Trabajadores para la cosecha




Santos Timoteo y Tito, obispos

Para el día de hoy (26/01/15) 

Evangelio según San Lucas 10, 1-9



Mucho se ha reflexionado y especulado acerca de los setenta y dos misioneros elegidos y designados por Jesús de Nazareth, especialmente por la gran carga simbólica que suelen conllevar las menciones numéricas en los textos bíblicos. Probablemente, refiera a aquella alegoría del Génesis post diluvio, cuando la tierra es repoblada a partir de los tres hijos de Noé, pues allí se identifica a setenta naciones como la totalidad del mundo.
De este modo, mientras los Doce apóstoles están directamente vinculados a la memoria de Israel, a las doce tribus primeras, los setenta y dos enviados son símbolo y señal de la universalidad de la misión, a todos los pueblos, a todas las naciones. Y porqué no imaginar a todo el universo, pues el cosmos es creación, acto infinitamente amoroso de Dios.

Pero este envío tiene dos distingos especiales: primero, irán de dos en dos. Según la legislación judía de aquel tiempo, hacen falta al menos dos testigos para que un testimonio sea veraz, por lo tanto, la misión es una tarea veraz, mensajeros totalmente fiables. 
Segundo, el fiarse de Dios en ellos. Los misioneros preceden al Maestro, son portavoces de Aquél que está muy cerca, que viene para quedarse, que es nuestra liberación. Ellos son mensajeros, pero el mensaje no les pertenece, lo que cuenta es lo que se anuncia y más aún, a quien se anuncia.

Cristo los urge pues es tiempo de cosecha. El Reino está aquí y ahora floreciendo en silencio, con humildad y una asombrosa pujanza. Hay mucho trabajo para hacer, muchísimo, y tan grande es la tarea que más de uno puede amilanarse frente al enorme desafío.

La misión es para corazones valientes por la fé que los impulsa.

No hay que detenerse en discusiones vanas, ni preocuparse por las cosas. Manos bondadosas de Padre nos prodigan en cuidados, pues se lleva el tesoro más valioso, la Gracia de Dios, motivo de la paz, causa de la justicia.

Hemos de rogar, con tenaz confianza y abandono. Hacen falta trabajadores para esta tarea que es impostergable, obreros y labriegos que saben que Cristo es el que edifica, pero en un misterio insondable de confianza, una fé depositada en nosotros inconmensurable y desproporcionada respecto de de la fé que ponemos en ese Dios que nos invita a cada uno de nosotros a compartir su vida, y a que muchos más se sienten a la mesa grande de una humanidad fraterna y creciente.

Paz y Bien


 

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