, las medicinales y a las legumbres. Las que menciona el Maestro -menta y ruda- crecían silvestres, y las amas de casa sólo debían arrancar algunas ramas para condimentar los alimentos.
La escena es en apariencia ridícula: una madre de familia separando una de cada diez ramitas de menta para cumplir con las prescripciones; aún así, excede por lejos la caricatura. El pueblo estaba agobiado por la multiplicidad de tributos que debía pagar invariablemente y bajo apercibimiento de severos castigos, y aún así se le seguían imponiendo obligación tras obligación. A la opresión constante se le exigía mayor sacrificio, algo tan burdo y bruto como requerir ayunos al que se muere de hambre.

Esa lógica se enmarcaba en un criterio de religiosidad preocupada al extremo por las apariencias y las formas sin transformación interior, sin vínculos con Dios y con el prójimo. Mejor aún, una religiosidad cuyo vínculo con lo sagrado pasaba solamente por los reglamentos y nó por los corazones.
Ello también refería a los dirigentes religiosos, cuyos talantes se veían ofendidos cuando el Maestro les planteaba esa verdad ineludible e inexcusable.

Los detalles son importantísimos. Los detalles sin trascendencia ni sentido son minucias sin valor y obligaciones espúreas del tenor cumplan ustedes, las exigencias siempre exigidas con vehemencia a los otros.
Al fin del día y de la existencia, contará la justicia y la misericordia que seamos capaces de encarnar.

Paz y Bien

No son los gestos ni los ritos quienes nos purifican, sino Cristo quien nos transparenta y nos libra de las miserias















Para el día de hoy (16/10/18):  

Evangelio según San Lucas 11, 37-41







Los gestos y los rituales son muy importantes porque en ellos se expresa la devoción y el temor y el profundo respeto hacia lo sagrado y, quizás, el modo de vincularse con Dios.
Los problemas comienzan cuando esos gestos, esos ritos devienen en fines en sí mismos y nó en medios. A partir de allí suelen edificarse enormes andamiajes absolutistas que remiten a lo superficial, pues no implican un cambio de existencia, eso que llamamos conversión.

Los absolutismos arrastran el desconocimiento y el repudio del otro y del distinto, la crítica que sólo intenta la destrucción, la conformidad con lo que se es, escindiéndose de la posibilidad de crecer y mejorar junto a los demás.
De esa manera, la superficialidad se agota en sí misma, renegando de toda posibilidad de trascendencia, rechazando la santificación del hermano, la profecía en la voz de los pobres y los pequeños, la sabiduría de los ancianos, las ansias de justicia de los pueblos.

Tal vez sin expresar su crítica abiertamente, algunos hombres -profundamente piadosos ellos- cuestionaban que el Maestro no se lavara las manos antes de comer; ello no responde tanto a cuestiones de higiene sino a las abluciones rituales que prescibía la Ley con toda puntillosidad para cada acción. Es claro que no se fijaban en el bien que Él prodigaba de manera incondicional a todos, sino la rigurosidad ritual que fuera capaz de mantener, y con eso también lo menosprecian y desmerecen. Se quedan en la mera superficie sin tener en cuenta ni considerar acaso que su ministerio -su Palabra y sus signos- fueran cosas de Dios, el amor de Dios entre ellos.

No es del todo una actitud acotada al siglo I de nuestra era. Con el mismo talante se desoye la voz de Dios en los humildes, la trascendencia de la solidaridad, la compasión que nos humaniza y nos asemeja a Cristo.
Con la misma torpe soberbia, se cuestiona que el Papa Francisco no ejerza un poder monárquico imperial, que pomga por delante la misericordia y la justicia, que su voz sea tan de las periferias, tan galilea, tan sin pergaminos.

La comunidad cristiana se afirma en su fé en Cristo, se alimenta de su Palabra y su Cuerpo, y expresa su fé en los sacramentos, signos sensibles y eficaces de la Gracia de Dios.
No son los gestos ni los ritos quienes nos purifican, sino Cristo quien nos transparenta y nos libra de las miserias con la inmensidad del perdón de Dios.

