La Anunciación del Señor
Para el día de hoy (25/03/15)
Evangelio según San Lucas 1, 26-38
Como en un contrapunto sonoro y armónico parece alterarse el ritmo penitencial de la Cuaresma al ofrecérsenos el misterio de la Encarnación en la proclamación de la Anunciación del Señor.
Hay, ante todo, una hermosa cuestión temporal: se trata de la Encarnación de Dios precisamente nueve meses antes de la celebración de la Navidad, un Dios con nosotros y como nosotros, un Dios que se teje en el silencio cálido y humilde del seno de María hasta llegar al parto de Belén, la urdimbre santa y decididamente humana de un Dios que ha tomado partido por sus criaturas.
Pero además, la Anunciación en Cuaresma significa no perder de vista la trama principal de la cuestión, el hilo conductor de la Salvación, y es el amor de Dios.
La Gracia de Dios, abundante y generosa como rocío de alivio para las almas, todo lo puede.
El amor del Dios de María de Nazareth se ratifica hasta el extremo sin final de la vida ofrecida por Jesucristo, nuestro hermano y Señor, fiador que salda nuestras deudas a pura mansedumbre y fidelidad a los sueños del Padre.
Proclamar la Anunciación del Señor es volver a decirle sí a la vida, sí a ese Dios de todos los encuentros, sí a que todo es posible para quien cree. Porque la felicidad no es una lejana utopía, sino una bendición que nos nace en el aquí y el ahora.
Proclamar con sencillez y profunda gratitud la Anunciación del Señor es reafirmarnos en la certeza de que Dios elige lo pequeño, lo frágil, lo que no suele tenerse en cuenta para transformar el mundo y cambiar la historia.
La luz de la apacible y polvorienta Nazareth, en los ojos asombrados de una muchachita judía, se proyectan a través de los velos de los tiempos en la mirada del Hijo que atraerá a todas las naciones desde el árbol santo de la cruz.
Paz y Bien
1 comentarios:
Como debíamos de aprender de ese SI de María a lo que Dios le pide, nos cuesta tanto decir que si a Dios....
Un abrazo
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