Para el día de hoy (20/06/15):
Evangelio según San Mateo 6, 24-34
No es demasiado difícil representarse la escena, la mirada del Maestro reposando sobre sus amigos, con una cercanía que es mucho más que física. Él está cerca de sus corazones y de los nuestros, Palabra de vida y Palabra viva, Dios que nos habla hoy. En este preciso momento nos está mirando a los ojos, y nos está despertando de todos los letargos.
Y hay una nueva certidumbre en sus palabras, una que no quedará a la deriva de los embates mundanos ni sometida a las limitaciones de la razón, ni esclava perentoria de los estados de ánimo.
Se trata de la certeza insuperable de sabernos hijos amados por Dios. Valiosísimos, aún con todos los deméritos que enarbolamos.
No es cuestión de alternativas, ni de dogmas, ni de promesas falsas de calmas pasajeras.
Es la raíz y la clave de todo destino que ha de edificarse, pues la vida no está inscrita de antemano ni debemos ser espectadores pasivos y resignados de las cosas que nos acontecen, buenas o malas. Más que artistas, somos barro fiel en manos del Alfarero.
Por todo ello el Maestro nos lleva de regreso al sueño de Dios, el Reino aquí y ahora que es la plenitud, la felicidad para toda la humanidad, la vida que se expande, la vida que es sagrada, humanidad asumida con amor entrañable por el Dios del universo, cada hombre y cada mujer templos santos de ese Dios.
Reconocernos hijos es volver a confiar en ese Dios que es Padre, que otorga y protege la vida -todas las vidas-, que ampara la creación que florece la alegría, que a pesar de todo sigue confiando en nosotros.
Así hay siempre de fondo una tenue y persistente melodía de regreso franco, de humanidad que se recupera a partir de esa sencillez que imita al corazón sagrado de Cristo, a la humildad eterna de la Madre, al amor entrañable del Padre.
No hay que desesperar. Es menester confiar en el valor infinito que tenemos a sus ojos. Y así, como hijos benditos, vivir en su libertad de no estar sometidos a las cosas, ni rendir culto al cruel y falso dios del Dinero.
Vivir en Dios, vivir para Dios, vivir para el hermano, vivir plenos.
Paz y Bien
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