Humildes como la sal, tenaces como la luz




Para el día de hoy (07/06/16):  

Evangelio según San Mateo 5, 13-16




En los tiempos del ministerio de Jesús de Nazareth, la sal y la iluminación era cuestiones valiosísimas, a nivel de imprescindibles. La sal se compraba en trozos o bien se entregaba a los trabajadores como parte de su jornal, y de allí que la retribución del trabajo se llame, precisamente, salario. Su uso era muy importante, pues era necesaria para sazonar los alimentos procurando brindarles sabor y, a su vez, ante las altas temperaturas y la inexistencia de otra tecnología, se valían de ella para la conservación de lo perecedero, prolongando su utilidad.

Por otra parte, en cuanto caía el sol, las familias ya no podían trabajar y, eventualmente, debían retirarse a sus lechos, en las viviendas familiares que constaban de un solo ambiente amplio. Así, en las tardes la única luz -por lo general una lámpara alimentada a aceite- se colocaba en el sitio más alto de ese ambiente para iluminar todo el ámbito, prolongar el día y favorecer los vínculos familiares a la mesa común. Las velas eran carísimas, y por lo general su uso se relegaba exclusivamente a las actividades del culto.

Hay aquí ciertas cuestiones importantes: por un lado, el Maestro se valía de las cosas que vivían a diario hombres y mujeres, de lo que sabían y conocían, para enseñar las cosas de Dios y el Reino, tal vez una capacidad catequética que hemos olvidado. Por otro lado, la misión que encomienda a los discípulos -vocación de sal y luz- realza la importancia de lo que se nos ha confiado, a pesar de nosotros mismos.
La vivencia plena de la vida cristiana, las Bienaventuranzas que se encarnan y palpitan, son decisivas, cruciales, impostergables e imprescindibles.

Es fundamental la sal para que la vida dé gusto vivirla, y para desalojar la corrupción y la muerte que nos agobian.
Es decisiva la luz en un mundo de sombras persistentes, endémicas, permanentes.

Sal y luz son signos ciertos del amor de Dios. Sal y luz son nuestra misión y nuestra esperanza que se fundamenta y alegra en la confianza que se nos ha brindado.

Pero la sal es humilde, no suele sobresalir; aún así la sal es más que necesaria. Y la luz es tenaz: su sola presencia desaloja toda sombra.

Estamos en el mundo sin ser de él, con el mandato de la tierra sea santa, casa de todos, tiempo feliz de Dios y el hombre.

Paz y Bien

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me ha gustado mucho tu comentario al Evangelio del dia de hoy. Me parece hermoso, Ricardo que estando tan lejos España de Argentina podamos comunicarnos de esta manera sencilla y tan moderna como es internet. Es el Señor, en definitiva, el que reúne a todos sus hijos alrededor de la mesa de la Santa Eucaristía que es sacrificio de amor y congregación de los discípulos entorno al Señor.
Un saludo fraterno.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Es verdad, Felicitas! Es un misterio y un milagro la comunión en esta familia creciente que somos y que llamamos Iglesia.

Dios te acompañe en cada paso.

Paz y Bien

Ricardo

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