No hay mayor alegría


Domingo de Pascua

Para el día de hoy (31/03/13):  
Evangelio según San Juan 20, 1-9


(María de Magdala se encamina hacia el sepulcro cuando todo estaba oscuro; sin embargo, esa cerrazón es el alba que antecede al amanecer, es tiempo de sombras y oscuridad que se retiran.
La piedra que sella la tumba está corrida, y presuntamente no hay un autor definido de este hecho, y es que con otros ojos, con los ojos de la fé, es Dios mismo que nos corre las pesadas piedras de los recintos donde impera la muerte para que la luz ingrese.

Ella se vá corriendo a contar lo sucedido. Ella es mujer -unos escalones por debajo de los varones, no ha de ser tenida demasiado en cuenta-, ella es algo más que una nadie pero no mucho más que eso. Sin embargo tiene una misión crucial: evangelizar a los mismos Apóstoles, llevar en las prisas de su amor la noticia del Viviente. Así en nuestros empeños, solemos renegar de la Buena Noticia que se nos llega a través de los pequeños, de los excluidos, de los que no cuentan. 

La carrera de Simón Pedro y el Discípulo Amado, en parte, es el espejo de lo que somos. Algunos son más veloces que otros, pero todos hemos de arribar al amanecer de ese día definitivo de Resurrección; es que llegan con mayor premura y comprenden mejor las cosas los que aman, con todo y a pesar de todo.

Así entonces las vendas y mortajas devienen inútiles, artefactos mortuorios en desuso absoluto. La tumba está vacía, y no vemos el cuerpo muerto del crucificado.
A Él sólo se lo puede volver a ver a través de los ojos de la fé, una fé alimentada, sostenida y expandida por la fuerza incontenible de esa vida que prevalece a pesar de la muerte voraz que parece tragarse todo.

Creer en la Resurrección es cosa de atrevidos.
Es darse cuenta que nada volverá a ser como antes, abrir los ojos a ese alba que significa que Dios ha torcido maravillosamente el curso de la historia humana.
Es decir que la muerte -que ninguna muerte- ha de ser definitiva, ni de tener la última palabra.
Es rebelarse mansamente contra cualquier resignación, y desoír con alegría los llamados al conformismo.

Es afirmar, más allá de cualquier razón y de toda lógica, que el Crucificado no ha retornado a la vida, sino que ha vencido a la muerte y que vive para siempre, que el Resucitado camina hoy en medio de nosotros para que no se nos apague la esperanza, para correr allí hacia donde cunde el desconsuelo con la mejor de las noticias, para jugarnos por enteros porque el Resucitado inauguró los tiempos nuevos en donde el no se puede no tiene lugar, y por ello la tierra entera puede transformarse.

Todos viviremos, todos resucitaremos porque Él está vivo, y no hay mayor alegría.

Feliz Pascua de Resurrección)

Paz y Bien

Al alba


Sábado de Gloria - Vigilia Pascual

Para el día de hoy (30/03/13):  
Evangelio según San Lucas 24, 1-12


(Los que torturaron y mataron están durmiendo el cansancio que suponía tamaño esfuerzo. 
Los que lo odiaron a morir, duermen su sueño satisfecho de espanto y muerte. 
Sus amigos, agobiados por la desazón de la derrota y ese miedo que les devora razones, seguramente no han podido dormir; tristezas, culpas y temores por traiciones no pueden abrir paso al sueño.

Esas mujeres han dormido poco y nada. Han visto a su Maestro morir de manera cruel, como un delincuente abyecto, abandonado por sus amigos. Ahora han de cumplir con lo asignado a ellas, preparar el cadáver para su descanso final; es tarea de mujeres por cuestiones de Ley -los hombres no han de impurificarse tocando a un muerto-, y quizás sólo ellas tengan la delicadeza y el amor necesarios para restablecer, aunque sea un poco, la dignidad maltratada del cuerpo de su rabbí.
Muchos de nosotros hemos visto a esposas e hijas, madres y abuelas concurrir a los cementerios con una ternura muy especial, delicadeza de tumba, amor que persiste a pesar del dolor por la pérdida.

Esas mujeres, además, son discípulas, tan discípulas como Pedro, Juan y los otros. Han caminado desde Galilea con Él, y ese caminar es mucho más que ruta transitada. Son mujeres que conjugan afectos y fé, y aún cuando esos perfumes que llevan tengan -en parte- el objetivo de adecentar un cuerpo sometido una muerte brutal, ellas pueden ver más allá de lo evidente.
Por ello, tal vez, nada digan frente a la piedra removida. Alguien lo ha hecho por ellas. Los esfuerzos mayores no han de quedar en manos de quien no puede o no tiene fuerzas: saben por la fé que Otro se encarga de que se corran todas las piedras que esconden oscuridades mortales. 
Hay Otro que siempre se preocupa y ocupa para que entre la luz a esos recintos en donde solo puede esperarse muerte y resignación.

El alba es el momento exacto que es éxodo de la noche hacia la plenitud del día.
Ese alba es santa, es decisiva, es un antes y un después en la historia de la humanidad. Tumba vacía, sepulcro inútil, ese alba se vuelve frutal, ese sepulcro se despoja de ritos mortuorios -casa de muertos- y es hogar de esperanzas,y esperanzas vivas que ellas encuentran en la Palabra, memorial vivo de lo que Él les enseñó.
El amanecer de la vida reconstituida acontece cuando se renueva la esperanza a partir de esa Palabra de Vida y Palabra Viva, Palabra presente que nos interpela hoy, nos anima hoy, nos ilumina hoy.

Ellas han ido al alba a la tumba, y tienen la increíble misión de despertarnos de tantos sopores resignados, del  adormecimiento que nos mata, el Cristo que está vivo.
Ellas nos perfuman la existencia, y nos dicen junto a Jesús de Nazareth que no hay más imposibles, que no hay lugar para el no se puede, que podemos -aún hoy- asombrarnos de pura alegría.

Muy feliz Pascua de Resurrección para todos)

Paz y Bien
 

Vía Crucis -una canción-


VÍA CRUCIS

La cruz que en los hombros de Dios han cargado,
más que de madera, se hizo de pecado.
Son nuestros pecados los que carga al hombro,
los míos, los tuyos, de todos nosotros.

Se burla la gente del preso que marcha,
y el Dios sin pecados tus pecados carga.
No pesan los troncos por ser de madera,
sino por las culpas de la tierra entera.

La Virgen María lo mira llorando
y Ella no tiene pecado.


El cuerpo de Cristo tres veces golpea,
los duros caminos, con la cruz a cuestas.
Simón de Sirene se acerca y lo ayuda,
pero sólo Cristo carga con las culpas.

Al ver cómo sangra lloran las mujeres,
no lloren por Cristo que es madera verde.
Lloren por sus hijos, no ven que en el fuego,
las llamas esperan los árboles secos.

La Virgen María lo mira llorando
y Ella no tiene pecado.


Padre Néstor Gallego
 



De pié la Madre doliente (Stabat Mater) -una canción-


DE PIE LA MADRE DOLIENTE (STABAT MATER)

De pie la madre doliente
mira a su hijo tan cruelmente
en la cruz clavado.

Quien es el que no llorara
si a María contemplara
y al Señor amado.

Junto a Juan escucha ahora
las palabras redentoras:
“He aquí a tu hijo”
Yo te entrego aquí a mi Madre
es la voluntad del Padre
llévala contigo.

