Bartolomé









San Bartolomé, apóstol

Para el día de hoy (24/08/16):  

Evangelio según San Juan 1, 45-51




El asombro de Felipe, el impacto que produce en su existencia el encuentro con Jesús de Nazareth lo moviliza a contarlo, a compartirlo con un amigo. Quizás sea el modo más sencillo y exacto de expresar la evangelización.
Sin embargo, la fé de Felipe es incompleta, aún debe madurar: él se queda con la idea de un Cristo reflejado por las Escrituras -la Ley y los profetas-, pero sigue siendo el hijo de José de Nazareth. No hay todavía en Felipe asomos de la única y absoluta novedad del Reino.

Así Felipe vá al encuentro de su amigo, Natanael. Su imagen remite al símbolo tradicional que tenían los rabbíes para enseñar, bajo la higuera, pero también la higuera representa al pueblo de Israel que permanece fiel a su Dios a través de los tiempos.
Quizás como estudioso de la Torah porte viejos prejuicios, y de allí su mención a que nada bueno puede salir de Nazareth, prejuicios a menudo esgrimidos con virulencia por los enemigos del Maestro.

Pero algo pasa en el encuentro personal con Cristo. Descubrimos que Él nos conoce mejor de lo que nosotros mismos suponemos. Ese encuentro es transformador, más las cosas no son automáticas. No somos robots, intervienen el corazón, interviene la voluntad.
Allí destaca la persona de Natanael / Bartolomé: el que era rabbí, no tiene ahora inconvenientes en ser un feliz discípulo y seguidor, y por haber dejado atrás esquemas y prejuicios, con el auxilio del Espíritu reconoce en ese joven y pobre rabbí de Nazareth al Hijo de Dios.

Aún así, ese encuentro fundamental es sólo el comienzo de un tiempo de maravillas, de cielos abiertos. Cristo, Dios-con-nosotros, es el puente entre la eternidad de Dios y la temporalidad humana, el tiempo santo de Dios y el hombre que supera todas las expectativas e inaugura las maravillas de la Gracia.

Paz y Bien

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