Palabra eficaz, Palabra liberadora

Para el día de hoy (31/08/10):
Evangelio según San Lucas 4, 31-37

(Las gentes se admiraban: nadie enseñaba como el Maestro.
Lo escuchaban allí, en la sinagoga, en donde estaban acostumbrados a escuchar a los escribas a repetir citas de autoridades escriturísticas; no así Jesús.

Él habla desde su propia experiencia de vida, y especialmente, de su identidad plena con su Padre: tiene autoridad pues hace crecer cosas en las mentes y corazones de las personas -augere, auctoritas-... y eso entraña peligro, pues para algunos es peligroso que el pueblo piense, reflexione, vaya más allá de lo evidente y, por sobre todo, se encuentre con Dios.

Sucede una curación, acontece un milagro.
Es significativo: ante la sola presencia de Jesús, ese mal, el demonio que atenazaba el alma de ese hombre, se aterra y grita: sabe que allí, en ese Hombre se manifiesta el mismo Dios.
Nosotros conocemos la acción de esos demonios: atenazan las almas de tantos -las nuestras también- alienando sus existencias, impidiéndoles vivir en plenitud y en libertad, agobiados por un rugir de palabras vacías de contenido, esclavizados en la miseria, oprimidos por el olvido.

La autoridad de Jesús -como le sucedía a esas gentes que se admiraban al escucharlo- se funda en la presencia de Dios en Él: Jesús es Dios y Dios es Jesús.
Y se expresa en su Palabra, Palabra de Vida y Palabra Viva.

Esa Palabra es eficaz: produce el efecto que anuncia, es decir, tiene una acción positiva sobre la totalidad de la existencia del hombre.
Y esa Palabra es liberadora: con su poder rompe toda cadena que oprima y deshumanice al hombre.

Es un tiempo nuevo: la vida entera se purifica y se hace plena a través del contacto profundo con Él, por la acción de la Palabra.

Es toda una propuesta para este presente nuestro, que nos invita a romper la rutina y redescubrir la acción liberadora de la Palabra en cada segundo de nuestras existencias)

Paz y Bien


Gratuito y contagioso


Para el día de hoy (30/08/10):
Evangelio según San Mateo 13, 44-46

(Nos enseña el Maestro que el Reino se parece a un tesoro escondido en el campo. Un hombre lo encuentra y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra ese campo.

Superando todo condicional, más allá del deber ser, el Reino se caracteriza por la sorpresa y la gratuidad.
De modo inesperado, se lo encuentra.
Sin dar previamente nada a cambio, está allí en el campo, oculto pero presente, esperando su hallazgo.

El descubrimiento del Reino tiene una feliz eficacia: su encuentro produce invariablemente la alegría.
Posee una aparente contradicción maravillosa: si bien tiene una fuerza arrolladora que derriba y construye, que todo lo transforma, esa potencia está allí latiendo en la sencillez de una semilla a la espera de la tierra fértil del que lo descubre.

El descubrimiento del Reino es causa de alegría que se contagia, imparable como el trigo en los buenos campos. Y es contagioso, porque tiene el perfume de lo compartido, el aroma de la comunidad... sucede que las cadenas impuestas por el egoísmo y el individualismo se rompen, y se descubre que es valiosísimo salir de uno mismo e ir al encuentro del hermano.
-quien ha descubierto el Reino y lo hace vida, pulso, respiración, se vuelve luz y signo para sus hermanos-

Como cuando es necesario recordar qué es lo que Jesús puede hacer por nosotros -y no tanto lo que nosotros hacemos por Él-, así sea el Reino: es anticipo del tesoro permitir la transformación de la totalidad de la existencia.

Allí, sólo allí, hasta la misma vida hecha ofrenda se descubre milagrosa y es más que bueno dejarlo todo para adquirir la capacidad de darse.)

Paz y Bien

Mi lugar, tu sitio

Para el día de hoy (29/08/10):
Evangelio según San Lucas 14, 1.7-14

(Durante un largo tiempo, muchos hemos oscilado entre trapecios peligrosos para el equilibrio de nuestro interior: es aquel balancearse que vá desde la pura literalidad en la lectura de la Palabra hasta el opuesto, que es aquel en donde la Palabra ya no nos dice mucho, no nos interpela. El extremo, quizás, pueda encontrarse en considerarla como una instancia histórica, es decir, como un mensaje pretérito dicho en algún momento por un extraño rabbí galileo y no como Palabra Viva, Verbo que nos habla hoy, aquí y ahora, en este presente.

Y Jesús, nuestro Maestro, en esa vocación eterna y constante de enseñar, se vale de signos y símbolos para que la Buena Noticia atraviese la dura corteza que, capa a capa, nos han colocado y también nos hemos ido poniendo con total conveniencia.

En el Evangelio para el día de hoy late la vida y resuenan signos y símbolos.
Signos, señales inequívocas que nos orientan la mirada a una realidad concreta, determinada -tácita o explícita- pero sin embargo, indudable y certera, con la contundencia de la verdad.
Símbolos que nos amplían el horizonte de lo cotidiano, la estrechez de la rutina y nos invitan a sumergirnos en el mar sin orillas de lo eterno desde este preciso instante.

-no hay casualidades, señoras y señores, hermanas y hermanos, amigas y amigos: más bien y ante todo, existen las causalidades que son producto de la providencia de Dios Padre y Madre-

Mirada gestáltica, dicen los que saben, y en principio de trate de eso: una mirada profunda y totalizadora, capaz de advertir el detalle sin perder la perspectiva del Todo. La enseñanza nos centra los ojos de modo inmediato en un banquete, y ese banquete nos impulsa a ir más allá, a esa voluntad amorosa del Creador que pretende, sin desmayos e incansablemente, una fiesta perpetua, una celebración sin final para todas sus hijas e hijos, el ágape que comienza en estos andurriales y prosigue en los terrenos maravillosos de ese Altísimo tan cercano.

No quiere el Dueño de casa que falte nadie, ni buenos ni malos. Quizas por eso Jesús, sabiendo que era invitado con fines ajenos a un espíritu de celebración, no rechaza el convite; era aviesamente vigilado por los asistentes, con esa intensidad tan habitual de quien detecta con facilidad los errores y defectos del otro.

