Para el día de hoy (28/11/15):
Evangelio según San Lucas 21, 34-36
La lectura del día de hoy es la última del año litúrgico: al atardecer de este día recibimos esperanzados la llegada de un nuevo año que se hace presente en la promesa de un Niño Santo, Salvador de todos los pueblos.
En la Palabra el Maestro realiza una invitación que es también una advertencia sobre los peligros de embotarse mente y corazón, los agobios de una cotidianeidad que a menudo nos sobrepasa con sus cargas y miserias, todo un sistema estructurado para la distracción, para la dispersión que en estadios superiores se denomina alienación, la disolución de la propia humanidad.
Tantas sobrecargas que se portan. Tantas víctimas de la propaganda. Tanto sopor asumido desde el egoísmo como paradigma brillante. Tantas ansiedades desbocadas.
El peso de la carga doblega el andar, y así cada paso es infructuoso. La historia, por importante que sea, no es un tesoro experiencial y memorial de lo vivido, sino un pasado que resurge constantemente acosándonos las estabilidades. El futuro se desdibuja por el miedo o las fantasías, y por todo ello, el presente se nos escapa de las manos.
Pero la Buena Noticia, el hoy de la Salvación, siempre es en tiempo presente, tiempo santo de Dios y el hombre.
Es menester entonces andar con el corazón ligero, y el modo es la oración, y la oración en la comunidad creyente, la Iglesia. Sintonía espiritual que fecunda la existencia, es diálogo confiado y familiar, de Padre con los hijos, en donde se dice y, sobre todo, se escucha.
Porque de diversos modos, todos somos peregrinos guiados por la estrella inquieta y amiga de la Gracia, que queremos llegar allí donde se mece nuestra Salvación, en la ternura infinita de un Niño pequeño en brazos de su Madre.
Un excelente y santo año para todos.
Paz y Bien
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