Para el día de hoy (02/05/20):
Evangelio según San Juan 6, 60-69
Hubo muchos momentos, durante el ministerio de Jesús, que se asemejaban a acontecimientos exitosos, arrolladores. Curaba enfermos por los que nadie daba un centavo, alimentaba multitudes desde unos pocos panes y pescados, hablaba de amor, de justicia, de liberación y no tenía ningún pruritro en discutir abiertamente con las voces oficiales de la religión judía respecto de todas aquellas cosas que hacían daño, que oprimían los corazones.
En esas circunstancias, de suyo era que además de fácil, era prestigioso estar cerca del Maestro para ese creciente grupo de discípulos.
Pero en la medida que Él les vá revelando que sus cosas, las cosas de su Padre, las cosas de Dios van por otro camino muy distinto al que ellos presuponen, se desatan las quejas y muchos se alejan. Porque es tan inconmensurable el amor de Dios que este Cristo renuncia abiertamente a toda gloria mundana, a todo poder, a cualquier imposición: la glorificación de Dios, en dura paradoja para esos hombres y esas mujeres, sera explícita y definitiva en los horrores de la cruz, de una cruz asumida en total libertad, entregado a la saña de sus enemigos.
Ese horizonte de pura ofrenda los ofende: no se condice con cierta espiritualidad comercial que aún perdura, de toma y daca, de acumulación de méritos piadosos con la consecuente premiación. O en su opuesto, un Dios severo que juzga, condena e impone los castigos tales a los pecados.
Ellos se van, regresan a lo viejo, a la comodidad de lo conocido que, sin embargo, les impide crecer y dar frutos. Ellos se van porque el miedo tiene mucha fuerza, y aún no aceptan el poder infinito del amor.
Y nosotros también nos vamos. Las tentaciones están allí, encendidas y atrayentes, las ganas de volver a una fé de trueques, o a la ideologización del Evangelio, o al ritualismo, o a la abstracción constante de puertas cerradas.
Pero no se trata de ideas o conceptos. Quedarse significa quedarse junto a Alguien, quedarse implica aceptar lo que se nos ofrece y regala, quedarse es darse una y otra vez la cabeza contra un muro y reconocer que sólo en Cristo hay vida, hay salvación, hay eternidad brindada con ternura entrañable, a toda la humanidad sin condiciones.
Paz y Bien
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