Fiesta brava, dirían algunos de mis hermanos del otro lado del mar: esa cena podría convertirse en indigestión peligrosa por los intereses en juego. Pero el Maestro no vacila, aún poniéndose en riesgo, aún cuando algún autoproclamado puro de corazón estirado se pudiera sentir ofendido.

En el comienzo de estas líneas escasas se planteaba el peligro de la literalidad: allí también se enraíza aquel error usual de creer que Jesús plantea en el rostro de los fariseos -de los personajes importantes de todo tiempo y lugar- un dilema moral.

Nada de eso: es más, mucho más, siempre hay más.
Si acaso imaginamos al Evangelio como una compilación de actitudes morales a cumplir estrictamente, no hay noticia que sea ni Buena ni Nueva.
Es el tiempo de la Gracia, es decir, de la única revolución posible: la del amor.

Gracia, Gratia, gratuidad... Tiempo nuevo y definitivo signado por la generosidad y el abandono del ego, canción del desinterés, sinfonía de los regalos.
Extraña celebración en donde los asientos preferenciales son pertenencia de los pobres, los lisiados, los paralíticos y los ciegos; anticipación de esa acción de gracias universal que llamamos Eucaristía, en donde todos tienen la misma dignidad de ser hijos de un mismo Padre, salón infinito en donde ingresan en primer lugar los que sólo son ricos en Dios, los que están sumidos en la miseria, los no pueden ir mucho más allá de donde se encuentran, los caídos al costado del camino, los que no pueden ver más que oscuridad, tan cegados de dolor.

El tiempo de la Gracia es tiempo pro-positivo de cruz: el cadalso romano de los criminales más abyectos es ahora el signo del amor mayor, con un brazo apuntando al cielo y el otro -inseparable- que se extienden a los que están a los lados.

En esa dignidad de hijas e hijos es donación, herencia invaluable del Padre, y es también semilla a ser cuidada con esmero de campesinos tenaces. Se trata de ceder el lugar al otro sin esperar nada a cambio, del mismo modo que todo se nos ha sido dado por amor perpetuo.
Sin esperar nada a cambio en estas convenciones sociales que nos engolosinan... pero tampoco momentos de premiación futuros -esos cazarecompensas en los que a menudo nos transformamos, intentando virtudes en el más acá para escalar ignotas tablas de posiciones en el más allá-.

La maravillosa locura del Evangelio comienza tal vez en el abandono alegre del yo en la búsqueda del tú para llegar al nosotros con Él.
Quizás sea un momento crucial -siempre lo es- para ceder el paso al otro, del mismo modo que el Maestro, que nada ha querido para sí.

Se abre la puerta de la eternidad en este ahora tan escaso y egoísta cuando, tras los pasos de Él, el interés y la vida de mi hermano, de mi prójimo cercano y lejano se vuelve lo primordial. Cuando mi sitio y mi hogar se afincan en la necesidad del otro, y no hay mayor satisfacción ni tesoro más preciado que el darse. Cuando las cosas se vuelven verdaderamente nuestras en la medida en que las damos sin esperar nada a cambio, pura gratuidad, total Gracia.)

Paz y Bien



Concesionarios

Para el día de hoy (28/08/10):
Evangelio según San Mateo 25, 14-30

(El Maestro se valía siempre de situaciones conocidas para enseñar las cosas de su Padre, la Buena Noticia.
Y en este caso, el Evangelio para el día de hoy, se vale de una parábola que gravitará acerca de los talentos confiados a unos servidores por su Señor.

Menudo impacto debía de tener: un talento -más de 30 kg de oro o plata- era por lejos mucho más de lo que ningún pescador, campesino o pastor ganaría en toda una vida de trabajo.

Esa desproporción representa la increíble magnitud de la Gracia.
Lo que somos -eso que tenemos- jamás es escaso. Al contrario: aún cuando nos parezca poco lo que nos constituye y define, ese poco aparente es mucho.

Y seamos sinceros: nada nos pertenece verdaderamente. Todo nos ha sido dado en forma gratuita, pura generosidad y ternura.
Como bien lo expresaba un maravilloso poeta de estas latitudes:

"la vida me han prestao
y tengo que devolverla
cuando el Creador
me llame para la entrega..."

Cuando se descubre la desproporción de la Gracia, todo se nos hace regalo en ojos de niño. Y más aún: somos concesionarios, administradores de esta vida que se nos ha prestado con una confianza que no solemos retribuir.

Ese bien que se nos ha confiado, tierra fértil en nuestras manos, talentos que ejercer, son magníficamente contradictorios a una mirada materialista: es un tesoro que se multiplica y crece pura y exclusivamente cuando se gasta sin pensarlo mucho, cuando alegremente nos volvemos capaces de dilapidarlo en favor del hermano cercano y lejano, a menudo necesitado.

Habrá que ver con otra mirada -la de Él- el valor de lo que se nos ha dado.
Y abocarnos a esa tarea imperiosa del Reino de hacer crecer nuestros talentos... en el otro.

Que no nos gane el miedo y la mezquindad, que no nos guardemos nada bajo cualquier pretexto.
Como el Maestro, que nada guardó para sí, llegando al extremo de entregar la totalidad de su vida en nuestro favor)

Paz y Bien


A pesar de la noche

Para el día de hoy (27/08/10):
Evangelio según San Mateo 25, 1-13

(El Maestro -Dios mismo- quiere estar unido a nosotros del mismo modo que en un matrimonio: una unión tan profunda en la que surge nueva vida, en la que se alumbra un nuevo ser entretejido entre el tiempo del hombre y la Eternidad.

Esa unión increíble -el Reino- no acontece por casualidad; más bien, sucede por esa misma causalidad del conjugar el amor de Dios Padre y Madre y la decisión de querer ser hijos y discípulos.

Decisión: clave y razón, implica no quedarse, remite a movimiento y acción, no permitirse adormecerse por el agobio y la rutina, proveerse prudentemente del aceite del consuelo y la oración.