Me parece como un sueño
ver a mi niño pequeño
junto al buey nacido.

Hoy tan sólo los horrores
de este varón de dolores
que al mundo he traído.

Dónde está Caná y su vino?
Que misterioso destino,
fruto de mi seno!
Hoy es servidor sufriente
un desecho de la gente
de amarguras lleno.

Esa sangre que se asienta
sobre la tierra sedienta
es la sangre mía.

Ante el mundo y a su lado
vuelvo al sí, como lo he dado
en el primer día.

Carne mía de mi carne
es preciso que hoy encarnes
el dolor humano.

Y tu corazón abierto
traiga vida al mundo muerto
y al hombre, tu hermano.

A eso del mediodía
cubrió el sol un negro manto
como si el astro en su llanto
casi temiese mirar
aquel momento tan santo
en que el Señor morirá.

Amó tanto Dios al mundo
que a su propio hijo le dio
pa’ decir que Dios nos quiere
Jesús en la cruz murió.


Alejandro Mayol - La Fuente
 



Chamamé de Barrabás -una canción-


CHAMAME DE BARRABAS
 

Ha llegado justo a punto, estimado Galileo,
Con el odio que te tienen
a mí me van a olvidar.
Predicador ambulante que convoca multitudes.
Tu Reino no es de este mundo,
no te importa gobernar.

Meter la espada dentro e’ la vaina
nos predica este Profeta,
mas con la espada dentro e’ la vaina
poco y nada se va a hacer
le agradezco Nazareno devolverme al aire libre,
pero nunca le perdono no codiciar el poder.


En cambio a este Nazareno
que poco le importa el Sábado.
Y lo más sagrado y nuestro se le ocurre criticar
“El sábado es para el hombre”
ponen los ojos en blanco,
por algo los Fariseos no lo van a perdonar.

Meter la espada dentro e’ la vaina
nos predica este Profeta,
mas con la espada dentro e’ la vaina
poco y nada se va a hacer
le agradezco Nazareno devolverme al aire libre,
pero nunca le perdono no codiciar el poder.

Este hombre es peligroso
nos cuestiona las costumbres.
Y que al César hay que darle
lo que le pertenece a él
Y no siente la vergüenza de ver la bota romana, 
Retumbar por los caminos de la tierra de Israel.

Meter la espada dentro e’ la vaina
nos predica este Profeta,
mas con la espada dentro e’ la vaina
poco y nada se va a hacer
le agradezco Nazareno devolverme al aire libre,
pero nunca le perdono no codiciar el poder.
 
Alejandro Mayol - La Fuente

 
 
aquí puede escucharse:

Que hable la Cruz


Viernes Santo

Para el día de hoy (29/03/13):  
Evangelio según San Juan 18, 1-19, 42


(Hoy, en pleno Viernes Santo, es necesario hacer un silencio profundo y dejar que hable la Cruz, que hable la Pasión, que hable el Crucificado, que hable el amor que es el mismo Dios.

Sin ese silencio crucial, hubo, hay y habrá muchos sonidos y situaciones capaces de desviarnos la mirada de lo que verdaderamente importa, de lo que realmente decide todo.

Sin ese silencio imprescindible, tendrán la palabra los Anás de la manipulación, el fin que justifica los medios, los que llevan a los inocentes de un lado a otro en medio de la noche para que el pueblo no se dé cuenta, los que entienden al amor como una amenaza, los representantes oficiales de un dios que premia y castiga, un dios que puede manejarse mediante acumulación de  actos pseudopiadosos, los renegadores de toda generosidad, los que ejercen poderes opresivos en nombre de ese dios, los que detentan la cercanía a Dios en desmedro de todos los demás.

Sin ese silencio, Caifás será determinante en sus tejes y manejes, en su desprecio militante, en su razonable justificación de violencia y muerte, en abofetear al indefenso, en la burla pertinaz al profeta, en la ostentación que ofende toda pobreza y sencillez.

Sin ese silencio, el pretor Pilatos y todos los poderosos imperiales serán los que decidan sobre la vida y la muerte de los pobres y mansos, los que ninguna culpa tienen, los que en aras de la política, el status quo y el poder son capaces de la brutalidad más cruel, los injustos opresores que suelen ceder a presiones religiosas, razones imperiales o intereses económicos. Son los que minimizan la verdad, y en ese relativismo se llevan por delante la tantas vidas sin culpa alguna. Son los puntillosamente eficaces a la hora del suplicio y la muerte -la cruz es patíbulo romano-.

Sin ese silencio, tendrá importancia el miedo que niega y reniega mucho más que tres veces, la amistad vendida por dinero, la bondad criminalizada.

Hay que volver a dejar que la Cruz nos hable, escándalo para los judíos y locura para los gentiles.
Allí resplandece el amor mayor de Jesús de Nazareth, el hijo de Dios, el hijo de María y José, que se nos muere para que nadie más muera, para que no haya más crucificados, para que todos -incluidos los que lo odian y lastiman- vivan, y vivan en plenitud.

Hay que dejar que hable la Cruz)

Paz y Bien

Lavar los pies, liturgia del servicio


Jueves Santo

Para el día de hoy (28/03/13):  
Evangelio según San Juan 13, 1-15


(La última cena de Jesús y sus discípulos no es un reducto exacto de ritos preestablecidos. Es una comida de amigos y hermanos, y en el entorno hay noche pura y la sombra cruel de la cruz, una cruz que no será solamente un símbolo de muerte, sino más bien un escandaloso y loco signo del mayor amor.

Dios ha puesto todo en manos de Jesús de Nazareth. Él, en medio de la cena, se quita su manto, se ata a la cintura una toalla y se pone a lavar los pies de sus amigos. Es el profeta, el Maestro, el Cristo que -al quitarse su manto- se despoja voluntariamente de toda dignidad para servir a los demás.

El gesto de lavar los pies puede tener varias interpretaciones; por lo general, estaba asignado a los esclavos o a las mujeres de una casa. Podía significar la bienvenida que se brindaba al pater familias a su regreso al hogar -símbolo de potestad-, o también la acogida hospitalaria que se brindaba a un visitante. Jesús se asume igual a los últimos, a los que no son tenidos en cuenta, a los considerados inferiores, y ese gesto no debe ser comprendido con carácter ritual: un rito se ubicaría al comienzo o al final de la cena, nunca en el medio de la misma. Esa acción es toda una declaración de principios, un fundamento de identidad para toda la comunidad cristiana que, a su vez, convida a la humanidad -creyentes o nó- a transformar toda la historia a partir de esta ilógica escandalosa que trastoca y transforma poderes, dominios y derriba las jerarquías por la jerarquías mismas. 
Es la liturgia del servicio que excede por lejos lo cultual -el ámbito de los templos- y se hace existencia, y se hace cotidianeidad.

Simón Pedro oscila: está atónito y a la vez está indignado. No puede aceptar que su Maestro -su Mesías, aquél al que había identificado como Señor, Hijo de Dios vivo- se baje tanto, se haga un nadie, como una mujer y un esclavo, se despoje de dignidades y rangos de poder, y se ubique como servidor de todos.
Pero Pedro, aún cuando no comprenda, debe permitir que sus pies sean lavados por Jesús.