Paz y Bien

El signo que perdura es Cristo y su Palabra










Santa Teresa de jesús, virgen y doctora de la Iglesia

Para el día de hoy (15/10/18):  

Evangelio según San Lucas 11, 29-32







Es usual asociar mentalmente lo extraordinario a lo divino, quizás por esa imagen de Dios como el Totalmente Otro y distante, quizás por ciertos esquemas lógicos que infieren que lo divino ha de estar asociado a lo espectacular cuando nó a lo mágico, lo ajeno a la cotidianeidad y a la historia.
Sin embargo, esa tendencia es peligrosa pues nos nubla la mirada y nos imposibilita ver el signo primordial, el signo que perdura, el signo de Cristo que se hace presente en los hechos diarios, humildemente mixturados con el devenir de la existencia.

Esa búsqueda de señales portentosas tiene otra vertiente malsana, y es la de buscar signos a medida, signos que concuerden con los propios moldes, despreciando los que no se adecuen. En casos extremos -en los tiempos del ministerio del Maestro y ahora también- algunos se empecinan en su soberbia en exigir signos de ese talante espectacular, como si ellos fueran fedatarios y autenticadores únicos de las bondades divinas.

Terribles criterios y actitudes que con torpe condescendencia suponen defender los derechos de Dios pero no los de los hermanos, que cuestionan injuriosamente al humilde y al profeta.

Por eso es una generación per-versa, pues reniega de ser con-versa.

El signo que perdura es Cristo y su Palabra, signo del amor de Dios, señal de Salvación. Todo lo demás es añadidura.

Desde allí la conversión implicará escuchar con atención su Palabra y transformar la existencia de acuerdo a ello con el auxilio del Espíritu, vidas frutales que a su vez se convierten en señales de auxilio para los hermanos pues se encienden de esperanza, Evangelios vivos que reflejan la luz perpetua de Aquél que es más que Jonás, que Salomón, que todo ídolo banal de las modas que se imponen.

Paz y Bien

La Salvación comienza ahora mismo junto a Cristo y los hermanos, la eternidad en la solidaridad, en la fraternidad, en la liberación













Domingo 28º durante el año

Para el día de hoy (14/10/12): 
 
Evangelio según San Marcos 10, 17-30











Los reduccionismos suelen ser afrentas escondidas a la Gracia incomparable que se nos brinda a a través de la Buena Noticia; así, inferir a partir del Evangelio para el día de hoy que es sólo hay un consejo encendido respecto a una vida austera y desprendida, en cierto modo es renegar de la ruptura con el pasado, con el talante de Buena Nueva y Vida Nueva que implica la Encarnación.

Ese hombre, seguramente llevaba una vida confortable, sin riesgos ni apuros, firme en sus convicciones religiosas y cumplidor atento de los preceptos establecidos. Sin embargo, hay un hambre mayor que no se sacia con paliativos ni sucedáneos, y que exige una significativa medida de sinceridad el reconocerle y mucho más, el atreverse a hacer algo para subsanarlo.
Por ello mismo, ese joven corriendo hacia Jesús y poniéndose a sus pies, despojado de formas y representación, con la dignidad de su posición esparcida por su ansiedad hecha carrera, tiene el mejor de los inicios en el camino del seguimiento de Jesús de Nazareth.

No obstante ello, aún debe animarse al éxodo verdadero. Debe hacer pasado esa postura gravosa del cómo, de las regulaciones y pasar a la tierra prometida del quien, que se encuentra en el prójimo, en Jesús el Cristo de nuestra salvación.
Por ello su insistencia en lo que debe cumplimentar para adquirir la vida eterna, una parcela importante en el más allá; seguramente el más acá lo tiene resuelto en su riqueza y sus seguridades piadosas. Le falta la certeza del después, y suplica saber qué debe cumplir con su Dios para procurar ese acceso deseado.

En cierto modo, es un talante habitual en muchos de nosotros.