Es cuestión de intensidad, y de estar preparados. La noche puede asomar ominosa en cualquier esquina.
Aún así, prevalecerán las pequeñas luces de ese Reino que tiene sus arrabales en estas mismas calzadas que ahora estamos pisando, con el sonido y el perfume del aquí y el ahora)

Paz y Bien

Dios en la vida

DIOS EN LA VIDA

Antiguamente los anacoretas buscaban a Dios en el desierto,
o en la soledad de las ruinas.
Hoy día los hombres no tenemos tiempo ni humor para esto.
Pero Dios no sólo sale al encuentro de los solitarios,
sino de los ocupados.
El trabajo de la vida y en bien de los demás
no puede ser un obstáculo para acercarse a Dios.
En nuestras calles ruidosas, y entre el tumulto de los carros y los peatones,
también está Dios, en mil rostros humanos que nos miran…
Dios eterno, te damos gracias
porque te podemos hallar en el mundo, y no ya sobre las nubes.
Te podemos amar y adorar en estas personas que nos rodean.
Sabemos que ni siquiera hay que ir a una iglesia para hallarte.
Queremos escuchar tu llamada por la calle,
en cartel luminoso, en el cine, en esta reunión de amigos.
Enséñanos a orar, no sólo con la Biblia en la mano,
sino también leyendo el periódico;
en él hallamos la historia de tu pueblo y de tus miembros,
tu dolor, tu encarnación que continúa.
Jesucristo, líbranos del culto a las fórmulas;
que comprendamos que lo esencial es encontrarte,
y que los medios son lo de menos.
No queremos unas estructuras que satisfagan nuestra rutina,
y ya no nos lleven a Ti, Dios de la intimidad y del amor sin palabras.
El mundo está lejos de Ti,
¿no será que te han presentado como un Bautista hirsuto?
Cuántas veces se ha empujado a las multitudes hacia el desierto,
como si Tú sólo fueses accesible allá.
Enséñanos a hallarte en las personas.
Tú nos has dicho que lo que hacemos a los demás lo hacemos a Tí.
Lo hemos olvidado;
y ahora, parece que las personas nos estorban para llegar hasta Tí.
Como cátaros te buscamos en soberbia soledad.
Ábrenos los ojos para irte encontrando en cada rostro,
para comulgarte cada vez que estrechamos una mano o sonreímos.

Luis Espinal sj

sacerdote y mártir

Él está volviendo

Para el día de hoy (26/08/10):
Evangelio según San Mateo 24, 42-51

(En numerosas ocasiones, la Parusía -el regreso definitivo del Señor- ha sido motivo de angustia y zozobra para muchos, y lo que es peor, se ha tergiversado de manera espúrea y deliberada con el propósito de generar miedo y, en consecuencia, sojuzgar almas y mentes.

Tenemos la certeza de su regreso, aunque no sepamos cuando será.
Ese horizonte del regreso del Maestro debería cimentar nuestra esperanza y, desde allí, construir nuestro destino.
Porque se edifica la vida sabiendo que su retorno final significa plenitud, más no un final aterrador. Esa vida que se construye con Él y desde una comunidad implica estar atentos, despiertos, recuperar la capacidad de leer los signos de los tiempos y lo que es primordial: saber descubrir Su rostro en el hoy, en tiempo presente.

-es fácil adormecerse con el narcótico de la comodidad y el materialismo, y no nos es ajeno que cuando perdemos el sentido, sucede la violencia y el dolor de la omisión-

Porque Él regresará de manera definitiva y plena, pero ya -ahora mismo- está volviendo...Él estará con nosotros hasta el fin de los tiempos, y se sienta a la mesa cuando dos o más se reúnen en su nombre.

Él está volviendo, y su mirada resplandece evidente en el rostro de nuestros hermanos más pobres)

Paz y Bien

Trampas relucientes

Para el día de hoy (25/08/10):
Evangelio según San Mateo 23, 27-32

(El Maestro continúa y hace pleno el camino iniciado varios siglos antes por aquellos enviados de Dios, los profetas.

No es tarea sencilla: la misión profética implica anunciar el proyecto de Dios y, a la vez, denunciar sin hesitar todo lo que se le opone. Es decir, decir en voz alta y con claridad todo lo que es ajeno a la vida, todo lo que conduce a la muerte.

Jesús es plenamente consciente de las consecuencias que puede acarrearle esta actitud: a muchos profetas anteriores a Él no sólo los rechazaron, sino que los persiguieron, los violentaron y los ejecutaron.

Es claro que, a menudo, parecería más sencillo el camino de la violencia que el de la conversión.
Aún así, el Maestro no vacila ni se anda con vueltas.

Tal es el caso del Evangelio para el día de hoy: su voz valiente denuncia la pulcra y pura exterioridad, que a menudo reluce y puede resultar deslumbrante pero que en realidad, es una fachada de muerte y corrupción.
La expresión "sepulcros blanqueados" es contundente, tan dura como cruel será la respuesta de escribas y fariseos.

Hay aquí que hacer un alto, y permitir que la Palabra nos conmueva, nos desestructure, nos interpele... nos violente.

Importa la blancura del corazón que se vuelve feliz, bienaventurado por ver el rostro del Creador. El resto es secundario, accesorio.
Y así como la raíz ética de toda existencia anida en el interior, en el corazón de cada hombre y cada mujer, esa pureza faltante y denunciada también debe hacernos mirar hacia el hoy, enfocar el aquí y el ahora.

No vaya a ser que honremos la memoria de los que se pierden cuando hemos tenido la oportunidad de tender una mano y levantar al caído.

Desde el silencio, que el Espíritu nos haga tomar pala y escoba de oración para barrer de estos patios del alma todo rastro de fariseísmo, y volvernos capaces de alojar vida, vida plena para los hermanos, vida en Dios, vida por Dios, vida con Dios)

Paz y Bien



Vocación y conocimiento

Para el día de hoy (24/08/10):
Evangelio según San Juan 1, 45-51

(La vocación cristiana a través de los tiempos tiene la misma raíz del llamado de Natanael: se trata de un llamado a seguir los pasos de Jesús.

