Santos Cirilo, monje, y Metodio, obispo. Memorial
Para el día de hoy (14/02/15)
Evangelio según San Marcos 8, 1-10
Nos encontramos aún, siguiendo las lecturas de los días precedentes, en la Decápolis, es decir, en territorio pagano, extranjero, ajeno, enemigo potencial de Israel. Allí el Maestro, sin hesitar y con el convencimiento profundo de su misión, continúa su ministerio. La Buena Noticia no sabe de fronteras ni de exclusividades y ese, precisamente, es el milagro insondable de amor de un Dios que sale al encuentro de la humanidad.
Extrañamente, las multitudes de la zona buscan con ansias al joven rabbí judío; los odios y resentimientos no suelen ser unidireccionales. Los habitantes de la Decápolis también desprecian y temen a sus vecinos de Israel.
El reconocimiento del otro como tal y la aceptación de sus diferencias es el paso primero para la concordia, convergencia de corazones plurales, germen de la paz y la justicia.
Esas gentes se reunen en número creciente a su alrededor, no solamente por su fama de taumaturgo, de sanador generoso: ese joven galileo les habla, les recibe de igual a igual, les escucha y ellos le abren sus almas en sus vacíos existenciales, que ninguna doctrina puede suplir. Hay un saludable apetito de trascendencia -una cuestión tan humana que se soslaya-. Pero también hay hambre de sustento para sus cuerpos agotados.
Suele suceder cuando nos enfocamos por entero en lo que nos transforma, el tiempo parece no pasar, y olvidamos el comer, el descanso, más aún si el destino de ese concentrarnos es el mismo Dios.
Jesús de Nazareth lo advierte. signo de que la Salvación no es abstracta, que el amor es concreto, que en la dimensión del Reino presente y tan cercano todo cuenta, la totalidad del ser humano es importantísima.
Pero se trata de dar de comer a miles de personas, y en un paraje apartado.
Los intereses de Cristo han de ser también los de sus discípulos y seguidores, y cuando éstos no coinciden comienzan los problemas, los desvíos e infidelidades al sueño bondadoso de Dios para con todas sus hijas e hijos.
Frente a la enormidad aparente de la tarea, los discípulos articulan silogismos pretendidamente lógicos, pero que en realidad implican una resignación, una abdicación.
Y el hambre nunca, jamás debe supeditarse a cualquier argumento, ni debe posponerse. El hambre del hermano es una herida que debe dolernos de manera intolerable, para buscar juntos su remedio y la salud.
No son necesarios megaproyectos ni enjundiosas ingenierías: ante todo, la respuesta primordial se encuentra en los propios corazones.
La solidaridad brinda precisamente lo que el término sugiere, solidez. Solidez a la fraternidad y por lo tanto, a la existencia. Ninguna compasión es estéril, por insignificante o mínima que parezca.
El pan de la solidaridad y los peces de la compasión multiplican humildemente la vida, en sintonía eterna de la Gracia de Dios, de mesa grande compartida, el milagro cordial de la reciprocidad, del crecer juntos a pesar de nuestras diferencias, la bendición de celebrar que estamos vivos en plenitud.
Paz y Bien
2 comentarios:
Que bello, "crecer juntos a pesar de nuestra diferencias".
Un saludo en Cristo.
He de ser Pan vivo, para todo aquel que se acerque a mí, Gracias. un buen fin de semana en el Señor.
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