Esa angustia por nuestra finitud, por vivir para siempre, tratamos de acallarla con la seguridad de ciertos postulados religiosos a los que entendemos definitivos, garantía total de que siguiendo las normas nos haremos herederos de toda eternidad. Y así es como comienzan los olvidos y las negaciones, llegando a los certeros sacrificios humanos.
Porque en el altar del egoísmo se abdica del prójimo.

La Salvación es ante todo don y misterio, agua fresca que nos florece estos yermos que solemos ser, y nos llega por Alguien antes que por algo o, también, su consecución se logra y procura por la acumulación de méritos, culto a un dios que, contador en mano, evalúe nuestro capitalismo piadoso y en la cuenta del haber nos permita ese acceso deseado a su cielo pretendido.

No es así el Dios Abbá de Jesús de Nazareth.

En cierto modo, todos somos camellos del más acá. Todos tenemos cosas a las que nos aferramos con fervor, suponiendo que con eso basta para lograr los favores postreros, la felicidad post mortem. Y así los cardos de la tristeza nos agobian de desconsuelo y soledad, pues el Reino acontece en el aquí y el ahora, la vida eterna comienza ya mismo y nadie se salva solo. Vamos de la mano con los hermanos, especialmente con aquellos a los que salimos a buscar, aquellos a los que nos acercamos y aproximamos/aprojimamos.

Por muchos motivos, por nuestras traiciones y mezquindades, por nuestros quebrantos e infidelidades, por todas las cosas e imágenes a las que nos gusta aferrarnos, nos vamos imposibilitando de lograr, en esa perspectiva equivocada, de ser merecedores de ningún favor divino, desheredados de cualquier Salvación.

Aún así, seguimos siendo camellos del más acá, asombrosamente pasantes por minúsculos ojos de agujas, porque es el tiempo de la Gracia maravillosa, el año infinito de la Misericordia que nos redime, nos busca, nos recrea y restaura.
 
La Salvación comienza ahora mismo, y ya saboreamos junto a Cristo y los hermanos las mieles de la eternidad en la solidaridad, en la fraternidad, en la liberación, en la mesa grande en donde el pan se parte, reparte y comparte y hay para todos y para muchos más.

Paz y Bien

María de Nazareth, Madre y discípula, confianza y fé



















Para el día de hoy (13/10/18): 

Evangelio según San Lucas 11, 27-28







Siguiendo los textos sagrados, quizás nos acostumbramos a los continuos ataques por parte de los enemigos de Cristo. Injurias e improperios, la descalificación sin fundamento con la intención de pulverizar el ascendiente que tenía sobre el pueblo, la afrenta de rotularlo como endemoniado o satánico a contrario de todo el bien que prodigaba.

Pero la lectura para este día nos cuenta que otras cosas también le decían, acordes a los asombros y a la alegría que sus acciones y su enseñaban producían en las gentes más sencillas.
Por entre la multitud que escuchaba lo que Jesús de Nazareth les dice, se eleva una voz de mujer. Sus palabras son entrañablemente femeninas, se trata de una mujer que elogia a otra en tanto que madre, por el Hijo magnífico que ha tenido y ha criado.

Aquí es menester hacer un alto: en el elogio de esa mujer hay una cuestión que a veces dejamos de lado en nuestra reflexión, y es la crianza de Jesús a la sombra bienhechora de María y José de Nazareth, niño judío y galileo de las periferias, que crece al calor humilde del cuidado de su Madre y de la protección de su padre así como se yergue varón íntegro desde la Gracia de Dios. Todo ese tiempo germinal y frutal debería ser objeto de reflexión y veneración cordial.

Sigamos.
El elogio carece de reproche alguno. Si, tal vez, la respuesta del Señor sea desconcertante, pero de ningún modo invalida o menoscaba ese elogio, que bien podrían pronunciarlo nuestras madres con toda justicia.
Esa mujer elogia la maternidad de María de Nazareth.
El Hijo, en cambio, la enaltece de trascendencia, pues son plenos de humanidad, bienaventurados, felices, los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica. Mensaje y misión para toda la Iglesia que es fiel en tanto que se vuelve cordial, servicial, obediente a esa Palabra que está viva y nos transforma.