Ese llamado, como tal, implica algo tan evidente que a menudo lo pasamos por alto: es el Maestro quien nos llama, de un modo personal, por nuestros nombres, desde lo que somos, por lo que somos y lo que podemos ser.

La vocación -el llamado de Jesús y nuestra respuesta- no es solamente una actitud intelectual o bien, acotada a una aceptación meramente racional.
Se trata ante todo de un encuentro personal con el Señor que transforma la totalidad de la vida, que barre con todo preconcepto -¿acaso puede salir algo bueno de Nazareth?-, y reconocer al Hijo de Dios y Salvador en lo cotidiano.

Es una experiencia profunda en la que hay una mediación/invitación de un hermano que ya ha sido llamado, que ya ha vivido la alegría de saberse elegido y que, por ello mismo, no argumenta, no polemiza: basta con invitar con alegría a descubrir una puerta que se abre: -Ven y verás-

Él desde hace tiempo nos ha visto debajo de nuestras higueras, aún cuando no lo hayamos advertido. Y a menudo nos regala algún Felipe que venga a despertarnos de nuestros letargos rutinarios.

Quiera el Espíritu iluminarnos para descubrirnos queridos y llamados, y para también invitar al hermano a descubrir a ese Jesús que nos busca sin desmayo)

Paz y Bien

Don y misión: de los ayes a los aleluyas

Para el día de hoy (23/08/10):
Evangelio según San Mateo 23, 13-22

(La advertencia del Maestro es dura, y está cargada de tristeza: los destinatarios de esos ayes -escribas, fariseos, tal vez nosotros mismos- oprimen a sus hermanos pero también se producen heridas irreparables a sí mismos. Esos ayes son gritos que expresan el dolor causado.

Sin embargo, los tiempos de la Gracia son los tiempos del más allá aquí y ahora, entre nosotros, quebrando las cadenas que atan, superando todo límite impuesto deliberadamente pues la última frontera ha sido disipada: Jesús ha vencido a la muerte, el Señor ha resucitado.

Tiempo recreado de Dios y el hombre, tiempo de transformar mensajes de muerte en Palabras de Vida, anuncios ominosos en Buenas Noticias.

Frente al dolor de los que cierran la puerta del Reino, y presentan desde la altura falsa de una cátedra perversa a un dios severo y juez castigador, que someten a sus hermanos mediante normas y dictámenes opuestos a la plenitud del decálogo, es misión de los discípulos anunciar la Buena Noticia de un Dios que es Padre y Madre, Dios Todopoderoso porque su esencia es Amor, Dios defensor de los pobres y providente con todas sus hijas e hijos, que se desvive por su bien.

Frente a la prisión encubierta de proselitismo, es decir, de los que se esfuerzan en atraer a las gentes a un grupo, tendencia o confesión determinada, es misión de los discípulos llevar la Palabra de Vida que es Palabra Viva: al igual que el Maestro, llevar la vida donde vayan, para que los pueblos la tengan en abundancia, expresión primordial del amor paternal de Abbá, Padre de Jesús y Padre Nuestro.

Frente a la idolatría de los que veneran cosas y personas como sacras por sí mismas, es misión de los discípulos llevar la maravillosa novedad de que la vida es sagrada por quien la otorga con generosidad, y que todo puede volverse santo por el Espíritu que da vida.

Esa misión es don, porque es impulsada por el Espíritu de Aquel que ama eternamente.
Esa misión que renueva la faz de la tierra, y puede hacer de este mundo un recinto amplio agradable al Dios de la Vida, es mandato maravilloso que puede transformar tanto dolor, esa multitud de ayes en aleluyas...

Es la misión sagrada de llevar a todas partes, comenzando en la cotidianeidad, ese ¡Alégrense! expresado en la propia existencia)

Paz y Bien

Credenciales


Para el día de hoy (22/08/10):
Evangelio según San Lucas 13, 22-30

(La pregunta que le formulan al Maestro -¿Señor, serán pocos los que se salvan?- se corresponde con cierta mentalidad que aún persiste: es aquella que supone que la pertenencia a un pueblo determinado, a una confesión en particular, a una clase específica implica directamente poseer privilegios y preeminencias divinas. Aquí, la pregunta -errónea desde el vamos- expresa esa postura con referencia a la Salvación.

La pregunta es errónea y falaz, es decir, induce a error. Pues -más allá de toda mezquina suposición de privilegios adquiridos- se trata quizás de preguntarnos el cómo de la Salvación, y no el quienes. Y más aún: descubrir la Salvación como don, como misterio, como Gracia y regalo que se nos ofrece.

Entrever por entre la bruma de nuestra ceguera a la Salvación como un don implica ante todo que en este destino de sembradores tenemos por tarea primordial quitar la cizaña del trueque piadoso, del mercado de los méritos, de la captura de recompensas divinas.

Y si todavía no hemos querido darnos cuenta de su gratuidad, basta enfocar el corazón en ciertas palabras que, como faros, nos guían en nuestra oscuridad en el Evangelio para el día de hoy: el Maestro nos revela el misterio de la Salvación mediante términos que remiten a fiesta, a banquete, a celebración.
Es decir, a alegría, a felicidad compartida: la Salvación es personal más no individual y es de índole comunitaria, en donde se comparte la plenitud de la vida junto a un Padre que -literalmente- se desvive por sus hijas e hijos.

Por eso mismo las palabras de Jesús pueden parecer duras: la entrada a la Salvación es a través de una puerta estrecha, e implica un esfuerzo superlativo -dicen los que verdaderamente saben, que ese esfuerzo, esa lucha por atravesar esa puerta se expresa originalmente en griego como agonía...-

Es tan obvio que se nos escapa como arena entre los dedos de la rutina: la gratuidad no supone indolencia, laxitud, relativismo.
Todo lo contrario.
La gratuidad de esa ternura infinita de la Salvación conduce a un cambio raigal y decisivo en la vida, eso que llamamos conversión.

Y esa conversión es agonía, pues hay que presentar batalla contra el peor de los enemigos: el egoísmo.

