Para el día de hoy (08/02/15)
Evangelio según San Lucas 1, 29-39
La liturgia nos brinda hoy un texto de Evangelista Lucas que, si bien aparenta simplicidad, es maravillosamente profundo en su sencillez.
La escena se despliega en la casa familiar de Andrés y Pedro, y alrededor de la familia, de la vida en común, del hogar se edificará la Iglesia, familia creciente de hermanas y hermanos ligados por vínculos nuevos.
Ha de tenerse en cuenta que Jesús de Nazareth era considerado por gran parte de sus contemporáneos como un rabbí, un maestro itinerante aunque extraño, y cualquier rabino de aquella época, en su sano juicio, jamás se hubiera dignado a dirigirle la palabra a una mujer que no fuera su esposa o su hija, ni tampoco enseñarle. Mucho menos tomarle la mano en momentos de enfermedad y aunque tuvieran la intención de restablecer su salud, pues adquiriría de ella el estado de impureza ritual del que siempre era mejor escapar.
Por último, un rabino que se preciara de tal jamás dejaría que una mujer le sirviera.
La actitud de Jesús frente a la suegra de Pedro -tan plena de humanidad y ternura- no sólo trastoca los supuestos rabínicos de su tiempo sino que establece un nuevo horizonte y paradigma infinito para las relaciones sociales, desde la justicia y la fraternidad.
En la sanación de esa mujer no sólo se libera un cuerpo derribado por las fiebres, se restituye también con esa mano bondadosa e incondicional que Cristo tiende, la humanidad de la mujer plena, íntegra. Ella se levanta y es preanuncio de la Resurrección de Jesús que se levantará de entre los muertos, por eso no es solamente una acción sanadora, por eso es una acción salvadora, por eso salud y salvación son términos muy pero muy cercanos.
Salvación es liberación.
En el tiempo recreado de la Gracia el servicio, que era considerado indigno y propio de esclavos o siervos, es ahora signo primordial de ese tiempo nuevo, re-creado. El servicio es propio de aquellos que han reconocido en ellos mismos el paso salvador de Dios por su existencia, y lo cuentan a sus hermanos a pura ofrenda. Generosidad y desinterés son los perfumes definitivos de la Gracia, diaconía de los resucitados, los liberados por la bondad de Cristo.
Paz y Bien
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