Domingo 32° durante el año
Para el día de hoy (12/11/17): .
Evangelio según San Mateo 25, 1-13
La pregunta quizás sea obvia y se nos presenta con demoledora sencillez: la misma inquiere acerca de cual hubiera sido el fin de las muchachas de la parábola, si las prudentes hubieran compartido algo de su aceite con las otras despreocupadas, imprudentes. Quizás con aceite prestado, con aceite compartido, todas las lámparas se hubieran mantenido encendidas, disipando la noche y aguardando en luminosa vigilia el regreso del Esposo.
Al fin y al cabo, quizás no haya signo más evangélico que el compartir.
Ese modo de interpretación es lineal, superficial, y por ende erróneo, y además poco fiel a la trascendencia de la enseñanza de Cristo que nos llega a través de la Palabra; aquí el Maestro no nos habla del compartir, sino de otro aspecto de la vida de fé y de la existencia que, de ningún modo, se resuelve con aceite prestado.
Ese aceite es único e intransferible, y hace directamente a la identidad, a la raíz personal. Porque la fé, que es don y misterio, crece y germina en comunidad, pero la decisión de vivir la fé con esperanza encendida es enteramente personal, aceite que se enciende solamente cuando libremente se quema. Habrá luz siempre con aceite propio, nunca con aceite prestado.
Allí sí, la pequeña llamita de una vida luminosa puede empujar a otros a que sus vidas se enciendan con la Gracia de Dios.
Porque la historia no es un devenir fortuito, a menudo socavada por el dolor y la miseria. La historia tiene un inmenso sentido trascendente, positivo, luminoso, y se nos está invitando, ahora mismo, a vivir de acuerdo a ello.
Paz y Bien
Al fin y al cabo, quizás no haya signo más evangélico que el compartir.
Ese modo de interpretación es lineal, superficial, y por ende erróneo, y además poco fiel a la trascendencia de la enseñanza de Cristo que nos llega a través de la Palabra; aquí el Maestro no nos habla del compartir, sino de otro aspecto de la vida de fé y de la existencia que, de ningún modo, se resuelve con aceite prestado.
Ese aceite es único e intransferible, y hace directamente a la identidad, a la raíz personal. Porque la fé, que es don y misterio, crece y germina en comunidad, pero la decisión de vivir la fé con esperanza encendida es enteramente personal, aceite que se enciende solamente cuando libremente se quema. Habrá luz siempre con aceite propio, nunca con aceite prestado.
Allí sí, la pequeña llamita de una vida luminosa puede empujar a otros a que sus vidas se enciendan con la Gracia de Dios.
Porque la historia no es un devenir fortuito, a menudo socavada por el dolor y la miseria. La historia tiene un inmenso sentido trascendente, positivo, luminoso, y se nos está invitando, ahora mismo, a vivir de acuerdo a ello.
Paz y Bien
1 comentarios:
¡Muy buena reflexión Ricardo!
Que mi amor sea siempre el aceite que encienda mi fe, para que se convierta en la consumación personal que tendrá lugar un día entre mi alma y Cristo.
Feliz día del Señor. Gracias
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