San Luis, rey de Francia
San José de Calasanz, presbítero
Para el día de hoy (25/08/16):
Evangelio según San Mateo 24, 42-51
Usualmente la reflexión acerca de esta lectura refiere a lo postrero, al estar atentos para cuando llegue el tiempo de irse y de rendir cuentas. No está mal, claro está, pues pone la vida -esta vida tan pequeña y frágil, tan corta- en perspectiva, la teleología de la existencia, saber que todo, apenas, está comenzando.
Pero la encendida apelación a la vigilancia que hace Jesús de Nazareth tiene que ver con un distingo fundamental de la vida cristiana.
Se trata de no adormecerse frente a todo lo que duele, de no mirar hacia otro lado frente a las injusticias, de no sucumbir a los cantos de sirena que nos tira el mundo a cada paso.
Una clave posible estriba en el término servidor; aunque el sentido común sea el menos común de los sentidos, servidor indica oficio, misión, tarea pero nunca propiedad. El Dueño es Otro, no el servidor, y cuando el servidor pierde esa perspectiva e invierte los roles, todo se trastoca, todo pierde sentido.
El servidor se reviste de nobleza cuando permanece fiel a esa misión, a esa vocación, al servicio de cuidar lo que no le pertenece pero que, extrañamente, se le ha confiado.
Más aún. La fidelidad del servidor, que se expresa en el estar en vela, atento y despierto, es también una invitación y una bendición para ser partícipes de la vida misma de Cristo desde la caridad, el cuidado del hermano, el esfuerzo denodado por derrotar el hambre, el ansia permanente de justicia, la cortesía fraternal, la importancia decisiva de los pequeños gestos.
Servidores fieles de la Gracia de Dios, fieles y felices derrochones de esos bienes santos que no deben mezquinarse. Despiertos y atentos a las necesidades y las vidas de los hermanos, en vela en el tiempo y la historia, encendidos del Espíritu en el aquí y el ahora como señal de auxilio para los más pequeños, porque el Dueño está de regreso a cada instante.
Paz y Bien
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