La Exaltación de la Cruz
Para el día de hoy (14/09/15):
Evangelio según San Juan 3, 13-17
Para muchos, hoy en día, la cruz sigue siendo un símbolo mortal, de tormentos y horror. Los medios se han encargado profusamente de divulgar la crucifixión como tortura fatal por parte de ciertos grupos que nada tienen de religiosos, y que buscan imponerse por la violencia y por el espanto; para las gentes del siglo I era aún peor.
La cruz era el método de ejecución habitual del Imperio Romano destinado a consumar la pena capital para los criminales más abyectos y marginales, castigo supremo para los subversivos. Y dentro de la estricta legislación mosaica, un crucificado no era solamente un impuro ritual en tanto que cadáver, sino que en grado sumo un crucificado era un maldito.
A simple vista, la cruz de Jesús de Nazareth es muerte, es ignominia, es derrota y final, la permisividad de un dios cruel al que le place la sangre y el dolor.
Pero la cruz es gloriosa, y sólo puede entenderse y enarbolarse como bandera de liberación desde la fé, una fé que es don y misterio.
Cruz gloriosa que se eleva por sobre las miserias del mundo. Cruz altar de la vida ofrecida para que no haya más crucificados, escandalosa cruz del amor supremo.
La gloria de la cruz es el amor que proclama que la muerte no es herida fatal y definitiva, sino que la vida prevalece.
Cruz que posee dos brazos inseparables, uno apuntando siempre al cielo que la trasciende, otro indisolublemente orientado al horizonte de los hermanos.
Cruz que es árbol de Salvación en donde la vida, con todo y a pesar de todo, florece con un empuje asombroso.
Cruz que enarbolamos. Cruz que portamos. Cruz que nos identifica porque la llevamos al cuello pero signa nuestros corazones con la serena alegría de la esperanza.
Paz y Bien
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