Para el día de hoy (21/03/15)
Evangelio según San Juan 7, 40-53
Jesús de Nazareth no pasaba inadvertido. Su Persona suscitaba todo tipo de reacciones y emociones, muchas de ellas opuestas, enfrentadas, virulentamente contradictorias.
En el Evangelio para el día de hoy que la liturgia nos ofrece, hay una cuestión por demás significativa: en ninguna instancia del texto, aparece el mismo Jesús hablando o enseñando. Son los otros quienes se refieren a Él, y quizás, desde esta perspectiva cuaresmal que se nos ha regalado, fructífero ejercicio espiritual es situarnos cada uno de nosotros en los diversos roles que allí se explicitan. En cierto modo, se anticipa el ambiente de las comunidades cristianas luego de la Ascensión: en quien creemos y cómo creemos sin la presencia física del Maestro.
Algunos se quedan en los signos, pero no trascienden el hacia dónde apuntan esas señales, y así ese Cristo es un profeta, a menudo grato de escuchar, que dice verdades a veces algo incómodas. Y si bien profeta, Él es mucho más que un profeta.
Otros pretenden dirimir su legitimidad en base a su origen. Tal vez es una de las posturas peores, no sólo por pretender clasificar al Mesías, sino porque se suele execrar la voz de Dios que se expresa en el hermano a partir de su condición y del lugar en el mundo en donde ha nacido, justificando así un desprecio galopante.
Aún así, en plena discusión, las posturas más violentas no llegan a ponerle las manos encima, no pueden detenerle, y es signo cierto de que la Pasión será en el momento propicio. Con todo su horror, y en el epítome del espanto, la cruz será asumida en absoluta libertad y ofrenda amorosa por el Hijo de Dios.
Curiosamente, en el ámbito de los hombres más formados -quizás en el espacio de los religiosos profesionales-, hombres acostumbrados a ser obedecidos pero que nunca escuchan ni al pueblo ni a Dios, se suscitan las discusiones nás brutales. Aunque tuvieran delante de sí evidencias palmarias, ellos rechazarían al Maestro de Nazareth por, precisamente, ser galileo, ser pobre, no encajar en el molde de sus prejuicios, hablar de Dios como un Padre cercano y afablemente bondadoso, muy distinto al Dios que ellos mismos precognizan. Y su desprecio fervoroso se dirigirá también a aquellos que, con la honestidad de Nicodemo, se pongan de parte de ese Cristo que les ha despertado del sopor de las creencias y se han asomado al regalo inmenso de la fé.
Que ese Cristo siga siendo signo de contradicción. Que Su Persona nos haga tomar posiciones, volver la mirada y el corazón a Nazareth, a la periferia de la existencia, a la Salvación que nos llega generosa y humilde, al amor infinito ofrecido en la cruz.
Paz y Bien
1 comentarios:
Señor , haz que pueda descubrirte, y dame un corazón sencillo, gracias.
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