La Natividad de la Santísima Virgen María
Para el día de hoy (08/09/14)
Evangelio según San Mateo 1, 1-16. 18-23
Todo hijo que nace del amor lleva en sí los sueños de sus padres para toda su existencia. Sueños de felicidad, de salud, de vida mansa, de crecimiento en paz, de alas en su alma, de libertad y bondad. A veces -suele suceder- se proyecta en los hijos muchas de las frustraciones de los padres, los proyectos truncos, y algunos anhelos propios incumplidos. Pero eso menoscaba el amor primordial que trae a los hijos al mundo.
María de Nazareth no escapa a estas cuestiones tan importantes para tantos. Seguramente Joaquín y Ana soñaron para ella una vida extensa, pródiga y feliz, y más aún, en esos sueños ya la abrigaban en la merced entrañable de sus afectos. Porque un hijo es la vida que continúa tenaz, promesa de futuro, esperanza concreta, y un presente a acunar en nuestros brazos, y es algo que pretenden arrancar de cuajo todos los Herodes de la miseria y el desempleo, los que utilizan a los niños como cosas, mano de obra barata, esclavos sexuales, material descartable.
Y a pesar de todas nuestras limitaciones y escasas posibilidades, todo sería muy distinto si consideráramos a cada niño como un hijo propio, un vástago también de nuestros sueños.
Nuestra niña galilea es pequeñísima y casi invisible, por mujer, por campesina, por no tener pergaminos de realeza.Y aún así, los sueños de sus padres, sin saberlo, se correspondían con los sueños de todo un pueblo oprimido, ansioso de liberación, hambriento de redención.
Pero esa Niña estaba presente en los sueños infinitos de un Dios que jamás se desentendió de los pesares de su pueblo. La fué soñando a través de los siglos, con una paciencia eterna, pues los tiempos de Dios nada tienen que ver con nuestros esquemas.
Los sueños de Dios tienen una paciencia que se fundamenta en el amor, y así pacientemente, este Dios en urdimbre santa, vá tejiendo la contracara de la historia -que no es otra que la esperanza y la justicia- a través de los siglos. Pero no se trata de abstracciones ni de atractivas ideas. Los sueños de Dios son bien concretos, urdimbre santa a través de los tiempos, de hombres y mujeres -sobre todo de mujeres- que se conjugan en el río caudaloso de la Salvación. Y en esos sueños, María de Nazareth ocupa un lugar primordial en la ternura de Dios.
Ella es tan humana que por ello la sentirnos y descubrimos tan cercana, tan nuestra. Y por ello mismo, y por su corazón tan grande, y por una confianza a toda prueba, Ella decidirá el curso de la historia de la humanidad.
Tierra sin mal, tiene las primacías de la Gracia con su sí, y ese Sí! la fecunda, la renueva y recrea, y en su seno se crece pujante otro hijo soñado, el Salvador.
Pues por esa Niña soñada la Salvación está entre nosotros, y esa Niña también es mensaje y realidad de que la Salvación es aquí y ahora, y que todo comienza y todo cambio por los más pequeños desde la más pequeña, que por ello mismo -en la asombrosa ilógica del Reino- es la más grande.
Paz y Bien
1 comentarios:
María tuvo un alma pobre de esclava, el Señor la miró en su pequeñez, y fue escogida para realizar en ella «cosas grandes».
Publicar un comentario