El Maestro, luego de lavar los pies de todos sus amigos, vuelve a colocarse el manto sin quitarse la toalla que se ha anudado a la cintura. Así regresa a la mesa, y ese regreso es éxodo y es Pascua de una nueva humanidad edificada en un poder que sólo se acepta y comprende desde el servicio desinteresado.

Debemos permitir que el Maestro nos lave los pies para andar con pisada limpia por estos arrabales del mundo.
En algún punto nos hemos aferrado a las seguridades falsas de los ritos y el culto encerrados en templos de piedra, en donde a menudo están ausente corazón y caridad. Porque el culto verdadero ha de celebrarse en el templo vivo de Dios, cada mujer y cada hombre, cada hermano al que debemos servir para ser verdaderamente amigos y seguidores de ese Cristo de nuestra salvación, que nos amó, nos ama y nos amará hasta el fin)

Paz y Bien

Quien quiera saber vivir -una canción-


QUIEN QUIERA SABER VIVIR
 
Sabiendo que se acercaba la hora de La Pasión,
Jesús con sus doce amigos, por última vez comió…
En medio de aquella Cena, les quiso mostrar Su amor:
lavando los pies a todos, lo mismo que un servidor…

Quien quiera saber vivir,
que viva para servir,
quien quiera el primer lugar,
que aprenda a ser servicial.

-Señor, no te lo permito. No puedes lavar mis pies!!!-
-Simón, lo que haré contigo, muy pronto vas a entender;
tu parte tendrás conmigo si dejas lavar tus pies…-
-Entonces mi cuerpo entero, Señor, te lo entregaré!-

Quien quiera saber vivir,
que viva para servir,
quien quiera el primer lugar,
que aprenda a ser servicial.

-Si Yo que Soy El Maestro les quise lavar los pies,
fue sólo por dar ejemplo de lo que tendrán que hacer.
En el Reino de los Cielos, las cosas son al revés:
quien quiera ser el primero, que sirva con sencillez…-

Quien quiera saber vivir,
que viva para servir,
quien quiera el primer lugar,
que aprenda a ser servicial.


Padre Néstor Gallego

aquí puede escucharse:

aquí también: 

Treinta monedas, el precio de un amigo



Miércoles Santo

Para el día de hoy (27/03/13):  
Evangelio según San Mateo 26, 14-25

(A través de los tiempos, Judas Iscariote ha quedado identificado como el ejemplo por autonomasia del traidor; en la práctica, su nombre se ha vuelto un doloroso adjetivo.
No es para menos: lo evidente es que Judas decidió, de manera conciente y libre, entregar al Jesús de Nazareth a manos de sus enemigos. 

Indagar acerca de las motivaciones que llevaron al Iscariote a tomar esta decisión nada cambia, no obstante ello puede darnos algunos elementos que nos sean útiles a la hora de la reflexión y, porqué no, para la oración o mejor aún, para una lectura orante de la Palabra.

Como todos los apóstoles, Judas poseía una cosmovisión apocalíptica /escatológica de la historia, es decir, suponía que los tiempos estaban maduros y que la llegada del Mesías era inminente. Esta llegada mesiánica implicaba la derrota absoluta de aquellos que oprimían a Israel y, por tanto, su liberación: así entonces, el Mesías en el que creían iba a ser un rey poderoso y victorioso, que imperaría a la manera de los reyes de este mundo. Lo religioso quedaba intrínsecamente unido a lo secular, y en cierto modo, Dios formaría un gobierno sagrado en la tierra santa.
Esa inminencia se alimentaba también de las angustias y ansiedades de un pueblo humillado y sometido por siglos. Así entonces, llegaba este galileo al que identificaban con lo anunciado por las antiguas profecías y se atrevía a cuestionar todo lo que ellos creían, echaba por tierra un cúmulo de tradiciones de sus mayores y, para colmo de males, pregonaba la paz y que su Reino no era de este mundo. Aceptar todo esto -al igual que a cada uno de nosotros- implicaba una transformación raigal que supera por lejos los esquemas mentales: es aquello que conocemos por conversión, que es ante todo unirse y confiar en ese Cristo amigo y compañero antes que la adhesión a una doctrina.

Desde estos parámetros, tal vez en parte pueda comprenderse la traición de Judas: quiere forzar la masacre de su Maestro para que Dios intervenga de una buena vez, y así se concrete la consumación de la historia. En ese mismo orden de ideas, el Iscariote no sólo se dirige al Sanedrín en tanto que estos hombres poderosos son los enemigos declarados del Maestro, sino porque ellos representan la tradición de sus mayores, lo que conoce, lo que le brinda cierta comodidad y seguridad; por ello mismo pacta un pago de treinta monedas de plata -treinta shekels-, que era el valor prescrito por la Ley de Moisés para cuando se hería o lastimaba de muerte a un esclavo. Todo está signado por una interpretación estricta y literal de la Ley.

Más allá de todo, hemos de beber los signos y los símbolos que nos brinda la Palabra.
Por un lado, el Cristo de nuestra salvación vendido a precio de esclavo, y así, ponerle precio a la amistad brindada por Jesús incondicionalmente a Judas y a los otros durante esos tres años.
Por el otro, el miedo -siempre el miedo-, el miedo a lo nuevo, el miedo a la verdadera liberación, el miedo a dejar atrás lo que oprime y hace daño, por más institucionalizado y tradicional que fuere.

Nunca se vende a un amigo, jamás debe entregarse a un inocente por el motivo que fuere. Y aquí, la entrega del Manso de las Naciones está intrínsecamente relacionada con esas monedas. Es el dinero asociado directamente a la muerte, y a la muerte de Dios.

Ese Cristo pobre no tuvo ni tiene hogar ni lugar.
De bebé, carece de cuna: nace en un refugio de animales -trono amoroso de brazos de Madre-.
De niño, vivió en la casa de José el carpintero nazareno, su padre.
De hombre, ya en su ministerio, hace hogar al abrigo de las estrellas, vive en la casa de Pedro en Cafarnaúm, se encuentra como en familia en Betania -en la casa de Lázaro, Marta y María-, y en vísperas de su ejecución, le ceden un salón para celebrar la Pascua con sus amigos.

Este Cristo no tiene sitio ni lugar propios. Su hogar está allí en la casa de sus amigos, en donde los suyos le hacen espacio, en donde sus amigos lo invitan.
Cristo es caminante, y habita allí mismo, en donde le hacen lugar para compartir el pan, beber la existencia y compartir la vida.)

Paz y Bien

Judas


JUDAS

Frustrado apóstol turbio del deseo,
lo que sabemos hoy, tú no sabías;
lo que esperabas tú del Galileo,
lo exigimos de Dios todos los días.
No fue mayor que el nuestro tu pecado,
traficantes también de sangre humana...
Beso en Su Rostro, al fin, aunque mal dado,
¿no te alumbró aquel beso la mañana?
Amor y suicidio en un madero,
muertes de un mismo Viernes de Pasión,
Su grito recogió tu desespero,
tu soga fue también tu confesión,
Judas, hermano Judas, compañero
de miedos, de codicias, de traición.

Dom Pedro Casaldáliga, cmf
Obispo Emérito de Sao Félix de Araguaia, Brasil

Traiciones


Martes Santo

Para el día de hoy (26/03/13):  
Evangelio según San Juan 13, 21-33. 36-38


(Es una tarea ímproba describir con precisión las cosas que se agolpaban en el corazón del Maestro esa noche, en esa última cena junto a sus amigos. Es un hombre solo, en esa Ciudad grande que hace poco lo ha recibido entre vítores y algarabía, y ahora se cierra en una noche de dolor y muerte, de espanto y humillación.