La puerta es estrecha, y hay que presentar credenciales para poder ingresar al banquete.
Las credenciales no se compran, no son transferibles, no se adquieren en los salones VIP de templos determinados ni, mucho menos, como premio a virtudes formales de piedad ortodoxa vacías de corazón.

Quizás sea tiempo de ir renovando la credencial de acceso, pues probablemente haya caducado.
La credencial de la solidaridad, de la generosidad, de la entrega desinteresada, de la compasión, del perdón y la reconciliación, credencial de socorrista voluntario del caído a la vera del camino.
Credencial de samaritano, para ser más precisos.

Credencial de seguidores, discípulos y hermanos de Jesús, credenciales del mismo color intenso como el corazón que las hace latir.)

Paz y Bien

Dobles vidas, existencias doblegadas

Para el día de hoy (21/08/10):
Evangelio según San Mateo 22, 34-40

(Vidas dobles, vidas evidentes, vidas que no nos resultan extrañas.
Vidas que expresan supuestas ortodoxias y pretendidas purezas...pura declamación, nulo corazón.
En la voracidad de la ambición comienza el quebranto: apología constante y resonante de poderes y prebendas en la que toda Buena Noticia se presenta amarga, de rictus severo, solemnidad sin compasión. Torrentes de palabras correctas, y ni una gota de misericordia.

Vidas dobles que doblegan existencias, solemnes sirvientes de la apariencia y el qué dirán, que se solazan en el dolor y la miseria del hermano, invocando divinas razones justicieras, talando todo brote joven que se asome tímido e impetuoso.

El camino de la liberación comienza desde la comunidad. Esa comunidad que reconoce como Maestro al Espíritu que la anima, que se sabe amada por un Padre que ama como una Madre, y que alcanza el saber por el amor de un Hijo que se hizo hermano de todos sirviendo

Esa comunidad que voluntariamente se dispone a servir desde el llano a sus hermanos caídos.

Esa comunidad que llamamos Iglesia)

Paz y Bien

En clave de cruz

Para el día de hoy (20/08/10):
Evangelio según San Mateo 22, 34-40

(El amor más allá de un sentimiento pasajero, de una emoción fugaz. Implica una radicalidad, un compromiso de la totalidad de la existencia en cuanto somos y durante el tiempo -esta historia que somos, nuestra vida-.
Por eso el Maestro enseña a amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu: amar poniendo en danza la voluntad, la vitalidad, el intelecto, los afectos... Todo lo que somos, mejor aún, todo lo que somos y podemos ser desde su mirada.

Más todavía: el amor a Dios está indisolublemente ligado al amor al prójimo y viceversa.
Quizás por eso el Evangelista Juan nos dice que quien ama, conoce a Dios...

Y Jesús abre un horizonte infinito: del amor a Dios y el amor al prójimo dependen la Ley y los profetas.
Desde esa mirada, el salto impredecible de ternura y misterio: el amor es el sustento del universo.

¿Y qué en la vida cotidiana, en las realidades diarias?
La clave es la cruz.

A través de los tiempos ha sido sinónimo de tortura, de dolor, de ignominia. Hoy día, almas torpes en su mezquindad pretenden confundir a la gente más sencilla argumentando que la muerte de Jesús no ha pasado por ese cadalso.

Es claro: la cruz no es sinónimo de cruz, su significado profundo es el del amor mayor, es decir, ¡Vida!
Y esa cruz-amor debería regir o guiar nuestros pasos a diario: un brazo que mira constantemente a lo alto y otro brazo inseparable que se extiende hacia los lados, al prójimo, al hermano.

El amor -la cruz- es la clave de lectura de todas las Escrituras: todo cobra sentido y no requiere demasiada explicación si leemos desde allí. Y, por ello mismo, debería ser la clave/llave de nuestra existencia)

Paz y Bien

Esos especiales mensajeros


Para el día de hoy (19/08/10):
Evangelio según San Mateo 22, 1-14

(Hay una invitación cierta a una fiesta; más precisamente, a una boda, es decir, a la unión de dos existencias que crean una vida nueva y por ello, hay un motivo de celebración.
Y es una boda tan especial, que se han cursado invitaciones a todas las gentes: se desposa el mismo Dios con la humanidad, para que haya una vida nueva.
Nadie debe faltar.
La invitación es universal, y es producto del amor del Esposo, de su bondad infinita, y no tanto de los méritos o prebendas de los convidados.

Sin embargo, estas pobres líneas quieren detenerse por un momento en esos mensajeros especiales enviados por el Esposo a entregar las invitaciones.

Llevan un convite estupendo, una invitación increíble, la mejor de las noticias.
Y la llevan a invitados insospechados; los que todos creían que tendrían el privilegio de ser llamados en primer lugar, fueron los primeros en despreciar la invitación.
Unos, demasiado ocupados en el banquete de la riqueza y el egoísmo.
Otros, atareados en los afanes de alambrar el campo de su soberbia.
Y otros se encargaron concienzudamente en maltratar, lastimar y asesinar a los mensajeros.

Mensajeros empeñados en correr raudos hacia su destino, presurosos por cumplir lo que su Señor les había encomendado: nadie debe quedarse sin invitación...

Quiera el Espíritu proteger a estos mensajeros tan especiales: los hay, siempre están dispuestos y presurosos, aún a riesgo del rechazo, de la violencia y del morir en el cumplimiento del mandato.

Y también...que sepamos aceptar el convite, y vestir el alma de fiesta: el banquete ha comenzado y no tendrá fin.

Dios guarde a nuestros mensajeros)

Paz y Bien



El salario imprecedible de la Gracia


Para el día de hoy (18/08/10):
Evangelio según San Mateo 19, 30-20, 16

(El entorno, algo tan tristemente conocido como el desempleo.
El centro, el Dueño de la Viña que sale varias veces durante el día a buscar obreros que trabajen en sus viñedos.

Es extraño: no envía a su administrador, no envía al capataz, sale el mismo Dueño. Parece que este Dueño tiene cierta urgencia en traer cada vez más trabajadores a su viña, y busca especialmente a los que nadie ha querido para su campo, a los que nadie contrató.
Está más preocupado por vaciar las plazas de desempleados que por tener un viñedo organizado y productivo, y ése es el mensaje que le envía a su administrador.

