La hora de Jesús, vida y Palabra




Beato José Gabriel del Rosario Brochero - Cura Brochero - Memorial

Para el día de hoy (16/03/15) 

Evangelio según San Juan 4, 43-54


Para el Evangelista Juan, la determinación del tiempo tiene una intencionalidad simbólica específica. Símbolo, en tanto ventana abierta por la que podemos asomarnos al misterio, a la eternidad.
También para el Evangelista, los milagros realizados por Jesús son denominados signos; esta caracterización no es casual ni debe limitarse a la construcción literaria, pues implica lo que el término define, signo/segno/señal, que nos orienta la mirada hacia donde en verdad debemos mirar y ver.

Juan proclama que el primer signo de Jesús de Nazareth lo realizará en el mismo ámbito, Galilea, más precisamente en Caná.
En la primera ocasión, convertirá seis tinajas de agua en vino del mejor, en una boda que se estaba apagando.
En la segunda ocasión, sin estridencias ni portentos y con la sola acción de su Palabra, sanará al hijo del funcionario real, que agonizaba en Cafarnaúm.

Allí hay un mensaje tácito: los datos que nos ofrece remarcan la relevancia de este funcionario -un nutrido grupo de servidores-: es el poder de cualquier época que a pesar de su gravamen e influencia, nada puede añadir a la existencia, aún cuando se arrogue funciones que no le pertenecen sobre la vida de los demás.

En ese hombre, en ese funcionario herodiano -la casa real es la de Herodes Antipas tetrarca de Galilea, vasallo de Roma- acontece una transformación, y es la fé.
En un principio, pide y requiere como un poderoso, exigiendo quizás que el Maestro se haga presente en donde su niño sufre, y así ese rabbí pobre, conforme a su fama, lo cure de modo espectacular.
Pero luego, frente al reproche de Jesús, se quita el sayo poderoso y sólo queda el hombre que ama a su hijo y que, contra toda previsión y razón, cree en ese nazareno, que es su única esperanza.
Allí deberíamos espejarnos: la fé cristiana comienza en acercarse y en confiar en la persona de Jesús de Nazareth antes que en cualquier doctrina. O mejor aún, nuestra doctrina se sustenta en una persona.

La certeza posterior de la hora en que el niño se ha sanado es signo de la hora santa, del tiempo propicio de Dios. La hora justa de Jesús que nos produce el vino para que la vida se celebre. La hora de la vida que se recobra de entre el abrazo oscuro de la enfermedad y la muerte a pura bondad. La hora del amor pleno, de agonía y obediencia amorosa en la cruz.
La hora definitiva de la Resurrección.

La Palabra es eficaz. Es Palabra de Vida y Palabra Viva que no sabe de distancias ni de condicionamientos. 
Que la escucha atenta sea fruto bueno de nuestra conversión.

Paz y Bien

1 comentarios:

pensamiento dijo...



“La Palabra de Dios es la luz verdadera que necesita el hombre”, Señor aumenta mi fe, muchas, gracias, que Dios le bendiga.

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