Como María de Nazareth, Madre por engendrar a Cristo en su seno pero antes en las honduras cálidas de su corazón inmaculado, la que guardaba todas las cosas meditándolas en su interior, Madre y discípula por confiar y creer, la primera entre todos los destinados a ser felices, toda la humanidad.

Paz y Bien

El poder del bien no admite espectadores, ni confortables religiosidades de amores rituales sin compromiso ni compasión


















Para el día de hoy (12/10/18): 

Evangelio según San Lucas 11, 15-26 









El ministerio de Jesús de Nazareth no pasaba inadvertido, de ninguna manera. Los pobres y los pequeños -los anawin del Señor- se admiraban y alegraban del bien que se prodigaba con esa infinita y asombrosa generosidad.
Otros, cegados en sus esquemas y presos de sus odios, inferían que todo lo que el Maestro hacía era a causa de un poder demoníaco. A otros parecía no bastarle las acciones de salud y liberación que acontecían ante sus ojos y exigían signos espectaculares que revalidaran el origen divino de esas acciones.
Sin embargo, es de suponer con facilidad que aunque el cielo se abriera ante sus ojos y danzaran los planetas, tampoco se convencerían, pues predominaba su prejuicio. Lo que también es claro es que se creían con derecho a exigir credenciales que ellos mismos autenticaran, en desmedro falaz de la Salvación presente y viva allí mismo.

La realidad es que el Reino está allí y aquí, entre ellos, entre nosotros, bendición en tiempo presente. Es el tiempo santo del Go'El de Dios, del más fuerte, del Libertador, ante quien no hay mal que pueda resistirse.
Ese Reino tan cercano a todos los corazones es justicia y liberación de todos los demonios que nos hacen decrecer en humanidad, que nos abren abismos ante Dios y ante los hermanos.

Pero el poder del más fuerte es un poder muy extraño, que no se condice con los parámetros mundanos que solemos utilizar como rasero que iguala hacia abajo. Es el poder de la vida ofrecida, del servicio, del amor que ofrece la vida de manera incondicional y absoluta, poder que libera, que sana, que salva.

El poder de Cristo ha sido confiado a la comunidad cristiana. Precisamente, ese poder del bien es un poder que no admite espectadores, ni confortables religiosidades de amores rituales sin compromiso ni compasión.
Frente a ello, que es invitación y misión, no hay posibilidad de tibiezas, de medias tintas.

La Buena Noticia compromete en la magnífica libertad de los hijos de Dios.

Paz y Bien

Dios, ese amigo sin horarios














San Juan XXIII, Papa
 
Para el día de hoy (11/10/18):
 
Evangelio según San Lucas 11, 5-13






Había que vivir en aquellos tiempos en la patria de Jesús; por un lado, aún cuando hubiera peligros de asaltantes y extravíos, era mejor viajar al fresco en la noche, pues durante el día el sol llegaba a ser agobiante. Por otro lado, no había demasiadas comodidades en las viviendas, las que solían tener una sola habitación en donde se arracimaba toda la familia para todo, y en donde en el mejor de los casos había algunas mantas y algún madero al modo de almohada. Levantarse en plena noche significaba no sólo interrumpir el descanso propio, sino también molestar a toda la familia.

El amigo que llama en la noche sabe todo esto, y más allá de toda mentalidad calculadora, se atreve a golpear a su puerta a esas horas destempladas sabiendo que no se irá con las manos vacías -bien podría ser recibido con un torrente de insultos o con una lluvia de piedras-.

Los extremos y matices planteados en la parábola del Maestro quieren orientar nuestra mirada interior hacia la actitud de un Dios que siempre escucha, que no tiene horarios para sus hijas e hijos, que se desvive por los suyos.

Quizás se nos haya ido diluyendo el verdadero sentido de la oración porque nos hemos empecinado en repetir mecánicamente una multiplicidad de plegarias prefijadas, mucha razón y poco corazón.
Hoy Él nos está animando a recuperar la osadía de los amigos y la confianza de los hijos.