Es un hombre solo a pesar de que está rodeado de amigos.

Se ha reflexionado y escrito mucho acerca de la traición de Judas, y en la mayoría de los casos con palabras sabias y con una profundidad de la que aquí se carece.  Por ello, nos detendremos en algunas cuestiones evidentes.
Por un lado, lo obvio que tan a menudo se nos escapa: la traición sucede siempre en y a partir de quienes confiamos, en quienes creemos. No nos traiciona un desconocido, un ajeno: la traición surge a partir de lo propio, a menudo de quien amamos. Ese quebranto es lo que la hace más dolorosa.
El Maestro había compartido cada segundo del día durante tres años, y más aún: se había brindado a esos hombres por entero, sin reservas, con una paciencia inconmensurable. Sin embargo, todos ellos no llegaron a comprenderlo, y deberían hacer su propio éxodo con la Resurrección de Jesús.

En ese horizonte acontece la primer traición -nadie como el Maestro para leer los corazones-. Judas Iscariote era depositario de una enorme confianza, como discípulo y como ecónomo del grupo. Él guardaba los recursos y repartía las limosnas en nombre de todos, y así y todo lo entregará al Sanedrín.
Quizás sea oportuno otro momento en el cual ahondar en las treinta monedas de su entrega: los amores no se venden, no tienen precio. Él tampoco había aceptado en el fondo de su alma a un Mesías pobre y humilde, un hombre de paz que llama a Dios su Padre, un hombre que reniega de cualquier violencia, un hombre al que no le interesan fama y poder, un hombre que habla de una liberación muy distinta a la que ansían sus paisanos judíos, un hombre que se lleva por delante la Ley y los preceptos en nombre de una Buena Noticia que no llega a aceptar del todo, un hombre que quebranta todas las tradiciones de sus ancestros, tan férreamente instauradas a través de siglos.
Había que tener coraje para andar con ese hombre, y en parte, es razonable que Judas se presente al Sanedrín para venderle: el Sanedrín representa lo establecido, la ortodoxia, lo conocido, la tradición que conlleva seguridades.
Jesús de Nazareth es como un mar sin orillas.

No obstante, el Maestro -aunque conoce sus intenciones- no ha de quemarlo frente a los otros once. Aún con ese quebranto infernal, le sigue brindando su amistad y su vida misma, y por eso le ofrece su pan, su existencia. Pero no hay modo: el Iscariote elige libremente la contraria, y por eso se sumerge en la noche. Toda traición ensombrece cualquier alma, la del que traiciona y la del traicionado.

En esa noche cerrada, precisamente allí se manifestará la gloria de Dios, que es la fidelidad eterna a ese amor que tiene por toda la humanidad, por todas sus hijas e hijos, por los leales y los traidores, por buenos y malos, Dios fiel más allá de toda razón, y su gloria será morir crucificado para que el hombre viva.

Ahora bien, Judas no será el único que ha de traicionarlo.
Simón Pedro, siempre ostentoso y voluble, se declara presto a seguirle y a dar su vida por Él. Allí está su quebranto, pues monologa: en su discurso -es decir, en su pensamiento- no hay lugar para sus hermanos, para el Reino, para ese Cristo que es su Señor y su amigo. Él también será rápido a la hora de negarlo.

Los otros se dispersarán, fugitivos del miedo, acosados por el espanto y la derrota. Ellos también traicionan, ellos también lo dejarán morir en soledad.

Nosotros también solemos actuar así. Frente a la radicalidad del Reino, gustamos de ofrecer a ese Cristo Redentor a los tentadores tribunales de esquemas e ideologías en donde impera la injusticia, en donde no hay lugar para la compasión, en donde toda noticia, necesariamente, jamás ha de ser buena ni nueva.
Nosotros también nos desgañitamos afirmando lealtades y pertenencias, pero somos gallos veloces cuando los temores se asoman.
Nosotros no solemos mostrarnos como ese Jesús de la paz, de la humildad, del servicio, de la vida ofrecida incondicionalmente por y para los demás.

Con todo, Él nos sigue llamando amigos, hijos, hermanos. Siempre hay tiempo para el regreso, para la mesa compartida, para el pan que se nos brinda abundante e ilimitado, la vida renovada y plena, para salir de la noche, para que venga clareando -aunque sea a duras penas- el horizonte santo de nuestra Salvación)

Paz y Bien


María de Betania


Lunes Santo

Para el día de hoy (25/03/13):  
Evangelio según San Juan 12, 1-11

(Nos encontramos a las puertas de la Pasión, y cada palabra y gesto de Jesús de Nazareth adquiere significado pleno a la luz de la Cruz.

El clima cada vez se enrarecía más, la orden de búsqueda y captura -porque el decreto de muerte se había efectivizado- estaba vigente. Jerusalem era más que hostil, lo aguardaba revestida de horror y muerte, y hubiera sido razonable que el Maestro partiera hacia geografías más amistosas, con menos riesgos.
Sin embargo, decide quedarse en Betania, a escasos kilómetros de la Ciudad Santa, en casa de Lázaro.
Allí le preparan una cena, anticipando la última cena de la fraternidad y el servicio que compartirá con sus discípulos; a pesar de la inminencia ominosa que oscurece cualquier futuro, en esa mesa acontece una manso ambiente de amistad, de pan y vida compartidas, signo y profecía de lo que deberían ser nuestras Eucaristías.

En esa mesa de amigos sucederá algo extraordinario, asombroso en su sencillez, y junto a Jesús la protagonista será María de Betania, hermana de Lázaro y de Marta, la misma María que bebía a los pies del Maestro la Palabra, la María que se queda con la mejor parte.

Históricamente, a los reyes de la tierra se los ungía vertiendo aceites finos y perfumes sobre sus cabellos y su rostros, y esta tarea se encomendaba a los sacerdotes principales, sea cual fuere la cultura y la religión.
María de Betania, en una acción profundamente sacerdotal, unge los pies del Maestro con un carísimo perfume y los seca con sus cabellos. Ese gesto de amor sólo puede entenderse en la ilógica del Reino y de la Gracia, bajo la luz de la Pasión. Es la unción de quien se hace libremente esclavo y servidor del otro, de quien venera en el cuerpo del prójimo toda su existencia, desde el cuidado, el respeto y el afecto.
María de Betania tiene una acción sacerdotal pero también profética: anticipa el servicio del Maestro, preanuncia otra unción de amor, la de María de Magdala, al alba de la vida renovada, de la Resurrección.

Simplemente por ser mujer y por hacer esas cosas, María podría ser pasible de una crítica severa en tren de moralina, pues esa acción la asemejaría a una mujer de dudosa reputación; el Maestro, sabedor de esos criterios, no debería permitirlo.
Sin embargo, no sólo lo permite sino que alaba lo que esa mujer ha hecho.

