Para el día de hoy (23/05/20):
Evangelio según San Juan 16, 20-23
Son tantos los agobiados, tantos los que agonizan en soledad, tantos los que languidecen en silencio, tantos sin más horizonte que la injusticia que los somete, la miseria que los ofende, ese desempleo inhumano, esa exclusión cruel.
¿Qué hacer, qué decir frente al dolor del otro asumido como propio, en qué creer cuando en nuestras existencias sólo parece presentarse la noche?
Quizás la respuesta no esté tanto en el qué tanto como en el quien.
Se trata de Jesús de Nazareth que nos inaugura y nos florece el Reino aquí y ahora entre nosotros.
Es mucho más que buscar a un Cristo milagrero, un Mesías solucionador de los problemas en que solemos sumergirnos.
Es el desafío de un amanecer distinto, de una vida plena plena, de una alegría que no se nos apague.
Como María, se trata de que la Palabra nos crezca y nos nazca; como en un parto, los dolores pasan al olvido porque hay una vida nueva en ciernes.
Por ello, no podemos callarnos ni ocultar esta Palabra que tanto bien puede hacer a aquellos que sólo saben de malas noticias.
Está en nuestras manos que se disipen las tinieblas, que se destierre el agobio, que renazca la esperanza. Es cotidiano, a cada instante, en cada gesto.
La muerte no tiene la última palabra y el dolor no es definitivo, otra vida y otro mundo son posibles desde este preciso momento.
Paz y Bien
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