Para el día de hoy (01/06/16):
Evangelio según San Marcos 12, 18-27
Por lo general, los detractores principales de Jesús de Nazareth -a través de las narraciones teológicas de los cuatro Evangelistas- suelen ser escribas y fariseos, ambos pertenecientes a la misma corriente y sectarismo religioso fariseo, es decir, que el conflicto esconde también una teología y criterios éticos fundantes
Sin embargo, otro grupo tan importante como éstos pero con un perfil quizás más bajo es el de los saduceos; ellos -tsseduquim- se consideraban descendientes del Sumo Sacerdote en la época del rey Salomón, Tsadoq, y constituían la élite aristocrática de la nación judía, aportando nombres propios a la dirigencia religiosa sacerdotal del Templo y la gran mayoría de la nobleza laica, terratenientes y comerciantes a menudo identificados como los ancianos. Para tener un panorama relativo, el Sumo Sacerdote Caifás -tan decisivo en la horas de la Pasión- como su predecesor, su suegro Anás, eran ambos pertenecientes a la secta saducea.
Teológicamente, sólo aceptaban como sagrados a los libros del Pentateuco, desechando toda escritura proveniente de la tradición oral, y su lectura era lineal y dogmática, adaptada también a justificar su status quo, su poder económico y bienestar. Esta postura, desde el punto de vista ético, no nos es desconocida, y refiere a esas teologías de la prosperidad, la riqueza comprendida como bendición divina.
Eran decididamente conservadores, esto es, perpetuadores de lo que los favorece, les brinda poder e influencia, y nó tanto como cultivadores de tradiciones que se mantienen vivas en el corazón del pueblo.
Dios nos ampare de los razonadores de miserias, y los justificadores de opresiones.
Por estos motivos, principalmente, rechazaban cualquier postulado referente a la resurrección y a cualquier novedad que suponen una desestabilización a una condición que, de suyo, les pertenece por decisión divina.
A partir de estas cuestiones quizás se comprenda mejor el conflicto que el Evangelista Marcos nos hace presente en la liturgia del día; en realidad, la casuística que denota implica una exacerbación absurda de la ley de Levirato, cuyo objeto primordial es ridiculizar al Maestro y, con ello, restarle relevancia en su ascendiente sobre las gentes que le escuchaban.
La ley de Levirato era una tradición jurídica mosaica por la cual, frente al fallecimiento del esposo sin descendencia, la viuda contraería nupcias con el cuñado a fin de garantizar la perpetuación del linaje y la descendencia y herencia familiares; ésto no puede evaluarse con criterios propios del siglo XXI, pues sería un anacronismo injusto, y ya en los tiempos del ministerio de Jesús de Nazareth había caído en desuso.
Sin embargo, el criterio de esos hombres escondía otra idea mucho más compleja que una insidia venal contra el rabbí de Nazareth: se trata de su relación con Dios y con el prójimo. Al banalizar toda cuestión a la vida postrera, explicitan que les repugna cualquier idea de un Dios al que no manipulen, un dios con minúsculas acorde a sus esquemas, un dios que les resulta útil y nó un Dios al que sirven y que está vivo y presente en medio de su pueblo, Dios de la vida, Dios de vivos, Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, de nuestros padres y de nuestros amigos, el Dios Abbá de Jesús de Nazareth que recrea la existencia frente al verdadero enemigo que es la muerte, un Dios asombroso que ama de manera incondicional y que reunirá junto a sí a todos al final de los tiempos.
Paz y Bien
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