Para el día de hoy (20/06/12):
Evangelio según San Mateo 6, 1-6. 16-18
(Dentro del universo de nuestras mezquinas preocupaciones, sin duda ocupa uno de los lugares preferenciales aquella que pretende, por un lado, obtener favores divinos como contraprestación a nuestra acumulación de actos piadosos o de culto, y por otro, esas ganas de mostrarnos y demostrar nuestra pertenencia y nuestra fé con fuerza y orgullo.
En cierto modo, es la expresión de una espiritualidad del éxito, del trueque cordial, como si comportándonos de un modo determinado y preestablecido lograremos -por ello mismo- recompensas visibles y distribuibles en el aquí y el ahora, un dios con minúsculas manipulable por la cuantificación de nuestras oraciones repetidas, de nuestros cultos ampulosos, de promesas a veces harto banales.
Todo esto tiene poco o nada que ver con el Dios Abbá de Jesús de nazareth, el Dios de toda Gracia y bondad que hace llover su amor sobre buenos y malos sin límites ni condiciones.
Más aún: estamos bien pagos con la vida que se nos ha regalado, una vida definitiva pagada al precio más alto, el sacrificio inmenso de Aquél que nunca nos abandonará.
Pero es claro que todos -grandes y pequeños, fuertes y débiles- somos frágiles y mínimos, y nuestras existencias se sustentan en la Misericordia, y son imprescindibles la oración, el ayuno y la limosna, es decir, el diálogo afectuoso con ese Dios Padre y Madre que nos cuida y quiere, el despojarnos de todo lo posible para que sólo nos habite Él y en dar y darnos para que un hermano sobreviva y se encamine a una vida plena e íntegra.
Por ser un tiempo de Buenas Noticias -año infinito de Gracia y Misericordia-, no podemos seguir cometiendo el grave error de sustituir al discípulo por el Maestro.
Tenemos un mandato de transparencia que tiene sus raíces en la pobreza y la humildad del más humano de todos, Jesús el Cristo, nuestro hermano y Señor.
Por ello su llamada e insistencia a lo oculto, al anonimato, a no interponer nuestras opacidades entre los que deambulan en tinieblas y la Luz de la Vida que se dispensa con asombrosa generosidad para todas las gentes.
Quizás eso que entendemos por santidad sea el volvernos cada día más y más transparentes e invisibles, para que sólo resplandezca el rostro bondadoso y el amor de Dios)
Paz y Bien
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