Nicodemo y el viento de Dios



Para el día de hoy (28/04/14):  
Evangelio según San Juan 3, 1-8




Los Evangelios no tienen demasiada precisión historiográfica pues no es su intención primera: son relatos teológicos -espirituales- antes que crónicas históricas.
Sin embargo, muchos datos verificables nos brindan, y esa información no es primordialmente una cuestión de legitimidad de los Evangelios, sino pistas para que nos adentremos en la profundidad de la enseñanza de Jesús de Nazareth.

Así entonces, los datos que poseemos y la investigación de numerosos eruditos nos indican que Nicodemo integraba el Supremo Consejo de Israel, el Sanedrín, que era de formación farisea y que tenía una gran relevancia entre sus pares, y es por ello que el Evangelista lo identifica como príncipe o notable entre los judíos. Es preciso darle la verdadera relevancia del Sanedrín -también llamado Sinedrio- concentraba el poder religioso, comunitario y político de la vida judía de aquel entonces con una contundencia a menudo opresiva. Su poder sólo estaba limitado por el pretor romano con el respaldo de las legiones imperiales.

Quizás por ello es que Nicodemo se dirige en la noche al encuentro de Jesús. Es una visita clandestina, y probablemente responda a una necesidad de salvaguardar su influencia y prestigio, toda vez que los odios y recelos contra el profeta galileo estaban cada vez más enconados, y cada enseñanza pública suya desataba violentas polémicas. Tal vez Nicodemo quiere conocer mejor a este supuesto provocador, y es una fé incipiente que debe madurar y crecer: su talante respetuoso y sincero no hace presuponer que venga con el talante de muchos de sus pares sanedritas, que se acercaban a Jesús de Nazareth para sorprenderlo en su heterodoxia, en sus errores, hallando motivos para condenarlo y así quitarlo del medio.
Nicodemo lo reconoce como rabbí, como Maestro, y no ha debido ser cosa fácil: el magisterio oficial estaba reservado a los maestros reconocidos, escribas y fariseos del Sanedrín. Sabe, aunque de manera imperfecta y posiblemente equivocada, que todo lo que Jesús hace puede realizarlo porque Dios está con Él.

La respuesta de Jesús a ello sorprende por su talante abrupto. Es que a veces es necesario sacudones fuertes para enderezar los pasos, para disipar letargos. 
Lo que sucede es que Nicodemo está subordinado a una mentalidad perimida, que no se condice con la Buena Noticia, esquemas de literalidad, de ausencia de trascendencia, de tradiciones que suelen ser traiciones.

Es por eso que Nicodemo ha de nacer de nuevo, nacer a la Gracia, transformar toda su existencia a la luz del Espíritu de Dios. Si queremos estar en verdad vivos y plenos, debemos renacer de una vez por todas.

El viento no puede detenerse ni controlarse ni verse pero sabemos que está allí, y vemos cuando mueve las nubes y mece las ramas de los árboles.
Así el Espíritu Santo, viento de Dios. 
Es necesario nacer de nuevo para ser capaces de advertir que está allí, que sopla donde quiere con absoluta libertad, y lo sabemos por todas las acciones buenas y santas que impulsa y anima.
Hay que atreverse y animarse a nacer de nuevo para ser hijos e hijas del viento de Dios.

Paz y Bien

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