Es claro que la lógica y la razón que asisten a Judas dictan otra cosa: hubiera sido preferible vender ese caro perfume y entregar el dinero producido a los pobres. Es la lógica de los preceptos cumplidos, de las conciencias tranquilizadas y adormecidas, son los celos torpes de quienes se han vuelto incapaces de cualquier caridad, es el rictus severo de aquellos que suponen la manipulación de Dios mediante la acumulación de actos piadosos y dejan de lado la mediación salvadora de Jesús de Nazareth. En realidad, aquí los pobres no cuentan como preferidos del amor de Dios, sino como lectura instrumental o ideológica de almas tan estratificadas que impiden y reniegan de cualquier novedad.

María de Betania se despoja de cualquier signo de dignidad externa para lo que verdaderamente cuenta -la parte importante- el servicio a los demás, el culto al prójimo en donde resplandece el rostro de Aquel que es la Resurrección y la vida, más allá de todas las cruces que solemos portar)

Paz y Bien

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor


Para el día de hoy (24/03/13):  

Procesión de los Ramos
Evangelio según San Lucas 19, 28-40

Pasión de Nuestro Señor Jesucristo
Evangelio según San Lucas 22, 14 - 23, 56


(Él viene. Se lo ha esperado mucho tiempo, con las mismas ansias conque se espera la justicia.
Aunque nos acerquemos al tembladeral de la obviedad, lo decisivo es que nosotros, aún cuando lo esperamos, no hemos salido a buscarlo a los cuatro rumbos. Es Él quien viene a nosotros.

Es el Príncipe de la Paz, el Rey libertador prometido a través de los siglos por ese Dios que jamás quebranta su Palabra.
Sin embargo, es un rey muy extraño, que no encaja en nuestros moldes ni en los que portan los expertos religiosos, supuestos conocedores exactos del perfil del Mesías.

Jerusalem es el corazón de la nación y del pueblo. Como una constante que se irá repitiendo a través de toda la historia, quien conquista la capital dominará todo lo demás. Por ello, un rey lógico y razonable ingresará a la ciudad montado en su carro de guerra o en un portentoso caballo de combate, revestido de armadura, portando sable de mando y corona con diadema que lo identifique en su realeza. Lo hará precedido por una victoria militar arrolladora por sobre sus enemigos, y llega a la ciudad en desfile triunfal con sus tropas desfilando desafiantes.

El Rey de Reyes llega montado en un burrito manso, con esa pobreza y humildad que ha elegido para sí desde siempre.
Nada impone, todo lo ofrece, comenzando por su vida. 
Él es la paz, nuestra paz, la paz del mundo, una paz que no se obtiene a través de la fuerza de las armas, del poder que avasalla, del dominio que oprime. Él es indudablemente un Rey pero no está por encima ni alejado de las gentes. Él mismo es pueblo en su corazón inmenso.

Para las almas mezquinas, será objeto de burlas y desprecios, porque es imposible asociar a Él cualquier éxito. Si es parte de la nobleza, sin dudas será de muy baja categoría porque será aniquilado en una derrota flagrante, ejecutado como un criminal abyecto.
Para colmo de males, no imparte órdenes de batalla ni planifica guerreros derramamientos de sangre. No lo tolera. La única sangre posible será la propia, ofrecida como vida inagotable para que nadie más se muera.
Se vuelve algo menos que un esclavo, servidor de todos, pan para nuestro hambre, bebida de Salvación para nuestras almas yertas.

Aún así, los pobres, los pequeños, los olvidados, los que amamos la vida y todos los crucificados de la historia lo reconocemos y lo saludamos.
A su paso tendemos nuestros mantos, a su paso ponemos nuestras existencias para que nos cambie, para que todo cambie.

Hemos de celebrarlo, y no hay posibilidad de callarse.
Frente a los silencios de miedo y silencios impuestos, se viene preparando un coro de rocas que gritarán fuerte que todo puede cambiar, que todo puede ser distinto, que Dios viene a nosotros y es capaz del despojo total, ese amor mayor, con tal que permanezcamos vivos y que florezca el Reino, justicia, fraternidad, liberación, eternidad en el día a día que se nos ha regalado)

Paz y Bien

 

1980 - 24 de marzo - 2013 - Oscar Arnulfo Romero


Un 24 de marzo de 1976, un golpe de Estado instauró en estas tierras argentinas una dictadura cívico-militar que, bajo diversos pretextos, se cobró la vida de más de 30.000 personas, haciendo de la tortura, los campos clandestinos de detención, la violencia de las armas desde el Estado y la desaparición de gentes lo usual y lo cotidiano, justificando estas infamantes e inhumanas aberraciones con la defensa de la seguridad nacional, de la civilización occidental y cristiana, de la lucha contra el comunismo, todas falacias que escondían el rostro infernal del odio.

Otro 24 de marzo, en 1980 en nuestra hermana El Salvador, el mismo odio se cobraba la vida del padre obispo Oscar Arnulfo Romero, pastor y hermano de San Salvador, santo mártir de nuestra Latinoamérica y renuevo frutal de la Iglesia.

Su voz de profeta no podrá jamás ser acallada ni con todas las balas del mundo, su voz permanece viva y joven en estos pueblos que, a pesar de tantos sufrimientos, se saben benditos por su Pascua.

Que este día sea para nosotros de fructífera reflexión, de memoria viva y de gratitud aunque el dolor se quiera hacer presente.

Los hombres buenos viven para siempre

Paz y Bien

Ricardo
 


Un solo hombre por todo el pueblo


Para el día de hoy (23/03/13):  
Evangelio según San Juan 11, 45-57


(Si bien las Escrituras no son crónicas en el sentido histórico -son relatos espirituales, teológicos-, el conocimiento de las circunstancias históricas que en ellas se mencionan pueden ser muy útiles a la hora de la reflexión.

En la Palestina del siglo I la dominación imperial romana sucedía en todos los ámbitos, y se afirmaba de un modo contundente mediante la fuerza brutal de las legiones estacionadas en Cesarea y en Siria; los pretores y cónsules romanos no vacilaban en reprimir con letal eficacia cualquier atisbo subversivo o cualquier conato de rebelión.
Por aquel entonces, la figura y el renombre del humilde rabbí galileo crecían sin parar. Sea a través de sus signos, sea a través de su Palabra nueva, cada vez más gente le prestaba atención, y muchos lo seguían de modo creciente.

Todo ello provocaba las furias y las angustias de los poderosos locales, representados en la lectura de hoy por Caifás y el Sanedrín. A pesar de la dominación romana, ellos dominaban las almas, los corazones y las mentes de todo el pueblo judío, y junto a ello, ostentaban posiciones de privilegio y poder económico.
Por ello es dable y razonable que reunan al Consejo de notables para decidir qué hacer con ese nazareno tan peligroso; arguyen -no sin razón- que si Él sigue creciendo se pondrá en peligro a la nación entera y al Templo.
En realidad, el peligro primero estriba en ellos mismos, en sus posiciones y status, y por ello no dudan en condenarlo a muerte.

Como siempre sucede, a veces decimos cosas trascendentes sin quererlo y sin darnos cuenta.
Caifás argumenta que es bueno que muera un solo hombre por todo el pueblo, y a pesar de sus aviesas intenciones, sus palabras son pura profecía.

Ese hombre solo, ese Cristo pobre y humilde morirá en la cruz porque nadie más debe morir, porque nadie más debe ser sometido a cualquier violencia, porque nadie más debe merecer la cruz.
Para esos hombres, la vida de un hombre no tiene importancia ni valor y es una simple moneda de cambio.

