Para el día de hoy (24/05/09):
Evangelio según San Marcos, 16, 15-20
Solemnidad de la Ascensión del Señor
(El Dios del Universo se había hecho un Niño frágil en brazos de su Madre...
Asumió en Jesús la condición humana.
El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, nos enseña el Evangelista, y entre nosotros anduvo enseñándonos, contándonos todo -sin reservarse nada- acerca de su Padre, y de su Infinito amor para con sus creaturas, mujeres y hombres.
Con su Pasión, muriendo en la cruz y Resucitando nos ha rescatado de la muerte para la vida plena, abundante y eterna.
Y ascendiendo al cielo, se lleva consigo la condición humana, la diviniza, redescubre al ser humano para que pueda tener un destino de plenitud en Dios y por Dios.
-Aún a veces nos preguntamos de donde viene la dignidad innata del hombre, así y todo no nos comprometemos en la defensa y protección integral de los derechos humanos en su totalidad, protección de la vida desde su concepción hasta el fin, y más allá también-
Antes de partir, el Maestro les dice a sus amigos y a nosotros: - Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la Creación-
Su tiempo y su misión estaban cumplidos.
Ahora comienza el tiempo y misión de sus discípulos, de sus amigos, de nosotros mismos...
Hay que tener el corazón y la mente atentos; puede ser que nos suceda lo mismo que a los Once, y algún mensajero se vea obligado a advertirnos:
...¿Qué hacen allí parados, mirando al cielo?...(Hch 1,11)
Porque no se trata de mirar y buscar por entre las nubes a quien hará morada en nuestro interior.
Dios ha caminado tres años junto a sus discípulos y al pueblo al que enseñaba.
Y parece que se vá.
Pero sólo parece.
El Reino de Dios es una magnífica y amorosa paradoja para este mundo tan aferrado a sus esquemas racionales que lo esclavizan.
Parece que se vá.
Se queda definitivamente, y habitará en nuestro interior por su Espíritu.
Convertidos en templos vivos de Dios, tenemos por misión ir a todas partes, sin fronteras ni exclusiones, a anunciar la Buena Noticia.
Él irá con nosotros, confirmando todas y cada una de nuestras palabras.
Por esa Palabra todos se podrán salvar, porque Dios es ante todo un Padre Bueno y no un juez... Quien lo rechaza se condena a sí mismo.
Podremos, por Jesús, liberar las almas acosadas de los hermanos, expulsando los demonios que son sólo falsos dioses que exigen ofrendas de egoísmo.
Podremos, por Jesús, hablar de una vida nueva fundada en el amor de múltiples maneras, y no habrá limitaciones de idiomas.
Podremos, por Jesús, tomar en nuestras manos la serpiente de la muerte y el dolor de tantos hermanos, que no nos hará daño.
Podremos, por Jesús, beber la ponzoña del odio, la persecución y la difamación, y no nos envenenaremos.
Podremos, por Jesús, llevar Palabras de Paz y Bien para sanar a este mundo enfermo.
Él vá con nosotros, refrendando y confirmando nuestras palabras con hechos de amor y justicia)
Paz y Bien
Ascensión del Señor, plenitud del hombre en Dios
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2 comentarios:
Me quedo en el Misterio de Jesús: Palabra Creadora hecha una creatura más; Dios en la historia, como Juan Pablo II escribió “uno de millones y millones, y al mismo tiempo Único”; Camino que es a la vez Verdad y vida; Cruz que vence a la muerte; muerte que trae Vida Nueva y Eterna, Misterio de la Ascensión: irse para quedarse…
Con razón es “signo de contradicción”, si en el Misterio de lo que Él es, todos los opuestos se unen…cielo y tierra unidos, confundidos, fundidos en el Amor, desposados…
¿Qué hacemos entonces mirando el cielo? (Hch1,11) Si con su Ascensión se quedó para siempre en nosotros cada vez que hacemos presente el Reino de los Cielos acá en la tierra. Si con su Ascensión se quedó para siempre en la Iglesia Santa y pecadora (también signo de contradicción), invisible en su Presencia cierta en los sacramentos, en la comunión de los santos, en su anuncio de la Buena Noticia “hasta los límites de la tierra” (Hch1,8)
Subió al cielo y nos bajó el cielo. Volvió al Padre para llenar todo lo que existe con su Presencia. Desapareció de la vista de los discípulos, permaneciendo como Cabeza del Nuevo Pueblo Santo, Universal, sin fronteras. Se volvió invisible, visible en los pobres y en todo aquel que sufre.
Se fue para quedarse “siempre con nosotros todos los días hasta que se termine este mundo” (Mt28,20)
Nosotros lo esperamos, sabiéndolo escondido a los ojos y tan claro en la fe: ¡MARANA THA! (¡Ven Señor Jesús!)
Augusto.
Así es, hermano. Y en estos días tan caros a la fé que profesamos, hay que pedirle al Espíritu que nos quite la ceguera de los ojos del alma, y descubrir a ese Jesús crucificado a diario en miles de pibitos, en trabajadores ignorados, en madres sin sustento, en adolescentes desahuciados. Porque cada vez son más los que parece que sobran en este mundo tan del César y tan poco de Dios, un mundo al que la plenitud humana que nos ha conseguido el Maestro no le importa y hace lo imposible por defenestrarla.
Un gran abrazo en Cristo y María. Paz y Bien. Ricardo
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