Para el día de hoy (18/03/15)
Evangelio según San Juan 5, 17-30
Ciertas lecturas lineales, sin profundidad, pierden lo verdaderamente importante y pasan por alto el sentido primordial. Esas linealidades suelen convertirse en agobiantes ortodoxias, pues en la literalidad se incuban los fundamentalismos. Tal es lo que les sucedía a esos hombres, que en su acotadísimo horizonte no tenían espacio para ninguna idea nueva, ni menos aún, lugar para el prójimo; hombres así reaccionan con violencia, y la muerte es una opción viable, pues se suponen defensores a ultranza de Dios, como si Dios necesitara defensa alguna.
Ellos seguían aferrados a la idea de que su Dios labora seis días y el séptimo -Shabbat- descansa, renegando de cualquier trascendencia simbólica. Jesús de Nazareth nunca se calla a la hora de decir verdades, verdades que conoce desde sus entrañas, tal es la identidad plena con su Dios.
Así, declara que su Dios, al que reconoce como su Padre, jamás descansa, es un Dios incansable procurando siempre el bien de todas sus hijas e hijos, acción creadora que es también acción redentora, salvación que se envía a los extraviados de manera gratuita, generosa, incondicional, abundante. No hay sábado alguno ni día de precepto excluyente a la hora de hacer el bien.
Pero lo principal, es que el Maestro se identifique tan absolutamente con Dios, al punto de reconocerle Padre.
Esa identidad es tal que Dios es Jesús y Jesús es Dios.
En ese Cristo obediente hasta la muerte, firme hasta la cruz, están depositadas nuestras esperanzas porque de Él es la creación y la justicia. Porque salvación y juicio acontecen aquí y ahora.
Como lo enseña el Apóstol de los gentiles, tengamos sus sentimientos. Nada se guarda para sí, ni siquiera su condición divina. Todo lo brinda, todo lo ofrece generoso como el pan compartido por millares.
Cristo es el Dios anonadado para que todos nos elevemos de este barro hacia los campos en donde la vida prevalece en amorosa eternidad.
Paz y Bien
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