El amor de Dios transforma la historia



















Para el día de hoy (06/04/19): 

Evangelio según San Juan 7, 40-53






No es la primera ocasión en que la persona de Jesús de Nazareth suscita opiniones diversas y a menudo encontradas, en varios pasajes de los Evangelios podemos encontrarnos con tales situaciones, incluyendo los conflictos que ocurría dentro del propio grupo de discípulos. El Maestro no pasaba desapercibido, su presencia interpela, y de alguna manera obliga a tomar posición pues esa misma postura que se tome puede provocar un giro fundamental en la existencia.

La diferencia, en esta oportunidad, está dada por el momento y el lugar en el que acontece, dentro de Jerusalem con los odios exacerbados hacia el Maestro, al punto de emitir órdenes para su arresto. Pero aún así, en ese ambiente tan agobiante y enrarecido, su presencia y su Palabra interpela y cuestiona.

En el pueblo, las opiniones son diversas. Unos lo reivindican como profeta, otros como el Mesías esperado, otros enfrentan esas positividades precedentes aseverando que por su origen tan humilde y periférico no puede ser el Mesías. Adoptan la exégesis oficial sin reflexión ni juicio crítico.
Los guardias del Sanedrín y el Templo -son en la práctica una policía religiosa- van con ánimos de apresarlo, pero su figura los impresiona, los deja estupefactos: ese rabbí galileo no tiene nada de delincuente ni de demoníaco blasfemo, rótulo que le imponen las autoridades que los mandan.

En el Sanedrín, dominado por el pensamiento fariseo a pesar de su composición -fariseos, saduceos, nobleza laica-, surge la indignación pues consideran que los guardias han sido víctimas de un engaño, de una impostura. La única interpretación válida es la de ellos, y por eso mismo el pueblo carece de derecho de pensar, de reflexionar, de opinar distinto, aún con el riesgo del error. Han edificado una gravosa religiosidad elitista para unos pocos en detrimento de todo el pueblo, han deificado la Ley dejando afuera al Dios que le confiere sentido, origen y trascendencia.
Eso sí, hay en ellos una profusa erudición legal, pero brilla por su ausencia la sabiduría. Son expertos en la Ley pero nada saben de Dios, y desde allí desprecian al pueblo y denuestan a las voces nuevas y proféticas.
Su cerrazón es tan compacta que insultan a uno de los suyos, Nicodemo, que valientemente y dentro de esos criterios legalistas, se opone a cualquier pre-juicio, y aduce que el Cristo que él en secreto ha conocido merece ser escuchado antes que condenado. El insulto parte de compartir un mismo origen galileo.

No comprenden ni comprenderán que Jesús de Nazareth, Cristo de Dios, expresa el amor de Dios encarnándose en la historia en un tiempo determinado, en un lugar específico en donde, se supone, nunca pasa nada.
Desde la periferia destinataria de todos los desprecios, desde lo mínimo, desde todas las Galileas el amor de Dios viene transformando la historia plenificándola de Salvación.

Quiera Dios que siempre la presencia del Señor nos interpele, nos inquiete y nos desestabilice de todas las comodidades, para arribar a la verdadera paz, la escucha atenta de la Palabra, la oración, el Sagrado Corazón de Cristo.

Paz y Bien

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