Para el día de hoy (13/03/15)
Evangelio según San Marcos 12, 28b-34
Los escribas eran estudiosos y exégetas rigurosos, y como tales, la ortodoxia en la interpretación de la Ley- En base a sus reflexiones y análisis de la Torah, la Mishnah y el Talmud, gravitaban sobre la vida religiosa, social y hasta política de Israel, y como tales, eran muy respetados y su influencia era a menudo decisiva.
Es por ello que la irrupción en la historia de Jesús de Nazareth y su ministerio, en gran medida, los deja estupefactos y su reacción suele ser virulenta, despreciativa y descalificadora. Se trata de un joven pobre galileo, sin estudios ni linaje reconocidos, que comienza a hablar y a enseñar las cosas de Dios con una autoridad insólita, cuya coherencia e integridad los descoloca, que habla de un Dios bondadoso y rico en misericordia al que se atreve a llamar Abbá, Dios tan cercano como un Papá.
Entre muchas otras, estas cuestiones enfrentan a los escribas con Jesús, al punto extremo de volverse enemigos violentos y enconados.
Sin embargo, en el caso del escriba que el Evangelista Marcos nos ofrece en la lectura para el día de hoy hay una diferencia muy importante: se trata de un hombre honesto que no se cierra a lo que él supone la verdad. Por eso le realiza a Jesús una pregunta para él crucial, y es cual es el mandamiento más importante.
En su época, esta pregunta no era menor, y formaba parte de numerosos encuentros dialécticos: la casuística de ese tiempo determinaba la aplicabilidad de 613 mandamientos -mitzvot-, 248 positivos o asertivos y 365 negativos o prohibitivos; simbólicamente, los 248 se correspondían a todos los huesos del hombre y los 365 a todos los días del año, representando así la totalidad de la existencia. Es por ello que la discusión acerca de cual de entre todos ellos era el más importante alimentaba a menudo las polémicas.
Aún así, la principal oración que rezaba a diario el pueblo judío era y es Shema Ysrael -Escucha Israel-, en la que se recordaba y proclamaba la unicidad y primacía de su Dios. Y es por allí que nuestro escriba encamina su reflexión, y asiente cordialmente cuando el Maestro -al que reconoce como tal- le explica que primer y segundo mandamientos están indisolublemente unidos, el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.
En la cruz ratificará Jesús con su sangre ofrecida esta afirmación: la cruz tiene dos maderos como brazos inseparables, uno que apunta al cielo y otro que se extiende horizontal a los hermanos. El amor a Dios se traduce siempre en el amor al prójimo, y es precisamente en el hermano en donde se le rinde el culto primero.
Pero el escriba aún no ha llegado al Reino de Dios, aunque está cerca.
Debe trasponer la frontera de delimita cual es mi prójimo, aquél que debo amar. No debe haber límite ni condicionamientos de ninguna clase. Toda mujer y todo hombre, buenos y malos, justos y pecadores, todos diferentes entre sí, ostentamos a pura bondad de Dios nuestra condición filial.
Y más aún: esa cercanía al Reino se zanjará ingresando a la maravillosa y asombrosa dinámica de la Gracia.
Cuaresma es volver a Dios y al hermano, mandamiento y misión.
Paz y Bien
1 comentarios:
Amar al prójimo debe ser tan natural como vivir y respirar. Gracias.
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