Y continúa la ilógica conducta de este Dueño: el jornal de un denario -que sólo había sido pactado con los primeros convocados- es el mismo para todos los que ha traído a sus campos. Y no conforme con eso, los primeros en percibirlo son los últimos en ser llamados. Este Dueño no calcula lo que le correspondería a cada uno según las horas trabajadas. A todos por igual de sus bienes...

Así el Reino.
Nadie ha de quedar despreciado y abandonado en sus capacidades en la plaza del mundo. Más aún, los que nunca son llamados y continuamente son dejados de lado, eso tienen la preferencia.
Y el pago... Somos nosotros los que solemos pensar y calcular en términos de prestación y contraprestación, puntillosos en las recompensas merecidas en acuerdo a los esfuerzos realizados, en las virtudes practicadas.

Ese extraño Dueño no calcula. Todo en Él es desproporcionado.
Es tiempo de la Gracia, y por ello, la justicia divina se expresa de otra manera.
Porque no hay que esquivarlo, y es perentorio reconocerlo: nuestros pensamientos no son los de Dios.

Es usual pensar en todo lo que podemos hacer por Él (defender la verdad, proteger la Iglesia, ganarnos el Cielo)... Lo inusual es reconocer todo lo que Él puede hacer por nosotros.

Es el tiempo nuevo de la Gracia, en que no cuentan tanto los esfuerzos y los méritos de los convocados -si bien importantes-; lo verdaderamente importante, lo que verdaderamente sentido y color a la opacidad de la existencia es la generosidad sin medida del Dueño del campo, que sin medir, sin calcular.

Es cuestión de amores, y mientras sigamos calculando que parte nos corresponde, más nos volvemos incapaces de la justicia del Reino y cada vez más nos hundimos en nuestra justicia del cálculo y la recompensa.

La Gracia es impensada, ilógica y desbordante, y es ante todo don, regalo, bondad... y no derecho o premio.

Es tiempo de comenzar a mirar las cosas y la vida como Él, desde Él y por Él)

Paz y Bien






De camellos e imposibles

Para el día de hoy (17/08/10):
Evangelio según San Mateo 19, 23-30

(El proverbio del camello y el ojo de la aguja era el proverbio usual para señalar algo que tuviera un caracter imposible humanamente hablando.
Desde el saber popular, desde un dicho conocido, el Maestro enseña.
Y enseña la imposibilidad de un rico de acceder al Reino: esta imposibilidad no es solamente futura, no se refiere de una entrada futura al cielo, sino que especialmente remite al tiempo presente, es decir, ingresar y pertenecer a la comunidad convocada, iluminada y sostenida por Jesús.

El Maestro lo había dicho claramente: no se puede servir a Dios y al dinero.
No hay demasiadas vueltas, se trata de la adoración al único Dios o de la idolatría del dinero.

Ese ídolo es un falso dios cruel y voraz, al que se le rinde culto mediante sacrificios humanos... En los altares del dinero y las riquezas se ofrece como sacrificio la vida del prójimo, las existencias de muchos.

Los discípulos habían visto la tristeza del joven rico -observante fiel de los mandamientos- y ahora, ven la imposibilidad de entrar al Reino que tienen los ricos; de allí su pregunta horrorizada -¿Quién se podrá salvar?-

Desde esa perspectiva, la respuesta es única: nadie puede salvarse.

Porque la Salvación es ante todo don, regalo, Gracia.
Precede por Misericordia a todo mérito, no es producto ni consecuencia de buenas acciones.

Y es bueno dejarlo todo por seguir el camino de Salvación ofrecido por Jesús: la familia se agranda pues no queda circunscripta a los lazos sanguíneos, los bienes no esclavizan. Es más, nos hacemos verdaderamente propietarios cuando... los damos solidariamente, sin condiciones.
Las riquezas ya no son camellos de pesada carga, pues el horizonte es luminoso: ya no somos prisioneros, hemos sido liberados para disfrutar del mayor bien, que es un tesoro encontrado y descubierto como un regalo infinito: la vida eterna que comienza a vivirse en el aquí y el ahora, con Él y con los hermanos.

La Resurrección de Jesús ha desterrado para siempre a los imposibles de la existencia humana)

Paz y Bien



Más allá de la formalidad

Para el día de hoy (16/08/10):
Evangelio según San Mateo 19, 16-22

(¿Qué hacer? ¿Cómo hacerlo?
Son preguntas frecuentes que bordean la existencia.

Y hay decisiones que se toman en la juventud y que a menudo afectarán la totalidad de la vida.
Desde una escucha atenta, desde un silencio fecundo, podremos descubrirnos en la enseñanza del Maestro: no se trata tanto de un hacer sino más bien y, ante todo, de un encuentro del Bien Supremo...que por Él, sabemos que es Persona y más aún, que es Padre, Abbá.

La salvación se fundamenta en Alguien antes que en algo, en el encuentro antes que en un hacer puntual; en una lógica inversa, toda praxis debería comenzar a partir de ese encuentro.
Y esa salvación no refiere sólo a acontecimientos postreros, a la vida eterna, al más allá, sino que define el más acá; la eternidad se vislumbra y comienza a vivirse en el aquí y ahora, en la relación con el prójimo -cercano y lejano- y en la intensidad o ausencia del amor que tenga esa vivencia cotidiana.

Por ello, los mandamientos han de ser el primer paso; no obstante, con Jesús hemos de dar el paso que supere la formalidad del mero cumplimiento de normas.
Todo cobra sentido, profundidad y fructuosidad desde Él, por Él y con Él.

¿Basta con ello?
No es suficiente. Es tiempo de la Gracia y hay más, siempre hay más.
La perfección implica un moverse saliendo de sí mismo al encuentro del otro, dejando atrás todo lastre, vaciándose de lo inútil y mejor todavía, dar lo propio -darse uno mismo- para aliviar al que pasa necesidad.

La perfección lleva la impronta de la solidaridad y la generosidad, flores primeras del amor.

