Para el día de hoy (02/01/15)
Evangelio según San Juan 1, 1-28
Es una constante: ponerse por delante, agrandar la propia imagen, arrogarse importancias, suponerse lo que no se es.
Y así uno se vuelve esclavo de lo que re-presenta, y abandona el oficio y la vocación de presentar. De la presentación a la representación hay una baldosa de soberbia.
Juan el Bautista se había vuelto peligrosamente popular para los jefes religiosos y políticos de su tiempo, porque hablaba de las cosas de Dios sin dar demasiadas vueltas ni esconder el mensaje con atajos torpe. Como profeta, tiene cosas de Dios para decir, pero también ha de gritar otras tantas que se le oponen; un profeta anuncia y denuncia. Pero además su enorme integridad provoca pánico: las mujeres y hombres que se yerguen a pura honestidad son una amenaza, pues su sola entereza deja al descubierto la corruptela de los poderosos.
A pesar de la gran popularidad que lo acompañaba, a pesar también de la importante tarea que tenía, él se mantiene en su justo lugar. No se interpone entre la luz que señala, no se cree más importante que el Cristo que todos deben ver. Más aún, él solamente se reconoce como una voz, voz que clama en el desierto, pura transparencia, llamada a todo despertar, clamor de atención, grito desgarrado para volver a humanas raíces, allanando los caminos torcidos para que los pasos hacia el Salvador sean más sencillos.
Su clamor y sus gritos señalan que el Salvador está allí, está aquí entre nosotros. Hay que buscarlo, y se deja encontrar en los pobres, en los enfermos, en los cautivos, en los olvidados, en los que no cuentan.
En un Niño pequeño en brazos de su Madre.
Paz y Bien
0 comentarios:
Publicar un comentario