Nacimiento de San Juan Bautista
Para el día de hoy (24/06/16):
Evangelio según San Lucas 1, 57-66.80
La Iglesia hoy celebra el nacimiento de San Juan Bautista, exactamente seis meses antes de la Natividad del Salvador. Dos niños santos deciden la historia humana, uno prepara los caminos para la llegada del otro, del que todos esperan y es un espejo de la existencia: la vida cristiana tiene mucho de bautismo, de nacer de nuevo desde el perdón y el amor de Dios. Siempre es menester preparar el hogar/corazón para Aquél que llega, o mejor aún, para Aquél que quiere llegar a cada uno de nosotros.
Se trata de un nacimiento extraño.
Los padres, más que cercanos a ser padres están para abuelos dada su edad. La mamá, durante todo el embarazo, se oculta a la vista de las gentes; quizás algún prurito moralista, quizás ciertas cuestiones psicológicas propias de su edad le hacen esconderse, a diferencia de una parienta suya -jovencísima, casi una niña- a la que su gesta parece haberle puesto alas a sus pies y unas ganas asombrosas de contar esa gran alegría a los demás.
El papá, formado en los rigores del sacerdocio del Templo, parece dudar de la novedad magnífica que le confía un Mensajero, y desde ese momento se reduce al silencio. A veces hay que callar y esperar el momento propicio, dejar que las cosas maduren para que nos retome la Palabra.
Los vecinos, como solemos verlo en pequeños pueblos y en nuestra gente más sencilla, se alegran sin reservas de la gran bendición que ha llegado a las vidas de Isabel y Zacarías, los padres de ese niño recién nacido. El afecto los vuelve miembros cordiales de la familia, y esgrimen ciertos derechos que creen poseer, entre ellos terciar acerca del nombre con el que se identificará a esa nueva vida.
Pero también quizás responde a mantenerse aferrados a las tradiciones; el problema estriba en que en esos menesteres se resigna la esperanza y la posibilidad de toda novedad.
Y para lo verdaderamente nuevo, lo que viene de Dios, hay que ser del Espíritu.
Isabel y Zacarías lo son, y por ello sin hablar coinciden en lo mismo: Juan es su nombre -Dios es misericordia-, señal del compromiso inquebrantable de Dios con su pueblo.
El nacimiento de este niño que celebramos está revestido de gratitud. Con sus papás volvemos a afirmar que Juan es su nombre, que Dios es misericordia, que siempre estamos allanando los caminos de nuestra existencia para la llegada del Salvador firmes en la vocación, fieles en el amor, tenaces en la palabra empeñada, desertores felices de toda corrupción sin excusas, aún cuando por firmeza y fidelidad la vida se ponga en riesgo.
Juan es su nombre, Dios con nosotros, todo es posible.
Paz y Bien
1 comentarios:
San Juan, el más grande de los profetas según Cristo mismo. Confiemos mucho en su intercesión en favor de la Iglesia.
Un saludo fraterno.
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