Hay que atreverse a dar el paso y caminar hacia esa felicidad.
En caso contrario, sólo nos queda la tristeza del joven rico, aferrado a lo perecedero, incapaz de cualquier desprendimiento, harto en su ego, satisfecho en su comodidad.

Quiera el Espíritu volvernos unos permanentes insatisfechos, unos consecuentes hambrientos de su Palabra, unos incansables buscadores de sus tesoros)

Paz y Bien



Asumiendo la victoria de la vida: una mirada en cruz

Asunción de la Virgen María

Para el día de hoy (15/08/10):

Evangelio según San Lucas 1, 39-56

(La cruz - que tanto tiene de dolor, de ignominia, de inhumanidad - desde Cristo se ha vuelto símbolo del amor mayor, y con ella nos identificamos los que tratamos de seguir sus pasos.

Esos dos maderos inseparables apuntan en dos direcciones: el más extenso, hacia arriba; el otro, hacia los lados.
Así es la mirada de María, y así debería ser la nuestra: una mirada en cruz.
Una mirada de buena esperanza, que tiene la vista fija en el cielo y no deja de mirar a su lado, a los hermanos, a los que están en este mismo plano tantas veces desigual.

Es un día de fiesta por la certeza de que el horizonte no es oscuro; por el contrario, la luminosidad futura alcanza el hoy y nos señala con un grito silencioso que el presente puede ser otro, y puede ser santo.
Es una fiesta de la sacralidad de la vida humana, esa vida que no perece, de la muerte que no prevalece. Fiesta del Sí perpetuo a la vida, alegría de sabernos creados, criados, cuidados y esperados.

Fiesta en la que nos reencontramos con lo sagrado en lo concreto, la realidad del cuerpo encendida con el alma en la plenitud del para siempre.

Fiesta de lo maravillosamente inesperado: dos mujeres ignotas, un caserío en las montañas, una muchacha judía de pies descalzos con la vida en ciernes en sus entrañas, una anciana casi abuela a punto de ser madre, la premura del servicio, el apremio que trae la necesidad del otro, una canción entrañable a un Dios magnífico defensor de los pobres y los humildes, decididamente enfrentado a los poderosos, a los ricos y a los soberbios, Dios Todopoderoso porque ama y pone sus ojos de ternura en los más pequeños... como María.

Allí palpita eso que llamamos Iglesia: dos mujeres reunidas por el Dios de la Vida, por amor, por servicio y solidaridad, aún en el medio de la nada, aún en donde nadie se animaría a esperar nada, brota como manantial la alegría y la profecía por ese Dios que no olvida sus promesas.

Allí, con María, asumimos que la muerte no tiene la última palabra.)

Paz y Bien

Los propietarios del Reino, los docentes de los adultos

Para el día de hoy (14/08/10):
Evangelio según San Mateo 19, 13-15

(No querían que los niños se acercaran a Jesús.
En aquellos tiempos los niños -y sus madres también- estaban clasificados como impuros: si tocaban a Jesús, automáticamente lo volvían impuro a Él mismo, y con ello, le impedían cualquier tipo de contacto con el resto de la comunidad.
Seguramente también, había algo de esa mentalidad habitual del ¡shhhh!; no fuera a ser que la bulla que seguramente traían los niños -vida maravillosamente efervescente- quebrara una solemnidad pretendida que tenía mucho de cartón y poco de corazón.

Al Maestro poco le importaban las consecuencias, y mucho menos el qué dirán. Pero el fundamento de su transgresión se descubre en su Padre: el Dios del Universo revelado como Abbá trastoca todo preconcepto y es clamor a superar toda desigualdad y exclusión desde la fraternidad.

Y más aún. Siempre hay más.
De los niños y de los que son como niños es el Reino de los Cielos. Jesús taxativamente declara la identidad de los adjudicatarios del don mayor de Dios, y en esa declaración hay una clara toma de posición.
Abiertamente se pone del lado de los pequeños.

Y desde esa vereda, nos mira a los ojos en silencio, y esa mirada... debería hacernos volver a la escuela, y comenzar a desaprender de una buena vez muchas cosas.

Porque el Reino les pertenece a los niños y a los que son como ellos y por esa causa, hay que presentar batalla a todo orgullo y a toda soberbia enquistada y poner el alma en disposición de aprender. Los niños son nuestros docentes, hay que hacerles caso y hay que prestarles mucha atención.

Reconocerse dependientes de los demás.
Recuperar los ojos capaces de asombro.
Alegrarse nuevamente frente a lo que se nos regala.
Descubrirnos frágiles y pequeños -hasta el más duro, desde la más estoica-: nuestras vidas son quebradizas y volátiles si no están sostenidas en las manos de Dios Padre y Madre.
Tener la capacidad y la apertura a lo nuevo, a lo maravillosamente novedoso y bueno del Reino.

Nos hemos vuelto quizás demasiado adultos, tristemente maduros y hay que volver a la pureza de la niñez que confía en la bondad de su Papá)

Paz y Bien



Conjugados


Para el día de hoy (13/08/10):
Evangelio según San Mateo 19, 3-12

(Nos dice el Evangelio para el día de hoy que los fariseos interpelan a Jesús para ponerlo a prueba: es clara la intención de tenderle una trampa. Esos intrincados argumentos son los que habitualmente se conocen como falacias, es decir, razonamientos que inducen a error.
Pero no son sólo "tramposos" por el afán de hacerlo llegar al Maestro a conclusiones condenables: en esas preguntas no hay ansias de verdad.
Es dable pensar que, dijera lo que dijera, ya lo tenían catalogado y reprobado de antemano, y dolorosamente, esto no nos es ajeno.

El tema de fondo -la indisolubilidad del matrimonio- es harto sensible. Sin embargo, quizás debamos hacer pié desde otra perspectiva para llegar a una instancia orante, de comprensión profunda.
En esto -y en todos los órdenes de la vida- es primordial hacer el intento de mirar desde la mirada de Dios.

