Para el día de hoy (08/03/21):
Evangelio según San Lucas 4, 24-30
En las sociedades más cerradas suelen suscitarse, al modo de anticuerpos, reacciones virulentas respecto a todo aquél que sea ajeno o distinto, al que no encaje en el molde de los prejuicios establecidos. Esto suele suceder en lo social, en lo político y en lo religioso, el desprecio del otro en tanto que tal, trazando una línea abismal entre el nosotros y los otros.
Pero el Maestro ha inaugurado un Reino que no se limita por nuestros miserables parámetros, y se acrecienta allí en donde acontezca la justicia, la compasión y el amor, superando pertenencias e identidades.
Toda la humanidad es hija de Abbá Padre de Jesús de Nazareth, y a menudo en donde menos se lo espera la vida puja y los corazones van pariendo tiempos nuevos.
Así entonces se puede lograr un acercamiento a los hechos de ese día en la sinagoga de su querencia nazarena. Sus paisanos ya lo tenían catalogado de un modo específico, a partir de la historia que le conocían -el hijo del carpintero, el que vieron crecer y jugar, el que hablaba con su misma tonada-. Por ello mismo les provocaba asombro y rechazo visceral que Él se atreviera a llegarse allí a hablarles de ese modo, quién se cree este que es, porqué no hace acá las cosas por las que se hizo famoso en otros lados, porqué se ha puesto a pensar y actuar de ese modo tan extraño y distinto a como somos todos nosotros.
Es claro que Él no se iba a callar, allí ni en ningún lado. En sus propios rostros y en plena cerrazón les arroja esa verdad primordial, que es que nadie es propietario exclusivo de las cosas de Dios, y que muy a menudo en las existencias de los otros germina todo aquello que en nuestros campos denegamos su posibilidad frutal. En esa alteridad que duele y molesta, suele hacerse más plena la verdad que soslayamos con mil excusas y discursos.
Sólo cuando comencemos a tender puentes esos abismos han de ser salvados, del tal modo que el otro no sea tan extraño ni nosotros mismos seamos tan hostiles ni ajenos para aquellos que son distintos, porque la catolicidad -esa universalidad que declamamos y no practicamos- implica afirmar que el amor de Dios, la vida plena, florece en todas partes.
Paz y Bien
1 comentarios:
Que seamos constructores de puentes...Paz y Bien! Bendecida Semana que comienza.
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