El fundamento de toda existencia es que Jesús de Nazareth nos ha revelado que Dios es Padre...y Madre también, y que jamás desoye las voces de sus hijos.

Un Dios amigo solícito que siempre auxilia a los suyos sin condiciones, un Padre que nos ama sin medida, una Madre que nos cuida a la hora que sea. No hay muchas cosas que sean más importantes, que abran puertas cerradas, que garanticen el buen destino de una búsqueda sincera, que obtengan el bien suplicado, especialmente cuando se pide para los otros.

No se trata solamente de realzar la eficacia de la oración; tal vez se trate de volvernos para los demás como ese Padre, cada día más solícitos a las necesidades de los otros, cada día más humanos, comunitariamente solidarios, audaces en la compasión y tenaces en la tolerancia, desde esa plegaria y ese Espíritu que nos hace decir Abbá!.

Paz y Bien

Padre Nuestro: la causa de Dios, la causa del hermano
















Para el día de hoy (10/10/18):  

Evangelio según San Lucas 11, 1-4











El pedido que le hacen los discípulos al Maestro no responde tanto a la necesidad de aprender a orar sino más bien a una cuestión identitaria de grupo religioso. Ello así pues en la antigüedad cada religión, secta o vertiente religiosa solía identificarse, entre otras cosas, por el modo único y diferente de sus plegarias. Tal vez, dentro de ese panorama y respetando las distancias a veces abismales, podemos descubrir el Shema Ysrael para la fé de Israel, las oraciones secretas de los esenios o acaso también las plegarias particulares que el Bautista enseñaba a sus discípulos tal como lo solicitan Pedro y los otros.

Pero es menester no perder de vista el contexto: el pedido de los discípulos acontece a continuación de la escena en que Cristo se encontraba orando en cierto lugar. Seguramente es casi imposible expresar vivencias y emociones con exactitud y amplitud; aquí sólo mencionaremos el impacto que debe haber causado en los suyos, en los discípulos, el modo en que Jesús oraba. Quizás ello también quieren ir hacia Dios de esa manera.

Es el tiempo de la Gracia, un tiempo nuevo, totalmente distinto que es mucho más que una alternativa, una opción frente a lo viejo, y por ello la oración cristiana hace centro en un Dios Abbá, Dios Padre que a todos nos hermana.
El Padre Nuestro no es una fórmula que se reserva y restringe a los iniciados en misterios específicos, sino que expresa, con amor y confianza, la santa urdimbre en el aquí y el ahora de la eternidad y la historia.

Venga tu Reino, que el Reino sea, que la vida se expanda entre estos arrabales tan oscuros y hacia la eternidad que se nos ofrece.

Hacer propia, cordialmente, la causa de Dios y la causa de los hermanos.

Suplicar el pan del sustento, el pan de Vida, el pan del perdón que restaura y sana. Seguir confiando en la mano bondadosa de Dios que nos libera de todos los males, los que elegimos y los que nos infringen.

El Padre nunca nos abandona.

Paz y Bien

Albergar la Palabra en el hogar de nuestro corazón













Para el día de hoy (09/10/18):

Evangelio según San Lucas 10, 38-42








Marta y María, María y Marta.
Se ha reflexionado y escrito largamente a través de los siglos acerca de esta lectura; muchas veces, intentando contraponer las actitudes de las dos hermanas.
Quizás esa interpretación no le haga justicia al mensaje principal que la Palabra de Vida quiere dejar germinar en nosotros.

Como en todo el Evangelio según San Lucas, el camino del Maestro es un ascenso peregrinante hacia Jerusalem, al encuentro de su Pasión.
Y en ese caminar vá construyendo comunidad, y con esas entrañas maternas del Dios de la Vida, vá gestando discípulos.

En ese caminar -literal y simbólico- pasa por un pueblo que se presupone Betania.
El camino puede agotar, y es necesario el descanso: ¿qué mejor lugar para ello que en casa de amigos?