Ese hombre morirá por todo el pueblo, por todos los pueblos, para reunir a los dispersos, para que todos vivan, y no será un hecho fortuito ni un incidente buscado por Dios.
Es una cuestión de poderosos que se transforma en santa merced al amor que se palpita)

Paz y Bien

Lapidaciones y dilapidaciones




Para el día de hoy (22/03/13):  
Evangelio según San Juan 10, 31-42


(A las puertas de la Semana Santa, se comienza a comprender -desde el lado de escribas y fariseos- el motivo y la condena a muerte de Jesús de Nazareth. Tragedia, horror y odio se entrelazan para aplastar al rabbí galileo.

A esos hombres furiosos nada les importa excepto sus ideas, y así niegan y reniegan de lo evidente. Se han instalado en un cúmulo de normas rígidas, y nada ni nadie podrá sacarlos de esa obcecación violenta; lo peor es que ellos mismos no quieren salir.
Siguiendo lo prescrito por esa Ley que han deificado, buscan piedras para ejecutar al Maestro: consideran que por hablar de Dios como Padre, y considerarse Él mismo Hijo, está cometiendo blasfemia, y por ello debe morir al uso de sus costumbres, lapidarlo hasta la muerte.

Han visto todo el bien que ha hecho, han escuchado su Palabra viva, lo descubrieron manso y pacífico, pero no les importa. Están sedientos de sangre, y en realidad, no sólo lo quieren lapidar. Ellos dilapidan todo ese tesoro que se crece ante sus ojos, el tesoro escondido que Jesús les revela.

Ellos se aferran a un dios lejano y poderoso, que impone premios y castigos de acuerdo a las conductas, un dios al que sólo se puede acceder mediante el cumplimiento férreo del culto y de los preceptos religiosos -sin corazón y sin sonrisa-.

Las posturas no han de ser más opuestas.

Jesús de Nazareth les ha revelado a un Dios cercano, que se ha llegado hasta ellos, un Dios al que descubre Padre y, por el cual, cada mujer y cada hombre son hijos e hijas amados, un Dios que vuelca manantiales de bondad más allá de cualquier mérito, un Cristo que todo lo que hace lo hace desde ese amor primordial.

Un Dios pobre de toda pobreza, un Dios que se despoja de su divinidad para acampar entre nosotros, un Dios que se brinda por entero, un Dios que se entrega a la muerte en la cruz para que nadie más muera.)

Paz y Bien



El comienzo de una nueva historia


Para el día de hoy (21/03/13):  
Evangelio según San Juan 8, 51-59


(Esos hombres estaban furiosos, y no era para menos. Con unas pocas palabras certeras, el Maestro les derrumba todo un andamiaje en el que se recostaban cómodos y confiados, una estructura de exclusividad. Ellos están más que satisfechos en sus credenciales de pertenencia -hijos de dinastía abrahámica- y Jesús, al cuestionarles ese identikit se vuelve un peligroso enemigo, y por ello le dicen, en su rostro, que está endemoniado. Está a sólo un paso de ser juiciosa y razonablemente ejecutado.

Esos hombres están presos de la literalidad con la que asumen las Escrituras -desechando con fervor al Espíritu que las inspira- y son esclavos del pasado. Para ellos el presente es una continua reedición de ese pasado que consideran glorioso, y por tanto nada nuevo son capaces de aceptar. Para esos hombres no hay posibilidad de futuro ni de un presente distinto.

Abraham era un hombre de fé y por ello mismo, un hombre de mirada lejana y profunda. 
El viejo pastor del desierto, contra toda lógica o razón, se mantuvo incólume en la fidelidad a esa promesa realizada por ese Dios fiel, un Dios que siempre cumple lo que promete.

Las mujeres y hombres fieles a la vida y a la humanidad son los que cada día inauguran una nueva historia. Son puro presente y promesa cierta de futuro.
Son los que nos dicen, junto al Maestro que , a pesar de todo paso biológico, nunca moriremos)

Paz y Bien

Verdad que libera


Para el día de hoy (20/03/13):  
Evangelio según San Juan 8, 31-42


(Este mundo en el que vivimos es un eficiente productor de esclavos. Esclavos de la miseria, esclavos del dinero, esclavos del egoísmo, esclavos del hedonismo, esclavos de ideologías, múltiples esclavos del desorden férreamente establecido.

No hay reducto, nacionalidad, religión o grupo que, por pertenencia, garantice libertad de esta esclavitud. Las credenciales de adhesión son sólo sucedáneos calmantes que perpetúan y prolongan la vida suprimida, las cadenas impuestas o, lo que es peor, las cadenas aceptadas por resignación o costumbre.

La propuesta de Jesús de Nazareth está lejos de ser una opción, una elección más.
La invitación de Jesús de Nazareth es que con Él y a través de Él, descubrimos el insondable misterio de que cada mujer y cada hombre somos hijas e hijos amados de Dios, y por ello mismo somos hermanos.

Le experiencia de descubrirse hijo es la verdadera libertad, y es un principio de identidad irrevocable.
Dios es un Padre que nos ama y una Madre que nos cuida, muy lejano a un Soberano distante que todo impone.
Dios es pobre entre pobres, un Dios despojado de su divinidad para llegarse hasta nosotros y ser uno más, un Dios que se desvive por nuestra felicidad, un Dios capaz de morirse para que no haya más crucificados.

Sólo las hijas y los hijos pueden ser realmente libres.
Más aún, desde esa identidad primordial hasta son capaces de volverse alegremente esclavos en el servicio y la generosidad, en el desinterés y la compasión para que otro hermano rompa sus cadenas y no permanezca en las sombras, con la fidelidad de Abraham, con la confianza de José y María de Nazareth.

Este tiempo es ideal para descubrir a tantas mujeres y tantos hombres que son libres de verdad aunque no profesen la misma fé que nosotros o, siquiera, alguna fé, hombres y mujeres que expresan en lo cotidiano esa misericordia que sostiene al universo)

Paz y Bien

La justicia de José de Nazareth


San José, Esposo de la Virgen María

Para el día de hoy (19/03/13):  
Evangelio según San Mateo 1, 16. 18-21. 24a


(La historia de la Salvación es una misteriosa y paciente urdimbre amorosa de Dios a través de los siglos y en las profundidades de la historia humana. 

Desde aquel viejo pastor de Ur -con pequeños pasos firmes- y a través de unas tribus esclavas de Faraón que moldeará como pueblo en el crisol del desierto, ese Dios enamorado de su creación se mantuvo y se mantendrá fiel a su promesa de redención. 
A pesar de quebrantos, traiciones y violencias, ese Dios nunca dió la espalda. Así entonces tuvo mensajeros -mujeres y hombres de amistad intrínseca con Él- que anunciaban que la esperanza seguía viva y encendida, y denunciaban toda resignación y toda afrenta a esa vida que se había confiado en las manos humanas.
En las mismas entrañas de la historia se estaba gestando un Salvador, un Mesías que sería liberación para ese pueblo y para todos los pueblos.

Todo tiene su tiempo y su proceso, y la historia ya estaba grávida de Aquél que todos esperaban con ansias, confiados en el Dios de sus ancestros. Contrariando razones y lógicas, ese Dios le pide permiso para llegarse a nuestras vidas por medio de una pequeña muchacha judía campesina, de la periférica Galilea siempre sospechosa y marginal.
Ese embarazo estará teñido de sospechas, porque esa muchachita, María de Nazareth, aún no convivía con su prometido, José, un carpintero judío de su misma aldea.

