Para el día de hoy (26/02/15)
Evangelio según San Mateo 7, 7-12
La oración, y muy especialmente el modo de oración, definen e identifican la fé cristiana. No es posible siquiera imaginar ese Reino por el que suplicamos sin oración.
Pero también en el mercado falaz del trueque religioso, la oración suele convertirse en el reducto de quien busca su rédito personal, de quien recuerda a Dios en tiempos de necesidad o calamidad para sobrellevar las crisis.
Y la oración cristiana no es cosa de interesados, es cuestión de enamorados, y más aún, es necesidad de hijas e hijos.
Frente a la insondable grandeza de Dios -María de Nazareth lo sabía bien- somos demasiado pequeños, ínfimos mendigos de su infinita misericordia.
Se trata de comunicarse, y de un Dios que habla y se comunica primero, pues de Él son todas las primacías. Se trata de la necesidad de estar junto a quien se quiere y a quien nos quiere, y por el Maestro sabemos que no son tan necesarias las fórmulas prefijadas sino revestir el corazón de humildad, ponerlo en las manos y ofrecerlo. Nada más tenemos.
Porque el Dios de Jesús de Nazareth es un Dios profundamente tejido en la historia, y por ello el tiempo del hombre es tiempo de Dios, tiempo santo y propicio. Este Dios es Padre que se desvela por el bien de todos los hijos, de todas sus necesidades, desde las pequeñas hasta las más importantes. En su corazón sagrado todo cuenta.
Pedir, buscar, llamar involucra la totalidad de la existencia. Pedir, buscar, llamar es ir edificando junto a Dios y a los hermanos la propia vida.
Paz y Bien
1 comentarios:
Dios nos oye y nos responde siempre, pero desde la perspectiva de un amor más grande y de un conocimiento más profundo que el nuestro. Gracias.
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