Martes Santo
Para el día de hoy (22/03/16):
Evangelio según San Juan 13, 21-33. 36-38
Cuanto menos curiosa es la raíz de las palabras. Tradición y traición provienen de la misma raíz latina, tradere, que significa entregar, transmitir, y así la tradición refiere a lo que se entrega y transmite a las siguientes generaciones, la traición también entrega y transmite lo propio...al enemigo.
Por eso mismo, traiciona el cercano, aquél en el que se confía, el que se cree conocer.
El Maestro sabía lo que se avecinaba de manera inminente, la sombra ominosa de la Pasión, la cruz del horror que transformará en un altar luminoso por el amor ofrecido. Conocedor único de los corazones, sabe lo que se incuba alma adentro de los suyos y, especialmente, de Judas Iscariote. Lo han recibido multitudes, lo rodean sus discípulos, pero en verdad está solo. Esa soledad no es total, su unión indisoluble con el Padre lo sostiene.
Por ello, es tarea casi imposible describir los sentimientos que bullen en su alma por todas esas cosas que están pasando y por las más graves que están por suceder. Amargura tras amargura. Pero a pesar de ello no se extravía en esos mares de angustia y se mantiene firme en su ánimo y fiel, siempre fiel.
Esa cena que nos brinda la lectura del día es una cena de amigos y a la vez un ágape de despedida. Ante el anuncio que Él hace de una segura traición por parte de uno de los discípulos se desata entre ellos un interrogante que los inquieta, y es Simón Pedro -voluble y apasionado como siempre- el que quiere saber el nombre. Llamativamente, no se dirige él mismo al Maestro, y le pide al Discípulo Amado que busque la verdad en el Maestro.
Cierta tradición identifica al Discípulo Amado con el apóstol Juan, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago; en un plano simbólico, no es descabellado afirmar que el Discípulo Amado sea la comunidad cristiana -la Iglesia- y que Pedro, roca que sustenta la fé de sus hermanos, deba poner un oído en el Evangelio y un oído en el pueblo de Dios para conocer las cosas del corazón sagrado del Señor.
Es usual definir al Iscariote como un maldito traidor, y hasta su nombre se ha vuelto sinónimo de todos los traidores a través de los tiempos. Pero a pesar de ello y hasta el fin, el Maestro ofrece su amistad, su vida. Siempre se puede regresar a Dios, y allí está el gesto del pan compartido y ofrecido.
Judas come el pan como un alimento más, pero la vida del Señor que se ofrece en ese gesto no ingresa en su endurecido corazón. Judas no comparte con su amigo la vida y la bendición que Él ofrece, y quizás nunca estuvo cordialmente cerca, aún cuando compartía caminos y enseñanzas, aún cuando se le confiara la administración de los escasos recursos, y por todo ello ingresa a una noche absoluta sin luz.
Viene los días más bravos, los momentos más duros. A pesar de tantas tinieblas agobiantes, en medio del horror resplandecerá la Gloria de Dios que es el Cristo que se ofrece como prenda de salvación por todos.
Nosotros tenemos algo de Pedro, algo de Judas y mucho del discípulo amado. Nos embarcamos en ampulosas declamaciones que no se corresponden con los actos, y en los momentos críticos renegamos de lo que creemos y vivimos. Somos traidores también de la confianza puesta en nosotros, pues en el pecado vendemos la vida del Cristo.
Con todo y a pesar de todo, el Maestro nos sigue ofreciendo su pan y su amistad fiel, para rescatarnos de todas las muertes.
Paz y Bien
1 comentarios:
la cruz del horror que transformará en un altar luminoso por el amor ofrecido. Gracias,La fidelidad es el esfuerzo de un alma noble para igualarse a otra más grande que ella. Gracias un buen santo día en el Señor.
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