Este hombre tendrá una importancia decisiva en el largo camino de la llegada del Salvador.
Si él repudia por los motivos que fueren a su joven esposa, tal vez por diversos motivos ella se salve de las prescripciones violentas de la Ley mosaica y salve su vida, y la del bebé que se crece en su interior. Pero si José se aparta, ese niño será sólo un bastardo sin destino ni parientes, un accidente desencajado de la historia.

José, al permanecer firme en el amor que profesa a su esposa y al sostenerse en la confianza hacia su Dios -aunque no alcance a comprenderlo- cuidará de ese Hijo asombroso, será su padre y hasta le impondrá su nombre. Dar un nombre no es algo menor: un nombre define carácter y preanuncia destino, y su hijo se llamara, por su entereza y decisión, Jesús, Dios Salva. 
Pero además, mantendrá incólume la promesa: ese Hijo tiene una raíz muy extensa, y está decididamente ligado a su pueblo.

Las dudas de José suelen interpretarse por un pretenso adulterio, a partir de ese embarazo sospechoso de María. Pero el Mensajero no justifica al carpintero la situación de su esposa: el Mensajero explica a José que és lo que sucede con él mismo.
Las dudas de José surgen a partir de descubrir la enormidad de la presencia de Dios en María frente a esa terrible pequeñez que revela su existencia. Aún así, él dará un salto de confianza.

José es justo porque ajusta su voluntad a la de Dios, una voluntad que reafirma la vida contra todo pronóstico, en el servicio humilde y silencioso de aquellos que protegen y cuidan la existencia hasta que esta tenga alas propias, que no ansían reconocimientos pero que están allí, firmes como árboles nobles, íntegros en su fidelidad, cálidos en su silencio.

La cultura clásica ha afirmado, con notable precisión, que la justicia es dar a cada uno lo suyo.

José de Nazareth expresa sin ambages que la justicia es, ante todo y por sobre todo, dar lo suyo, darse uno mismo)

Paz y Bien

 

Luz del mundo


Para el día de hoy (18/03/13):  
Evangelio según San Juan 8, 12-20


(El Maestro se encontraba en la Ciudad Santa, en plena celebración de la Fiesta de Sukkot o de los Tabernáculos, festividad solemne que recordaba el tiempo que el pueblo de Israel hubo de vivir en tiendas o tabernáculos muchos años en el desierto, antes de llegar a la Tierra Prometida.

Dentro del ceremonial de la fiesta, se encendían en el Patio de las Mujeres del Templo unos candelabros enormes, por el mismo sitio en donde habría de pasar la procesión litúrgica solemne. Estos candelabros tenían, cada uno de ellos, cuatro grandes cuencos llenos de aceite y agua, con unas mechas elaboradas a partir de hilos tomados de los ornamentos sacerdotales, y para poder encenderlos era menester subirse a una escalera. Cuando las mechas se encendían, la luz de estos candelabros era visible desde todos los rincones de Jerusalem.

En ese ambiente cargado de significación, de signos y símbolos tan caros para la nación judía, allí en pleno Templo relumbrante en la noche por los hachones encendidos, Jesús de Nazareth se pronuncia y declara como luz del mundo.
No es un tema menor, ni tampoco una mera provocación dedicada a sus enemigos, sino que se trata de un nuevo éxodo, un éxodo definitivo.
La luz de la verdad no se encontrará en las construcciones imponentes, en las edificaciones humanas, en la pompa y el boato del culto, sino que la verdad radica en una persona, Jesús el Cristo. Más aún, de este modo queda quebrantado el modelo unicista de Pueblo Elegido, en donde Israel es la luz de las naciones por subordinación divina. Al ser Cristo luz del mundo, todos los pueblos de la tierra -la humanidad- es depositaria de la promesa de Salvación, vos y yo, tú y ella, todos y cada uno de nosotros.

La luz implica movimiento. La luz jamás permite el estancamiento de la rutina o de la resignación. 
La luz implica ponerse en marcha, peregrinar hacia la tierra prometida del Reino, tierra de fraternidad, de justicia, de compasión.

Contrariamente a lo que suponen sus adversarios y perseguidores, el Maestro no está proponiendo un nuevo modelo organizacional ni una nueva institucionalidad que reemplace a la antigua. Él edifica vida nueva y mundo nuevo a partir de mujeres y hombres nuevos recreados desde su Espíritu, con horizontes infinitos que no han aceptado permanecer en la oscuridad de una vida sin sentido ni proyecto.

La luz se enciende en las profundidades de los corazones)

Paz y Bien

Escrito en los corazones


Domingo Quinto de Cuaresma

Para el día de hoy (17/03/13):  
Evangelio según San Juan 8, 1-11


(La situación se repetía. Ellos buscaban tenderle una trampa al Maestro, cuyo objetivo era doble: por un lado, desacreditarlo ante el pueblo que cada vez lo escuchaba con mayor agrado y atención. Por el otro, encontrar en sus declaraciones y acciones motivos heterodoxos suficientes para considerarlo blasfemo y así procurar su ejecución.

Es importante tener en cuenta los fundamentos de aquellos que, expectantes, buscaban el paso en falso de Jesús. Ellos se aferraban a una interpretación de la Ley por la cual debe ejecutarse a la mujer adúltera o, mejor dicho, a la mujer sorprendida en adulterio; esto tiene sus variantes según el estado de la mujer, es decir, si es casada, si es prometida, si es soltera. Si bien la Ley suponía que debían morir ambos -el varón y la mujer culpables- el acento se ponía indefectiblemente en la mujer, toda vez que el género era condenatorio. La muestra estriba en que escribas y fariseos le traen a su presencia a la mujer a punto de ser lapidada, pero nada dicen del varón copartícipe del pecado.
La suerte de la mujer ya está echada -son rápidos a la hora de la condena y la pena-, y están buscando el plus de llevarse por delante a ese molesto y peligroso rabbí galileo.

Esa mujer, humillada delante de todos los presentes, está prácticamente muerta. Es casi un cadáver para esos hombres severamente piadosos y sin compasión, estrictos en su fé, puntillosos en sus creencias. Ellos ponen por delante esa Ley que se corresponde con la angostura de sus almas antes que una vida que están a punto de sesgar.

El Maestro escucha todo esto en silencio, y mientras escucha, escribe en el suelo con su dedo.
Lo que escribe ha sido motivo de profusas disquisiciones y frutales meditaciones; aquí, y en un todo de acuerdo a nuestras limitaciones, nos atreveremos a afirmar que se trata de un signo y un símbolo de enorme profundidad y trascendencia.
La Ley de esos hombres está rígidamente inscrita en tablas, tallada en la piedra que es tan similar a sus almas, una Ley deificada que deja muy atrás a la humanidad y a la vida.
Las cosas del Reino que anuncia Jesús de Nazareth -el sueño eterno de un Dios asombrosamente cercano- se escriben en los corazones de cada hombre y de cada mujer, libros de la vida latentes en toda existencia.

