Renuevo





Nacimiento de San Juan Bautista

Para el día de hoy (24/06/15):  

Evangelio según San Lucas 1, 57-66. 80




Cuando un niño nace, y si es esperado con agradable expectación, acontecen momentos de alegría difíciles de explicar. El bebé nacido es una bendición para sus padres, para los familiares, para sus amigos. 
En los pueblos más pequeños, en donde todos se conocen, esa alegría se expande. En esos pueblos la familiariedad se traduce en una afectuosa intromisión que a veces quiere terciar en todas las cuestiones -como el nombre que ha de llevar el niño- porque ese bebé es de los padres y, a su vez, es de todos ellos.

Zacarías e Isabel eran un matrimonio justo, es decir, que ajustaban su voluntad y su vida entera a la voluntad de Dios. Su santidad era casi palpable, pero ya eran viejos, y su apellido iba a perderse sin descendencia posible. No tenían hijos, y esa manifiesta esterilidad es símbolo de un pueblo que seguía con vida pero que parecía disolverse en los pliegues de la historia, flores mustias socavadas por el paso del tiempo.

Aún así, se ha inaugurado un tiempo nuevo aunque ellos aún no lo sepan. En Nazareth, una muchachita ha dicho Sí confiando en el Dios de la Vida, y ese Dios le florece la existencia, joven frutal en donde se esconde germinal la Salvación.

Sin dudas es un tiempo extraño. El sacerdote y el guerrero han de callarse, pues han de hablar con claridad las mujeres y los niños. La Salvación se abre paso desde la debilidad humana, con una fuerza humilde que no se puede detener.
Zacarías ha sido llamado al silencio. No se trata tanto de un castigo por su incredulidad -es un hombre mayor, más un abuelo que un novel papá- sino porque hay ocasiones en que hay que callar, hacer silencio hasta que nos renazca la vida de Dios, la esperanza, la confianza. Irse al silencio para que sea Dios el que hable.

Ese niño bendito no seguirá ciertas tradiciones. No se llamará como el padre o como alguien de su familia. Él llevará un nombre distinto, Juan, que significa Dios es misericordia, indicativo de esperanza para su familia, para sus vecinos, para su pueblo, para todas las mujeres y hombres que se atreven a permanecer en la fé.

Por ese niño y por el Otro Niño santo que se gesta en el seno de su Madre, todos los niños devienen sagrados. Por ese niño Dios se hace renuevo, porque Dios nunca abandona a los suyos.

Y seguirá enviando profetas íntegros que serán para el pueblo señales certeras de auxilio en medio de cada noche.

Paz y Bien

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