Para el día de hoy (30/12/14)
Evangelio según San Lucas 2, 22. 36-40
Ayer escuchábamos la Palabra que nos hablaba acerca de Simeón, ese abuelo cordial de Jesús, y su indómita e inquebrantable esperanza. Hoy, la misma Palabra Viva nos presenta a Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser.
Muchos datos para una pequeña anciana: pareciera como si el Evangelista quisiera presentarnos la credencial de identidad de Ana: más en realidad, se trata de acentuar que el llamado de Dios, la vocación, siempre es enteramente personal, siempre las cosas de Dios refieren a mujeres y hombres de carne y hueso, concretos en tiempo y espacio, decidiendo la historia, y tiene también que ver con cada una de nuestras existencias. No hay un llamado genérico ni cuestiones abstractas en la sintonía de la Buena Noticia.
Ayer Simeón, hoy Ana. Dos testigos que ratifican, según la ley mosaica, una verdad incoercible.
Para las realidades de la época, una mujer de ochenta y cuatro años de edad es un hecho asombroso; pero esa abuela tiene de extraordinario otras cuestiones más profundas que superan la acumulación cronológica de años vividos.
Esa abuela es profeta. Tiene cosas para decir de parte de Dios, y a su vez tiene una capacidad de ir más allá de cualquier apariencia. Sabe mirar y ver. Confía y espera, pues toda su vida es un huerto cuidado por la oración y el ayuno, vive en presencia humilde frente a su Dios, pequeña anawin del Señor.
Su fidelidad refleja la imperecedera e infinita fidelidad del Dios que la sostiene. Por ello descubre por entre la multitud que discurre por el Templo enorme a ese Niño pobre y pequeñísimo en brazos de su Madre, y sabe sin dudas en las profundidades de su alma grande que ese bebé es el Salvador de su pueblo, Aquél tan esperado, el que rescatará al pueblo de todas sus opresiones.
La alegría germinada al calor de su fé le florece, y agradece a su Dios por el encuentro, y no para de contar a todo aquel que quiera escucharle esa novedad magnífica. Porque las buenas noticias son realmente buenas y nuevas si se comunican y comparten.
Ana, esa abuela de fé y de servicio, a pesar de su edad tan avanzada sigue creciendo como un árbol frondoso, con flores fragantes, con frutos maravillosos. Al igual que ese Bebé Santo, ella sigue creciendo en sabiduría y Gracia, como crecen aquellos que permiten a Dios ser Dios en sus existencias, aquellos que tienen ojos profundos capaces de descubrir al Salvador en la debilidad de un Niño, aquellos que nunca se resignan ni abdican en la esperanza, aquellos que florecen en oración y en piedad, todo un proyecto de vida para un año que se asoma incierto y que es menester edificarlo con esfuerzo y mucha, mucha confianza.
Paz y Bien
0 comentarios:
Publicar un comentario