Para el día de hoy (16/06/16):
Evangelio según San Mateo 6, 7-15
Los discípulos de Jesús de Nazareth eran, en su gran mayoría, hombres sencillos y rústicos cuya única formación religiosa provenía de lo que aprendido en sus hogares y de las lecciones sabáticas en la sinagoga. No eran hombres demasiado versados, pero no estaban exentos de portar ciertos esquemas y moldes ideológicos propios de su tiempo; por ello le piden al Maestro que les enseñe a orar.
Es que cada grupo religioso tenía su oración característica, a menudo revestida de secretismo al cual accedían solamente los iniciados. Así los discípulos del Bautista, los esenios, los mismos fariseos y tantos otros grupos tenían su plegaria que los identificaba, y con ese criterio se dirigen al Señor; demasiado tiempo habían andado junto a Él los caminos y suponían que debían identificarse de una manera especial, diferenciarse del resto.
A veces hay que saber qué se pide.
Ellos buscaban una fórmula propia y acotada a su grupo, y el Maestro les brinda todo un resumen del Evangelio que los compromete.
La perspectiva es novedosa y única: la oración ya no será una fórmula puntual que se esgrime con el objeto de procurar los favores divinos, sino el hombre que se pone bajo la luz de Dios para reconocerse tal cual es y descubrir a ese Dios que es Abbá. No un Dios lejano e inaccesible, sino tan cercano como un Papá que nos ama incondicionalmente, diálogo filial que comienza por el llamado del Espíritu que nos hace reconocerle.
La oración pone las cosas en su sitio, los hijos se descubren tales y por ello mismo hermanos, y se crece en brazos de ese Padre bondadoso.
Como un extraño tesoro que se acrecienta en tanto se brinda a los demás con generosidad, suplicamos a ese Padre que el Reino sea, que se conjuguen el cielo y la tierra, que la eternidad se expanda por estos andurriales, que el Verbo se haga carne en nuestros días.
Que se haga su voluntad, que es la vida.
Que no falte el pan en la mesa del hermano, y que tampoco falte el pan de la Palabra y del cuerpo de Cristo.
Que florezca el perdón.
Porque la causa de Dios es también la causa de los hermanos.
Tertuliano lo enseñaba bien: el Padre Nuestro es un compendio del Evangelio. Es una escuela de oración y de vida porque no se puede orar así si la vida no es reflejo de lo que se expresa; no se puede desear sinceramente la llegada del Reino y vivir al margen de él.
Paz y Bien
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