El Dios de Jesús de Nazareth no es un juez exacto ni un verdugo eficaz en prodigar ejecuciones y condenas demoledoras. El Dios Abbá de Jesús es un Padre que nos ama y una Madre que nos cuida, un Dios enamorado de la vida que ha sembrado en la creación y, especialmente, en los templos vivos que son cada mujer y cada hombre, y ese amor se traduce en un perdón maravillosamente desproporcionado, un perdón que redime y libera, que reconstituye, que hace nuevas todas las cosas, que no aferra al pasado, que es presente novedoso y futuro posible y venturoso a pesar de las cargas pretéritas que puedan portarse.

El Dios de Jesús de Nazareth no es un ídolo hambriento de víctimas sacrificiales, ávido bebedor de la sangre de los condenados. Es un Dios que repudia las condenas, los sambenitos del desprecio, las víctimas de cualquier justificación. Es el Dios del perdón y la vida nueva que no condena, que restaura y levanta.
El -vete y no peques más- de Jesús a la mujer es un impulso a la esperanza y a la no resignación, a no volver al pasado de hacernos daño.

Dios es misericordia, y no hay otra Ley que deba inscribirse en las honduras de nuestras vidas)

Paz y Bien

Muchos profetas







Para el día de hoy (16/03/13):  
Evangelio según San Juan 7, 40-53



(Jesús de Nazareth suscitaba diversos tipos de reacciones; para sus paisanos y familiares estaba fuera de sus cabales, muchos afirmaban que era un profeta, que era Elías, que era un farsante. Era elogiado, vilipendiado o mirado con indiferencia. La gran mayoría estructuraba la opinión que tenía acerca de Él a partir de las Escrituras o de la Tradición.
El pueblo a menudo oscilaba del asombro a la confusión: entre los más versados eran tantas las opiniones, que a pesar de sentirse gratamente contenidos por ese rabbí galileo, las opiniones de los religiosos oficiales tornaban esa intuición veraz y sencilla en un entramado complicadísimo y gravoso.

Entre los que detentaban en poder religioso -el Sanedrín- esta cuestión se acentuaba hasta extremos violentos y peligrosos. Algunos ya lo habían catalogado como un blasfemo -llamaba a Dios su Padre-, y por eso ordenaron su detención a los levitas que ejercían la función de policía del Templo.
Cuando se constituyen en donde el Maestro enseñaba, nada pudieron hacer. Se quedaron paralizados: ese hombre hablaba como nunca antes nadie había hablado, palabra nueva, palabra joven, palabra viva.
Al regresar con la misión incumplida, vuelve a desatarse en el seno del Sanedrín la polémica, y el argumento principal en contra de Jesús es su origen: un profeta y, mucho menos, el Mesías, no puede ser que venga de esa Galilea de los márgenes, de la periferia. Él es un campesino nazareno -se le nota en la tonada-, sin formación por parte de los grandes maestros de la ley, que seguramente es un charlatán, pues no puede ni debe hablar de las cosas de Dios si no sabe.

En cierto modo, gustamos de ser sanedritas, de ser militantes fervorosos de los desprecios. Y así ignoramos o descreemos de muchos profetas que hoy, ahora mismo, caminan entre nosotros, mujeres y hombres sencillos que nos encienden las esperanzas.
Son profetas y profetisas campesinos, empleadas, lavanderas, vecinos de nuestros barrios, abuelos sabios de nuestras comunidades, jóvenes valientes en nuestras calles. No siempre tienen las palabras política o religiosamente correctas, pero a no dudarlo: La Buena Noticia, la vida y la libertad resplandece en sus existencias y no hay música mejor para nuestras agobiadas y pobres almas)

Paz y Bien

Acalladores


Para el día de hoy (15/03/13):  
Evangelio según San Juan 7, 1-2. 10.14. 25-30


(Quizás el término equivalente que defina mejor estas líneas, sea el de silenciadores. No obstante ello y por cierto tipo de connotaciones, es preferible el que se ha usado, acalladores. 
Son los que prefieren el silencio impuesto a escuchar esa verdad que duele y molesta, son los que no reparan en gastos a la hora de acallar a las voces proféticas, a las voces claras que anuncian buenas noticias y denuncian lo que se opone a la vida y la libertad.
Son también los que elaboran intrincadas justificaciones denegatorias, los que razonan violencias, los que demuelen cualquier brote nuevo a partir de criterios específicos, cualesquiera que ellos fueran.

Por entre la multitud, con humildad y valentía se levanta las voz siempre joven del Maestro. A pesar de esa cruz que sabe que lo espera -y de la que no rehuirá- en su Palabra suena vibrante la Buena Noticia del amor de Dios, de un Dios cercano, Padre y Madre de todos...incluso Padre y Madre de aquellos que lo odian y detestan.

A esos hombres -muy piadosos, por cierto- nada de ello les importa, tan alto les ha crecido la soberbia. Suponen que por conocer sus orígenes, por haberlo preclasificado no puede ser más que lo que ven, un enemigo y un blasfemo, nunca la voz de Dios, nunca el Salvador.
Aún así, con ese odio al que se someten, están temerosos. Es que el poder, cuando no es servicio, es enfermizo y de un modo paranoico teme hasta de sí mismo. No levantarán la mano contra Él por temor a las repercusiones populares y, fundamentalmente, porque no es el momento, y ese es el signo cierto de que la Cruz es aceptada en total libertad y amor por Jesús de Nazareth.

Por todas partes hay Cristos así. En nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestros países, en nuestros barrios, Cristos de Buenas Noticias que no suelen encajar en los moldes que tan concienzudamente hemos elaborado acerca de lo que es religiosamente correcto.
Pero en esos Cristos y a través de esos Cristos resplandece y nos llega la verdad como bendición, como pan compartido, como vida abundante.

A ellos hay que escuchar siempre, jamás acallarlos ni en la cotidianeidad ni, mucho menos, en nuestros corazones)

Paz y Bien

Cuestiones de pan y vino


Para el día de hoy (14/03/13):  
Evangelio según San Juan 5, 31-47



(Las posiciones no podrían ser más contrapuestas, y a partir de esas disidencias se iba asomando, ominoso, el camino del calvario.

El saber popular afirma que no hay peor ciego que el que no quiere ver ni sordo que el que no quiera oír, y estos piadosos hombres eran aún peores. Se habían hecho un dios a su imagen y semejanza, un dios que impone su poder despiadado mediante un orden jurídico estricto, cerrado, opresivo, el dios de rictus severo y castigo rápido. Se aferraron sin hesitar a una Ley que deificaron e ignoraron con violencia al Espíritu que la sustenta.

Por ello con la autoridad de su corazón sagrado Jesús de Nazareth puede afirmar que no conocen a Dios, a su Dios, a su Padre.
Un Dios que ama sin límites a la humanidad, de tal modo que se despoja de su divinidad y se hace hombre para que el hombre se haga Dios, el Dios de la vida, el amor y la liberación, el Dios que se revela en la compasión, en el pan y el vino compartidos, el Dios que se hace Palabra encarnada para sacarnos del silencio, el Dios del perdón y la paciencia.

A ese Dios no lo encontramos en la letra esculpida en las piedras, sino en el amor que va tallando los corazones y que todo lo transforma. Porque creemos en Alguien antes que en algo.

Quizás nos anden sobreabundando los expertos teóricos en religión, y nos falten más testigos, mujeres y hombres de pan compartido y repartido que con su existencia solidaria son ese vino nuevo de Caná de Galilea, el vino que pide María, el vino de ese Cristo que no quiere que la celebración de la vida se nos apague)

Paz y Bien

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