Hemos de estar atentos a los signos, señales que tratan de dirigir nuestra mirada a lo realmente importante...

Si por un momento contemplamos este pasaje de la Escritura desde un punto de vista estrictamente literario, vemos que tiene un tinte indeleblemente femenino: Marta y María son el paradigma del servidor y el discípulo.
Dos mujeres: Jesús supera toda especulación de género, y su enseñanza se nos vuelve realmente revolucionaria, en ese entonces y en nuestro tiempo también.

Las hermanas brindan su hospitalidad a un viajero; sin embargo, no es un viajero más. Es, ante todo, un amigo y es su Maestro.

Marta lo recibe en su casa, y prepara la mesa.
María lo recibe en su hogar, en su corazón.

El Maestro ama por igual a las dos.

María está sentada a sus pies, todo su ser bebiendo del agua viva que brota de las palabras del Maestro: María está allí como dócil discípula de la Palabra, y se deja llevar por la fuerza de vida que emana del Señor.

Marta está preocupada por todas las tareas que involucra recibir en casa a tanta gente; Jesús no iba solo de camino, por lo que es dable pensar que en esa casa se recibieron, al menos, a trece personas. Quiere hacer gala de la hospitalidad, quiere honrar a su amigo y Maestro, pero se deja llevar por la fuerza centrífuga de la ansiedad.
Sin dudas también quería escuchar y conversar con su Amigo; pero se perdió en el laberinto que a veces nos fabricamos cuando nos perdemos en la pura praxis, cuando perdemos la dirección y el sentido.
Marta no se equivoca: como en pocas ocasiones en los Evangelios, no lo llama Jesús, lo llama Señor, lo reconoce como su Salvador.

Pero la absorbe el fragor de las cosas, y se dispersa y nos dispersamos: creemos que las cosas las hacemos solos, y nace el reclamo a Dios -¡no puedo hacer todo, no te das cuenta!-

Aún así, el Maestro no reprende. Antes bien, habla con palabras cálidas y calmas, y llama a Marta y a cada uno de nosotros por nuestros nombres. Todo es personal.
Y más todavía: no es reprochable la actitud de Marta, -¡todo lo contrario!- es muy buena... sin embargo la actitud de María es la mejor, pues ha sabido descubrir lo decisivamente importante, lo que en verdad cuenta: no se trata de todo lo que se pueda hacer por Jesús, sino que el Maestro ha venido a casa, a nosotros y quiere Él hacer todo por nosotros. Quiere que tengamos una nueva vida, y eso sucede cuando hay una escucha atenta de la Palabra, de tal modo que la Palabra nos transforme de una vez y para siempre. Nada será igual, y nadie podrá quitárnoslo.

Quizás -descubriéndonos en ellas dos, en Marta y en María- nos reencontremos con lo primordial: que tenemos un destino de servidores porque, ante todo, hemos sido llamados a ser discípulos.
Y nuestra respuesta ha sido brindar una cálida hospitalidad a la Palabra en el hogar de nuestro corazón.
Allí comienza todo, allí está arraigado el génesis de nuestra existencia.

Una última mención: quizás las cosas más sencillas se nos vuelven obvias y por eso mismo, se nos escurren como arena entre los dedos.
Esa María discípula, a los pies del Maestro dejándose invadir y transformar por la Palabra nos remite a otra María a la que Jesús conocía muy pero muy bien.

María, su Madre, su hermana, la primer y mejor discípula.

Paz y Bien

La fé cristiana es la religión del prójimo en el que se descubre a Cristo















Para el día de hoy (08/10/18):  

Evangelio según San Lucas 10, 25-37











En tiempos del ministerio de Jesús de Nazareth, el odio y el desprecio que se profesaba hacia los samaritanos por parte de los judíos era enconado y extremo. Varios siglos antes, los asirios derrotan militarmente al ejército de Israel y ocupan Tierra Santa, enviando al exilio -principalmente- a la clase dirigente y a la élite intelectual y religiosa.
En amplias zonas se implantaron colonos extranjeros a los que se brindaba un sucedáneo de instrucción religiosa judía: de estos colonos y de cientos de matrimonios mixtos surge el pueblo samaritano; frente a la ausencia forzosa de la dirigencia religiosa -voz única de la ortodoxia oficial- los samaritanos continuaron, de un modo sui generis, el culto al Dios de sus mayores, observando la Torah y estableciendo el culto a partir de un nuevo templo situado en Garizim.

