San José, esposo de Santa María, Virgen
Para el día de hoy (19/03/16):
Evangelio según San Mateo 1, 16. 18-21. 24a
La liturgia de este día nos convoca al grato memorial de San José, Esposo de la Virgen María y Patrono de la Iglesia universal.
Las Escrituras son módicas a la hora de mencionar al carpintero nazareno y, más aún, los Evangelios no reflejan una sola palabra o línea de diálogo de José, hermanado así al silencio.
Pero es un silencio profundo, pródigo, estridente, conmovedor.
Si el Evangelio según San Lucas tiene un perfil netamente mariano, el Evangelio según San Mateo lo tiene de modo predominantemente josiano. Ello no es fortuito ni casual: a través de María el Mesías se hace uno de nosotros en el ámbito infinito de la Gracia, resplandor de humanidad asumida por Dios, mientras que a través de José, descendiente del rey David, todas las promesas realizadas durante siglos al pueblo de Israel respecto del Mesías encuentran resolución, efectivo cumplimiento.
La lectura que hoy leemos ha tenido una somera interpretación lineal, de tal manera que José decide repudiar en secreto a su prometida en vista de su embarazo sospechoso, y ese repudio -en el mejor de los casos- responde a la profunda justicia del carpintero, que de ese modo protege la vida de María la cual se encontraría inerme frente a las exigencias legales imperantes y a los castigos calculados, que en el caso que nos ocupa concluiría en la ejecución de María de Nazareth por un presunto adulterio. Tiene su lógica, máxime frente a una religiosidad tan cerrada y aferrada a los códigos como la que prepondera en esa época.
Seguramente mucho de ello se enhebra el el corazón de ese varón justo, y su justicia responde a que ajusta su corazón y voluntad a la voluntad de Dios. Pero hay que animarse a ir más allá porque hay más, siempre hay más.
Las dudas de José no obstan sobre la mujer que ama sin condiciones -el amor de su vida-, sino sobre sí mismo. En su justicia que florece en la verdad, José intuye un abismo insalvable entre sí mismo y la acción de Dios, el plan divino que involucra a su prometida, entre su persona -un humilde y pobre artesano galileo- y la presencia de su Dios que se crece en el seno de su mujer. Por eso quiere irse, por una cuestión de ajenidad, él se considera fuera de lugar y extraño para todo lo asombroso que está sucediendo.
Así, la presencia de un Mensajero, voz amistosa de Dios, no se constituye en su corazón para aclarar la situación de María sino para despejar toda duda acerca de sí y, a la vez, confiarle una misión que será decisiva.
Nosotros, mujeres y hombres en el siglo XXI, quizás no lo sepamos o lo hayamos perdido de vista, tan enfrascados en modas o en cierta tendencia a ponerse uno mismo como centro de importancia, cuando en realidad deberíamos salir de nosotros mismo y orbitar en amor y servicio alrededor de la vida que crece, se ratifica y expande en los hijos: en ese orden de ideas, un nombre es una cuestión fundamental, pues el nombre es reflejo de la personalidad y la vocación de un hijo, espejo fiel de lo que será su existencia. Nombrar a un hijo no debería atarse a caprichos ni a la banalidad cómoda de lo usual. Nombrar a un hijo es decirle al mundo lo que ese niño será, lo que se espera de Él, y tras de ese alegre proyecto ofrecer la propia vida en ofrenda y apoyo.
Por otro lado, los sueños son el ámbito simbólico en donde se propicia el encuentro con Dios, espacio inmarcable en donde las cosas demasiado grandes para asumirlas en la vigilia se pueden explicitar y resolver.
José sueña, y en el sueño encuentra la voluntad de Dios que le indica el rumbo correcto para su alma confundida.
José entonces nombrará a su hijo de acuerdo a las indicaciones del Ángel, y lo llamará según las antiguas tradiciones de su pueblo. Jesús -Yehoshua, Dios Salva- era un nombre bastante corriente en aquella época, principalmente por enraizarse con Josué, quien conduce al pueblo de Israel cuando ingresa a la Tierra Prometida tras cuarenta años de peregrinar en los rigores del desierto. En el nombre del Hijo, se expresa que la misión del Niño será conducir a su pueblo, a todos los pueblos a la tierra definitiva de la Gracia, de la eternidad.
Ese nombre confiado a José esconde gran misterio, el Emmanuel, Dios con nosotros, presencia constante de Dios al lado de los suyos como un pariente, un vecino, un Hijo amado.
Por José, en el Mesías se cumplen todas las promesas mesiánicas. Por José, Cristo nacerá y crecerá al calor afectuoso de una familia que le brindará protección y abrigo, revelando otro misterio de amor y es que Dios nos busca y nos convoca para que la Salvación llegue a todas las gentes, urdimbre santa de Dios y el hombre. Por José, el Niño que nacerá tendrá una identidad, ascendencia real, raíces profundas que lo vinculan a su pueblo: un repudio legal de María por parte del carpintero hubiera significado que el Mesías fuera un descastado, un hijo natural -un bastardo- sin derechos ni relevancia, máxime en una sociedad duramente patriarcal y bastante misógina.
Por eso, hacer memoria de la gratísima presencia de San José es también reivindicar a todos aquellos que no reniegan de tener sueños. Que a pesar de catástrofes, dudas y miserias, siguen soñando tiempos mejores y vida plena para los suyos. Que se hacen amigos de los ángeles. Que se mantienen firmes como robles, humildes, silenciosos e imprescindibles a la hora de cuidar y proteger la vida. Que no buscan reconocimientos sino que están más que satisfechos por hacer lo que deben, y luego retirarse sin estridencias, plenos de haber realizado su vocación. Que se comprometen cordialmente con la historia desde la infinita trascendencia de una familia. Que no se extravían en los momentos críticos, cimentados en la justicia y en el servicio.
Queridísimo José de Nazareth, ruega por nosotros.
Paz y Bien
4 comentarios:
Qué bello escrito, Ricardo. Muchas gracias. Ojalá sepamos mantener los sueños a pesar de lo que rodea la humanidad. San José nos ayude.
Un saludo en Cristo y Santa semana.
Muchas, gracias, por este compartir.
Caminar, gracias por tus palabras. Hemos de seguir soñando a pesar de los miedos, a pesar de que a veces todo parece estar en manos de los habituales propaladores de miserias, a pesar de que todo diga vámonos, mejor es esconderse, dejarle los problemas a otro, escaparnos a refugios menos hostiles. José, amigo de los ángles, firme y silencioso custodio de la vida, nos acompañe en estas lides cotidianas.
Y que su Hijo, nuestro Dios artesano y carpintero, nos talle nuevamente el corazón.
Que tengas una Santa Semana en el Cristo que hoy se nos llega manso y humilde a nuestras vidas
Paz y Bien
Ricardo
Gracias a usted, Ven, por su presencia y sus palabras.
Y que el querido San José interceda siempre por usted y su comunidad, fiel custodio y servidor de la vida plena
Paz y Bien
Ricardo
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