La palabra cónyuges tiene su raíz latina en congiungere, es decir, en el verbo conjugar.
Desde allí y con esa mirada, una mujer y un hombre en su dignidad insustituíble de hijos de Dios, son invitados a conjugar sus vidas por amor en una vida nueva: el amor es, ante todo, morir a los propios intereses, al propio ego, y darse al otro.
El amor responde a la misma esencia del Creador: en esa renuncia mutua, se conjugan una nueva vida plena para ambos por la donación generosa y desinteresada. Y como si no bastara, el Dios de la Vida concede a esa mujer y a ese hombre su mismo poder Creador, el poder de dar vida.
Amor y Creación son dones del Altísimo, y sólo desde allí se fundamente la indisolubilidad del matrimonio.
Nosotros fallamos en nuestras mezquindades y ponemos en juego habitualmente nuestro yo antes que el nosotros, y entonces lo sagrado se nos vuelve cuasi imposible.
Más para ese Dios que nos ama incondicionalmente, los imposibles no tienen cabida.

Conjugarse implica crear vida nueva desde el nosotros. Ese nosotros surge desde las particularidades y personalidades diversas de cada uno, que se superan y plenifican por la entrega mutua.

Igualmente, con o sin frutos, todos somos esclavos felices de su Misericordia...

Sería importante hacer un momento de silencio, y preguntarse -más allá de la precisión de los términos- si no deberíamos dejar un poco de lado esa idea de pareja... Una idea que tiende a igualar, a pasar el rasero...
La plenitud, quizás, pase por aceptar al otro en su identidad y singularidad, y desde allí aceptar el convite divino a crear una nueva vida, desde un nosotros que se vuelve sagrado y que se hace eterno cuando acontece el milagro de los hijos)

Paz y Bien

Setenta veces siempre

Para el día de hoy (12/08/10):
Evangelio según San Mateo 18, 21-19,1

(En la lectura orante de la Palabra es preciso estar atentos a los símbolos y a los signos. Y en el Evangelio de hoy, especialmente a la simbología a a que refiere el número siete, mencionado por Pedro con referencia a las veces que era necesario perdonar a quien nos ha ofendido, a quien nos ha hecho mal.
El número siete, simbólicamente, remite a la perfección y a lo divino; de allí la pregunta de Pedro a Jesús: cree que la perfección y la voluntad de Dios pasan por perdonar hasta siete veces las ofensas del hermano.

Pero es un tiempo nuevo, el tiempo de la Gracia, el tiempo de más allá de toda frontera de mezquindad: por ello el Maestro dirá que el perdón no será cosa de siete veces, sino de ¡setenta veces siete!. No se trata de un factor multiplicador y mensurable.
Se trata de hacer viva una herencia que tenemos como hijas e hijos.
El Maestro más allá de todo límite que imponemos en nuestras mentalidades calculadoras, y nos invita a perdonar setenta veces...siempre.

De allí la parábola que nos regala: el gran motor de la historia, si seguimos con fidelidad sus pasos, debería ser la compasión y la misericordia y no el ansia de poder y venganza.

Aún cuando la ofensa del otro sea grave, ruin y espantosa, aún cuando se quiebre todo rasgo de humanidad, el que me ofende y me hace mal es mi hermano.
Y así como puede terminar con mi existencia terrena del peor y más cruel de los modos, ante todo el daño primordial e incurable es el que se infiere el ofensor a sí mismo.

No es fácil, claro que no.

Quizás debamos mirarnos cuando, ahogados en nuestras miserias, suplicamos unas migajas de misericordia y consuelo... y Abbá Padre de Jesús y Padre Nuestro, por puro afecto, por rotundo amor, no mide lo imprescindible para subsanar ese momento de crisis.

Frente a las migajas suplicadas, nos regala canastas enteras de panes de vida que desbordan cualquier medida imaginable.

Tal vez, entonces, los justos clamores de justicia y liberación, de ruptura de cadenas de opresión de tantos hermanos deban tener por impulso la compasión, la reconciliación y el perdón, que son las flores primeras y perfectas de la misma esencia del Creador: el amor)

Paz y Bien


Espacios sagrados de perdón, cuidado y reconciliación


Para el día de hoy (11/08/10):
Evangelio según San Mateo 18, 15-20

(Cuando hay dos o más personas reunidas en nombre de Jesús, Él está presente en medio de ellos.
Pero, ante todo, es Él el que convoca a los dispersos y los re-une.
No hay que confundirse: Jesús es quien construye comunidad con mujeres y hombres, y no a la inversa. Por ello, la comunidad cristiana es ámbito de trascendencia: por su presencia real es espacio sagrado.

Quizás no nos detenemos en ello a menudo, tal vez sea la malsana rutina la que nos ha vendado la mirada: en la comunión -inclusive, más allá de tiempo y distancia- sucede el milagro, es decir, hay una intervención directa y eficaz del Dios de la Vida entre las gentes.

Desde allí, en ese espacio que es sagrado por la presencia de Jesús, laten con fuerza y al unísono tres frutos especiales: el perdón, el cuidado del otro y la reconciliación.

El perdón que cura heridas y libera ataduras. En ese recinto no son aceptables relaciones de poder sino de fraternidad y servicio.
Por eso mismo, cada uno de sus miembros descubre en el otro a un hermano, y todos y cada uno son responsables de la salud/salvación del otro.
Ese cuidado, esa preocupación por una vida plena y libre del hermano es la expresión cabal de la misericordia de Dios entre nosotros.

Y esa comunidad tiene un don, un regalo, una gracia muy especial: la de atar y desatar en la temporalidad simultáneamente con la eternidad.
El don de desatar lo que ata al pasado y a las miserias, el don de crear nuevos lazos que -aunque nos parezca paradójico- son ligaduras de liberación, pues crean una nueva familia desde la fraternidad otorgada generosamente desde el Padre común.

Cuando uno de estos frutos falta, es síntoma de que la comunidad no es fiel y no ha dejado un lugar a la mesa para el Maestro.

Mas no hay que desesperar: el Señor construye desde nuestra pequeñez, con nuestras luces y sombras y más allá de nuestras miserias.
Todo está -cada día- por hacerse)

Paz y Bien

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