San Juan Bosco, presbítero
Para el día de hoy (31/01/15)
Evangelio según San Marcos 4, 35-41
La multitud los rodeaba con una presión muy fuerte, que no era solamente física. Es la presión de una fama tergiversada, a la medida de cada una de las expectativas que allí palpitan, ansias y frustraciones, deseos políticos, una religiosidad que cree en un Dios que castiga, que se resigna a determinismos. De allí a configurar un Mesías a medida, un caudillo nacionalista, un rebelde porque sí sólo hay un pequeño paso.
Quizás por esas cuestiones el Maestro los hace embarcar y dirigirse a la otra orilla.
A veces es necesario tomar distancia, a pesar de cualquier riesgo. Tomar distancia de mesías falsos, de planteos inverosímiles aunque seductores, romper el cerco de cualquier elitismo o exclusividad. Y recuperar la capacidad de mirar y ver -verse también- para regresar a caminos de fé y verdad.
Pero en esa travesía, para la que es imprescindible la guía clara de la fidelidad, entraña ciertos peligros. Irse a otra orilla cargados de lastre inútil nos hace cimbrear esta frágil barca que somos. Irse a la otra orilla sin dejar de aferrar lo inútil, lo pernicioso, lo viejo, nos sitúa en un tironeo insostenible.
Es claro que allí sobrevendrán las tormentas bravas, chubascos de miedos, temporales de sinsentido. Y todo esfuerzo deviene en vano, y Dios parece haberse adormecido a pesar de nuestros clamores.
La voz fuerte y clara de ese Cristo que descansa a popa, y que restaura la calma del viento y del mar en realidad está dirigido a esos discípulos atemorizados, presa fácil de esos miedos que ellos mismos generaron, fruto de una Buena Noticia que aún no es no Buena ni Nueva en sus corazones, una Palabra que no se ha hecho existencia en cada uno de ellos.
Muchas tormentas, seguramente, tendremos que atravesar en esta frágil barca que es nuestra vida y que también es la Iglesia. Y cuando parece que todo termina, que perecemos, que nos hundimos, un Cristo que en nuestras miserias suponemos adormecido nos vuelve a poner en camino, viento y mar obedientes a una Palabra que está vida entre nosotros.
Paz y Bien
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