Al regreso de los exiliados, comenzaron los problemas. Los samaritanos fueron acusados de inventarse una religión que, en realidad, era una caricatura pervertida de la verdadera fé de Israel. Así los samaritanos eran herejes abyectos, traidores e impuros rituales absolutos sin remisión. Era creencia usual sostener que nada bueno podía provenir de un samaritano.

Precisamente del ejemplo de un samaritano se vale el Maestro para enseñar el rostro de la religión verdadera, que es el amor. No se trata de una provocación vana ni banal, ni de ofrecer una imagen que desde el repudio movilice reflexiones.
Se trata, ante todo, de la mirada del Espíritu, de que en todas partes y desde donde menos se lo espera brota lo bueno, lo noble, lo santo.

El doctor de la Ley es un exégeta, un erudito en la Torah, que ha dedicado gran parte de su vida a adquirir esa experticia religiosa. En cierto modo, es un experto en su religión y por ende en su Dios, pero en verdad no sabe nada del prójimo.
Quiere que el Maestro le explique cuales son los pasos a dar para heredar la vida eterna, y ese criterio lo conduce a un error basal que sigue persistiendo hasta nuestros días, la acumulación de actos piadosos para obtener el favor divino. Sin embargo, esa postura -si bien devota- desoye y reniega de la Gracia, porque es Dios quien sale al encuentro del hombre, quien derrama bendición y salvación a puro amor, de modo incondicional y asombrosamente abundante.

La parábola de la que se vale el Señor para aclarar la mirada del doctor de la Ley, más que un recurso académico, es una invitación a adquirir una perspectiva nueva, distinta, amplia, y esa invitación se extiende también a cada uno de nosotros.
Es sorprendente el tono extrañamente secular, tan alejado de las convenciones rituales, y ello se halla en el levita y el sacerdote que pasan de largo frente al caído a la vera del camino. Esos hombres se atienen estrictamente a las prescripciones rituales: un caído a la vera del camino, asaltado por maleantes, puede estar muerto y es menester eludirlo para evitar la impureza ritual.
La elusión es totalmente religiosa según los criterios imperantes, pero es una religión que ha descendido en humanidad.
En cambio el samaritano, ése mismo que ha sido condenado de antemano a una vida estéril e infame, quien se prodiga en auxilio y cuidado del caído, aún cuando seguramente no entrara dentro de su horizonte de obligaciones. El caído casi seguro es judío, y el desprecio relatado era recíproco, por lo que es sólo un obstáculo a sortear.

Pero esa secularidad expresa a un tiempo nuevo, el tiempo santo de Dios y el hombre: en lo cotidiano es en donde se transforma la existencia, y se brinda el culto verdadero a Dios en el hermano que es la compasión.
Más aún: establece un nuevo concepto para saber quien es el prójimo. Lo usual es trazas círculos simultáneos de pares, es decir, el que profesa mi religión, el amigo, el vecino, el connacional y hasta allí nomás. Hay, a pesar de las limitaciones, una condición objetiva del prójimo.

Para el Maestro, el prójimo se edifica. Se trata de aprojimarse, de hacerse hermano, de tener especial preferencia para con el caído, el descartado, el olvidado a la vera de todos los caminos de la existencia. Socorro y más también, la búsqueda de la plenitud del otro aún cuando apenas tengamos algunas monedas de misericordia y un poco de aceite de consuelo. Darse aún cuando lleve tiempo.

La fé cristiana es la religión del prójimo que se descubre y al cual nos acercamos, porque en el prójimo está el Dios de la vida y allí le rendimos culto.

Paz y Bien

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